Capítulo 03. / Tell me: Now you want to help me?
Tell me — Now you want to help me?
Noemí Higgins
Todos comenzaban a guardar sus cosas, incluido el maestro. La clase que me había parecido casi interminable por fin había concluido. Era el último día de clases antes de que comenzaran las cortas vacaciones de invierno y mis intentos por evitar al idiota habían resultado bastante bien.
Guardé mis cosas en mi mochila y tomé mi carpeta llena de apuntes de la clase.
—¿Iremos a la fiesta? — pregunté a mi mejor amiga Scarlett, quien guardaba sus cosas junto a mí.
—Es lunes— respondió extrañada.
—Pero hay fiesta.
Noté como rodó los ojos y yo solo sonreí, porque sabía que aunque no me gustara la idea, no me dejaría ir sola.
Comenzamos a caminar fuera del salón, ella venía detrás de mí. Mi inquietud aumentó cuando su mirada se posó sobre la mía. Llevaba días evitándolo, ahora solamente me quedaba salir de aquí y no tendría que verle la cara por 2 semanas. Pero el destino y yo, no nos llevamos.
Cuando nada más me faltaban un par de pasos para llegar a la puerta, me habló.
—Noemí, ¿Te puedes quedar un momento, por favor?
—S-sí— murmuré volteando a ver a Scarlett, quien luego de darme una mirada de "te lo dije", se marchó.
A pesar de haber estado evitando este momento, sabía que tarde o temprano debía enfrentarlo. Pero seguía prefiriendo que fuera tarde...
Me quedé parada viendo como todos mis compañeros de clase se marchaban despidiéndose del profesor y él les devolvía una falsa sonrisa, pero fui la única que lo noto.
Mi nerviosismo aumentó notablemente cuando no hubo ninguna persona más que nosotros dos en el salón.
Estoy jodida.
—Cierra la puerta— ordenó.
Por inercia, le obedecí.
De cualquier forma, lo último que quería era que me vieran hablando con él.
Cuando me volteé nuevamente en su dirección, él ya no estaba detrás de su escritorio, sino delante de él. Con temor a aproximarme demasiado, desde una distancia prudente y llena de ansiedad le hablé.
—¿Qué pasa? — pregunté tragando duro.
—Eso me gustaría saber, llevas días ignorándome y me bloqueaste de WhatsApp— declaró cruzándose de brazos.
—¿Eso no te da una señal de que quizás no quiero hablar contigo? — respondí con sarcasmo.
—Bien— respondió con simpleza, aproximándose desafiantemente a mí —no es necesario que hablemos — murmuró sujetándome por la cintura y su boca fue a mi cuello dejando húmedos besos.
Me prometí a mí misma que esto no volvería a pasar.
—Basta— lo aparté bruscamente —No quiero. Ya no seguiré con esto— declaré.
Él me miró completamente extrañado ante mi reacción, supongo que porque era la primera vez que me negaba a sus insinuaciones.
—¿Qué pasa?
Este es idiota.
Reí falsamente —¿Qué pasa? ¿Estás bromeando? — Me crucé de brazos —Pues para comenzar, no sabía que tienes una esposa hasta que tu hija nos atrapó, hija que por cierto tampoco sabía que existía y que además estudia en esta universidad. Ahora que sabe que me acosté contigo, el otro día escribió en el baño de mujeres que yo era una puta. —le expliqué.
Pude ver como una sonrisa se le escapó.
—¿Qué es lo gracioso? — pregunté incrédula.
—¿De verdad pensaste que no tenía esposa?
—Tú jamás lo dijiste. —respondí enfadada.
—Tú jamás preguntaste.
—¿No crees que es algo necesario de decir?... "Oye Noemí, por cierto, tengo esposa y serás mi amante" o "oye Noemí, mi hija es tu compañera de clase". Si coqueteas con alguien, la otra persona asume que estás soltero—espeté.
Me impresionaba su facilidad para mentir. Luego de saber la verdad, siempre me preguntaba qué pasaba por su mente cada vez que volvía a casa con su familia luego de estar conmigo, cada vez que se acostaba a dormir con su esposa sabiendo que le mentía de esa forma.
¿Por qué le haría algo así a quién se supone que ama?
¿Cómo no tiene ninguna pizca de arrepentimiento?
Tengo la misma edad que su hija y no me imagino como esa chica me odia. Debe verme como la zorra destruye hogares, sin moral que sedujo a su padre, y no puedo culparla. Lo único que calma un poco mi conciencia es que de haber sabido que estaba casado jamás me hubiera relacionado con él más allá de Maestro-alumna. Él también jugó conmigo después de todo.
—Vamos, no te hagas la santa conmigo, Noemí. Hace un par de días no dejabas de gemir mi nombre en esta misma aula— Se aproximó nuevamente a mí intentando sonar coqueto.
De verdad me arrepiento tanto de haber estado con él.
—Los fingí— respondí con fastidio, dando un paso hacia atrás. —pero recuerdo claramente que los tuyos eran mucho más fuertes.
—Con esa mamada quien no— mi mano en su mejilla lo interrumpió abruptamente.
—Lo que sea que fuese esto— lo señalé a mí y a él. —Se acabó— declaré dispuesta a marcharme, pero me sujetó por el brazo deteniéndome.
¿Es que todos los idiotas tenían algo con sujetarme el brazo?
—No querrás que le diga a dirección que has estado acosándome— amenazó.
Sin duda lastimé su enorme ego de hombre adulto y hetero, completamente arrogante, que cree poder tenerlo todo.
—¿Con qué pruebas?.— Me reí ante su estúpido intento de amenaza —Porque si quieres ir a dirección le podemos decir la verdad. Tuvimos sexo consentido por ambos, tengo muchos mensajes que lo prueban. Además, sé que dirán que soy perra, una inmoral, una rompe hogares y que merezco ser expulsada porque yo lo busque, pero tú... Estoy segura de que tienes mucho más que perder ¿O me equivoco?— Se quedó en completo silencio por varios segundos. —Tomaré eso como una respuesta. — agregue luego de dedicarle una sonrisa con suficiencia.
Sintiéndome poderosa por no dejar que aquel idiota me intimidara, me dirigí a la salida y di un fuerte portazo.
Okey, Creo que me emocione.
Caminé por los pasillos del ya vacío lugar. Ni siquiera tuvimos una conversación tan extensa, pero supuse que lo único que querían todos era huir de este sitio para disfrutar el fin del primer trimestre.
Una notificación sonó desde mi celular. Por un momento pensé que era Scarlett preguntándome cómo había salido esa incómoda conversación con nuestro maestro. Pero para mi sorpresa, era aquel número privado que solía frecuentarme. Mis manos de inmediato comenzaron a temblar y detuve mi avance quedándome a la mitad del pasillo.
—Envíe a alguien por ti.
No puedo, tengo cosas que hacer—
—Estás muy misteriosa. Sabes que eso no me gusta, ¿Debo recordarte lo que pasó la última vez que me ocultaste algo?.
Inundando mi mente, llegan fragmentos, imágenes borrosas, de hace solo un par de semanas atrás.
Recuerdo su ronca voz diciendo "Mira niñita, te irá mal si no cambias esa actitud" "Eres una maldita zorra y ni siquiera puedo follarte". Recuerdo sus manos tirando bruscamente mi cabello, arrastrándome a una habitación para luego comenzar a golpearme, bofetadas, patadas en mi abdomen mientras me retorcía de dolor en el frío suelo, pero él parecía disfrutar de mi debilidad. "¡Actúa como la perra bocona que sé que eres y dime donde está!". No lo sabía, pero él obviamente no me creyó.
—Noemí— llamó Alex tocando mi hombro, logrando sobresaltarme y que mi celular terminara estrellándose en el piso.
—Perdona, no quería asustarte, pero te estaba llamando y no contestabas— Dijo levantando mi celular y entregándomelo rápidamente.
—No te preocupes, estaba...¿Qué pasa?— terminé diciendo.
—Quería devolverte esto— respondió extendiendo hacia mí una carpeta. —El otro día la olvidaste en la cafetería.
De inmediato me pregunté por qué no se los llevó mi mejor amiga y me los entregó en clases. Pero recordé su voz diciéndome "le gustas a Alex".
—Gracias— sonreí tomando la carpeta y acomodándola sobre el resto de guías y bocetos que llevaba.
—¿Irás a la fiesta?—Preguntó acomodando sus gafas con un notorio nerviosismo.
Alex era muy guapo, pero como siempre, tenía demasiadas cosas en la cabeza como para lidiar con alguien más que yo misma.
—Sí, creo que sí.
—Muy bien, entonces espero verte allí— respondió antes de dejar un corto beso en mi mejilla y marcharse en dirección al gimnasio.
En cuanto volví a encontrarme en total soledad, desbloqueé mi celular y escribí rápidamente.
No puedo hoy—
No podía reunirme con él mientras no esté cien por ciento segura de que mi hermano no tiene a nadie siguiéndome. Luego de que enfrentara al chico tatuado, no lo volví a ver. Quizás dejó de seguirme o quizás solo está siendo más cuidadoso, de cualquier forma, no me puedo arriesgar a que me vean.
—Bien. Mañana te espero. No me obligues a ir por ti.
Sabía que en algún momento se enteraría de que Nahim estaba de vuelta y que ya se había comunicado conmigo.
Necesitaba nuevas excusas para no verlo, porque ya se me estaban acabando.
Si ya sabe que Nahim volvió, no quiero ni imaginar que es capaz de hacer. No quiero que lo lastime.
Camino a casa, mi mente decidió torturarme como muchas veces lo hacía. Por eso, amo caminar con mis audífonos, pero los perdí el día en que el idiota de mi hermano envió a sus secuaces a secuestrarme. De seguro se resbalaron de mi bolsillo tanto forcejeo.
Por eso ahora, mientras avanzaba por las calles de Madrid no me podía sacar su nombre de la cabeza.
Realmente odiaba no tenerlo cerca. Extrañaba lo que éramos, como nos cuidábamos la espalda, como nos queríamos. El tan impulsivo y temerario, yo tan ambiciosa y terca. Solían decir que éramos dos cómplices, la dupla perfecta, que nos complementábamos como si el otro fuese su otra mitad, como si no supiéramos existir el uno sin el otro.
Pero eso fue antes de que me rompiera el corazón.
Algo entre nosotros se rompió, quizás nuestra confianza, quizás nuestro respeto por el otro o nuestro apego.
Y, aun así, mientras caminaba a casa, estaba pensando en enviarle un mensaje para disculparme por ser tan hiriente. No debí compararlo con nuestra madre, después de todo él también era un niño cuando ella nos dejó. Solo hizo lo que ella nos enseñó.
Huir.
¿Es que no fue suficiente para mi conciencia tener que insistirle por meses una explicación y no recibir respuesta alguna?
Estoy segura de que perdí lo poco que quedaba de mi dignidad en ese último mensaje que le envié hace años, pero a pesar de todo, estaba aquí, extrañando su sonrisa, sus ojos, su voz, cuando me hacía reír, como me protegía. Odiaba extrañarlo porque posiblemente él no me extrañase a mí. Para ser más exacta no creo haber pasado por su mente ni un solamente segundo antes de que se metiera en problemas, pero después de que volví a verlo, probablemente él no salga de la mía. Nahim se merecía sufrir un poco.
Sus palabras desde aquel incómodo encuentro resonaban en mi cabeza. Yo únicamente quería golpearlo y largarme, él quería que lo dejara hablar. Luego de soltarme el brazo pasaron unos segundos antes de que se atreviera a decir:
"Volví por ti, volví para protegerte".
Cerré la puerta detrás de mí luego de entrar en el departamento.
—¡Ya llegué! —anuncié despojándome de mi chaqueta y zapatos, amaba estar descalza por toda la casa, fuera invierno o verano.
Alcance a dejar las llaves sobre el mueble de la entrada antes de que Nate llegara corriendo a abrazarme con su tierno rostro lleno de felicidad.
—Hola guapo—dije despeinando su rubio cabello.
—¡Estamos en la cocina!— Anunció la voz de Marcus.
¿Estamos?
—¿Quién está?— le pregunté en voz baja a Nate.
—Es una sorpresa— murmuró risueño antes de correr en dirección a la cocina.
Eso fue suficiente para despertar mi curiosidad.
A pasos apresurados avance a la cocina. Solo para encontrarme con unos ojos verdes que quería dejar de ver y el culpable rostro de Marcus, ambos me miraban expectantes, pero ninguno se atrevió a decir nada.
—No quiero hacer esto— Confesé comprendiendo lo que seguía. Una incómoda plática donde Marcus intentaba ser neutral.
Después de decir eso, solo puede girar sobre mis talones para dirigirme rápidamente a mi habitación. Escuché la voz de Marcus pidiéndome que volviera, pero realmente no quería hacerlo, ya había tenido suficientes pláticas con idiotas el día de hoy.
Rápidamente, entre y me encerré en mi habitación.
Por lo general, en cuanto llegaba a casa, toda mi ropa me parecía realmente incómoda. Terminé despojándome de ella para colocarme mis shorts de pijama y una camiseta holgada intentando buscar comodidad.
Me dejé caer de espaldas a la cama soltando un pesado suspiro, creyendo que eso aliviaría mi cansancio. Demasiadas cosas habían pasado estos últimos días y la semana me parecía interminable. Cerré mis ojos intentando despejar un poco mi mente, Nahim estaba aquí, Marcus sabía lo que él quería y posiblemente intentará que hagamos las paces.
Pero, no creo poder hacerlo, no creo poder perdonarlo.
Escuche unos pasos, aproximarse hacia mi habitación, pero antes de que abriera la puerta sabía quién era.
—¿Mal día?— cuestiono mi hermano.
—¿Y a ti qué carajos te importa?—Dije levantándome inmediatamente de mi cama para quedar parada frente a él.
—¿Ahora maldices?.
—¿Ahora quieres jugar al hermano mayor?— Me crucé de brazos y noté como él tuvo que contener una pequeña sonrisa.
—Solo venía a hablar con Marcus, ya me iba. Pero creo que nosotros tenemos que hablar, ¿no?.
—No. ¿Es que no es suficiente para ti tener al idiota de tu amiguito siguiéndome las veinticuatro horas? ¿También debes joderme la llegada a casa, verdad?— Por la forma en que apretó su mandíbula, noté que se contuvo de decirme algo. — Además, tú y Marcus de seguro tomaron decisiones sin consultarme. No hay nada de que hablar.
—Solamente intento que nadie salga lastimado. Intento...
—Protegerme— terminé de decir por él —Si Nahim, eso ya lo escuché el otro día, así que si no tienes nada nuevo que decir solamente lárgate—espeté cruzándome de brazos.
Pasamos unos segundos en silencio, antes de que él bajara la mirada y entre abriera los labios con nerviosismo. Había algo que no se atrevía a decir.
Soltó un suspiro y levantó la mirada antes de atreverse a decir alguna palabra —Noemí yo...De verdad lo lamento.
Por un momento dudé haber escuchado realmente esas palabras. Creí que eran producto de mi imaginación. Pero no. Era Nahim Higgins, mi hermano mayor, diciendo que lo lamentaba.
A pesar de haber imaginado en mi cabeza cientos de veces cómo sería esta situación, no sabía precisamente como responder o actuar.
Pero solamente tenía claro que yo necesitaba muchas explicaciones, no un simple "lo lamento" de su parte.
—No me sirven tus disculpas, no sin una real explicación de qué fue lo que pasó. Solo dime, ¿Por qué no quisiste verme por 4 años? — Nahim solo bajó nuevamente la mirada. Algo en mí decía que cada vez que le preguntaba la razón de su partida, a él le daba vergüenza decirlo. ¿Se avergüenza de sus decisiones?. De cualquier forma, el daño entre nosotros ya estaba hecho. —¿Sabes cuánto tiempo pasé pensando que fue mi culpa?— continué —Que hice algo o que dije algo que hizo que te marcharas. Porque cuando dejas a alguien, es por algo. Así que dime, ¿Qué fue lo que hice? ¿Qué te hice?— pregunté con desesperación.
—Noemí, eran tiempos difíciles.— Se excusó.
—Si, y lo siguieron siendo cuando te fuiste.
—Quería cuidarte, yo no era un buen aporte para ti en esos momentos.
—¿Y ahora lo eres? —contesté.
Pero él obviamente no respondió.
—No me pidas que sienta lástima por ti Nahim, porque estoy segura de que de no ser porque un puto acosador nos está siguiendo, tú jamás hubieras regresado.
Él solo desvió la mirada, como si estuviera pensando en mis palabras, o tal vez se mantuvo en silencio dándome la razón.
Levantó su vista y noté la frialdad en su mirada—Eso no importa ahora. Solamente sé que por tu bien y el de la familia debes obedecer mis malditas órdenes sin hacer un puto escándalo de todo esto— bufó pasando las manos por su desordenado cabello. Solo pude verlo darme una última indescifrable mirada antes de marcharse.
Este era el frío Nahim Higgins al que estaba acostumbrada desde que ambos crecimos, el que no demostraba sus sentimientos, el que jamás me dijo un te quiero.
Solté un pequeño grito de frustración en cuanto la puerta se cerró y volví a dejarme caer sobre el colchón. Pero esta vez mi teléfono vibrando interrumpió mi corto momento de paz.
Ahora quién carajos...
Encendí la pantalla de mi teléfono y noté un par de mensajes.
—Un pajarito me dijo que tu hermano volvió a la ciudad. ¿Ya se intentó contactar contigo?
—No le dijiste de nuestro secreto, ¿verdad, solecito?
—¿Solecito? —Solté una pequeña carcajada cínica antes de lanzar el teléfono lejos con frustración.
No podía seguir con esto, terminaría ahogándome, me asfixiaba guardar secretos que no podía soportar.
Levanté mi cansado cuerpo de la cama y me detuve frente al espejo mientras sentía la humedad recorriendo mis mejillas, el salado líquido llegó a mis labios y fue entonces cuando noté que, sin darme cuenta, había comenzado a llorar.
Miré mi cuerpo con desagrado, como hace mucho tiempo no lo hacía.
Mis muslos eran demasiado grandes y las estrías que tenía alrededor me parecían simplemente horribles. Mis caderas tenían demasiada grasa, mis pechos eran muy pequeños. Odiaba mi reflejo, me odiaba a mí.
Levanté el borde de mi camiseta dejando ver mi abdomen completamente lleno de hematomas. Dolían, cada vez que caminaba o hacía algún mínimo esfuerzo, el dolor de los moretones punzaba, recuerdo que los primeros días fingí tener cólicos para no levantarme de la cama y que Marcus no me hiciera preguntas de qué me había pasado.
Creo que me merecía que él me lastimara de esa forma, después de todo yo era realmente desagradable y una mentirosa.
Antes de que otra lágrima se deslizara por mis mejillas, una nueva notificación en mi celular llamó mi atención.
Caminé a la esquina de la habitación donde lo había lanzado y lo revisé.
Scarlett
—Me arrepentiré por esto, pero ¿a qué hora paso por ti para ir a la fiesta?.
Pensé en escribirle que no iría, que quería quedarme en casa, deprimiéndome con un poco de helado y viendo una película con Nate.
Pero me negué a cambiar mis planes solo por personas que me hacían llorar.
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