Capítulo 7./ Tell me: Do you really want to hurt Me?
Tell me — Do you really want to hurt Me?
Benyamin Blake
Mi conciencia jamás ha estado limpia.
Mucho menos mis manos.
Joan era un ex militar y me enseñó a defenderme, a sobrevivir y si hacía falta, a atacar.
En mi interior sigo siendo un niño asustado, uno que ha sido tan lastimado que ataca antes de siquiera saber las intenciones del otro. Viéndonos por la superficie, todos creían que con el trastorno explosivo inminente, Nahim era el más cruel y sangre fría, cuando en realidad, él era un niño rico que sabía negociar y yo era el criminal. Un criminal que se dio el lujo de enamorarse.
Soy idiota si pienso que Noemí no saldrá lastimada en todo esto, o conmigo.
El corte que se hizo en su mano al tratar de recoger los vidrios es la prueba de mis palabras.
Me levanté de la cama y sujeté su cuerpo para arrastrarla hacia el baño para revisar su herida. La senté sobre la encimera junto al lavamanos y saqué el botiquín, o traté, porque estaba tan acelerado que terminé tirando todos los productos al suelo.
—Blake, necesitas calmarte. —Me dijo para bajar de la encimera y comenzar a recoger mi nuevo desastre.
Cerré los ojos, frustrado por mi torpeza. Ella al notarlo se levantó y trató de acariciar mi hombro, sin embargo, fui más rápido y di un paso hacia atrás evitando su tacto.
—Lo lamento, yo... No quería hacerte daño.
—Solo es un pequeño corte y fue un accidente. —Murmuró, pero al no verme tan convencido con sus palabras volvió a hablar. —¿Por qué no vas a limpiar los restos del vaso y yo curo mi herida?.
Asentí algo más calmado y la dejé sola en el baño. Limpié su habitación mientras mis pensamientos impulsivos me repetían una y otra vez que mi conciencia se manifestaba como pesadillas.
¿De verdad quieres lastimarme, Benyamin? ¿O es solo uno más de los trabajos que debes seguir?
Su rostro estaba repleto de golpes, sus muñecas y tobillos estaban heridas debido a las ataduras que lo mantenían prisionero, con suerte se mantenía despierto, sin dudar estaba hecho un desastre, pero su sonrisa de sádico no se quitaba y eso me orillaba a golpearlo más fuerte.
Recordé sus palabras y su aspecto en mi mente, empeorando mi paranoia.
Es por eso que cuando alguien tocó mi hombro di un fuerte sobresalto.
—Perdona, solo soy yo. —Su aguda voz logró que el alma me volviera al cuerpo.
Me volteé y quedamos frente a frente, tomé su mano lastimada entre las mías y noté el pequeño parche que cubría su herida.
—No fue nada grave, solo puse un parche para evitar pasarla a llevar. —Me explicó.
—Eso es bueno. —Suspiré.
—Ya podemos volver a dormir.
Yo no podré volver a hacerlo...
—Será mejor que me vaya al cuarto de visitas. —Sugerí y de inmediato ella se puso seria.
—Blake...
—Es tarde, mañana tienes clases. —Traté de evadirla y alejarme, pero sujeto mi brazo.
—Deja de actuar así. —Me advirtió. —Deja de sentirte culpable, solo fue un estúpido rasguño.
—Aun así...
—Hey— acarició mi rostro y por fin la miré a los ojos. Esos bonitos ojos que me hacían perder la cabeza. —¿Qué tienes? —Preguntó preocupada.
Llevaba meses sin ella y ahora soy yo quien buscaba tenerla lejos.
—No quiero volver a soñar lo mismo y hacerte daño. Me iré a la otra habitación donde debí quedarme.
—Basta ya... Tus malos sueños te están nublando el juicio. —Dejó un beso en mi mejilla. Su tibia respiración rozaba mi piel y calmaba mi mente.
—¿Por qué no me temes? — Apoyé mi frente en la suya algo más tranquilo. —Yo tengo miedo de mí mismo, pero tú te ves demasiado confiada en que no te lastimaré.
—Ya te lo dije. —Me sonrió. —No veo maldad en ti.
—He hecho cosas malas, mocosa. Cosas que me hacen convencerme de que no deberías estar conmigo.
—No, no digas eso. —Noemí sujetó mi rostro con sus frías manos. —Tú eres todo lo que quiero.
Sus palabras no lograron calmarme del todo, por lo que aquel sentimiento de miedo que me tenía con un nudo en la garganta actuó por mí.
Me aparté de su cuerpo y sujeté sus muñecas provocando que dejara de tocarme. —Ve a dormir, mañana tienes clases. —ordené.
Como si ella siguiera mis órdenes...
—No lo haré. —Ella se cruzó de brazos con una expresión molesta ante mi arrebato.
—Noemí...
—Blake...
La observé por unos segundos, comprendiendo que era capaz de quedarse toda la noche en vela con tal de acompañarme.
—¿Siempre debes obtener lo que quieres, no? —Alcé una ceja, retándola.
—Soy buena en ello. —Sonrió juguetona.
En cuanto vi esa bonita sonrisa en su rostro la cargué en brazos para dejarla caer sobre el colchón de su cama, ella soltó carcajadas silenciosas y yo me coloqué sobre ella, dejando su rostro frente al mío.
—Idiota —Me susurró.
—Mocosa testaruda.
Noemí rodeó mi cuello llevándome hacia ella para besar mi boca. Era suave, lento y con ternura, nuestros labios se rozaban y mi mente dejaba de buscar excusas para mantenerme lejos. Ella, su toque y nuestros sentimientos correspondidos me hacían perder la cabeza.
Mordió mi labio y rodeo mi cadera con sus piernas, evitando cualquier intento mío de alejarme. Nuestras lenguas comenzaron un juego excitante y podía percibir cómo su corazón y respiración se aceleraban.
Pero por más de que mi mente siempre me llevaba a buscar alguna excusa para que ambos termináramos a solas, este no era un buen momento. Era tarde, ambos debíamos levantarnos temprano por la mañana y la parte que más odiaba era que no podíamos ser ruidosos porque Marcus nos atraparía. Así que sin más, me termine alejando de su cuerpo.
—Hey, deja de morderme y duérmete. — Ordené cortando el beso y ella sonrió.
—Está bien —Dijo de mala gana rodeando sus ojos.
Subí la manta de la cama, arropándonos. Y sin quitarme de encima de ella, escondí mi rostro en su cuello inhalando su agradable aroma. Me relajé escuchando su corazón, logrando sentir mis párpados pesados y rindiéndome, cerrando los ojos.
—Blake...
—¿Mhm? —Logré musitar.
—Si tienes otra pesadilla, despiértame ¿Okey? Quiero estar ahí para ti.
—Está bien.
—¿Lo prometes? —Susurró.
—Lo prometo.
—¿Nerviosa?
—Para nada. No me interesa lo que ellos piensen de mí— Soltó tratando de autoconvencerse de su intento de mentira.
Sabía perfectamente que trataba de ocultar su nerviosismo, pero llevábamos diez minutos estacionados a las afueras de la universidad mientras su pierna se movía frenéticamente y sus manos jugaban con mi anillo hecho colgante que adornaba su cuello.
—Bien, porque ellos no saben nada de tu vida, mucho menos la verdadera historia de lo que pasó. —Traté de calmarla inútilmente.
—Todos ellos creen que mi hermano es un asesino de mujeres, que asesinó a mi mejor amiga. Por lo menos ya nadie recordará el rumor de que alguien se acostaba con el maestro de historia. —Muerde su labio inferior arrepentida de sus palabras en cuanto termina de decirlas.
—Hey —Tomé su mano.
—Lo lamento, no debí...
—No tienes que disculparte, mucho menos ocultar tus nervios por estar nerviosa.
—Es solo que... Esto apesta, ni siquiera sé con quién almorzar porque ella no está para acompañarme. —Su voz se quiebra y una lágrima desciende por su ojo.
Su tristeza me desmorona por dentro y solo logró sujetar su rostro entre mis manos y besar su frente.
—Es normal que te sientas así con todo lo que ha pasado. Y no conocí mucho a Scarlett, pero por lo que tú y Nahim me cuentan, de seguro le habría gustado que siguieras con tus proyectos y tu vida.
—Tienes razón, pero algunos días son más difíciles que otros.
—Lo sé, es por eso que te recuerdo que en los días difíciles estoy aquí para ti. —Limpié sus lágrimas con mis pulgares y ella sonrió sin mostrar sus dientes.
—¿Sabes que te amo? —Sorbió sus mocos con los ojos enrojecidos, al igual que sus mejillas.
—No tenía idea. —Bromeé antes de depositar un corto beso en su boca. Beso que ella devuelve dejándome con ganas de más, por lo que ahora tomo su mentón y la acerco a mis labios devorando los suyos con suavidad.
Como siempre que nos besamos, la suavidad y ternura no duran demasiado, pues ella mordió mi labio abriéndose paso en mi boca con su lengua, comenzando a entrelazarla con la mía en una lucha excitante que no dura demasiado, pues mi teléfono suena.
Me separé de ella y ví como volteaba los ojos ante nuestra horrible interrupción.
Al tomar mi teléfono y ver el nombre de Edwin en la pantalla no tardé en decir:
—Se le está haciendo un mal hábito interrumpirnos. —Murmuré sabiendo que ella también leyó su nombre.
En lugar de contestar solo silencio el molesto ruido y vuelvo a poner mi atención en la mocosa.
Sé que debe ser una llamada importante, pero no puedo responder delante de Noemí.
—Ya debo entrar. —Suelta con más confianza.
—Mensajéame antes de que acaben tus clases para recogerte, ¿Sí?.
—Está bien— dijo esta vez de mala gana mientras tomaba su bolso y bajaba del auto.
—Mocosa. —La detuve antes de que cerrara la puerta.
—¿Sí?
—Yo también te amo.
Ella sonrió antes de cerrar y comenzar a caminar dentro de la universidad.
Un nudo se hace en mi estómago al sentirme el idiota más cursi del planeta. Pero en cuanto mi celular vuelve a sonar todo mi cuerpo se tensa. Esta vez tomé la llamada y Edwin habló desde el otro lado.
—¿Dónde estás Blake?. Se supone que volverías anoche de madrugada. Mi padre te estuvo esperando.
—Tuve... Cosas que hacer. —titubee.
—¿De casualidad esas "cosas" tienen que ver con la pelirroja? —Su tono vacilón me hizo desear ponerle un alto.
—No es de tu incumbencia...
—Entonces si es por ella —me interrumpió acabando con mi poca paciencia.
—Iré de inmediato, adiós.
No dejo que responda y cuelgo para emprender camino a la mansión donde la familia Yamada se hospedaba.
Llego a la clandestina ubicación un tiempo después, pasando por seguridad y bajando de mi auto mientras siento las miradas fijas de los hombres que Akim contrató para proteger el perímetro.
La primera persona con la que tropiezo al entrar es Aaron, quien no luce muy feliz, pues los gritos enfadados de Akim se escuchan desde la entrada.
—¿Qué pasa? —le pregunté, pero Akim salió a mi encuentro seguido de Edwin.
—¡Se acabó! —Grita mi jefe con prepotencia —¡Ese hijo de puta es un estorbo! —Su dedo apunta en mi dirección y sé que viene una advertencia —Tienes hasta mañana para lograr sacarle algo o lo mataré de una puta vez.
Y aunque la idea de que ese bastardo deje de respirar no me molesta, su muerte podría ocasionar más problemas de los que ya hay.
Asiento sin pronunciar palabra e intercambio una mirada cómplice con Edwin. Akim no está molesto porque él no hable, está molesto por algo más y estoy seguro de que eso tiene que ver con la ausencia de Ayami. Pues ella se negaba a estar en esta casa hasta que el hombre del sótano hubiera sido liberado, y como su presencia era mi culpa, le ofrecí quedarse en mi apartamento.
A Akim le molestaba la naturaleza pacifista de su futura heredera, pero Ayami siempre fue así. No tenía la malicia suficiente, no tenía el estómago suficiente y por sobre todas las cosas, no tenía la sangre fría que hacía falta para esto. Edwin sí, pero para desgracia suya, él no era el favorito.
No tardé en desaparecer de la escena para bajar con rapidez al sólido sótano insonoro que estaba más bien hecho una sala de tortura.
Las paredes estaban hechas de concreto, al igual que el piso, las puertas eran de metal evitando cualquier intento de escape de las habitaciones, aunque si alguien por casualidad lograra escabullirse, había un par de hombres fuera esperándolos armados hasta los dientes.
Abrí la puerta e ingreso a una de las habitaciones y el sujeto de guardia cierra esta tras de mí. Mis ojos de inmediato van al hombre atado a la silla en medio de la habitación. Tiene la cabeza hacia abajo y veo que trata de abrir los ojos en cuanto siente mi presencia.
Avanzo hacia su moribundo cuerpo con cautela, para ponerme en cuclillas frente a él y ver su rostro desfigurado debido a los golpes, sangre cae por su nariz y boca, también por los cortes que tiene en los pómulos. Uno de sus ojos está inflamado debido a un hematoma y su respiración es irregular.
Lleva cuatro meses aquí y puedo asegurar que han sido los peores de su vida.
—Pensé que tardarías más en volver. —Se da el lujo de soltar frases retadoras. —¿Es que acaso me extrañaste?
—Nada más de juegos, Samuel. Te traigo un ultimátum. O me das alguna dirección en la que pueda estar Pietro... O tendré que matarte.
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