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Capítulo 14. / Tell me: That you remember?

Tell me — That you remember?

Benyamin Blake

La pesada luz entraba por la ventana. Tenía el cuello entumecido y una manta que no me cubría antes de dormir estaba sobre mi cuerpo. Tuve que pestañear un par de veces hasta que pude acostumbrarme al ambiente, notando que no estaba en mi habitación, si no que en el sofá de la sala.

Los recuerdos de como anoche traje a la mocosa a dormir al departamento, de inmediato respondieron todas mis dudas. Y sin cuestionármelo supe que el haber fumado aquel porro junto a ella me hizo dormir un par de horas más de lo habitual.

Levanté mi cuerpo del sofá y me estiré un poco.

Ella tenía razón, yo era muy grande para dormir aquí, pero no dejaría que ella lo hiciera.

Aún algo somnoliento me dispuse a caminar hasta mi habitación para <<sin hacer demasiado ruido>> tomar algo de ropa limpia. Pero cuando abrí la puerta, me sorprendí de ver que mi cama estaba completamente tendida y la camiseta que le había prestado ayer para dormir, estaba doblada sobre esta.

Ella ya se había marchado.

Solo esperaba que se hubiera marchado a su casa para que Nahim dejará de estar tan paranoico.

Tome mi ropa y camine hasta el baño dispuesto a darme una ducha. Ni siquiera había desayunado, pero me prometí comprar algo de camino a casa de Nahim.

Creo que debía darle algunas explicaciones.

Me despoje de toda mi ropa, abrí el grifo de la ducha y dejé que toda la tensión de mis músculos se disminuyera con el agua caliente que recorría mi cuerpo. Levanté mi rostro dejando que las gotas de agua cayeran directamente en mi rostro e intenté ordenar mis pensamientos que iban y venían en mi cabeza. Impulsado por mi lado temerario e intentando demostrarme que era fuerte. Giré bruscamente el grifo hacia la derecha y un torrente de agua fría me golpeó sin piedad, causando que un terrible escalofrío me recorriera.

Flashback

Sus fuertes manos me arrastraban por los pasillos mientras yo intentaba golpearlo y poder liberarme.

Sabía lo que seguía y que no terminaría bien, no para mí.

Lo único que había hecho era perder una pelea. Una pelea en la que sin duda no tenía oportunidad. Él era 3 años mayor que yo y era del doble de mi tamaño, pero aun así me obligaron a hacerlo, a pelear, o mejor dicho a ser su saco de boxeo con el fin de divertirlos.

Continuó arrastrándome hasta que me lanzó a aquella habitación que todos queríamos evitar.

—Por favor...

—¿Crees que puedes conmoverme, niño idiota?— se burló sujetándome por la camiseta y comenzando a arrastrarme a la artesa.

—No quiero. Para, por favor —volví a pedir esta vez entre lágrimas.

—A la próxima asegúrate de ganar, para que no tengas que estar llorando como nena.

Entonces cuando un desgarrador grito salió de mi garganta debido a la impotencia que sentía, me sujetó por la nuca y sumergió mi rostro en el agua fría.

Intentaba liberarme y luchar, pero aun con mis oídos bajo el agua podía escuchar cómo me llamaba débil. Y mientras lo hacía intentaba enumerar la cantidad de razones que tenía para seguir luchando. Solo una invadió mis pensamientos;

El poder huir de aquí.

A pesar de tomar aire antes de que me sumergiera, sentía como este me comenzaba a faltar.

Tenía ese instinto en mi mente de no tener que respirar, no mientras estuviera sumergido. Mi vista estaba borrosa y por más que intentaba aferrarme de algo y poder sacar mi rostro del agua, no lo conseguí.

En la desesperación intente gritar y libere todo el aire por mis pulmones, provocando un inconsciente respiro.

Podía sentir el agua entrando en mis pulmones, podía sentir como poco a poco mi vista se sentía más borrosa y mis pulmones ardían.

Sabía que sería un momento de dolor, pánico y oscuridad.

Pero, antes de que llegara al que creía sería el último latido de mi corazón, me dejó salir.

Fin del flashback

Salí de la ducha apagando el grifo y enrollé la toalla alrededor de mi cintura. Pase mi mano para limpiar el vapor que había en el espejo y termine recordando cómo después de eso me tomaba trabajo hasta tomar una ducha. Sentía que cualquier gota de agua iba a ser suficiente para ahogarme. Por esa razón Joan me llevó obligado a un psicólogo y terminé conociendo a un chico castaño de ojos verdes que estaba igual de nervioso que yo en la sala de espera.

Trastornos afectivos y trastornos de ansiedad como hidrofobia, estrés postraumático e inicios de desarrollar agorafobia.

No podía estar más jodido. Pero ya había pasado lo peor, ¿No?.

Cuando terminé de vestirme me dispuse a hacer lo que hace días tenía pensado. Metí la llave a la cerradura y abrí la puerta de su habitación. Avance por ella aun sintiendo rastros de su aroma por todo el lugar, lo que logró generar nostalgia y ciertas dudas sobre lo que haría, pero sabía que era la mejor opción. Esta habitación ya me deprimía lo suficiente y sus cosas podían pasar a alguien que las necesitara. Solo dejaría algunas de sus cadenas, medallas y una que otra camisa. El resto todo se iría a donaciones.

Preparé algunas cajas y comencé a dejar una a una las prendas de ropa sobre la cama, para seleccionar mejor qué cosas empacar. No fue hasta que llegué al final de su armario que me encontré con una extraña caja de zapatos.

Con torpeza la tome, pero al ir enrollada en una camiseta termine soltándola y esta se estrelló en el piso dejando ver con claridad las dos cosas que había en su interior:

Una libreta de cuero.

Y un arma.

Levante ambas cosas del piso, sin sorprenderme demasiado de que Joan tuviera un arma, después de todo era un ex militar e incluso algunos fines de semana se iba a practicar tiro con sus amigos. Luego de examinarla con la mirada la dejé sobre el colchón para dirigir mi atención a la libreta.

La abrí en la página que estaba con el señalador y comencé a leer las palabras escritas con tinta en su interior.

La primera era la dirección del orfanato del que escape.

La segunda era la palabra "sol".

Y la tercera, y la única que estaba tachada y era casi imposible de leer, "familia de Benyamin".

¿En qué demonios estabas pensando, Joan?, pero sobre todo ¿Qué intentabas hacer?

Podía sentir como cada músculo de mi cuerpo se tensaba cuando vi aquella infraestructura que hace un par de años prometí no volvería a ver.

Pero aquí estaba.

Armándome de valor e intentando que esto no empeorará mis pesadillas con aquellos recuerdos que tanto me costó suprimir.

No sabía si soportaría recorrer los mismos pasillos por los cuales crecí deseando huir.

Dudaba, por supuesto que lo hacía, pero sabía que realmente sólo tenía una única opción si quería saber lo que pasaba.

Solté un pesado suspiro y quité las manos del volante.

—Necesito hacer esto, necesito hacerlo por él. — Me alenté.

Tomando una bocanada de aire y en un impulso, salí del auto y comencé a caminar con decisión y rapidez al interior del lugar. 

Pero toda esa seguridad se esfumo cuando estuve en su interior. Comencé a avanzar con desconfianza, mirando los diplomas, fotografías y cada una de las falsas promesas que ofrecía este lugar.

Seguridad, oportunidades y una niñez feliz. Ese era su lema.

Tengo cientos de cicatrices que demuestran que ellos entregan todo lo contrario.

Recuerdo que cuando era más pequeño soñaba con salir de este lugar, conseguir un buen empleo y formar una familia sacando a algún niño de aquí.

Sin duda era eso, un sueño. En especial ahora considerando la clase de "trabajo" que decidí aceptar.

Mirando los cuadros rebusque la foto de los niños que estuvieron aquí el mismo año que yo. Recuerdo que me quitaron de la foto porque tenía un moretón en el ojo. Siempre fui el más débil de todos. Me faltaba altura y músculo como para ganar alguna pelea.

Mirando los rostros de cada uno de ellos, me di cuenta que todos derrochaban tristeza. O eso note, antes de que uno de ellos llamara mi atención.

A pesar de estar mucho más joven, su cabello aún tenía los mismos rizos negros.

Por eso su rostro me resultaba tan familiar.

Samuel, al igual que yo, había estado aquí.

—Hola, ¿se le ofrece algo, joven?— me preguntó la chica pelinegra que estaba detrás del mostrador. Tenía hoyuelos en sus mejillas y me sonreía con amabilidad.

—Si, necesito unos documentos de un chico que estuvo aquí.

—¿Es familiar o su hijo?— me preguntó.

Guapa, soy yo.

—Si, familiar— respondí sin titubear.

—Necesito el nombre y el año en que se retiró de aquí.

Le di mis antecedentes y ella asentía a cada cosa que decía. Note como ella me miraba de reojo mientras clickeaba cosas en la computadora. No me sorprendió cuando los únicos documentos que aparecieron fueron los papeles de la adopción de Joan, pues nunca encontré mi acta de nacimiento o algún documento de mis padres.

—El expediente está retenido.—respondió con extrañeza — De seguro es porque alguien más vino a retirarlos.

¿Alguien más?

—¿Puede decirme quién vino preguntando por esos documentos?

—No, lo lamento, esa información es confidencial.— respondió la chica con cierto nerviosismo.

—Por favor, vine desde muy lejos —Aproveche que tenía su mano sobre el mostrador para acariciarla y en un tono seductor murmurar —estoy seguro de que puede hacer una excepción por mí.

Ella se ruborizó y evitó rápidamente mirar mi rostro.

Dudo un par de segundos y miró de un lado al otro antes de acercarse a mí y susurrar:

—Nadie conoce su nombre, pero es un señor que hace excelentes donaciones a nuestro establecimiento, básicamente ha costeado todas las remodelaciones desde hace más de 10 años.

—Ya veo. ¿cómo puedo ubicarlo?

—Lo único que conocemos de él es su seudónimo, debido a que es muy reservado. Le dicen Aditya.

Al escucharla pronunciar ese nombre un nudo se formó en mi estómago y un fuerte escalofrío erizo mi piel.

—Si lo piensa es muy gracioso ¿No?. Aditya significa sol. Sin duda ese señor es el sol que vino a iluminar este lugar, todos los niños lo adoran. — Me explicaba con una sonrisa en el rostro.

Ella sin duda no tiene ni puta idea de quién habla.
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