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Capítulo 1

Mis ojos están casi cerrados.

El sol entra entre mis pestañas.

La ciudad se ve pequeña, insignificante, como si aplastarla fuera la cosa más sencilla del mundo.

Pequeñas casas, pequeñas personas, pequeños sueños, pequeñas aspiraciones.

Ellos no ven lo que yo.

Ese hermoso e iluminante sol que sale entre las montañas tapando sus hogares con su tremenda luz. Esa cárcel llena de montañas que los mantienen con la idea que sus miserables vidas no cambiarán, no serán más de lo que son.

Como me encantaría gritarles que si hay una salida, que tienen que luchar. Ellos que si pueden.

—¡¿Sigues drogado?!—un gran grito me hace cerrar mis ojos finalmente. Su mano me agarra del pelo y me lanza hacia atrás. Yo me dejo caer en el polvoso suelo y pongo mi brazo encima de mis ojos.— No puedo creer que ya se hizo de día, ni siquiera recuerdo como llegamos aquí ¿manejaste tú?—una carcajada tremenda sale de su garganta.—No importa, estamos vivos y eso es lo que importa ¿no?

Trato de recordar un poco de la noche anterior pero todo se hace borroso luego de la segunda o tercera botella.

—Hoy iremos al mar a pasar el fin de semanas ¿vienes no? Habrá más de lo de anoche.

Gruño entre dientes cuando siento una patada en mi pierna. Dejo caer mis brazos a mis costados y veo al chico frente a mí.

Pantalones desgarrados, camisa blanca sin mangas y una gran cara de idiota. Ese es Bau Stan. Mi mejor amigo, o algo parecido.

—No puedo hoy.—me aclaro la garganta, mi boca está tan seca que me cuesta mover la lengua.—Es la graduación de mi hermana.

Bau suelta una carcajada mientras tira las latas de cerveza que están en el carro al suelo del barranco que está a mis pies. Levanto mi cabeza mirándolo con el ceño fruncido debido al sol que está justo frente a mí.

—¿Hablas enserio? ¿Por qué tienes que ir a esa estupidez?

—Se lo prometí...ya sabes como es.—me siento y empiezo a sacudirme.

—Claro, claro. Cuando la pequeña Rachel llama, no hay nada ni nadie que evites que vayas ¿no?—lo miro y el instantáneamente levanta las manos a modo de rendición.—Solo bromeo, solo bromeo.

Me levanto finalmente, trueno mi cuello ya que la verdad ni siquiera recuerdo si dormí en el carro o en el piso. Como sea mi cuerpo está destrozado.

—Puedes venir luego, sé que algunos se irán hasta mañana así que podrías irte con ellos.

—No se si es buena idea. Le prometí a Rachel que pararía todo esto. El trabajo con mi padre empezará pronto, no puedo arruinar eso.

—El verano recién comienza ¿y hablas de trabajar? Amigo tienes que finalmente decirle a tu padre que puede ir a lamer el culo de un mono.—me río de su expresión pero la risa se queda atorada en mi seca garganta luego de unos minutos.

Miro una vez más la vista frente a mí, suspirando.

—¿Nos vamos?—le pregunto a mi amigo y el asiente palmeando mi espalda con una mueca en el rostro.

—Cambiando de tema...típico de ti. Los Cross no cambian ¿eh?

🥀🥀🥀🥀🥀

Cierro la puerta del carro fuertemente. Miro la casa frente a mí y no puedo evitar tensarme un poco.

Trato de relajarme pero mis músculos están demasiado desgarrados. Unos pequeños recuerdos de la noche anterior me hacen maldecir un poco. Por poco me mato y ni me doy cuenta.

Meto mi mano por la ventana del coche y saco una caja de cigarrillos y sin dudarlo enciendo uno.

Le doy una calada bastante grande y dejo que el humo entre y llegue hasta mis pulmones. Cierro los ojos y me permito disfrutar de esa sensación. Mis músculos se relajan considerablemente y no puedo evitar bailar mentalmente por eso.

—Prometiste que lo dejarías.—una voz me hace maldecir. Permanezco con los ojos cerrados unos momentos antes de abrirlos y dirigir la mirada a unos ojos azules potentes.

—No dije cuándo ¿o si?—mi hermana me mira seria y se cruza de brazos. Me río un poco antes de darme la vuelta, darle una pequeña y rápida calada más para luego tirárlo al piso pateándolo.— Listo, apagado.—le sonrío pero ella no me devuelve la sonrisa.— Anímate. ¡Hoy es tu gran día! ¿No está feliz y emocionada?

—No cambies de tema Alexis.

—No lo hago.

—Deja de fumar.

—Lo haré.—le digo y ella levanta una ceja sin creerme nada.—Trataré de hacerlo.—ella suspira y baja sus brazos. No puedo evitar reír y acercarla a mí para abrazarla.

—¡No me toques me impregnas con tu horrible olor!—grita y yo la abrazo más fuerte lo que hace que ella grite un poco. Giro con ella en brazos hasta que me suplica que pare.

Cuando finalmente lo hago ella vuelve a ponerse seria pero luego se ríe a carcajadas.

Y yo me le quedo viendo. Mi hermana es todo lo bueno que yo no tengo y la verdad prefiero mil veces que ella lo tenga todo a que yo lo tenga y ella no.

Sonrío y la empujo un poco, ella trata de hacer lo mismo pero cuando estira el brazo yo se lo sujeto y maniobro para obligarla a ponerlo detrás de mi espalda, yo paso mi brazo por su cuello y caminamos abrazados hacia la casa.

Cuando estamos frente a la puerta nos quedamos quietos.

Mis fosas nasales empiezan a abrirse y cerrarse bruscamente y no puedo evitar sentir la mirada de mi pequeña hermana menor.

—¿Qué les dirás?

—Lo mismo de siempre. Que su descontrolado hijo volvió a perder la conciencia y que fue demasiado irresponsable como para no moderarse, terminó vagando por la cuidad completamente intoxicado para siquiera saber donde vivía así que terminó durmiendo a la par de un barranco justo en la cima más alta de la cuidad.—mi hermana me mira horrorizada y yo no puedo evitar reír a carcajadas.— Bromeo, nada de eso pasó, solo les diré que estudiamos hasta tarde y me quedé dormido. Eso es todo, eso es lo que pasó.

Mi hermana niega con la cabeza.

—Tienes suerte que papá vendrá hasta después de almuerzo. Así que estoy segura de que mamá podrá hacerte un buen desayuno sin muchas preguntas sobre...la noche de estudios.—ironiza antes de abrir la puerta y perderse dentro.

Mis músculos se relajan y esta vez de verdad, suspiro luego de escucharla. Porque aunque pueda actuar tranquilo estaba muriendo de miedo.

🥀🥀🥀🥀🥀

Gruño por novena vez en solo diez minutos.

Escucho una risa que hace que baje mis brazos y me rinda.

Despego mis ojos de mi reflejo para ver a la persona que se está burlando de mí. Veo a mi hermana y no puedo evitar darme vuelta y darle una mirada de pies a cabeza con la boca completamente abierta.

—No llores por favor, porque papá ya lo hizo y mi maquillaje no es nada barato como para arruinarlo si yo empiezo a llorar.

Mi hermana frente a mí sonríe al verme pasmado. Pero no puedo evitarlo, mi pequeña hermana tiene un gran vestido blanco de graduación, uno que le queda increible.

—¿Llorar? Me asusté por lo fea que te ves.—le digo y ella rueda los ojos.

—¿Necesitas ayuda?—pregunta acercándose a mí sin que yo haya podido negarme. Mi hermanita empieza atarme correctamente el corbatín y yo solo hago una mueca de desagrado.

Cuando termina me toma de los hombros y me da la vuelta para que vea mi reflejo.

—¿Ves lo bien que puedes verte si cambiaras tus camisas usuales y te pusieras algo más elegante?—dice con una tonta sonrisa en sus labios.

Sonrío al verla sonreír, mi hermana palmea mi espalda y me susurra que nos vamos en un par de minutos, sale de cuarto y me deja solo con mi reflejo.

Miro el planchado traje, junto con los relucientes zapatos y la verdad me dan ganas de reírme de mi aspecto.

Despeino un poco mi pelo dejando algunos mechones sobre mi cara, trato de mover un poco los brazos rezando para que el saco no se rompa por lo ajustado que quedan en mis brazos.

Suspiro una última vez. Palmeo el saco y me quedo quieto al sentir algo dentro de los bolsillos. Me quedo mirando la cajetilla de cigarrillos y tomando mucha fuerza de voluntad la guardo en uno de los cajones de la habitación.

—Es por Rachel. Hoy es su noche.—me digo antes de mover nuevamente mi pelo y salir del cuarto.

🥀🥀🥀🥀🥀

La música retumba en mis oídos, las luces de colores ciegan a cualquiera, la gente baila, se mueve, grita, festeja y en su mayoría la pasan bien.

Mi vista sufre un poco por todo, el poco alcohol que pude robar de la mesa de mis padres sin que se dieran cuenta no es suficiente para derribarme pero si para marearme un poco eso y un poco de polvo blanco que uno de los chicos había traído para que la fiesta subiera un poco de tono. Por mucho que quise negarme mi fuerza de voluntad terminó perdiendo la batalla nuevamente.

Siento que algo vibra, mi mente un poco lenta tarda en reaccionar pero cuando lo hago meto mi mano en mi bolsillo y saco mi celular.

No logro leer bien el nombre ya que las letras me parecen borrosas y muy luminosas. Levanto la cabeza y trato de buscar la salida más cercana.

Cuando lo logro me tambaleo un poco, al querer salir por la puerta me doy cuenta que mi padre está entrando, inmediatamente me agacho ocultándome entre un montón de chicas que bailan. Estas se asustan ante mi movimiento pero solo les sonrío un poco antes de volver a pararme.

Salgo del salón cuando ya no hay moros en la costa.

Empiezo a caminar por un pasillo tratando de descolgar la llamada pero mi dedo está mojado así que la pantalla no lo permite. Inútilmente mi cerebro piensa que no me deja abrirlo porque está sucio el dedo así que lo meto a mi boca lamiendo un poco, claro eso no funciona así que me pego en la frente tratando de quitarme lo drogado y me seco el dedo con el saco.

Mi dedo está a nada de tocar la pantalla para descolgar cuando siento un cuerpo que me golpea. Su hombro pega justo con el mío haciendo que mi celular caiga.

—Demonios.—maldigo. Me hinco y con dos dedos trato de darle vuelta a mi celular. Lo levanto con cuidado y cuando me doy cuenta que la pantalla no está quebrada lo tomo y levanto mis manos a modo de victoria.—¡No está roto!—río estúpidamente.

El chico frente a mí me mira extrañado.

—Me alegro, lamento haberte golpeado.—dice antes de alejarse.

Frunzo el ceño al ver hacia dónde se dirige, hay varias personas al final del pasillo, escucho llantos y aunque esté drogado estoy seguro de que hay alguien tirada en el piso.

Mis pies inconscientemente empiezan a caminar hacia allí pero las ganas de vomitar me superan.

Me doy cuenta que tengo un baño cerca así que entro importándome poco a quien golpee y dejo mi alma en el inodoro.

Luego de unos minutos me dejo caer en el piso y recuesto mi cabeza en la puerta.

—Demonios, demonios, demonios.—maldigo. Empiezo a enojarme conmigo mismo.

Mi mente ya está más lucida así que inmediatamente saco el poco de polvo que aún queda en la bolsa y lo tiro en el inodoro antes de echar el agua.

Salgo del baño y mojo un poco mi cara. Trueno mi cuello y me arranco el corbatín de una jalada.

Unos chicos me miran de reojo pero yo les dirijo una mirada que los hace temblar. Los idiotas salen corriendo tambaleándose.

Seco mi cara y empiezo a tocarme los bolsillos.

Maldigo al no sentir mi celular. Vuelvo al baño pero no lo encuentro. Salgo de este buscándolo por el piso pero nada.

Me empiezo a frustrarme realmente.

Mi boca está completamente seca así que cuando veo a un mesero con botellas de agua no dudo en quitarle unas tres.

Decido salir del hotel y me dirijo a unos jardines que están en frente.

Me siento en una banca para tomar agua y respirar aire fresco.

Me regaño con los ojos cerrados. En mi mente pasan imágenes de Rachel, de ella bailando, disfrutando pero al pasar de eso ya todo está medio borroso.

—No puedo creer que vaya a olvidar la graduación de mi hermana por esta estupidez.—maldigo cerrando los puños.

Enojado me paro de la banca sin mirar.

Y por segunda vez me choco con alguien. Esta vez con toda la intención de golpear a alguien me doy cuenta que es una chica que está agachada recogiendo las cosas que se cayeron de su cartera.

—Lo siento, me levanté sin ver.—me agacho para ayudarla, agarro un lápiz labial y se lo entrego. La chica lo toma sin mirarme, mete todo dentro de la cartera y luego baja los brazos suspirando.

Frunzo un poco el ceño al ver su mirada caída. Parece tan perdida, como si no estuviera realmente ahí.

—Oye, ¿estas bien?—pregunto.

La chica levanta la mirada y sus ojos cafés chocan con los míos. Su maquillaje está corrido, sus mejillas rojas e hinchadas y sus labios temblorosos. Mi respiración se corta al recordarla. Luce diferente. Mi boca se abre para hablar pero una voz me hace voltear.

—¿Emily?—una chica se acerca a nosotros. Está misma me mira con el ceño fruncido. Agarra a su amiga por el brazo.— Tenemos que irnos.—dice mirándome de regreso, me sonríe falsamente antes de jalarla.

La castaña solo asiente antes de dejarse arrastrar por la rubia. Las dos chicas entran a un auto y se alejan del hotel.

—Emily...

Un sonido dentro del hotel me hace apartar la mirada de la vacía calle. Muevo mi cabeza de un lado al otro para quitarme los recuerdos de la chica de la fiesta de Rachel, una chica completamente diferente a la que vi hoy.

De camino al salón un chico se acerca a mí, parece demasiado ebrio como para formular una frase coherente pero cuando termina con su discurso levanta su mano mostrándome algo. Cuando veo que es mi celular mi mirada se ilumina, le agradezco y él se va.

Veo que tengo varias llamadas perdidas y es ahí cuando me acuerdo que estaba tratando de contestar una llamada.

Marco rápidamente y espero un poco ansioso por la respuesta.

Finalmente contesta y no puedo evitar suspirar aliviado.

—¿Melissa? ¿Estas bien?

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