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Capítulo 04. / Tell me: Are you proud?

Tell me Are you proud?

Nahim Higgins

Ella no entendía mis razones, pero no la culpo. Después de todo, jamás se las expliqué.

Si supiera que cada vez que veía sus bonitos ojos, llenos de esperanza y sueños, me abrumaba.

Se supone que yo debía cuidar de ella, era su hermano mayor, quien debía preocuparse de que nadie la lastimara, que ningún idiota se quisiera sobrepasar con ella, quien debía demostrarle que la vida seguía a pesar de que perdiéramos a nuestros padres, pero, realmente ella fue la que se hizo responsable por mí.

Vivía en una tortura constante con ella junto a mí.

Me recordaba mucho a mamá.

Fueron demasiados golpes seguidos; La muerte de nuestro padre en un accidente automovilístico bastante inusual y sospechoso, era un importante político con buenos proyectos y que tenía el apoyo de la gente. No sería una sospecha para nadie que alguno de sus rivales quisiera quitarlo del camino para la alcaldía. Luego de su muerte, mamá no pudo con la presión de la prensa, supongo que por eso nos dejó. Yo solo tenía 16 y Noemí 12, pero sin pensar en nosotros, simplemente se fue. Sin dar un motivo, sin dejar una nota, sin alguna explicación, solamente nos dejó dinero y un par de traumas sin resolver. Entonces Marcus entró al juego. Nos tomó a mí, a Noemí y a su pequeño hijo para llevarnos a España. Donde comenzaríamos de nuevo.

Creo que el cambio fue bueno para todos, excepto para mí. Y eso terminó por afectarlos, pero mucho más a Emi.

Flashback

—Tu rector llamó hoy— dijo Marcus con entusiasmo mientras terminaba de picar los últimos vegetales para la ensalada.

—¿Qué te dijo?— pregunté con nerviosismo, recargando mi cuerpo en la encimera de la cocina.

—Dijo que estaba asombrado con la manera en que tus notas habían mejorado, incluso me comentó que entraste en deportes extracurriculares— me miró con una sonrisa.

—Sí, deberías darle las gracias a mi terapeuta.— respondí rápidamente.

Luego de meses en los que tenía fuertes discusiones con Marcus por mi mal comportamiento, exceso de alcohol, drogas y meterme en una pelea diaria con el primer idiota que se me cruzara, me resigné ante las insistencias de Emi y Marcus para hablar un especialista.

Resulté diagnosticado con un trastorno explosivo intermitente.

Básicamente, tenía ataques de ira ante cualquier cosa que me molestara, algunas veces incluso sin motivo.

Con la terapia y los medicamentos que me ayudaban a estabilizar mis estados de ánimo, sin duda estaba mucho mejor.

—No Nahim.— negó con la cabeza, dejando la ensalada de lado y parándose frente a mí. —Tú lo hiciste, con ayuda, pero fuiste tú y estoy muy orgulloso de ti.

En cuanto terminó la frase se aproximó hacia mí para abrazarme. Odio los abrazos, pero no me quité. Por un momento, cuando sus brazos me rodearon no supe cómo reaccionar, pero terminé por poner mis manos en su espalda. Se sentía extraño, pero placentero. Por un momento vinieron a mi mente los abrazos que papá solía darme. Podía sentir ese calor en su cuerpo, transmitiéndome paz y tranquilidad.

—Gracias— murmuré por lo bajo.

De pronto, interrumpiendo el momento, Noemí entró a la cocina con el pequeño Nate siguiéndola.

—Yo también quiero un abrazo— dijo cuando se metió a la fuerza entre nosotros.

—Enana envidiosa— me burlé, dándole un corto beso en la frente y ella sonrió.

Por primera vez en mucho tiempo sentía que las cosas podían mejorar, que a pesar de no tener a mis padres seguía teniendo una familia.

Fue entonces que Noemí se separó de nosotros para levantar a Nate, pero antes de lograr alzarlo, asustándonos a todos, se desmayó.

Fin del flashback

Aún recuerdo perfectamente el llanto de Nate, la desesperación de Marcus, el pánico que sentí cuando la vi tendida en el piso sin reaccionar, cuando pensé que la perdería.

Llegamos al médico y nos dijo que ella llevaba semanas o incluso meses sin comer adecuadamente. Ni siquiera recuerdo muy bien las cosas que decía el doctor, yo solo mantenía mis ojos puestos sobre ella. Su delgado cuerpo estaba conectado a máquinas y aún estaba dormida.

Sin duda una imagen mental que se quedó conmigo, pero que daría lo que fuera por borrar.

No tardaron en diagnosticarle anorexia nerviosa, estaba bajo peso, con anemia. Y yo no podía sentirme más culpable. Solamente tenía 14 años, era solo una niña y no fue hasta ese día que noté que su blanca piel estaba mucho más pálida de lo normal, que tenía enormes ojeras y que sus siempre rosados labios estaban resecos. Llegaron a mi mente todas las veces que decía que no podía cenar con nosotros porque tenía demasiada tarea, que había comido en la escuela o que no tenía tiempo para desayunar porque se le hizo demasiado tarde.

Me repetía a mí mismo una y otra vez que yo lo causé, yo la mantenía bajo una presión constante, yo la hacía mentir para evitar regaños por beber o drogarme, yo era quien lloraba cada noche y ella debía consolarme, yo me mostré débil sin darme cuenta de que la obligué a ella a ser fuerte.

No tuve que pensarlo demasiado. Ignoré los consejos de Marcus, tomé el poco dinero que me quedaba y desaparecí antes de que ella siquiera dejara el hospital.

Por lo menos no estaba solo. Tenía un amigo, el cual huyó conmigo, Benyamin Blake. Ambos nos conocimos en la pequeña sala de espera del psicólogo, aquel que nos ayudó a ambos para superar nuestros distintos traumas. Sin duda una manera de hacer amigos muy poco usual, pero ninguno de los dos lo era.

Él necesitaba una forma de conseguir dinero para mantener a su padre adoptivo, yo necesitaba mantenerme alejado de mi familia. Así que gastando los pocos ahorros que teníamos, compramos dos boletos de avión solamente de ida. Sin saber que nos dirigíamos directamente al mismísimo infierno.

Ya eran las 10 de la noche. Benyamin se había marchado a su habitación del hotel en el que habíamos reservado para pasar la noche y Edwin seguro que se fue a buscar un bar abierto. Mañana tendría que ayudar a Marcus a cambiarse a la casa en las afueras que mi jefe me había prestado para evitar cualquier otra víctima y Blake se encargaría de uno que otro negocio que debíamos cerrar por esta zona. Sin duda él tenía la tarea difícil, pero no se sentía así, mucho menos sabiendo que a mi hermana le desagradaba la idea de mudarse, pero era necesario.

Ya iban 3 veces esta semana en la que me llegaban mensajes y fotos de un número anónimo. Marcus saliendo del trabajo, Noemí en la universidad, incluso fotos de mi pequeño primo saliendo de la escuela.

El mensaje era claro, estaban en la mira de alguien que no hacía más que demostrarme una y otra vez que podía llegar a ellos.

Me carcomía la cabeza intentando descubrir quién sabía de ellos. Alguien me había investigado. Mis dudas más grandes eran ¿por qué esa persona no había hecho nada aún?, ¿Qué estaba esperando para atacar? ¿Qué le impedía actuar si ya los tenía en la mira?. Con el padre de Benjamín no lo dudó. Simplemente, atacó, lo asesinó. Quizás solo era algún idiota que quería asustarnos para tener algo de dinero, pero ¿Por qué no lo pedía?, quizás alguien estaba siguiendo mis pasos, ¿quizás la policía intentando conseguir información sobre la red de drogas?.

Estaba tan consumido en mis pensamientos que los golpes de alguien llamando a la puerta lograron asustarme. Me levanté rápidamente de la cama y me dirigí a abrir.

—Hola, extraño— murmuró con una sonrisa. Ella se aproximó a mí y besó mi mejilla antes de entrar.

—¿Cómo sabías cuál era mi habitación?— cuestioné cerrando la puerta para luego analizarla con la mirada. Traía su bonito cabello negro trenzado y un vestido color celeste ajustado al cuerpo, sobre él, una chaqueta de mezclilla negra que le llegaba hasta los muslos, ya que no era de su talla.

—Porque eres el único en este edificio que usa solo las iniciales "N.H" —dijo en tono de burla. — además, trabajo aquí algunos días de la semana.

Pero eso yo ya lo sabía.

—¿Qué haces aquí Nahim? —preguntó borrando la bonita sonrisa de su rostro.

—Te lo dije, tengo problemas que solucionar. No puedo ignorarlos únicamente porque mi hermanita no quiere tenerme cerca.

—Debe ser algo de vida o muerte para que te hayas decidido a venir.

—Lo es— aseguré.

—¿No me dirás que fue lo que te trajo otra vez hasta aquí? ¿O piensas seguir jugando al chico misterioso?— indagó levantando una ceja y cruzándose de brazos.

—Sabes cómo son las cosas— le recordé.

Sonrió levemente ante mi respuesta. De seguro se esperaba que no le dijera nada.

—Supongo que no le dijiste nada sobre lo de nosotros— Cambió de tema.

—No, no sabe nada y planeo que siga así. Si todo sale bien me iré en un par de días, a lo más un par de semanas y necesito que sigamos con nuestro acuerdo.

—¿Te irás otra vez?— cuestionó. Parecía sorprendida de mis planes y en sus ojos cafés se podía ver cierta decepción ante mi respuesta.

—Sí— asentí levemente — ella dejó muy claro que no me quiere aquí, no tengo motivos para quedarme— me encogí de hombros fingiendo indiferencia.

—Más bien hay demasiados motivos y no los quieres ver— sonreí de lado cuando supe que ella tenía razón— deberías intentar arreglar las cosas, hablar con ella.— agregó para luego apretar sus carnosos labios.

—Prefiero hablar contigo— respondí con cierta picardía.

—Y yo prefiero no exponerme a que ella se enfade. — respondió de la misma forma.

—Lamento ponerte en esta situación.

—Y yo lamento que seas tan cobarde— declaró ladeando la cabeza.

—¿Cobarde? —cuestioné algo sorprendido por sus palabras.

—Te asusta quedarte y arreglar las cosas porque sabes que ella tiene la razón, fuiste un cabrón, la dejaste sola y...

—No estoy aquí para sermones Scarlett— la detuve — Te aseguro que tuve suficiente con él de Marcus.

—¿Y si me niego? —desafió —¿Qué pasa si cuando te vayas me niego a decirte como está y dejo de responder tus llamadas?.

Sabía perfectamente que ella no se atrevería a hacerlo, pero decidí seguirle el juego.

—Entonces le diré lo que hemos estado haciendo desde que me marché— declaré con simpleza.

Logre hacer que se le escapara una sonrisa —Eres malo— suspiró con resignación.

—Pero tengo buenas intenciones— intenté alivianar.

—Por supuesto— se burló.

Pasaron un par de segundos en los que nos quedamos en silencio y yo solamente podía mirar sus tiernos y seductores ojos oscuros que me miraban de vuelta, ambos teníamos una boba sonrisa, sin saber la verdadera razón del porqué la teníamos. Ninguno de los dos estaba incómodo, pero el silencio se vio interrumpido por ella.

—Será mejor que me vaya— dijo desviando la mirada, rompiendo con nuestro contacto visual.

—Si quieres puedo llevarte, es muy tarde y...

—No te preocupes— sonrió interrumpiéndome —sé defenderme —señaló con egocentrismo.

—Lo sé, no lo decía por ti, solo intentaba evitarle la paliza a algún idiota— bromeé logrando que soltara una pequeña risita.

Ella se aproximó hacia mí con decisión, acortando la distancia de nuestros cuerpos y tímidamente colocó sus labios en mi mejilla.

No mentiré, disfruté bastante el contacto de sus labios sobre mi piel.

—Nos vemos— murmuró antes de separarse, avanzando hasta la puerta y tirando de esta, pero se detuvo antes de salir.

—Nahim.

—¿Sí?

—Noemí no te odia, ella te extraña, pero... es igual de orgullosa que tú como para admitirlo— murmuró logrando que una melancólica sonrisa me invadiera.

—Nos vemos, guapa.

Benyamin Blake

El ardor en mi pecho era desgarrador. Bajé mi mirada y vi como mi camiseta se llenaba de mi propia sangre.

¿Qué mierda había pasado?

Tenía un cuchillo enterrado justo en la mitad de mi pecho y la desesperación que sentía me había orillado a comenzar a soltar un par de lágrimas. No quería morir.

Sus brazos me rodearon logrando que el suelo de la habitación no se sintiera tan frío, ya no me sentía solo. Acercó sus manos a mi rostro secando mis lágrimas, a pesar de tenerlas cubiertas de sangre, su tacto me tranquilizo y su mirada logró darme paz. O eso fue antes de que tomara el cuchillo y aplicara más presión sobre él.

Me volteé a verlo nuevamente y fue cuando note esa tétrica mirada en su rostro, una que nunca había visto antes. Esos no eran sus ojos, ese no era él, ese no era mi padre.

—¿Qué haces?— le dije en un susurro, sintiendo aquel sabor metálico de la sangre brotando por mi boca.

Aquel ardor en mi pecho se intensificaba y más sangre comenzaba a brotar por mi gran herida.

Dejó un beso en mi frente y se acercó a mi oído —Te enseño lo que yo sentí— respondió antes de girar y clavar con mayor profundidad aquel cuchillo sobre mi cuerpo. Un último suspiro salió de mi boca antes de hundirme en una completa oscuridad.

Entonces, dando un salto, me desperté.

Estaba empapado en mi propio sudor, mis latidos y mi respiración estaban completamente agitadas. Toqué la zona de mi pecho para convencerme de que nada de lo que había pasado era real. Pero aquel sentimiento de culpa si lo era.

Había sido mi culpa.

Me advirtió que no me metiera en cosas malas, pero como siempre, ignoré sus advertencias. Después de todo necesitábamos el dinero.

Me marché con la promesa de darle una mejor vida, y solo terminé provocando su muerte.

No quiero ni pensar en cómo eso lo hizo sentir.

Notando que no había ni un rastro de luz cruzando aquel gran ventanal que tenía vista a la ciudad, supe que no había logrado dormir demasiado.

Levanté mi teléfono del velador para ver la hora.

03:24 am

Quitándome las mantas de encima, me dispuse a levantarme en dirección al baño. Cuando terminé de beber un poco de agua del grifo. Escuché cómo golpearon la puerta de mi habitación.

Me apresuré a abrir suponiendo que era Nahim y que había olvidado decirme algo o Edwin borracho, pero me llevé una gran sorpresa cuando no vi a nadie del otro lado.

Asomé mi cabeza y miré a ambos lados de aquel pasillo, pero no había rastros de nadie. Fue entonces cuando decidí mirar hacia el suelo y noté que frente a mí había un sobre color rojo.

Mirando nuevamente el pasillo y lleno de desconfianza, lo levanté y entre cerrando la puerta detrás de mí. Leí la pequeña etiqueta y tenía las iniciales "B. Blake" escritas con tinta negra en una caligrafía bastante llamativa. Lleno de curiosidad, la abrí. Encontrándome en su interior una vieja fotografía del orfanato en el cual crecí. Aquellas paredes grises y árboles llamativos me trajeron un par de recuerdos que decidí pasar por alto.

En el reverso de esta, había un número de teléfono que llamó mi atención.

Sin darle demasiadas vueltas, comencé a teclear uno a uno los números en mi teléfono y marqué.

Casi enseguida alguien contestó, pero solo se podía escuchar una fuerte y agitada respiración del otro lado.

—¿Hola? — me atreví a decir.

—El nombre de tus padres a cambio de la chica- escuché murmurar a una voz ronca, pero demasiado robótica como para no notar que estaba editada.

—¿Hola? — repetí.

—Tus padres biológicos, Benyamin. Sus nombres a cambio de la chica— explicó.

—Mira, hijo de puta, escóndete todo lo que quieras, pero te voy a encontrar.

Solamente escuché su burlesca carcajada antes de que me cortara.

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