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Capítulo 05. / Tell me: What's your name, pretty?

Tell me — what's your name, pretty?

Noemí Higgins

La fuerte música aturdía mis pensamientos y estas luces de colores suelen marearme bastante, el aire era casi cien por ciento, el humo de nicotina mezclado con hierba y se sentía el calor corporal en el ambiente, era como estar drogada sin estarlo realmente.

Solo que en un par de minutos posiblemente sí lo esté.

—¿Dónde estabas?— le pregunté a Scarlett cuando estuvimos lo suficientemente alejadas de la música y de las personas como para escucharnos la una a la otra. —Llegas tarde.— le reclamé luego de que me dejara deambulando sola por treinta minutos y me viera obligada a socializar con unas chicas de nuestra universidad.

—Sabes que la puntualidad no es lo mío.— dijo mientras note como buscaba algo en el bolsillo de su chaqueta. Pero luego de un par de segundos terminó extendiéndome una pequeña cajetilla de cigarros.

Arqueé una ceja y con extrañeza terminé recibiéndola.

—Me tardé por estar comprando esto— se rio.

La abrí llena de curiosidad para encontrarme en el interior de la cajetilla un único cigarrillo. No fue hasta que lo tome que note que era un porro. —Y tengo dos iguales en mi casa— alzó las cejas entusiasmada.

—¿Me estás coqueteando?— Bromeé.

Soltamos un par de carcajadas antes de que mi vista se posara en la barra y mi sonrisa se desvaneciera poco a poco.

Supongo que como todo buen ambiente en el que me encontraba, debía ser interrumpido con personas desagradables.

Note como aquella chica me miraba con atención. No era la primera vez que la veía en lugares en los que no debía, ni tampoco era la primera vez que me miraba de arriba abajo creyendo tener superioridad sobre mí.

Flashback

No sé en qué pensé cuando se me ocurrió aceptar una invitación a este bar. Supongo que mis pésimos pensamientos deseaban que fuera Nahim intentando contactarse conmigo, pero, luego de esperar 2 horas y que nadie apareciera, me dispuse a marcharme.

El pequeño detalle es que cuando llegué, el sitio estaba casi vacío, las horas fueron pasando y no dejaba de llegar más y más gente, por no decir que la mayoría eran hombres que venían a observar a las bailarinas.

Comencé a avanzar entre el tumulto de gente, disculpándome, para encontrar la salida de este lugar. Pero realmente estaba demasiado perdida.

La fuerte música, mi poca altura y mi pésimo sentido de orientación no ayudaban mucho.

Mi vista se posó en el que parecía ser un guardia de seguridad, me acerque a él para preguntarle por la salida, pero creo que estaba demasiado ocupado coqueteando con aquella guapa pelirroja como para prestarme atención, ya que termine siendo totalmente ignorada.

De pronto miré aquel punto privado que el guardia debía mantener bajo supervisión.

Jamás había escuchado de este bar y realmente era tan enorme como para perderte.

Mi interés por saber que se encontraba pasando ese guardia estaba al límite.

De cualquier forma, realmente no quería irme de aquí sin respuestas. Porque, ¿Si no fue Nahim, ¿quién fue? ¿Quién me citó a este sitio lleno de mujeres semi desnudas que bailan para hombres adinerados?.

Llena de curiosidad y sin darle demasiadas vueltas decidí escabullirme por aquel pasillo sin detenerme a pensar en las consecuencias.

A diferencia con el resto del lugar, las luces aquí se mantenían de un solo color neón y las gruesas paredes casi no dejaban escuchar la música del resto del local. Me sorprendió un poco que no hubiera ni una sola decoración y que lo único llamativo de aquel corredor fuera una gran puerta al final de este.

Seguía avanzando sigilosamente cuando aquella puerta se abrió antes de que pudiera siquiera tocarla, saliendo de detrás de ella un señor de aproximadamente cincuenta años que llevaba su canoso cabello desordenado, traía la camisa mal abotonada y el pantalón sin abrochar. Entrecerró la puerta rápidamente en cuanto notó mi presencia, y mientras se arreglaba el broche de su pantalón, se me quedó viendo con sus ojos color gris azulado que me observaban con autoridad, mientras cierta sonrisa perturbadora se posaba en sus labios, logrando asustarme. Pero al pasar unos segundos solamente continuó ordenando sus prendas y avanzó en dirección contraria a la que yo me dirigía, sin embargo, dejó la puerta abierta.

Pensé en seguirlo con la esperanza de que me llevara a la salida del club, ya que todo esto me estaba dando muy mal rollo, pero cuando estaba a punto de hacerlo, un sollozo proveniente de la habitación llamó mi atención, deteniendo abruptamente mi avance.

Me aseguré de que aquel hombre estuviera lo suficientemente lejos, antes de rápidamente y casi siendo inconsciente de mis actos, aproximarme lenta, pero decididamente. Cuando estuve del otro lado solamente me encontré con otro pasillo, que, a diferencia del anterior, a sus costados tenía decenas de puertas. Todas estaban cerradas y señaladas con su respectivo número. Entonces volví a escuchar aquel lloriqueo proveniente de la señalada como "222".

—¿Hola?— murmuré dando unos leves golpecitos en la puerta con mis nudillos, pero nadie respondió.

Aún demasiado llena de curiosidad, gire la manilla y empuje levemente la puerta, abriéndola y dejándome ver en su totalidad el interior. Toda la decoración era muy simple, pero se veía costosa, las luces aquí eran de color normal pero muy tenue. Solamente contaba con un sofá, veladores y una cama matrimonial de sábanas rojas, que se encontraba deshecha. De inmediato noté que, a los pies de esta, se encontraba una pequeña y delgada niña cubriendo su desnudo cuerpo con la sabana. Estaba abrazando sus piernas y no dejaba de llorar y balbucear algo inaudible para mí. Note como mantenía sus ojos apretujados con fuerza y se aferraba a la sabana tan fuerte que sus nudillos estaban blancos.

—Hey— llamé, pero parecía estar demasiado perdida en su mente como para notar mi presencia.

Comencé a aproximarme poco a poco, hasta terminar arrodillándome junto a ella.

—Hey— La llame nuevamente tocando su hombro, lo que pareció sobresaltarla a pesar de que mi tacto fue leve.

Sus ojos azules me miraron llorosos y cuando termino de analizarme detenidamente por unos segundos <<asustándome un poco>> se abalanzó sobre mí para enrollar sus brazos alrededor de mi cuerpo y aferrarse a mi ropa, como si temiera que me apartara de ella.

—Por favor no dejes que vuelva— susurró rompiendo en llanto. —no dejes que me lastime otra vez— pedía con desesperación mientras empapaba mi camiseta de lágrimas.

—Tranquila bonita— fue lo único que pude murmurarle mientras acariciaba su largo cabello negro. Aun sin entender realmente lo que pasaba, solo me dispuse a pensar en que debía sacarla de aquí. —Soy Noemí, ¿tú cómo te llamas?— intente distraer cuando se apartó de mí y volvió a mirarme.

—Gabriela— Murmuró tímidamente secando sus lágrimas. —E-ese hombre... Ese hombre... quiero ir a casa— lloriqueaba sin poder siquiera respirar con regularidad. Fue entonces cuando note su acento, no era de aquí, más bien parecía que el español le costaba trabajo.—Ellos me secuestraron y... y ese hombre me hizo daño...

—Está bien Gabi, voy a sacarte de aquí ¿sí?— dije mirando en dirección a la entrada y asegurándome de que nadie viniera. Y noté que sin darme cuenta dejé la puerta abierta.

Debo cerrarla antes de que alguien nos vea o entre.

Pero cuando iba a levantarme en dirección a la puerta, me sujetó fuertemente del brazo impidiendo que me alejara.

—Tranquila, solo iré a cerrar, ¿sí?— expliqué.

Ella solamente asintió levemente y aun algo desconfiada, me soltó.

A paso apresurado me aproximé a la entrada, cerrando y volviendo mi vista a la niña, quien ahora se intentaba levantar del suelo, pero soltó un fuerte quejido y se retorció de dolor.

—Me duele— se quejó cubriendo su entrepierna.

—Está bien bonita, yo traeré tu ropa— dije ayudándola a sentarse en la cama y comenzando a recoger sus prendas desde el suelo.

—¿Cuántos años tienes? —pregunté mientras la ayudaba a vestirse rápidamente y notaba los grandes moretones en sus muslos y brazos. Fue entonces cuando no dudé ni un solamente segundo de que este lugar no podía ser más macabro.

—Once— declaró.

—No eres de aquí, ¿verdad?.

—¿Aquí? —Preguntó algo anonadada.

—Aquí...de España.

Su respiración de inmediato se agitó—¿España?... ¡Cómo va a encontrarme mi mamá!... Yo. Mi mamá está en Italia. No va a encontrarme. ¿Me está buscando? ¿Y si cree que estoy muerta?. No quiero que deje de buscarme— Me sujeto del antebrazo con fuerza desmedida y noté como se estaba desesperando.

—Shh...— acallé con temor a que nos escucharan—respira, respira conmigo Gaby— dije tomando una bocanada de aire y luego exhalando. —Ahora tú— señale sosteniendo sus frías manos, mirándola controlar poco a poco su exaltada respiración.

Le intenté dar una sonrisa reconfortante, pero tenía un nudo en la garganta imaginándome todo lo que esta pequeña había tenido que pasar. El hecho de pensar que fue secuestrada de su país y abusada sexualmente me llenó los ojos de lágrimas, pero respire profundo para evitarlo. No lloraría frente a ella, lo que la pequeña necesitaba era que alguien la hiciera sentir protegida.

—¿Si algo me pasa, puedes... puedes decirle a mi madre que la quiero?—Pidió con la voz aún quebrada.

—No será necesario, se lo dirás tú misma— prometí.

—Su nombre es Alessandra Berlusconi y...

—No, no Gaby. La volverás a ver, ¿sí?— La detuve abruptamente.

—¿Lo prometes?— dijo mirándome con sus tiernos ojos hinchados y enrojecidos.

—Lo prometo— asegúrese seriamente. Aunque realmente eso lo decía más dirigiéndome a mí misma.

La chica solo vestía bragas y una delgada camiseta de tirantes, por lo que no tardé en quitarme la chaqueta y colocarla sobre sus hombros. —¿Así está mejor?— pregunté, a lo que ella asintió levemente forzando una sonrisa con sus lágrimas, aun escurriendo por sus mejillas.

—Gabi, ¿Sabes dónde está la salida del club?.— pregunté mientras intentaba idear algún plan o idea en mi mente. Jamás fui buena para ideas improvisadas, mucho menos bajo presión, pero realmente la situación lo ameritaba.

—Hay una puerta detrás del pasillo. Pero hay un hombre que siempre está allí.

—¿No hay otra salida?.

Ella solamente negó con la cabeza levemente.

Llamaríamos demasiado la atención saliendo por la puerta principal. Y aunque no fuese así, no sé dónde está la salida. Además, ¿Qué pasa si nos atrapan?.

Esa es una posibilidad que no debería siquiera pensar.

—Bien Gaby, escúchame.— dije sujetando sus hombros. —Yo intentaré distraer al guardia y tú caminarás rápidamente hasta la entrada.

—¿Pero y sí...?

—Caminarás sin mirar atrás, ¿sí?. No mires atrás, no dudes, solamente logra salir de aquí y me esperarás escondida en la entrada del club o más lejos. Cuando me veas salir te acercaras a mí y nos iremos de este horrible lugar— explique mi mal intento e improvisado plan.

Mi mente no dejaba de imaginar teorías de lo que podía o no pasar cuando llegáramos a la entrada y nos cruzáramos con la mirada del guardia. Pero no podía dejarla aquí. No me lo perdonaría jamás.

—Gracias— Dijo con los ojos llenos de lágrimas.

—Agradéceme cuando estemos afuera. —le sonreí.

Tome su pequeña mano y aun con dificultad se levantó. Ambas comenzamos a caminar en dirección a la puerta, pero cuando la abrí nos encontramos con una chica rubia del otro lado que aparentemente estaba por entrar.

—¿Y tú quién eres?— dijo algo sobresaltada mientras que sus ojos marrones me miraban de forma acusadora.

—Noemí— respondí a la defensiva, cubriendo a la niña con mi cuerpo. —¿y tú?

—Kiara— murmuró mirándome de arriba abajo con una ceja alzada y los brazos cruzados.

Algo en esa chica me estaba resultando extraño. Y el lenguaje corporal de Gaby no ayudaba mucho. Me pareció que ella le temía, que en cuanto la vio se tensó aún más y apretó con más fuerza su mano entrelazada con la mía.

—La voy a sacar de aquí— declaré con autoridad antes de intentar pasar junto a la chica, pero me sujetó bruscamente del brazo deteniendo mi avance.

Me vio a los ojos por unos largos segundos, como si estuviera intentando decir algo, pero no encontraba las palabras. Aún continuaba observando de mala forma a Gabriela.

—Síganme— se dignó a pronunciar la rubia, comenzando a caminar por el pasillo.

Solo alcance a dar un pequeño paso para seguirla antes de que Gabriela me frenara de un tirón, negándose a avanzar y aun mirando a la rubia con desconfianza.

—¿Qué pasa Gaby?— le pregunté en un susurro sin soltar su mano.

—Ella es mala— confesó Gabriela de la misma forma. —Trabaja para él.

—¿Quién es él?—pregunté rápidamente.

—Nadie sabe su nombre, pero todos le dicen Aditya— Murmuró luego de unos segundos en silencio, como si estuviera analizando si decirme era una buena idea.

Mire de un lado al otro en busca de una mejor opción, pero creo que no había nada más que hacer que seguirla. No había otra salida, no había otro plan.

Tenía un nudo en el estómago por los nervios de no saber a qué me enfrentaba, pero no me arrepentía de estar allí. Haría todo lo posible por ayudar a Gabriela, a pesar de estar tan asustada que mis manos temblaban, sentía que estaba allí por una razón.

Aun con la pequeña de mi mano, comenzamos a caminar, siguiéndola lentamente sin siquiera saber hacia dónde nos llevaría. Avanzó por el corredor hasta llegar a la última puerta. A diferencia de las demás puertas blancas, esta estaba cubierta de un color negro opaco y no tenía número, además de ser más grande que las demás.

Ella abrió la puerta e ingresó rápidamente, pero antes de dejarnos pasar le hizo una seña con la cabeza a Gaby —Tú, vuelve a tu habitación— Le ordenó.

—Ella se queda conmigo— le respondí con autoridad, fingiendo no estar aterrada.

Soltó una corta risa cínica y se acercó a mí amenazantemente —No sé dónde crees que estás, pero no tienes poder aquí—espetó. —Ahora entra y la niñata a su habitación— repitió.

—Que ella se queda conmigo— Le di una mala mirada.

No iba a separarla de mí, no sabiendo que posiblemente le harían algo malo por estar conmigo.

Río nuevamente y abrió más la puerta para dejarnos pasar. —Realmente él tenía razón. Sí que tienes agallas.— Asintió levemente como si tuviera su aprobación. —Pero aquí eso no te servirá de nada jugar a ser valiente.

¿Él? ¿El llamado Aditya me conoce?

Ignoré sus palabras completamente y pasando por alto mi ansiedad entre a aquel lugar, con Gaby siguiendo mis temerosos pasos. De vez en cuando ella daba un leve apretón a mi mano y sujetaba de esta con firmeza. Quería fingir no estar asustada para que ella se sintiera más segura, pero por la forma en que ella me dedicaba una sonrisa forzada cada vez que la miraba de reojo, supuse que ella ya lo había notado.

A diferencia de la otra habitación, esta tenía pinta de ser una oficina. Tenía un escritorio completamente desordenado, con todo tipo de artículos desparramados encima, entre ellos los que más llamaron mi atención fueron la botella de whiskey, el vaso a medio beber y el arma cargada sobre la mesa.

Tragué duro y escuché la puerta cerrarse detrás de mí.

—¿Qué demonios es este lugar?— le exigí saber a kiara, sin notar que ella ya no estaba aquí. Pero alguien más respondió.

Aquel hombre con su cabello perfectamente peinado, luego de soltar una cínica sonrisa mostrando sus perfectos dientes y mirarme detalladamente, dijo:

—Bienvenida al Sky de furcias, ángel.

Fin del flashback

La luz entraba por la ventana y me llegaba directo al rostro. Ese hubiera sido el motivo de que me despertara, si mi teléfono no estuviera sonando como loco.

Scarlett, aún adormilada, comenzó a pegarme manotazos —Noemí, apaga esa cosa ahora o prometo correrte de mi casa— exigió dándome un nuevo golpe.

—¡Ya voy!— le respondí levantándome mientras sobaba mi cabeza.

Me aproxime al sofá y rebuscando en mi bolso, tome mi teléfono y conteste sin ver quien llamaba.

—¿Sí?— respondí apoyando la palma de mi mano en mi frente. La migraña era real. Posiblemente, el haber dormido dos horas.

—Más te vale tener una buena explicación para no llegar. Estaba a punto de llamar a la policía — Dijo la voz enfadada de Marcus.

Sin duda es demasiado extraño escucharlo enojado.

—Y-yo lo lamento solo olvidé...

—Te quiero en casa en menos de media hora o te juro que dejaré que tu hermano se haga cargo.

—No soy una...

—Sé que no eres una niña, Noemí— me interrumpió abruptamente, pero no estamos para peleas en estos momentos. Nate no durmió en toda la noche porque estaba asustado. Yo también lo estaba— Dijo en tono autoritario, incluso alzó un poco la voz.

—Lo lamento, yo... voy para allá— termine diciendo antes de colgar.

Comencé a recoger mis cosas mientras Scarlett se movía perezosamente en la cama.

—¿Ya te vas?— dijo cuando entreabrió los ojos y me miró ponerme los pantalones.

—Me espera un sermón en casa y no me lo quiero perder— Respondí con ironía.

Se estiró un poco y soltó un bostezo —Te dije que era mala idea ir a esa fiesta.

—Lo dices como si no te la hubieses pasado bien— le reclamé mientras terminaba de colocar mis zapatos.

Me aproximé a ella y dejé un beso en su sien. —Recuerda que tenemos un trabajo que terminar para el maestro Evans.

—Tenemos dos semanas libres— se quejó.

— No quiero dejarlo para última hora.

—¿No podías seguir cogiéndotelo?. Ya estaríamos aprobadas— bromeó.

Le di una mala mirada y le enseñé el dedo de en medio mientras me marchaba de su habitación.

—¡Sé que me amas! —alcance a escuchar antes de salir de su apartamento y no pude evitar soltar una sonrisa.

El camino a casa fue corto, demasiado corto, considerando que debía planear mis mejores excusas y respuestas ingeniosas para responder a lo molesto que debe estar mi hermano.

No fue una de mis mejores ideas, pero me negaba a quedarme en casa. Además, estoy segura de que Aditya no dejará que me pase nada, porque aún le resultó "funcional".

—¿Se puede saber qué carajos tienes en la cabeza?— Fue lo primero que escuché cuando puse un pie dentro de la casa y cerré la puerta.

—¿Neuronas y un cerebro?—Respondí pasando de él, pero me siguió.

—¿Sí?, pues deberías comenzar a usarlos. Porqueaún no entiendo cómo se te ocurre salir de fiesta justo después de que te dije que un puto psicópata te está siguiendo.— Espetó exhalado.

Entre a la cocina para encontrarme a Marcus terminando de guardar la vajilla.

—¿No merece un strike por decir groserías?— me quejé con Marcus.

—Hola para ti también —murmuró antes de depositar un beso en mi cabeza de forma de saludo.

—No estoy jugando, Noemí— advirtió Nahim.

—Bien, lo lamento, ¿sí?, no volverá a ocurrir.— dije sin una pizca de arrepentimiento.

—Y eso sí que no volverá a pasar, porque se mudan hoy— señaló Nahim.

Mire a Marcus en busca de una explicación, pero este solo agrego;

—Solo lleva lo necesario, podemos estar viniendo si necesitan algo.

—Pero...

El timbre sonó interrumpiendo nuestra desagradable conversación.

—¿Esperan a alguien? —Preguntó Marcus.

—Si, yo voy— dijo mi hermano luego de reprenderme nuevamente con la mirada.

Cuando por fin yo y Marcus estuvimos solos alzando una ceja murmuró. —No puedes reclamar nada, estás castigada.

No pude evitar soltar una leve risita. —¿No me castigaste cuando estaba más pequeña y lo harás ahora?.

—Nunca es tarde para comenzar. —Dijo mientras se volteaba para servirme un poco de agua y pasarme mis vitaminas para la anemia.

—Gracias— dije recibiéndolas y llevándome las pastillas a la boca, para luego beber un sorbo de agua.

—Solamente es... temporal— intento alivianar.

Asentí un poco intentando convencerme a mí misma de la credibilidad de sus palabras.

Se escuchaban dos voces murmurantes por el pasillo dirigiéndose hasta aquí. Una voz femenina llamó mi atención, me resultaba bastante conocida, pero no fue hasta que ambos entraron a la cocina que note quien era.

—Bueno, Noemí, Marcus ella es mi novia...

El que mi hermano tuviera novia ya era impresionante, pero el ver aquella melena rubia me causó tal impacto que el vaso que sostenía terminó resbalando de entre mis dedos y estrellándose en el piso.

Kiara.

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