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Capítulo: 1

Hace una semana que comenzó el verano. El calor se ha adueñado de la ciudad, como todos los años en esta época del año. A Matt siempre le ha gustado el calor de España. Desde que vino de Argentina con nueve años, nunca se ha cansado de él. El país le impresionó mucho, la gente alegre y eufórica y las distintas tradiciones en cada región.

Matt vive con su madre, en un pequeño piso en el centro de la ciudad. Sus padres se divorciaron el año pasado y la custodia recayó sobre la madre del joven. La mujer quería cambiar de aires y olvidar su tierra natal. Matt ha terminado este año el primer curso de un bachiller de artes. La fotografía es su mayor pasión. Desde pequeño, fotografiaba todo lo que llamaba su atención.

-¡Matt! ¡Voy a salir a hacer unos recados!- le avisa su madre entreabriendo la puerta de su habitación.

-Vale, mamá- le sonríe- yo he hecho planes, no vendré.

-Pásalo bien, hijo. Te esperaré hasta lo hora de cenar- se acerca a Matt y le da un beso en la mejilla como despedida. Él le dice adiós con la mano hasta se desaparece del cuarto, cerrando la puerta tras de sí.

Matt escucha como la puerta de la casa se cierra. Mira su reloj de pared, tiene diez minutos hasta que ella llegue. Nervioso, comienza a recoger su habitación. Conoció a esta chica pocos días antes de que la primavera diese a conocer su fin. Fue un encuentro que ninguno de los dos buscó. Que, a simple vista, ninguno necesitaba. El destino decidió que no era así e hizo que sus miradas se encontraran aquella tarde de mayo. Matt no ha hecho muchos amigos en la ciudad, la verdad, tampoco ha puesto mucho empeño en conocer gente nueva. Siempre le ha gustado estar sin mucha compañía. No es un defecto, simplemente es una forma distinta de convivir. En este caso, contigo mismo.

Faltan tres minutos y a ella le encanta llegar puntual. Con tres grandes zancadas, cruza la habitación y se mira en el espejo. Se alisa su camiseta con las manos, evitando cualquier imperfección. Debe estar impecable. ¡Qué ganas tiene de verla! No han tenido la oportunidad de verse durante los últimos días, la joven estaba de exámenes finales en el último curso de educación secundaria obligatoria. Para ellos, las clases finalizaron hace dos días.

Un agudo timbre suena desde el otro extremo de la casa. ¡Ya está aquí! Y, como había dicho, puntual, como siempre.

Matt corre por el pasillo y llega a la puerta de entrada. Respira hondo y expulsa el aire mientras abre la puerta. Una jovencita de baja estatura y largo pelo rubio aparece ante él. Ambos comparten sonrisas y ella se abalanza sobre él, regalándole un tierno beso en los labios. Se separan al cabo de unos segundos.

-Hola, Andrea.

-¡Oye, no es justo!- se queja Dani.

-¿El qué no es justo?-  ríe Paula escandalosamente- Te he ganado dos veces de forma legal. ¡Envidioso!

-¡Venga ya! Este cacharro no funciona…- dice dándole golpecitos al mando de la Wii.

-Tu échale la culpa al mando- reprocha Paula sin dejar de reírse. Le encanta picarle.

Ya han vivido muchas tardes como esta. Muchas veces, Paula echa la vista atrás, cinco meses para ser exactos. Los que Dani y ella llevan compartiendo juntos. Unos meses llenos de sentimiento y alguna que otra pequeña discusión, pero que siempre han acabado en intensos abrazos.

El muchacho mira a Paula que sigue a riendo a carcajadas. Poco a poco, se va aproximando más a ella hasta que la envuelve en sus brazos, sin dejarle escapatoria.

-¡Suéltame!- le pide ella con alguna pequeña risilla.

-Creo que no- le contesta él. Acto seguido, comienza a hacerle cosquillas en los costados. Descubrió hace mucho que era su punto débil. Paula intenta zafarse, pero le tiemblan las piernas y acaba sobre el suelo, con Dani encima.

Ahora nadie ríe, solo se escucha la respiración agitada de la joven. Estar tan cerca de él aún le provoca esos nervios inocentes que, tal vez, perduren para siempre. Dani estira el brazo y la acaricia la mejilla con los nudillos de la mano mientras la mira con ternura y admiración. Automáticamente, Paula se muerde, nerviosa, el labio inferior. El muchacho suelta una pequeña sonrisa, y termina rozando su labio con la yema de los dedos. Acaricia esos labios que no tarda en sellar con un dulce beso que se intensifica cada segundo.

-Creo que con este beso hemos quedado empatados por esta tarde- le dice la joven sonriente.

-¿Empate?

Vuelve a acercar su rostro al de ella y, esta vez, la besa de forma más suave y tierna. Como su fuese un frágil juguete de cristal.

Paula se hace de rogar pero cae en sus redes de nuevo.

-Está bien, tú ganas. Pero solo por esta vez.

-Tengo un plan mejor, ¿y si dejamos a un lado nuestro empate por hoy?

Y, antes de que pronunciase ni una palabra más, docenas de besos les cubren en esa tarde. Besos tiernos, intensos…pero todos ellos llenos del sentimiento. 

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