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Capítulo 13. / Tell me: You never lose?

Tell me — You never lose?

Noemí Higgins

Su fuerte mano rodeaba mi muñeca, me arrastraba por el pasillo. Puse resistencia, pero fue en vano porque por más que intentaba soltarme de su agarre, él no me dejaba hacerlo. Me estaba lastimando, pero no le importaba en lo absoluto.

Cuando me encerró junto a él en una de las habitaciones, un escalofrío recorrió mi cuerpo.

—¿Qué carajo estás haciendo?—le reclamé cuando por fin me soltó.

Su mano había teñido de rojo la pálida piel de mi muñeca.

—¿Qué? ¿Te gusta comportarte como una puta y no te gusta que te traten como tal? —escupió con su perfecta sonrisa, que logró perturbarme.

—¿Quién demonios te crees para tratarme así, imbécil?— le intenté dar una fuerte bofetada, pero sus reflejos fueron más rápidos y me esquivó.

Fue entonces que su cuerpo se acercó al mío y sujetándome por los brazos me presionó fuertemente contra la pared, incluso logrando que me golpeara la cabeza con esta.

Su arrebato logró asustarme y poner todo mi cuerpo alerta. La fuerte presión de sus manos en mis brazos, dolía.

—Déjame—murmuré intentando quitármelo de encima, pero fue en vano.

—¿No quieres divertirte un rato?.— propuso.

Mi mano tocó su cuerpo intentando apartarlo de mí otra vez, pero antes de que pudiera hacerlo, sujetó mis manos con demasiada fuerza.

—Suéltame o voy a gritar— amenacé notando sus intenciones y entrando en pánico ante lo que hacía.

Soltó una pequeña risita cínica —¿Quieres gritar? ¿Tienes idea de cuántas chicas gritan en este lugar? ¿Crees que alguien las ha ayudado?— Continuó pasando sus manos lentamente por mi cuerpo, me tenía inmovilizada y pasaba sus manos por mis caderas y muslos.

Aquello era lo más asqueroso que había sentido en mi vida. Nunca nadie me había tocado sin mi consentimiento. Sus actos me revolvían las entrañas y me hacían desear llorar.

—Suéltame, Samuel— solté un pequeño jadeo conteniendo mis lágrimas y desvié mi mirada —Por favor...

Pensé que si suplicaba él se apartaría, pero sus actos reflejaron todo lo contrario. Me di cuenta de que disfrutaba del miedo que causaba en mí.

La situación le divertía, mi miedo le divertía.

—Mierda Noemí, no tienes idea de cómo me pone cuando suplican—Continuó con aquella asquerosa sonrisa en el rostro. Una de sus manos sujetó mi mandíbula, obligándome a girar mi cabeza y no mirarlo para así lograr que pudiera susurrar en mi oído.— Sabes Noemí, me gustan las chicas como tú. Fuertes, inteligentes, las que se creen invencibles. Me gusta porque puedo ponerlas en su lugar.

Sus palabras me provocaron náuseas y su rostro estaba demasiado cerca del mío. Su aliento chocaba en mi cuello y yo solo apretaba los ojos deseando que todo terminara. Quería correr, huir, llorar, pero tenía más fuerza que yo y no me dejaría siquiera alejarme un poco. Era la primera vez que me sentía así de débil físicamente.

Fue como si toda mi fuerza no fuese suficiente con él, toda mi fuerza no era capaz de defenderme.

Aun así, lo intente, intente alejarlo de mí nuevamente, pero otra vez logró neutralizarme.

Entonces supe que estaba jodida.

—No estarás pensando en irte, ¿verdad?—se burló —Yo solamente quiero divertirme. Vamos Emi, nada más quiero pasarla bien. Contigo. La maldita protegida de Aditya, su chica intocable. De nada te sirve ese título ahora si él no está, ¿verdad?.

—Suéltame.— musité nuevamente —No quiero que me toques.

—No puedes pedirme eso, lo he estado deseando tanto tiempo...

—Le diré a Aditya todo lo que estás haciendo.—Intenté amenazar.

—Si lo encuentras se lo diremos ambos— se burló.

¿Es que acaso Aditya no estaba aquí? ¿Entonces quién me había enviado el mensaje?

Quizás Samuel tenía pensado hacer todo esto desde antes y por esa razón me citó aquí.

Pasó una de sus manos por mi hombro comenzando a bajar el tirante de mi vestido y yo comencé a llorar. Lágrimas saladas se deslizaban por mis mejillas, terminando en mis labios, mientras que él besaba mi cuello y su mano libre apretaba uno de mis pechos. Comenzó a bajar por mi cuerpo hasta que llegó al borde de mi vestido y comenzó a subir por el interior de mi muslo.

Solo deseaba que se detuviera de una vez, pero tenía cero posibilidades de salir ilesa de esa situación. Intenté preparar a mi mente sobre lo que pasaría, pero fue en vano, solo logré hacer que mi desesperación e impotencia aumentaran.

Su mano continuó subiendo hasta que llegó a mi ropa interior.

Muchas veces pensé en la forma en cómo reaccionaría ante este tipo de situaciones, pero sin duda mis ideas estaban demasiado alejadas de la realidad. Porque mientras esto estaba ocurriendo, mi cabeza estaba en blanco y mi cuerpo no reaccionaba completamente.

Supuse que era mi imaginación jugando con falsas esperanzas, pero entonces volví a escuchar aquel ruido.

Un par de golpes se escucharon detrás de la puerta antes de que esta se abriera.

Aproveché que su atención ya no estaba en mí, sino que estaba en aquellos ojos cafés que nos observaban y le di un fuerte rodillazo en su entrepierna.

De inmediato se retorció de dolor y yo me aparté rápidamente de él.

—Ahora si te jodiste, perra— gimió de dolor ante el golpe que le había dado, pero entonces se aproximó hacia mí nuevamente.

Cerré los ojos esperando el golpe de su parte, pero este jamás llegó.

Fue entonces cuando mire como Blake recibió el puñetazo. Una sonrisa se posó en su boca y luego de acariciar su mandíbula y limpiar la sangre que escurría de su labio, devolvió el golpe. El suyo, a diferencia del de Samuel, iba con fuerza desmedida y dejó al pelinegro en el piso.

Pero Samuel no se rindió.

Rápidamente, levantó su cuerpo del piso y cuando estaba por volver a poner sus puños contra Benyamin, este rápidamente lo sujetó de la camiseta y lo estampó en la pared.

—¿Qué mierda crees que haces?— lo detuvo.

—¿Qué pasa Benyamin?— se burló —¿es que no defiendes a las pelirrojas, pero si a las rubias?

¿Pelirroja?

—Déjala en paz imbécil, ¿Qué no ves que está asustada?— él me volvió a mirar con su cínica sonrisa, lo que me hizo estremecer. —Vuelve a tocarla y estás muerto ¿Entiendes?. — Él no respondió y no apartó su mirada de mí. —¿Entiendes?— repitió luego de volver a azotarlo con la pared.

El pelinegro a regañadientes solo asintió.

Benyamin, aun sujetándolo por su ropa, lo arrastró hasta la entrada para empujarlo fuera de la habitación —Más te vale no estar aquí cuando vuelva a abrir— murmuró antes de cerrarle la puerta en la cara.

Cuando nos quedamos solos, nos mantuvimos unos segundos en silencio.

De verdad creí que me dejaría sola y se marcharía.

Su mano tocó mi brazo con suavidad y lucía preocupado. —¿Estás bien?— murmuró.

Por un momento me arrepentí de pensar mal de él, de pensar que me dejaría sola e indefensa delante de Samuel, pero realmente no lo conocía.

—Si, yo... Gracias— Murmure.

—Ya te lo dije, no me agradezcas. No me gusta que lo hagas.

—Es solo que, y-yo... Pensé que él iba a...— ni siquiera podía hablar. El nudo en mi garganta seguía allí y me costaba respirar.

—Shhh, ya— acalló acariciando mi rostro con sus tibias manos, a excepción del metal de sus anillos. Cerré los ojos al sentir su relajante tacto, pero entonces dejó de hacerlo. —Ven, te llevaré a tu casa.— ordenó tomando mi mano.

—Estoy bien— mentí soltándolo — No ha sido nada, yo solamente necesito un minuto.

—Ese idiota estuvo a punto de violarte Noemí, te llevaré a tu casa— dijo en un mayor tono autoritario, haciendo notar todo el coraje que le provoco la situación.

—Estás sangrando— le avisé mientras veía como la sangre lentamente brotaba de su labio.

—No es nada—murmuró pasando su pulgar por la zona.—Ven, vamos— repitió.

—No quiero ir a casa. No sabiendo que Nahim está allí.

Él me miró por un par de segundos intentando idear algo.

—Bien— suspiró con resignación— pero no nos quedaremos aquí.

Benyamin Blake

Ambos nos subimos al auto y cuando me giré para verla, noté que ella continuaba soltando lágrimas en silencio.

Sentía lástima por lo que tuvo que pasar, pero mi mente seguía reconfortada por haber llegado a tiempo.

Extendí mi mano hacia ella y rápidamente se alejó con temor, como si yo fuese a lastimarla.

—Solo iba a ponerte el cinturón.— le explico y ella solo asiente con rapidez, volviendo a sentarse bien y poniéndoselo por su cuenta.

Estaba asustada y a pesar de cómo comienzo a aguantar sus lágrimas, sus manos temblaban delatándola.

Me apresuré a poner en marcha el auto y comenzar a conducir.

Sabía que Samuel estaba enfadado y seguramente ya le contó a su padre que lo golpeé. Mi teléfono no dejó de sonar en todo el trayecto y tuve que ponerlo en silencio para que la pequeña Higgins no se diera cuenta.

Ni siquiera sabía quién era. Aunque apostaba porque era Nahim o Akim buscando regañarme por lo que había hecho, sin siquiera saber la razón del porqué lo hice.

Me había metido en un gran problema golpeando al hijo de Pietro, pero no me arrepentía en lo absoluto.

—Lo lamento, no quería reaccionar así, es solo que...

—No te disculpes, yo no debí intentar tocarte sin preguntar.

—Es solamente que...es la primera vez que alguien intenta hacer "eso" conmigo— se confesó a la vez que sus ojos se humedecían y comenzaba a llorar nuevamente. —Supongo que a todas las chicas les pasa alguna vez.—murmura. Pasaron unos segundos antes de que volviera a hablar. —¿Tú haces "eso"?— me miro limpiando sus lágrimas —¿Has violado o has intentado hacerlo?.

Me sorprendió su pregunta, pero fingí tranquilidad.

—No, claro que no.

—¿Y Nahim?

—No hacemos esa clase de cosas, niña—Aclaré.

—Noemí.

—¿Mhm?

—Mi nombre. Jamás lo dices. Te he escuchado llamarme "mocosa" o "niña" pero nunca por mi nombre.

—No me había fijado, Noemí— murmuré logrando sacarle una sonrisa. Realmente se veía muy tierna, con los ojos hinchados y su nariz enrojecida.

—Puedo preguntar... ¿por qué lo hiciste?, ¿por qué me ayudaste?

—Porque yo... porque eres importante para Nahim y Nahim es importante para mí. A pesar de que no sé nada sobre ti, además de que tu carácter es horrible y eres una niñita, le prometí a él que te cuidaría como si fueras mi familia.

Creo que eso sonó muy cursi.

—No me agradas— se burló.

Su comentario me hizo reír.

—¿Tú te consideras muy agradable? —contraataque y ella volvió a reír, confirmándome que me gustaba su sonrisa.

—Pero yo tengo la teoría de por qué no nos agradamos.

—¿Ah sí? ¿Cuál es?

—Simple, a ti <<por alguna extraña razón>> te agrada mi hermano.

—¿Eso me convierte en tu enemigo o algo así?

—Algo así— me sonrió antes de volver a quedarnos en silencio.

—Ya deberíamos bajar.

—¿Vives aquí?— susurró mirando el edificio por la ventana.

—Mi padre lo hacía.

Noemí Higgins

En cuanto entramos al departamento no pude evitar quedarme mirando las fotografías puestas en la pared.

Era la primera vez que veía a su padre y la primera vez que veía a Benyamin sin tatuajes. Por supuesto que eran fotos donde él era mucho más pequeño, en algunas incluso se veía mucho más pálido y delgado.

Me ofreció algo de beber antes de darme un mini recorrido por el lugar. El tamaño del departamento se parecía demasiado al que vivía con Nate y Marcus, solo que tenía otra decoración y muchas más fotografías. Había desde medallas del ejército a unos dibujos pegados con imanes a la nevera.

Quien los hubiera dibujado, lo hacía muy bien.

Frente a la puerta que él abrió, había otra, pero por su aspecto predecía que no era otro baño, sino más bien otra habitación, aunque estaba cerrada con llave.

Evitando ser demasiado curiosa, solamente me decidí a entrar detrás de Benyamin.

—¿Esta es tu habitación?— pregunté sentándome en el borde de la cama.

La habitación era en su mayoría de colores obscuros como gris y negro. Lo único que resaltaba más era un par de dibujos en la pared.

Así que el chico mafioso tiene talento.

—¿Tú qué crees?— respondió con sarcasmo, mientras curaba su labio roto frente al espejo.

Rápidamente rodeé los ojos.

—Tú duerme aquí, yo dormiré en el sofá.— sin duda esa fue una orden.

Pero yo no quería incomodarlo. Seguramente ya lo había hartado con mi lloriqueo y el hecho de que tuvo que meterse en problemas por mi culpa.

—No quiero quitarte tu cama. Además, eres muy grande para dormir en el sofá— señalé — yo dormiré allí.

—No te preocupes, yo...no puedo dormir bien desde que mi padre murió— confesó. Y yo le sonreí con tristeza.

Eso explicaba por qué también estaba despierto la otra noche. Pero me reconfortó el que no era la única con problemas de sueño.

De inmediato una idea vino a mi mente, o más bien una idea que me haría despejarla.

—Creo que tengo una idea para eso— dije buscando en mi bolsa aquel porro que hace unas horas había guardado y enseñándoselo.

—¿Tu idea para dormir es drogarte?.

—Oye, esto relaja. Sin duda yo lo necesito y al parecer tú también.

Él pareció dudar por unos segundos.

—Bien, de cualquier forma, es temprano.— dijo mirando el reloj que colgaba de la pared antes de sentarse junto a mí.

Me quite mi bolsa de encima y saque mi encendedor, mirándolo con cierta nostalgia debido a que yo y Scarlett nos habíamos comprado unos del mismo color y los habíamos decorado con pegatinas para qué combinarán.

De verdad ya la extraño.

Pero el notar que él estaba desabotonando su camisa de inmediato me hizo olvidar en lo que pensaba. Cuando él se la quitó completamente y la lanzó a una esquina de la habitación, levantó la mirada, fingí estar demasiado ocupada prendiendo el porro como para mirarlo. Cuando en realidad ya lo había analizado completamente.

Di la primera calada antes de entregárselo, él recostó la espalda en el colchón y recargó su mano detrás de su cabeza mientras con la otra se llevaba el porro a la boca.

Se veía jodidamente sexy, tendido en la cama, sin camisa y expulsando humo por la boca.

Inconscientemente mordí mi labio.

—¿Cuál es tu excusa para no poder dormir?— soltó de repente entregándome el porro.

—Ya te lo dije, no tengo que darte explicaciones.— dije en tono de broma, para luego dar otra calada y entregárselo nuevamente.

Era tan jodidamente patética que el simple roce de nuestros dedos y mi imaginación, me hicieron sonrojarme.

Para que no lo notara me recosté junto a él.

—Por lo menos dime que hacías en el club, después de meterme en problemas por tu culpa, me lo debes. —sugirió expulsando el humo.

—Se necesita más que un rescate para sacarme información, Blake.

Él sonrió un poco. —Ya veo.

—Los dibujos de la pared, ¿los hiciste tú?— pregunté recibiendo el porro.

—Si no contestas mis preguntas, yo tampoco tengo que responder las tuyas, mocosa. — ignorando el torpe apodo, me reí ante su respuesta y en la forma en como no confiamos el uno en el otro, pero a pesar de eso terminamos en su habitación, luego de que él me defendiera, fumando hierba.

—¿Crees que algún día nos aburramos de este juego de "personas misteriosas" y respondamos las preguntas?—pregunté.

—Yo nunca pierdo— alardeo.

—Si, pues entonces en eso nos parecemos.

Cuando el porro ya se había acabado, fue él quien se levantó a tirarlo y yo me dediqué a mirar cada centímetro de su piel, en especial las zonas cubiertas de tinta. Podía ver como cada vez que él se movía para levantarse, se tensaban los músculos de su espalda, fue entonces cuando noté las cicatrices en su piel.

Jamás las había notado, y cómo iba a hacerlo si se disimulaban muy bien debajo de los tatuajes en sus brazos.

Por inercia me levanté junto a él y llevé una de mis manos hasta uno de sus bíceps.

No sabía si había sido el hecho de que lo toque, que desbloquee un mal recuerdo o que mis manos estaban frías, pero note como él se estremeció ante mi tacto y rápidamente la aparte.

—Perdona— solté en un susurro.

Él me miró directamente a los ojos. Ambos estábamos algo drogados, pero no lo suficiente como para no ser conscientes de lo que hacíamos.

—Para no gustarte los tatuajes te ves bastante complacida viéndolos.

—Tal vez...

Me ponía demasiado nerviosa la poca distancia de nuestros cuerpos, más aún cuando una de sus manos fue a mi cintura logrando erizar mi piel, apegando su duro abdomen al mío. Sin dudarlo por un segundo deslicé mis manos para apoyarlas sobre su desnudo pecho, sin intención alguna de apartarlo de mí, más bien era todo lo contrario, solo quería que acortara la poca distancia que nos separaba.

Note como relamió sus labios y tenía la mirada fija en mi boca.

Realmente lo deseaba. Quería que me besara.

Hazlo.

Acercó poco a poco sus labios a los míos con decisión, su nariz se rozó con la mía y cerré los ojos. Pero cuando creí que iba a hacerlo, murmuró algo, devolviéndome a la realidad, dejándome completamente desconcertada.

—Creo que ya debemos dormir.— soltó, apartando las manos de mi cuerpo y alejándose de mí.

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