Prólogo
Noemí Higgins
En la mayoría de historias, tocas fondo para que luego todo vuelva a estar bien.
Usan frases como "cuando el cielo se ve más oscuro es porque está por amanecer". Pero nadie te dice que lo más probable es que vuelvas a caer en tus viejos hábitos. No importa cuánto te costó subir, cuánto te esforzaste, o si esta vez tenías más esperanzas que la vez anterior. Es como una montaña rusa, cuando sientes que estás en lo más alto y puedes tocar las nubes, la gravedad te recuerda que todo lo que sube, baja.
Y cuando vuelves al piso, te quedan dos opciones; volver a intentar salir, o rendirte.
Yo no soy de las que se rinden.
O eso pensé durante mis dieciocho años de vida.
Pero luego de perder a mi mejor amiga, de perder a mi hermano por segunda vez, de perder la confianza de mi tío y de que el chico del que estoy enamorada, me regañe cada vez que me ve. Rendirse suena tentador.
Estaba sentada en el borde de la ventana con mis audífonos puestos, tratando de que plasmar algo en mi libreta de dibujos me diera paz. Pero cuando mi vista fue al exterior de aquella enorme casa que ya se estaba transformando en mi hogar, pude apreciar al chico tatuado bajando de su costoso auto, igual que todos los días.
De inmediato, pensamientos involuntarios llenaron mi cabeza, recuerdos de la noche que creí que lo perdería.
Flashback
Ver como Edwin se paseaba de un lado a otro en el corredor de aquella casa, no ayudaba a mi pánico, es más, solo me causaba más ansiedad.
—Edwin, necesitas sentarte. —Recomendé limpiando las lágrimas involuntarias que descendían por mis mejillas.
—Ni siquiera pudimos llevarlo a un hospital— Balbuceo —¿Cuál es la probabilidad de que esto salga bien?.
—¿Probabilidad? ¿Piensas en probabilidades justo ahora? —Mi tono ofendido logró que detuviera su caminata y se plantara frente a mí con una expresión culpable.
—Lo lamento... Y-yo. Las matemáticas me ayudan a distraerme. —Se excusó y yo asentí tratando de sonreírle.
De pronto, interrumpiendo el silencio que ya se tornaba incómodo, el celular de Blake volvió a sonar. Lo quité de mi bolsillo solo para confirmar mis sospechas de que Marcus llamaba otra vez.
—Deberías responder. —Aconsejo Edwin.
—¿Cómo se supone que le explique a mi tío que ya no estoy secuestrada, pero que mi hermano está posiblemente encarcelado, mi mejor amiga está muerta y Blake se desangra en una casa de su jefe mafioso porque ni siquiera me dejaron llevarlo a un hospital?. —Mi voz se volvió a quebrar con cada palabra que pronunciaba.
—Así, tal y como lo acabas de hacer conmigo. —Alentó.
—Le daré un puto ataque al corazón.
—Necesitas que alguien te traiga ropa limpia. —Observo mis prendas ensangrentadas. —y necesitas que alguien venga y te dé contención, porque yo estoy más enfermo de los nervios que tú. —Bromeo.
Apreté mis labios forzando una sonrisa y asentí —Tienes razón, lo llamaré.
Tomé el teléfono de Blake, ya que él mío no pude recuperarlo después de que me secuestraran. Lo desbloqueé y cuando estaba a punto de marcar el contacto de Marcus. Akim salió de la habitación abruptamente e inevitablemente ambos lo observamos con ansiedad.
Ni siquiera comprendía demasiado bien que hacía el jefe de la mafia japonesa en España, pero no me parecía demasiado extraño, después de todo las personas que mando para hacer su trabajo terminaron causando un caos y llevaba meses sin ver a su hijo.
—¿Cómo está?— preguntó rápidamente Edwin.
—Estable. —dice y logró sentir como la presión en mi pecho disminuye un poco. —Perdió mucha sangre, por lo que tuvieron que hacerle una transfusión. La cirugía salió bien y ahora solo le queda guardar reposo y recuperarse.
El hombre asiático e intimidante, esta vez posó su mirada en mí, entonces, viéndolo directamente, note su parecido con Edwin. —Tú eres la hermanita Higgins, ¿no?. Es una pena tener que conocernos en esta situación, yo...
—¿En qué otra situación nos llegaríamos a conocer? —Inquirí con molestia, pues su actuar con todo el caos realmente me enfado.
No dejo que viéramos a Blake en horas, no nos permito llevarlo a un hospital, solo se limitó a respondernos a Edwin y a mí en monosílabos y eso me cabreo bastante.
—Tienes el carácter de tu hermano. —Una media sonrisa se divisó en sus labios. —Es tarde, si quieres, puedo pedirle a alguien que te lleve a casa para que te cambies. Mañana puedes volver.
—Si crees que dejare a Benyamin aquí, bajo tu cuidado, estás demente. Para mí tú no eres el tipo que lo salvó, eres el tipo que se negó a llevarlo a un hospital.
—¿Qué consideras que hubiera pasado si lo llevaba a un hospital, Noemí? —Preguntó atónito. —No puedo perder a dos de mis hombres en un día.
Nahim...
—Mi hermano... Él... ¿Puedes sacarlo?
—No tengo poder aquí, será difícil, pero trataré de mover mis contactos. —Asentí lentamente y lo vi marcharse por aquel corredor con su teléfono en mano.
—Akim— lo detuve antes de que fuera demasiado tarde. Baje la mirada y me trague mi orgullo. —Gracias. —Murmuré.
—Aún no agradezcas. —Dijo para continuar con su camino y dejarlo nuevamente solos en el corredor de la mansión clandestina que Akim había preparado para él.
Fin del Flashback
La puerta de mi habitación se abrió, sacándome de mis recuerdos y por supuesto ya sabía que era él.
Me quité un audífono y sin voltear a mirarlo murmuré débil:
—Hola, Blake.
—¿Cómo sabías que era yo?— preguntó cerrando la puerta y avanzando con lentitud antes de sentarse junto a mí.
—Vi cómo te bajabas de tu auto. Y Nate y Marcus golpean antes de entrar.
Él sonrió, lo percibí de reojo, pues no era capaz de mirarlo a los ojos desde hace meses.
—¿Cómo estás?
Como la mierda, pero eso Blake ya lo sabía.
—¿Podemos saltarnos la parte donde te digo que "bien"? Porque es obvio que Marcus ya te dijo toda su versión antes de que subieras.
Acabaré en un hospital con enfermeras que me obligarán a comer y me pondrán agujas para darle vitaminas a mi cuerpo.
—Marcus me dijo que sigues sin comer, sí. Pero ahora quiero escuchar tu versión.
No respondí, mi versión no tenía sentido. Solo soy que soy una estúpida que no sabe sobrellevar situaciones difíciles.
Pero Blake se vio en la necesidad de llenar el vacío de la habitación.
—Son las cuatro de la tarde. ¿Por qué no salimos de aquí por un rato? —propuso —podemos ir al cine o al parque. O podemos quedarnos aquí y ver alguna película con Nate y...
Cada palabra suya no hacía más que irritarme y ni siquiera sabía la razón.
—¿Por qué no simplemente dejas de esforzarte?.— declaré mirándolo a los ojos por primera vez en toda nuestra conversación.
No quería que viera mis ojeras, mucho menos mi rostro hinchado de tanto llorar, pero quería que dejara de esforzarse.
—Porque me importas. Y me preocupas. Y necesitas comer.
—¿Qué es lo más grave que podría pasarme? ¿Morir?—me burlé.
—No digas eso.— reclamo.
—¿Por qué no?. Mi mejor amiga lo hizo, se murió y mi hermano... no está muerto, pero también se fue.
—¿Por eso intentas alejarme?— trato de comprender mi humor.
—Todos me dejan. Tarde o temprano tú también lo harás, solo estoy apresurando las cosas.
—Si te refieres a lo que me dijiste el otro día. Mi respuesta sigue siendo no.
—Termine contigo, Benyamin. No es algo en lo que puedas decidir.— dije firme antes de fingir una risa cínica. —Ni siquiera sé por qué digo que "terminé contigo". No se puede terminar algo que jamás...
No me atreví a terminar la frase, quería alejarlo, pero mi corazón dolía cada vez que lo lastimaba.
—¿Qué jamás comenzó?— inquirió. —¿Y todos estos meses? ¿Qué fueron? ¿Un juego?
—Solo estábamos calientes. Era el maldito efecto de querer tener lo que nos prohibieron tener, solo eso.
—¿Fue solo "un efecto" decir que me amabas?
—Quizás lo fue.
—Bien, entonces esto se acabó.— nos señaló —Pero ten en claro que eso no cambia nada. Seguiré viniendo cada día a verte, continuaré preguntándole a Marcus por ti, vendré a pasar tiempo con Nate, ya que tú no lo haces. Porque, aunque me mandes a la mierda, yo tengo un compromiso con Nahim y a diferencia de mi promesa anterior, planeo mantenerla.
—Haz lo que quieras.
—Bien.
—Bien.
Salió de la habitación dando un portazo y yo volví a ponerme mis audífonos mientras lanzaba mis dibujos lejos. Lágrimas salieron por mis ojos, estaba frustrada, cansada, triste, asqueada. Ni siquiera sabía por qué no podía aferrarme a las personas que me amaban y continuar con mi vida, estaba estancada, mi mente lo estaba.
Tomé el nuevo teléfono que tuve que comprar, en el no tenía nada más que un par de contactos, pues mi discordia corporal me causaba rechazo cada vez que tomaba fotos de mí. El primer contacto que guardé fue el de Scarlett, me sabía su número de memoria, ella era mi contacto de emergencia. Abrí su chat y le envié un mensaje, acto que se me estaba haciendo costumbre, pero de alguna forma sentía que, si hacía esto, podía comunicarme con ella.
"Te extraño mucho"
"Ni siquiera sé por qué escribo esto si ya no estás"
"ayúdame a salir de esto, estoy perdiendo la cabeza"
"Te necesito"
"Encontré el encendedor que decoramos juntas"
"Buenas noches, te amo"
"No sé qué hacer con mi tristeza ahora que no estás, tú eras quien me ayudaba"
Releí mis mensajes enviados antes y lágrimas cayeron sobre el teléfono. Ella nunca respondería, nunca volvería a escuchar su voz o sus audios que parecían podcast o sus mensajes contándome algún chisme que parecía cadena de WhatsApp, pero eso no quitó mis ganas de escribirle de nuevo.
"Dijiste que Blake te parecía bueno para mí, creo que tienes razón. Y yo no estoy acostumbrada a que los hombres con los que me acuesto me traten así, por eso quiero alejarlo. Lo amo, pero soy una carga para él"
Me sinceré y un suspiro de alivio despejó mi pecho.
—Ahora mismo desearía un audio de quince minutos donde ella hablara recordándome lo buena que soy y toda la mierda buena que me merezco. —Pensé.
Imaginen mi sorpresa, cuando mi celular sonó anunciando que Scarlett respondió mi mensaje.
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