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Capítulo 08. / Tell me: Something more than drugs?

Tell me — Something more than drugs?

Benyamin Blake

Ella cortó la llamada y no pude quedar más confundido. Sin duda tiene un fuerte temperamento, pero no lograba imaginarme la razón de su cambio tan repentino de planes. Prometiendo enfrentarla más tarde, devolví mi celular a la mesita de noche y me levanté de la cama buscando alguna camiseta limpia.

Se supone que hoy debía ir al departamento de Joan para decidir si la chica de bienes raíces lo ponía a la venta o si me decidía a conservarlo. Una difícil decisión que aún no tomaba, en especial cuando había estado evadiendo ese lugar en cuanto puse un pie en la ciudad. Pero tarde o temprano debía visitar mi antiguo hogar.

Tomando mis cosas más esenciales y con un nudo en el estómago, me dispuse a salir de la habitación de hotel. Conduje un par de minutos con mi vista en la ciudad, pero con mis pensamientos en otra cosa, hasta que llegué al gran edificio. Decidí tomar las escaleras intentando alargar lo mayor posible mi llegada a aquella puerta marcada con el número "017".

Aquella puerta que me producía felicidad al llegar de la escuela, o del trabajo, ahora no dejaba de generarme tristeza. Quizás la razón era que sabía que mi padre estaba esperándome del otro lado de la puerta cada vez que salía, pero esta vez era distinto, porque la puerta seguía allí, pero ya no había nadie del otro lado.

Entre al departamento con aquel mal sentimiento que me acompañaba la mayor parte del tiempo, ese sentimiento que no lograba descifrar si era ansiedad o nostalgia, o quizás una mezcla de ambas.

Todo estaba tal cual él lo había dejado, uno que otro plato en el fregadero, su chaqueta favorita en el perchero y sus gafas sobre la mesa del comedor junto a un libro a medio leer. El lugar me parecía triste y sobrio, ni siquiera tenía el aroma particular que recordaba, parecía estar en una casa desconocida, un lugar que no parecía ser el mismo en el cual crecí. Creo que ahora comprendo la frase "las personas hacen el lugar", porque sin él, este departamento parecía ser tan común como cualquier otro y no un lugar al que llamaría hogar.

Debe haber salido demasiado apresurado como para olvidar tantas de sus cosas.

Avance por el departamento, hasta llegar a su habitación. Abrí su armario y saqué la primera prenda de ropa que me encontré, solo quería sentir su aroma y asegurarme de no olvidarlo nunca.

Apretuje la tela de la camiseta y me lo lleve a mi rostro sintiendo aquel particular aroma a nicotina mezclado con el perfume que siempre usaba, aunque por las mañanas ese aroma era reemplazado por el olor café recién molido.

Luego de volver a dejarla en su sitio, comencé a mirar con detalle cada una de las fotografías pegadas a la pared de su cuarto, en la mayoría éramos él y yo, aunque tenía una que otra foto de él con sus amigos de la milicia.

Creo que a pesar de que ver este lugar me lastimara, no quería deshacerme de él.

O por lo menos no hasta descubrir quién fue.

Cuando llegamos al club el aroma a cigarros, marihuana y alcohol inunda mis fosas nasales. Las chicas con atuendos reveladores se pasean por todo el lugar y nos miran de forma algo lujuriosa, aunque posiblemente estén obligadas a mirarnos así. Las luces de colores neón y la música de fondo crean el ilícito ambiente.

—Aquí hay muchas bellezas— dice Edwin mientras avanzamos por el local en busca de la persona que nos citó aquí.

—¿Planeas ligarte alguna? — Dije con sarcasmo, pero él no lo notó.

Quizás sus neuronas no entienden el sarcasmo.

—Supongo que una rubia— sonrío junto a su respuesta —ya sabes, que se parezca a la hermanita de Nahim. — antes de que analizará lo que había dicho, Nahim le da un fuerte zape en la cabeza a Edwin con completa seriedad.

—Ese si te lo ganaste por imbécil— Declara Nahim con un tono bastante hostil.

—Hasta que por fin llegan— Murmuró el pelinegro mirándonos desde la barra.

Solo tardé un par de segundos en reconocer su rostro.

—Samuel Rodríguez. ¿Verdad?— pregunté sin duda alguna de la respuesta, extendiendo mi mano para presentarme.

Él rápidamente me respondió con un fuerte apretón de manos. —Benyamin Blake, Nahim Higgins y el futuro heredero al trono de Japón— se burla refiriéndose a Edwin.

—No es el único que tiene un reino que heredar, ¿No? — le respondo yo sin intención alguna de defender a Edwin, más bien porque sé que su padre es quien está al mando aquí.

Su rostro cambió drásticamente, haciendo notar su desagrado ante mi comentario—¿Qué los trae por aquí? —Espeta.

—Buscamos a Pietro— Anuncia Nahim. —Tenemos un par de negocios que cerrar.

—Ya veo—Asiente levemente y toca su barbilla. Juraría que luce sorprendido ante nuestra presencia.

De pronto una de las chicas del lugar se le acerca a Samuel y susurra algo en su oído.

—Gracias, preciosa— le murmura y ella se va. Aunque cuando está a unos metros de distancia logró notar que él le mira el trasero y sonríe antes de decir algo. —Bien, los llevaré con mi jefe, síganme— ordenó levantándose de su asiento y comenzando a caminar.

Avanzamos un par de metros, hasta llegar a una gran puerta, pero antes de dejarnos pasar colocó su mano sobre el pecho de Edwin deteniendo su avance

—El niñato se queda aquí.

—¿Por qué? —Preguntó Edwin rápidamente.

—Dijeron que venían Benyamin y Nahim, a mi jefe no le gustan las sorpresas—explicó —Bebe algo en la barra y diviértete, la casa invita— le guiña un ojo y sonríe. Nahim asiente levemente en dirección a Edwin, mostrando su aprobación antes de que él y yo sigamos al pelinegro pasando del otro lado de la gran puerta.

Caminando detrás de él, logró notar que en su espalda baja lleva un arma, estoy seguro de que no la oculta con intenciones de intimidarnos, lo que no sabe es que Nahim al igual que él lleva una pistola y yo tengo una navaja en la zona de mi pantorrilla. Akim nos entrenó lo suficientemente bien como para saber que no debemos confiar en ninguna persona con la que tratamos.

A lo largo del pasillo se logran ver diversas habitaciones, esta parte del club es muy parecida a un hotel, a pesar de que al final del pasillo se logra ver una puerta que resalta de las demás.

Mientras más nos acercamos, más se logran escuchar gritos y sollozos de una mujer, lo suficientemente perturbadores como para que yo y Nahim crucemos mirada. Cuando nos detenemos frente a la puerta, Samuel sin dudar abre de ella, dejando ver que dentro de la habitación Pietro sujeta del cabello a una chica pelirroja con heridas ensangrentadas en el rostro, juraría que tiene un pómulo roto y su nariz sangra. Ella llora desesperadamente con una expresión pura de horror intentando huir de su agresor, pero no lo consigue.

—Lamento interrumpirte, pero tienes visitas— Le dice Samuel quien, sin pudor alguno, ignora completamente a la chica.

El hombre, luego de mirarnos, suelta rápidamente a la mujer, o más bien niña, porque al observar más detalladamente noto su corta edad. Ella se va a una esquina de la habitación abrazando sus piernas en un intento desesperado por cubrir su cuerpo semi desnudo, posteriormente Pietro ríe ante el acto de la pelirroja y saca de su bolsillo un pañuelo para comenzar a limpiar la sangre de sus nudillos —Me disculpo por la forma de atenderlos, pero ya saben; trabajo es trabajo. — dice con indiferencia.

—¿Intentando escapar de nuevo, bonita? — Murmura Samuel con la voz juguetona acercándose a ella y poniéndose en cuclillas para quedar a su altura.

—Un cliente se quejó de ella— aclara Pietro antes de llevar un cigarrillo a sus labios y encenderlo.

—Por favor déjame en paz— súplica la chica en un débil sollozo.

Padre e hijo se dan una mirada de complicidad, mientras que Nahim y yo nos miramos con culpa debido a lo que íbamos a presenciar. La pequeña pelirroja no dejaba de llorar y gritar que no se le acercaran, pero Samuel se levantó sujetándola por el cabello, obligándola a quedar de rodillas y de una fuerte bofetada la dejó nuevamente en el piso.

Cuando por fin me atreví a mirar su rostro, ella me devolvió una mirada con sus ojos enrojecidos y llenos de miedo, su mirada era suplicante y aun algunas lágrimas se resbalaron por sus mejillas.

Me recordó a aquella pequeña versión de mí mismo, esa que me recuerda cada día de dónde vengo, que yo sé lo que se siente estar en esa situación, que sé lo que es sentirse tan temeroso e indefenso ante alguien más grande que tú, sé lo que se siente saber que nadie te ayudará.

—Porque no le enseñas a comportarse Benyamin— Sugirió Samuel, logrando sorprenderme.

Por alguna razón, él cree que tenemos confianza, o peor aún, cree que compartimos los mismos comportamientos o ideas y está lejos de estar en lo cierto, a pesar de que su rostro sigue resultando extrañamente familiar.

Cuando doy un paso acercándome a su cuerpo, los ojos de la pequeña vuelven a encontrarse con los míos. Por alguna razón siento su resignación ante la situación, sabe que no tiene escapatoria, sabe que si sigue intentando golpearlos solo terminará más lastimada, así que solo termina quedándose quieta y llorando en silencio.

—No lo haré. No le haré daño— declaró, apartándome de ella.

—¿No lo harás?— se burló Samuel.

No me importa lo que él piense, no lo haré.

—No es la clase de negocio que vinimos a hacer—me apoya Nahim.

—Okey—suspiró entre risas Pietro, exhalando el aire de su cigarrillo —no hay problema. Samuel puede encargarse de esta niñata mientras nosotros hacemos cosas de niños grandes— río antes de señalarnos con su brazo que lo siguiéramos a otra habitación.

Nahim no tardó demasiado en avanzar en la dirección que Pietro dirigía, pero no podía quitar mi vista de la niña y luego ver como Samuel me sonreía de lado.

—¿Vienes, Benyamin?— Cuestionó Prieto.

Y yo sin musitar la más mínima palabra, solo me dispuse a obligar a mis pies a avanzar.

Los tres entramos en su despacho dejando atrás la perturbadora escena, a pesar de que mi mente seguía en la pequeña. Sabía que no podía hacer nada, porque si llegaba a molestar a alguien de aquí, tendríamos a decenas de personas en nuestra contra, no podía arriesgar a Nahim de esa forma.

—¿Cuántos años tiene esa chica?— Cuestioné en cuanto vi que Pietro tomaba asiento detrás de su escritorio.

—¿Quieres que me demanden?— soltó una carcajada —Las chicas de aquí son muy volátiles, pueden tener la edad y el nombre que tú quieras.— Bromeo.

—Akim nos dijo que buscas un nuevo distribuidor de drogas para financiar tu club.

—Calma, chico— detuvo a Nahim. — Tu jefe está en lo cierto, pero el problema es que no hago negocios con extraños.—Se quedó pensativo por un par de minutos —Les propongo algo— sugirió removiéndose en su asiento —Mañana, el club dará una fiesta para celebrar nuestro aniversario de apertura. Ustedes vienen a la fiesta, se divierten un rato, entramos en confianza y terminamos la noche cerrando el trato con un buen whisky.

Nahim me miró esperando alguna respuesta. Akim nos envió aquí con un propósito, debíamos hacer al club de Aditya uno de nuestros compradores, por eso no tuvimos opción alguna más que aceptar.

Mi pecho subía y bajaba completamente agitado y mis palpitaciones estaban totalmente descontroladas. Cuando me senté en la cama tardé unos segundos en darme cuenta de que me encontraba en una habitación que no era la de mi hotel.

Luego de que Nahim, Edwin y yo saliéramos del club, Nahim me convenció para que me quedara en la casa del lago con él y su familia. Se excusó diciendo que era demasiado tarde como para volver conduciendo a la ciudad, pero sabía que él se había dado cuenta de que no estaba durmiendo bien.

Levanté mi cuerpo de la cama, sin demasiada esperanza en poder volver a dormir. Solo me dispuse a bajar las escaleras, avanzando entre la oscuridad de la enorme casa, caminando en dirección a la cocina.

Tomé un vaso de agua fría y me dispuse a mirar por medio de la ventana la luz que daba la brillante luna, me senté en uno de los banquillos dispuesto a contemplarla por más tiempo intentando evitar pensar en que nuevamente me la estaba ganando el insomnio.

Pero no pasaron un par de minutos antes de que, sentado en la oscuridad, notará como Noemí entraba en la cocina.

Creí que se daría cuenta de mi presencia o que se asustaría al verme en la oscuridad, pero desde donde estaba podía escuchar la fuerte música proveniente de sus audífonos, impidiendo que pudiese concentrarse demasiado en su exterior.

Traía su rubio cabello en un medio moño y una sudadera que le quedaba grande, mi vista bajo a sus pálidas y descubiertas piernas, pero logré regañarme a mí mismo antes de tener cualquier otro tipo de pensamientos. No ayudó demasiado a mi cabeza cuando sacó del refrigerador el pote de helado y tomó una cuchara del mueble, mucho menos cuando comenzó a mover sus caderas lentamente al ritmo de su música y ponía una cucharada de helado en su boca.

Mi vista esta vez se fijó en la cadena que colgaba de su cuello, la misma que llamó mi atención ese día en el auto, la que por lo visto no se quitaba, la que tenía el dije de un sol muy parecido al que le dibujaron a Nate en su brazo.

Podría haberme sentido inquieto o con demasiadas ansias por las cosas que la mocosa sabía y yo desconocía. Pero creo que luego de haber pasado días siguiendo sus pasos, me sentía tranquilo, después de todo; yo ya sabía su pequeño secreto y sabía perfectamente cómo usarlo a mi favor.
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