https://youtu.be/-42vpYTybTc
Laura
—Laura. —Un ronroneo a la distancia.
—¡Te odio! —Me oí decir y volví a la realidad. Abrí un ojo y solo veo la mesita de noche. Una mano en mi hombro me meció. Un contacto que en ese momento no me apetecía, pero eso no era algo que mi novio iba a aceptar tan fácil, así que me rodeó con el brazo y me obligó a girarme. Me negué a mirarlo.
—¿Laura? —Cogió mi cara y me dio un beso corto y fuerte. Se quedó observándome y bajé mi mirada lentamente de cualquier parte que no fuese su cara... de sus ojos. Arrugué la frente, mientras su boca se iba alejando de la mía, cada vez más confundido—. ¿Por qué me miras así? ¿Sigues durmiendo?
Hice un puchero y me dolió el corazón. Abracé un cojín.
—Tuve una pesadilla. No quiero hablar contigo ahora —repliqué, sin relajar mi expresión. Corrí la mirada, me sentía angustiada. Ok, lo admito, podía ser una estupidez, pero estoy segura de que estuve toda la maldita noche con la misma pesadilla eterna.
E-t-e-r-n-a.
Diego apretó sus labios entre sí, tratando de no reír.
—¿Qué hice? ¿Qué podría haberle hecho yo a la más hermosa del mundo mundial?
—No te voy a decir.
—Pero anoche no estabas enojada conmigo. ¿O sí? —Vi en sus ojos cómo se comenzaba a cuestionar la vida. Su mente trabajando a toda máquina para descubrir qué había hecho, y no lo iba a averiguar.
Resoplé.
—Me engañaste y te fuiste con otra en mi sueño.
Quien esté libre de pesadillas en las que su chico está muy feliz con otra que lance la primera piedra.
Diego rodó los ojos y se pasó una mano por la cara, y al ver que mi expresión de enojo y pena no cedía, comenzó a reírse.
—¿En tus sueños? —Apretó los labios para no reírse más, y luego agregó—: ¿Hoy amaneciste Lautaro?
—¡Qué pesadilla que eres! Fue un sueño largo. Toda la noche prácticamente estuviste engañándome con otra. ¿Cómo fuiste capaz? —Lo miré con desdén, porque ya saben que soy dramática. Me destape y me senté en el borde de la cama para buscar mis pantuflas.
Diego me atrapó por la espalda e impidió que me moviera.
—¿Por qué eres tan loquita, Lautaro? ¿Una donut de chocolate ayudará a que me perdones de esa terrible infidelidad que sucedió en tu sueños de conejita?
En mi otra vida tengo que haber sido la mismísima virgencita para que ahora me toque este ser.
Lo siento el resto de chicas del mundo... porque ya tengo al mejor.
—Sí, puede ser; pero prométeme que nunca te irás con otra —respondí juguetona y dejé que me arrastrara de nuevo a la cama, junto a él.
—¿En tus sueños o en la realidad?
Entorné los ojos.
—En los dos escenarios. Gracias.
Sonrió y me dio un beso corto.
Y otro besito.
Y otro besito.
Suspiré, él siempre me hacía suspirar... y espero que todas conozcan lo que es suspirar cuando tu persona está frente a ti, para mí, es uno de los cariños al alma. ¿Sabían que es porque dejamos de respirar sin darnos cuenta?
—Mi conejita, ¿por qué te quiero tanto? —me preguntó, como si eso fuese una carga muy grande que llevar. Cuando alcé mi ceja, soltó una carcajada.
—Porque te hice una brujería —dije seriamente, como si estuviese confesando una verdad.
—Con Michelle, cuando inventó ese juego para que me enamorara de ti. Aún sospecho que tú fuiste parte del juego desde el inicio, como co-creadora.
Alcé las cejas.
—Ah, ¿sí?¿Para conquistarte?
—Sí.
—Te crees mucho —reí, haciéndole cosquillas. Se empezó a retorcer en la cama, hasta que atrapó mis brazos y se subió encima de mí. Diego era siempre un placer de mirar, sobre todo si me atrapaba con sus brazos tonificados y sin camiseta.
¿La verdad? Esa era mi imagen favorita de la vida.
Gracias divinidades por soltar a uno de ustedes del Olimpo y entregármelo a mí.
—¿Hoy estás especialmente guapo? Espera, ¿hoy no tenías que entregar una maqueta?
Hizo un mohín y me soltó.
—Tengo que entregarla a las tres, me quedé hasta las cinco de la mañana pegando arbolitos.
Solté una carcajada.
—Perdón, me dormí... te podría haber ayudado.
Salió de arriba mío y se sentó a mi lado en la cama.
—Vine a verte y te parecías a Anna de Frozen, durmiendo.
No pude decir nada, después de todo... él veía todas las películas de Disney porque eran mis favoritas.
—Qué pesado, pero no me importa porque te amo.
Lo cogí por el cuello y lo obligué a besarme. Sus besos comenzaron en mi boca y bajaron hasta mi cuello. Sus besos húmedos, con esos labios carnosos, provocaron que dejara de respirar por un instante, para luego inspirar profundamente y soltar en forma de un gemido suave, justo en el momento en que apoyó su pelvis contra la mía. Su excitación me prendió como una hoja de papel cayendo a la hoguera misma.
Después de esa pesadilla maldita, de romanticismo, no quería nada. Quería a Diego, sobre mí, sintiéndolo por completo, mientras mis dedos acariciaban su espalda. Deslizó mi short de pijama y arrastró mis bragas por mis piernas.
Su teléfono comenzó a sonar, lo cogió para cortarlo y se quedó quieto con el brazo estirado. Hizo una mueca de desagrado.
—¿Pasa algo?
—Es mi padre, me dice que es urgente. Supongo que ya está llamándome para saber cómo me fue con la entrega de maqueta, ayer no sabes cuántas veces me llamó para preguntarme cómo iba —El teléfono comenzó a sonar de nuevo, resopló y se lo llevó al oído—. Hola papá, ¿agitado? No... o sea sí, es que salí a correr. No.. no es muy temprano son... las siete... —Me miró a punto de explotar de la risa. Aunque de repente, su expresión se fue transformando poco a poco mientras oía lo que su padre decía—. ¿Cuándo? —preguntó, con un hilo de voz. Sus ojos se volvieron llorosos.
Me acerqué a él.
—¿Qué pasa? —pregunté, susurrando.
—¿Cuánto tiempo? ¿Dijeron? —Su mano se restregó por su cara, frustrado. Se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro—. Papá, tranquilo. No quiero que manejes así. Es peligroso.
Lo seguí y me quedé frente a él, tratando de entender tan solo con sus expresiones que iban de la frustración a la desolación. De repente, cogí su mano libre porque el corazón se me estremeció cuando una lágrima comenzó a amenazar su salida desde el nacimiento del ojo. Algo había pasado, algo terrible.
—Está bien, hablo con él. Te devuelvo la llamada en la tarde. Maneja con cuidado y avísame de cualquier cosa papá... sí, yo también.
Corto y se quedó observándome, con la boca semi abierta, sin saber por dónde comenzar a explicarme lo que sucedía.
—¿Qué...qué pasó? —Las palabras salieron torpes de mi boca, porque me sentía inútil en un momento así.
—¿Está Kai en el departamento? —Se fue a paso rápido a la puerta de la habitación y salió por ella a toda velocidad en dirección a la de Kai. Ni siquiera golpeó y la abrió de golpe—. Mierda, son las 7, ¿dónde se habrá metido?
Mis ojos se deslizaron a la puerta al otro lado del pasillo y no sabía cómo insinuar que quizás...
—Diego, dime qué pasa.
—Es que quiero decírtelo a ti y a Kai a la vez porque no sé... no sé...—La desesperación volvió a sus ojos.
Fui a la habitación de Emma y golpeé repetidas veces, al no obtener respuesta, abrí lentamente, como si al otro lado me fuese a encontrar... bueno, a Kai en pelota en alguna posición extraña... amarrado a la cama, por ejemplo. A veces por los sonidos que emitían, uno pensaría que... ahí hay muchos amarres, nalgadas... aunque Emma me lo niegue.
Y sí, estaba Kai en la cama de Emma, con todo el trasero al aire... aunque en ninguna posición extraña, sino durmiendo profundamente... y Emma no se encontraba allí. Cerré la puerta.
—Diego, Kai está aquí.
—¿Qué? ¿No que ya lo habían dejado? —preguntó, poniendo los ojos en blanco. Abrió la puerta—. Kai, tengo que hablar algo contigo.
—¿Qué? —Se incorporó y nos quedó observando a los dos, mientras se tapaba bien con las frazadas—. ¿Me vienen a regañar porque caímos... de nuevo? ¡Ella me dijo que no podía dormir!
Entorné los ojos.
—Oh, muy hombrecito, Kai.
Me lanzó una mirada con los ojos entre cerrados.
—Sabes que es broma, ¿puedo levantarme tranquilo o quieren mirar? Les advierto que no tengo nada puesto.
—Kai, pasó algo. —La seriedad en la voz de Diego fue suficiente para dejarlo paralizado. Mi preocupación —que por unos segundos— se esfumó, volvió a la carga. Algo pasaba y era grave.
—¿Qué? —Kai me hizo una seña con sus bóxer en la mano, para que me diera vuelta, y lo hice con el corazón en la mano, desesperada para que Diego hablara de una vez.
—Papá llamó, me ha dicho que el abuelo está enfermo. —Diego comenzó a caminar hacia el living.
—¿Muy enfermo? ¿enfermo como una gripe o...
—Muy enfermo. Le quedan meses de vida... quizás menos.
Kai se dejó caer en el sillón, destruido. Su mirada perdida me abrumó. Me senté a su lado mientras Diego no paraba de moverse.
—¿Estás seguro? Dime que me estás jodiendo.
—Seguro... puede ser un mes, tres... seis. No...no lo saben. Le encontraron un cáncer en etapa 4, están haciendo más estudios, pero todo indica que se ha ramificado.
Kai apoyó la cabeza entre sus manos y se quedó en silencio. Me acerqué a Diego y lo abracé, lo abracé fuerte. Sabía lo mucho que le dolía esa noticia. Ya me sabía infinitas de las historias de la vida de su abuelo, contadas por Diego y Kai. Eran grandes admiradores de él, y había llegado el momento de tener que despedirse de un héroe, de otro padre... despedirse no solo por una enfermedad horrible que lo atacaba, sino porque la vida misma es así. Y con su abuelo, ya de casi ochenta años, era inevitable no pensar en que el tiempo lo iba a alcanzar.
—¿Tú abuelo está en el hospital? —me atreví a preguntar.
—Sí, pero no saben si seguirá allí o lo enviarán a la casa con algún tratamiento paliativo. —Diego tenía los ojitos caídos y su boca estaba a punto de formar un puchero. Lo abracé fuerte, y esta vez, él me estrechó contra su cuerpo. No quería verlo sufrir por nada del mundo y en ese momento habría dado mucho para que esa llamada del papá nunca hubiese sucedido.
Nos quedamos así unos minutos, hasta que Kai habló con la voz entre cortada:
—¿Cuándo nos vamos?
Esa pregunta quedó flotando en el aire unos segundos que se me hicieron eternos. Era como si no alcanzara a entender del todo, qué significaba lo que sucedía. Cuando comprendí a qué se refería... mi corazón se hizo bolita y apreté los dedos en la piel de Diego. Era obvio lo que tenían que hacer y me sentí una idiota por no haberme dado cuenta antes. Respiré profundamente y esperé la respuesta de Diego. Me dio un beso en la cabeza mientras yo lo abrazaba, antes de hablar:
—Mañana, papá ya compró los pasajes.
Cerré los ojos y me concentré en su olor que siempre me llevaba a un lugar tranquilo.
A Alemania, mi novio volvía a Alemania; y si la vida seguía empujándolo a ese lugar una y otra vez, me iba a volver loca.
Quería preguntar por cuánto tiempo se irían, pero dentro de mi corazón sabía que el retorno dependería de la salud de su abuelo. Sin preguntar, yo sabía que los dos iban a pausar su vida, para ir a verlo el tiempo que fuese necesario.
—El abuelo por supuesto a pedido que vayamos a verlo, pero no solo eso...quiere... quiere que nos quedemos en Alemania hasta que...
No necesitaba terminar la frase. Se iba y no sabía en cuánto tiempo lo volvería a ver.
Kai me quedó mirando a mí, y luego su mirada se desvió a sus manos que arrugaban un papel suelto. Se puso de pie, asintiendo... aceptando lo que estaba sucediendo. Comenzó a caminar hacia su habitación. Zanahoria, despertándose perezosamente, apareció en ese instante pidiendo que alguien le acariciara la barriga. Kai la cogió y se la llevó.
—Perdóname —susurró Diego en mi oído.
Meneé la cabeza, no iba a ser yo otro problema. No es para eso que somos una pareja. Las parejas se apoyan y comprenden cuando las situaciones están por sobre ellos. Esta era una situación de esas, y no lo iba a dejar solo.
—Es lo que tienes que hacer, yo te voy a estar esperando —repliqué, con mil cosas más que decir atorándose en mi garganta, pero todo me parecía inapropiado, nada de lo que yo pudiese sentir por su partida, era comparable a lo que él sentía. Me dolía el corazón, no únicamente porque se iba, sino que él sufría, y verlo sufrir era horrible.
En ese instante me enojé con la vida. Tenía preguntas que no iban al momento, pero que no podía evitar: ¿qué sucedería con el enorme departamento que compartíamos? ¿qué sucedería con sus estudios? ¿pensaba quedarse allá todo el tiempo o ir y volver?
Resoplé, porque nada de eso era importante en ese instante.
—Pueden ser meses, Laura.
Tragué saliva.
—¿Te quedarás allá todo el tiempo?
—Sí, no me atrevo a volver hasta que... suceda.
Maldita Alemania
—Te iré a visitar.
Diego me sonrió, Kai apareció vestido.
—Ire a organizar las cosas en la of...
La cerradura de la puerta sonó y se abrió. Emma apareció con la misma cara que ponía cada vez que iba a comprar. Las bolsas pesadas que llevaba en las manos, la tenían apenas entrando a la casa. Dejó las bolsas en el suelo y cerró la puerta con el pie.
—Odio ir a comprar. No lo haré más. Oye, ¿nadie se dio cuenta de que afuera hay un chico...—Cerró la boca de golpe y buscó en mí, alguna respuesta de por qué todos parecíamos desdichados—, ¿me tengo que sentar para lo que me tienen que decir?
—Yo le cuento —le susurré a Diego. Vi a Kai, haciendo una estupidez para variar: tratando de salir, pasando por arriba de las bolsas y a la vez Emma, saludándolo con un abrazo, beso y ¿saludo de mano?
Ya todos sabemos que Kai dormía como diosito lo trajo al mundo en tu cama.
Emma lo quedó observando con cara fucsia hasta que él salió. Diego me quedó mirando y en otro momento nos habríamos largado a reír, sin embargo, solo resopló y fue a su habitación.
Tenía ganas de agarrarme como monito a una de sus piernas y que me llevara con él a todas partes, no me quería separar. Los dos meses que estuvo estudiando en Alemania se me hicieron infernales.
Hice un puchero a Emma y le conté lo que había sucedido.
***
—Está perfecto —murmuró Emma, dejando las hojas sobre mi cama. Había tardado tres semanas en escribir lo que ella me había pedido.
—¿Sí? ¿Te gusta? —pregunté, curiosa.
—Sí, me encanta. Era justo lo que quería —suspiró ampliamente y me quedó mirando con carita de inocente—, ¿estás lista para que ahora yo me haga cargo, Laura Miranda?
Solté una risita.
—Si me dejas como una idiota, te demando por difamación. Sería capaz de ir donde la doctora Polo.
Resopló.
—Está difícil, porque... la verdad es que eres un poqu...
Le lancé un cojín que impactó de lleno en su cara.
—Este libro es tuyo. Te saldrá perfecto.
Sopló los cabellos que habían caído sobre su frente y luego saltó a abrazarme.
—Gracias bebé. Lo intentaré. Intentaré escribir una excelente segunda parte... y le pondré un poquito más de picante.
Alcé una ceja.
—¿Cuánto de picante?
—Como la ama Sofía nos enseñó.
________
Mis querid@s y amad@s lector@s, sin su insistencia... este bebé no habría visto la luz jeje.
¿Quieres que te dedique el próximo capítulo? Coméntame en este capítulo!!! Escogeré a una personita cada vez. <3
Muack!!!
Avance próximo capítulo
(...)
—¿Y hoy lo encuentro acostado en tu cama?
—En mi defensa, yo me fui a acostar sola. Desp...
Laura resopló.
—En mi defensa, mi abuela. Eres débil... igual que yo. Por eso no puedo juzgarte.
—Awww ¿Qué pasó? ¿Recordaste cuando te metiste con mi hermano y yo te lo había prohibido? —Me mantuve con una mirada acusatoria, tratando de evitar reírme—. Al menos yo no me pongo el pijama al revés.
—Shhhh —Miró la puerta abierta. Luego habló en voz bajita—: sabes perfectamente que no pude controlarme y que no me quedó otra opción que... caer.
Solté una carcajada.
—Eso te pasó por zorrita, Laura Miranda.
Se encogió de hombros.
—Le echo toda la culpa a Oliver.
—Y yo a Kai.
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