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***ADVERTENCIA: el capítulo toca temas sensibles y el uso de ansiolíticos sin supervisión médica. No se automedique y si se siente identificade, por favor vaya a terapia y busque ayuda<33***

Enero había pasado tan rápido como un suspiro. Si bien, todo el año su restaurante se encontraba lleno de gente, lo que era diciembre y enero el trabajo se multiplicaba por mil. Todo el mundo se tomaba vacaciones, por lo que estos meses eran los mejores para el mundo gastronómico.

Todos los años eran lo mismo y ni aun así podía decir que se acostumbraba. El ambiente de la cocina es algo de lo que jamás podría estar 100% listo de enfrentar.

Dejó escapar un suspiro largo y hondo, como si este se hubiera iniciado desde lo profundo de su ser, a la vez que desabrochaba los primeros botones de su chaquetilla de cocina y se dejaba caer en el sillón de su oficina.

Estaba cansadísimo.

Los años anteriores, si bien, había sido igual de agotador, estas semanas habían logrado llevarlo al borde de la locura. Y es que no solo el estrés que significaba el trabajo y la inminente boda lo tenían a punto del colapso, sino que todo su lío emocional que involucraba a Chuuya y su lazo... era horrible. Realmente no quería seguir sintiendo aquel nudo en la boca del estómago y su constante sensación de vértigo cuando su mente decidía recordarle todo lo que el omega le había contado.

Ni siquiera el aumento en su carga laboral le había ayudado, solo empeorado.

Suspiró una vez más.

Afuera de su oficina podía escuchar cómo todos corrían, los cuchillos sonando al chocar contra las tablas de cortar, las sartenes emitiendo chirridos al saltear los alimentos y las voces de sus empleados cantando las órdenes. Había escapado justo en el momento del rush delegándole la responsabilidad a Kunikida (quién querría matarlo si no fuera su jefe) y yendo a esconderse. El estímulo estaba siendo demasiado.

No había visto a Chuuya desde la fiesta de Año nuevo en la casa de los Akutagawa, donde el omega se había vuelto íntimo amigo del peliblanco que trabajaba en casa de su prometido. No, no es como que lo haya confirmado, solo que para él era demasiado obvio.

Y no, no eran pensamientos provocados por los celos. Él jamás podría estar celoso de alguien como Nakajima ni mucho menos... aquel beta nunca sería su competencia. ¡Ni siquiera podía posicionarse a su lado de ser así! Una competencia entre ambos es de hecho inexistente.

No, no son celos. Sólo se había dado cuenta de la rápida conexión que ambos tuvieron.

Gruñó.

Él jamás había logrado que Chuuya se le pegara de esa forma... ni que le sonriera tan brillante y dulcemente como lo había hecho con aquel chico.

Ugh...

Se vino a su oficina para tranquilizarse pero el estar encerrado con sus pensamientos solo lograba hacerlo sentir peor.

—¡Dazai!—la puerta fue abierta de manera estruendosa, dejando ver a un ofuscado y sudoroso Kunikida. —No es mi intención molestarte en tu descenso hacia la locura, pero ¡la maldita cocina está a tope y llegó la reserva!

—Maldita sea, Kunikida...—gruñó Dazai, llevándose una mano hasta los ojos. Había olvidado la jodida reservación que una importante empresa había hecho hace unas semanas.

Y si decía jodida era porque era bastante jodida... Aquella empresa recurrentemente realizaba reservaciones en el restaurante para realizar sus muy importantes almuerzos ejecutivos y a pesar de ser muy meticulosos (no por nada eran un lugar de alto estatus) siempre pero siempre tenían alguna queja respecto a algún plato o hacían que cambiara alguna cosa. Nunca podía contentarles con el servicio... Aun así, seguían reservando.

Dazai (y los demás cocineros y personas del salón) no entendía por qué seguían yendo si todo les molestaba.

Se puso de pie, gruñendo fuertemente. Recién el reloj marcaba las tres y cuarto de la tarde, y su turno terminaba a las nueve de la noche. Quería morir.

—Bien, vamos...—intentó que su voz sonara animada pero ni siquiera algo tan básico como eso podía lograr.

Que siga el sufrimiento.

Por fin llegaba febrero y con ello un pequeño respiro de todo el trabajo. Aunque con ello significara que tendrían que seguir con las preparaciones de la boda.

Suspiró cabreado. Las preparaciones se le estaban haciendo eternas. Y para empeorarlo, la otra semana su celo debería estar por llegar (realmente era seguro, puesto que era muy regular en cuanto a su ciclo), así que debía prepararse para pasar unos cuántos días fuera soportando el calor y todo el tumulto de hormona alocadas.

Los días se sintieron monótonos; se levantaba temprano para ir al restaurante donde estaría mayormente encerrado en su oficina revisando todo lo que tenga que ver con el área administrativo y si lo ameritaba, iba a la cocina a prestar apoyo. Aunque pocas veces pasaba cuando era temporada baja; Kunikida tenía la capacidad de llevar bien los momentos del rush.

Así que simplemente su día era estar allí, encerrado en cuatro paredes, leyendo documentos, actualizando otros, perdiendo el tiempo en su teléfono y bebiendo un poco de sake.

Las personas más cercanas a él (Kunikida y Fukuzawa) notaron que algo raro estaba pasando con él en base a esto mismo. No es de extrañar que Dazai prefiriera estar en su oficina por sobre la cocina (después de todo, allí contaba con aire acondicionado y un mini bar, además de un acolchado sillón), pero este lugar siempre había sido refugio de la cocina y pocas veces avanzaba con el papeleo... era algo que odiaba hacer. En cambio, ahora cada vez que Kunikida entraba a la oficina por algún asunto, veía a Dazai sentado en su escritorio con todo el montón de papeles, el ceño fruncido y una pluma en su mano, completamente concentrado.

La primera vez, fue un shock tan grande para él que se quedó unos minutos contemplando la escena, olvidándose incluso de lo que venía a hacer. No fue hasta que Dazai reparó en su presencia y lo sacó de su estado que volvió en sí. Kunikida, incómodo por la situación y su propio estado, recordó lo que venía a hacer y se fue, no sin antes darle una mirada a Dazai y terminar de convencerse de que lo que estaba viendo no era un espejismo o una ilusión creada por el intenso calor de la cocina.

La segunda vez, fue un poco parecida a la primera, solo que la curiosidad fue el sentimiento que predominó en él y el shock fue mucho menor. Y ya la tercera, cuarta y las que siguieron, simplemente estuvieron llenas de preocupación.

Fue por ello que apenas pudo, habló con Fukuzawa sobre el asunto (más que nada expresándole su preocupación por Dazai). Este le dio la razón, habiendo dándose cuenta del cambio en el comportamiento de su hijo.

Y Dazai también lo sabía. Sabía que más de alguno estaba extrañado con su actitud, incluso el mismo. Y es que ya no sabía qué hacer para que su mente se calmara de una vez por todas. Tenía tantos pensamientos intrusivos en su vida diaria que necesitaba de manera urgente distraer su cabeza.

Y le estaba funcionando. Meter su cabeza de lleno en todo este papeleo y leer incontables artículos le estaba ayudando que esos desagradables sentimientos desaparecieran por lo menos un rato.

Temía que cuando llegara finalmente su celo su mente estuviera tan vulnerable que lo hicieran pasar unos días terribles. Pero a la vez quería "pensar positivo" y que su alfa interior tomaría en control. Dejando que sus instintos simplemente salieran a flote.

Suspiró. Ya solo quedaba mañana para trabajar y luego se iría al hotel que solía ir a hospedarse para pasar su celo.

Levantó sus brazos sobre su cabeza, estirando sus articulaciones y músculos entumecidos por la posición que estuvo durante la tarde. Vio la hora en su teléfono, ya casi eran las diez de la noche, el restaurante estaba por cerrar.

Escuchó un golpe en la puerta, llamando desde el otro lado.

—Adelante—contestó, lanzando un bostezo.

La puerta se abrió y apareció Fukuzawa en el lugar.

—Ya terminó el servicio—habló él, sentándose frente a Dazai. —Quedan unas cuantas mesas pero ya solo les falta pagar.

Dazai asintió con la cabeza, dejando caer su espalda contra el respaldo del sillón.

—¿Hubo mucho trabajo?—preguntó Dazai solo por preguntar. No había tocado la cocina en todo el turno y no se sentía mal al respecto.

—Lo normal.

Hablar con su padre siempre era... curioso. No era una persona demasiado abierta y aunque en otros momentos solía intentar sacarlo de sus casillas para que mostrara más expresiones, ahora no estaba con el ánimo suficiente para sacar sus mejores ocurrencias.

—Ya veo.

El silencio los rodeó unos minutos antes de que Fukuzawa carraspeara y decidiera volver a hablar.

—Mañana no vendrás a casa ¿no?

Dazai negó con la cabeza.

—Pasaré la noche en el hotel de siempre... Y los dos días restantes.

Fukuzawa asintió.

—Osamu... sabes que no me gusta inmiscuirme en tu vida privada pero sigo siendo tu padre y me corresponde preguntarte si todo va bien—directo, como siempre.

Dazai cerró sus ojos un momento y soltó una pequeña risa. Aun no quería exteriorizar sus sentimientos con otras personas, no se sentía preparado (y bueno, tampoco es como que se sincerara con facilidad). Así que solo negó con la cabeza.

—Todo bien, no pasa nada.

Fukuzawa lo miró un segundo, sin cambiar su expresión.

—Jamás te he presionado a hablar—dijo, con tranquilidad. —Pero nunca has podido mentirme. Soy tu padre y quién ha estado contigo desde que tu madre murió.

Dazai se removió en su lugar, incómodo. No solía hablar casi nunca de la muerte de su madre y en estos momentos su mente no quería ser atacada con otro tema más que quiso casi enterrar en lo profundo de su cabeza.

—Lo sé—respondió desganado. —Pero no es necesario que te preocupes, de verdad—dijo. —Si necesito algo te lo haré saber ¿bien?

Es respuesta pareció dejar un poco satisfecho al alfa mayor.

—Bien—asintió al cabo de unos momentos. —Cerraremos pronto. Deberías guardar ya para que vayas a casa a descansar.

Dazai volvió a bostezar.

—Lo haré.

Fukuzawa se puso de pie luego de asentir con la cabeza y salió.

Una vez que se vio solo, volvió a soltar un suspiro, agotado. Estaba tan cansado de todo...

Bufó. Ya no quería seguir sentado en este lugar.

Se puso de pie, tomando su gabardina y su bufanda, a la vez que rápidamente tecleaba en su pantalla, abriendo la aplicación de WhatsApp para enviarle un rápido mensaje a Ryuunosuke.

"Dazai O.

Estoy volviendo a casa."

Unos segundos después recibió un mensaje de vuelta con un seco "Ok." Rodó los ojos. Ryuunosuke nunca había sido de muchas palabras, pero sentía que últimamente estaba siendo más seco aun. Quiso pensar que podía ser el estrés de la temporada alta y de la boda... Aunque a pesar de ello, sintió una molestia nacer en su pecho.

Bloqueó el teléfono y lo guardó en su bolsillo.

Cuando salió, la mayoría de los trabajadores de la cocina ya estaban terminando de limpiar. Se despidió de ellos a viva voz y salió al salón, donde la escena se repetía con los meseros cambiando los manteles de las mesas y ubicando los cubiertos limpios y pulidos previamente.

Vio a su padre junto a la barra.

—¿Listo?

Dazai asintió.

—Adelántate—le dijo. —Yo cerraré.

—Bien, nos vemos en casa.

—Nos vemos.

Y Dazai salió en busca de su automóvil para irse a casa.

La alarma sonó fuertemente sacándolo de su sueño. Lanzó un bostezo antes de estirar su mano para apagarla y revisar la hora; diez para las ocho de la mañana.

Volvió a bostezar a la vez que se tallaba los ojos y se incorporaba en la cama. A su lado, vio el cuerpo de Ryuunosuke tendido y dándole la espalda. Sintió que aquel nudo en su estómago que ya solía acompañarlo todos los días volvía a aparecer apenas recobraba un poco la consciencia.

Odiaba tener nauseas tan temprano...

—Ryuu—le llamó, moviéndolo un toque para que despertara (aunque probablemente ya estaba despierto, solía tener el sueño liviano).

—¿Mm? —le escuchó murmurar.

—Son las ocho.

Vio como su cuerpo se encogía ante ello, enrollándose entre las frazadas. Era algo que el omega siempre hacía en las mañanas de invierno, como si con ello se negara a aceptar la realidad de salir de la cama.

—Ya voy—respondió finalmente, soltando las sábanas y dándose la vuelta, quedando de espaldas contra el colchón.

Miró con dificultad a Dazai, aun medio dormido y lanzó un bostezo.

—Buenos días—le dijo Dazai.

—Buenos días—le respondió de vuelta, con voz ronca.

Dazai se colocó de pie, calzándose con sus pantuflas y vistiendo su bata sobre su pijama. A pesar de tener la calefacción encendida, se podía sentir el clima frío que hacía fuera.

Abrió las cortinas, dejando que la luz natural entrara para iluminar la habitación. Afuera nevaba suavemente, lo cual respondía porqué hacía tanto frío.

—Me iré a duchar—le dijo a Ryuunosuke, quién ya estaba más despabilado revisando su teléfono.

—Claro, tómate tu tiempo—le respondió, indiferente. —Yo entraré un poco más tarde.

—Bien.

Así que sin más tomó su propio teléfono para conectarlo en los parlantes de la ducha (algo que hacía siempre cuando se bañaba) y se metió al baño. Conectó su móvil vía Bluetooth y abrió su Spotify. Solía escuchar las mismas canciones así que simplemente entró en la primera lista que vio en inicio y lo dejó a un lado. La suave voz de Freedie Mercury comenzó a llenar el ambiente al son de Bohemian Rhapsody.

Bajo las cálidas gotas de agua, Dazai quiso dejar su mente en blanco, simplemente permitir que las melodiosas notas y voz de Queen se apoderada de todo su ser.

Pero su ensoñación se rompió apenas escuchó como las bocinas emitían un fuerte estruendo gracias a la canción que salió; Deutschland de Rammstein.

Su corazón se aceleró y sus ojos se abrieron abruptamente al escucharlo.

Se apresuró en sacar su mano de la ducha, abriendo la puerta del showerdoor, para alcanzar el móvil que estaba sobre el mueble que contenía las toallas, justo a un lado.

Se puso increíblemente nervioso, queriendo cambiar la canción. Pero un segundo antes se detuvo.

Era obvio que este artista quedó luego de que Chuuya utilizara su móvil aquella vez cuando estaban en su auto... aquella vez que se besaron.

Cerró sus ojos, rememorando aquel momento, recordando la calidez y la suavidad de los labios de Chuuya, en cómo había querido probarlos nuevamente en más de alguna ocasión. Recordó su sabor y la explosión de emociones que le ahogó, como nunca antes lo sintió.

Frunció sus labios, pensativo.

Lo extrañaba, demasiado. Hace semanas que no lo veía y su alfa quería llorar por eso, pero había desistido de buscarlo. Era demasiado obvio que Chuuya no quería hablarle, había sido ya demasiado directo con él.

Y no podía culparlo. Después de todo, su cabeza completa era un lío y no sabía cómo actuar frente a las cosas que habían estado sucediendo, sobre todo con el gran e íntimo secreto que le había confiado.

La había cagado y recién ahora era cien por ciento consciente de lo que eso significaba.

Dejó el teléfono a un lado, dejando que simplemente sonara la canción y volvió a su baño, pensando en todos los sucesos en los que se había visto envuelto desde que conoció a Chuuya.

Diez minutos después, salió con su bata de baño envolviendo su cuerpo e ingresó a su habitación. Ryuunosuke aun estaba acostado en la gran cama viendo su teléfono. Parecía que estaba mensajeándose con alguien.

—¿Hablando con tu padre? —le preguntó, levemente interesado.

Ryuunosuke levantó la mirada de su móvil a la vez que lo bloqueaba y le miró.

—No.

—Ah. —Dazai lo sintió un poco extraño.

—No es nada importante—agregó luego el omega, sentándose en la cama y apoyando su espalda en las almohadas que estaban en el respaldo de ella.

—Bueno...—su voz salió un tanto dudosa. No sabía por qué el ambiente estaba un poco raro.

—No sabía que escuchabas a Rammstein—dijo Ryuunosuke, mirándolo de manera extraña.

Dazai carraspeó, dándole la espalda para buscar su ropa en el closet.

—No me gusta, solo escuché una canción una vez—intentó sonar casual, alzando sus hombros. —Ahora salió aleatorio.

—Ah claro.

Y nadie dijo nada más en un par de minutos después.

Dazai no quiso mirarlo nuevamente, pero podía sentir como Ryuunosuke siguió en tu teléfono. El sonido de las notificaciones de mensajes seguía llegando cada ciertos instantes y el roce de los dedos de él contra la pantalla era notorio.

Se vistió rápido, no queriendo sacar más tema de conversación.

—Recuerda que este fin de semana la pasaré donde siempre—habló Dazai, tomando su maleta hecha previamente por las empleadas de la casa con ropa y cosas que iba a necesitar durante su celo.

Una vez más, Ryuunosuke levantó la vista de su teléfono, mirándolo.

—¿Por?

Osamu enarcó una ceja.

—¿Cómo que "por"? —preguntó extrañado. El omega siempre había estado atento a las fechas en las que le llegaba su celo. Procuraba ser quién le dejaba la ropa y demás artículos (incluso a veces le preparaba algunos dulces y bombones, a pesar de no ser fanático de lo dulce). Pero ahora... ¿se había olvidado? —Mi celo.

Ryuunosuke abrió los ojos un toque.

—Ah, lo olvidé.

Lo olvidó...

Dazai se quedó en silencio en su lugar, con la maleta en la mano, siendo demasiado consciente de su peso. ¿Qué estaba pasando que esa mañana estaba siendo demasiado incómoda?

—Bajaré a desayunar.

El omega asintió con la cabeza.

—Que te vaya bien—le dijo Ryuunosuke.

—Y a ti.

Y salió sintiéndose miserable, como nunca antes en su vida.

Cerca de las siete de la tarde, Dazai iba entrando al hotel donde había reservado para ese fin de semana. Estaba tan cansado que simplemente subiría para cambiarse de ropa y luego bajar al restaurante y bar que estaba en el primer piso para cenar, así distraería su mente con el murmullo de la gente.

Así que luego de hacer el check in, tomó el ascensor hasta su suite. Una vez dentro, pasó por el salón (donde habían unos sillones, un comedor y un gran televisor) hacia la habitación. Dejó su maleta junto a la cama y sacó la ropa más cómoda que encontró para vestir.

Diez minutos después, iba de vuelta hacia el primer piso. Ya tenía un poco de hambre, así que cenaría rápido y subiría a descansar.

En cuanto llegó a la entrada del restaurante, notó la gran cantidad de personas que había, lo cual no era de extrañar, después de todo era viernes y el restaurante recibía comensales que no estaban necesariamente hospedándose en el hotel.

El maitre lo recibió con un cordial saludo, dándole la bienvenida al lugar.

—Nos queda disponible una mesa en nuestra terraza o podemos ofrecerle en la barra—le explicó el maitre.

—En la barra está bien—respondió.

El chico asintió y llamó a uno de los meseros para que lo acompañara y diera los primeros servicios.

Una vez solo, hojeó rápidamente el menú. Este no solía cambiar mucho y ya casi se lo sabía de memoria, así que solo le tomó dos minutos decidirse por un cangrejo ahumado con salsa especiada acompañado de verduras salteadas. En base a eso, el sommelier le ofreció vino chardonnay, el cual aceptó gustoso.

Degustó su comida con tranquilidad, disfrutando del sabor de la carne de cangrejo (su platillo favorito) y del chardonnay potenciando eso.

Cuando terminó, el plato y cubiertos fueron retirados, pero Dazai se quedó un tiempo más, bebiendo unas cuantas copas más.

Se sentía visiblemente más relajado.

—La cena estuvo exquisita—una voz... una voz que su cerebro conocía llegó hasta sus oídos. Con curiosidad, volteó su rostro hacia la derecha, donde estaba la entrada hacia la terraza del restaurante. Sus ojos hicieron un gesto levemente sorprendido. Era Nakajima Atsushi, el beta que había estado extrañamente pegado a Chuuya durante la fiesta de Año Nuevo.

Venía acompañado, pero no alcanzaba a apreciarlo gracias a que su vista era obstruida por un mesero que estaba tomando la comanda de una pareja que había entrado hace solo unos minutos.

—Nunca había venido a este lugar, pero escuché buenos comentarios—le escuchó hablar nuevamente.

—¿En serio? Yo he venido un par de veces. Tienen vinos excelentes.

El corazón de Dazai se detuvo al escuchar la segunda voz que acompañaba al beta. Fue en ese momento en el que el mesero se quitó de su vista y pudo verlo con claridad.

Era él... el acompañante de Nakajima no era nada más ni nada menos que Chuuya.

Todo a su alrededor se muteó, ningún sonido alcanzaba sus oídos, como si todos sus sentidos se hubieran apagados, dejando solo que sus ojos tomaran el control, enfocando su vista en los dos protagonistas de su cuadro.

Vio a Chuuya reír con sinceridad, ante algo que pudo decir el otro chico y este mismo secundarle. Los labios de Chuuya se movieron, diciéndole algo de vuelta, algo que su cerebro no quiso procesar, demasiado concentrado en ver la interacción de ambos.

Tragó grueso, sintiendo una punzada en su pecho.

Vio cómo ambos comenzaban a caminar hacia su dirección, pero ninguno de los dos era consciente aun de que estaba allí, mirándoles. No fue hasta que estuvieron a escasos dos metros, cuando los ojos de Chuuya se encontraron con los suyos.

Tres segundos, le tomó al omega darse cuenta de su presencia y detener sus pasos. Vio cómo Atsushi también se detenía a su lado, mirándolo preocupado por el cambio en su actitud.

—¿Chuuya? —le llamó, tomando su hombro con suavidad.

—¿Qué haces aquí? —el omega por fin pudo sacar el habla, caminando hasta Dazai. Su voz sonaba molesta.

—A mi también me alegra verte, Chuuya—le respondió con sorna Dazai, tomando su copa entre sus manos, llevándola hasta sus labios para beber un sorbo. De pronto, sentía su boca seca y su garganta apretada.

—No digas estupideces, Dazai—le cortó él, mirándolo con el ceño fruncido. —¿Me estás siguiendo?

—¿Chuuya? ¿Dazai? —la voz de Atsushi sonaba sorprendida. No había querido acercarse demasiado a ellos, después de todo Dazai Osamu sería pronto su jefe... Aun así se mantuvo en guardia ante cualquier cosa.

Dazai al escuchar a Chuuya soltó una pequeña risa desganada.

—No, Chuuya. No te estoy siguiendo—respondió, aferrándose a su copa. En este momento, el aroma a naranja de Chuuya llegaba sin problemas a su nariz, poniendo demasiado inquieto a su alfa. —Solo vine a cenar.

—¿Solo?

—Sí, sólo—confirmó. —¿Hay algo de malo en eso?

Chuuya le miró, incrédulo.

Dazai le escuchó chasquear su lengua y desviar su mirada.

De repente, un repentino calor le emergió en su pecho y garganta, haciendo que llevara su mano hasta su cuello carraspeando un poco. El sudor comenzó a aparecer en su frente y una punzada atravesó su frente.

—¿Dazai? —Chuuya le miró, ahora preocupado, al ver su repentino cambio. —¿Te pasa algo?

El alfa negó con la cabeza. Era hora de volver a su habitación.

Se colocó de pie con dificultad. El mesero que le había ofrecido el servicio llegó hasta él rápidamente, preguntando si necesitaba algo más.

—Carga esto a mi cuenta—le dijo, con voz rasposa. —Estoy en la suite 801; Dazai Osamu.

—Claro señor.

Dazai asintió y procedió a caminar unos pasos.

—Hey, no me ignores—Chuuya le tomó del brazo al ver que ya comenzaba a irse, tambaleante. —¿Estás quedándote en el hotel? Te acompaño.

—No es necesario—le negó. Su celo estaba llegando más rápido de lo que pensó que lo haría y podía ser perjudicial para ambos. Debía irse antes de que llegara por completo.

—Ya basta, vas caminando apenas—le regañó.

—¿Chuuya? —le llamó Atsushi.

—Lo siento, Atsushi—se dirigió al beta. —Acompañaré a Dazai a su habitación, puedes irte.

Atsushi lo miró un segundo, preocupado.

—¿Estás seguro?

Chuuya asintió.

—No creo demorar demasiado, pero es preferible que te vayas y no pierdas el tiempo esperándome.

Atsushi suspiró, asintiendo con la cabeza.

—Nos vemos entonces.

—Nos vemos.

Chuuya le dio un rápido vistazo al alfa y luego al omega, inseguro. Pero aun así, caminó hacia la salida.

—Bien, vamos—le habló a Dazai, tomando su brazo. —Puedes apoyarte en mi si lo necesitas.

Dazai rio.

—Soy casi veinte centímetros más alto que tú, tonto—se burló.

Chuuya frunció el ceño.

—¿Y? Soy bastante fuerte. Puedo llevarte estilo princesa si quisiera.

Dazai rio más fuerte.

—Eso estaría interesante—rio una vez más. —Pero ya estoy un poco mejor, solo fue un bochorno.

Y era cierto, los síntomas habían durado unos momentos y ya no quedaba nada más que un calor que recorría su cuerpo. Pero sabía que en cualquier momento volverían a presentarse y más intensos.

Solo esperaba que fuera cuando ya estuviera solo en su habitación.

Tomaron el ascensor hasta el octavo piso. No se habían dirigido la palabra nuevamente en todo el trayecto, porque a pesar de todo, se sentían incómodos ante la presencia del otro, tomando en cuenta que no se habían hablado desde Navidad (en la fiesta de Año Nuevo no hubo ningún momento en el que pudieran intercambiar palabras, muy a pesar de Dazai).

En un momento, Chuuya se removió incómodo, soltándose un poco la bufanda roja que traía en su cuello y tomando una fuerte bocana de aire. Sus ojos pudieron vislumbrar también unas cuantas gotas de sudor por su mejilla... oh no.

Dazai se puso nervioso.

Vio el número que marcaba el piso en el que estaban, llegando finalmente al octavo. Las puertas se abrieron y Dazai salió presuroso, queriendo salir de ese espacio tan reducido e inundado con el aroma dulce de Chuuya.

Sacó la tarjeta que funcionaba como llave y abrió su puerta.

—Es aquí—le dijo Dazai. —Gracias por a-acompañarme—habló rápido, queriendo despedirse.

Chuuya tragó grueso.

—¿E-Estás seguro de que estás bien?

Dazai asintió. Pero en ese momento un mareo repentino le atacó, haciendo que perdiera el equilibrio.

Chuuya alcanzó a tomarlo del brazo.

—Eres un idiota—bufó. —Te llevaré hasta tu habitación.

—No es necesario, Chuuya. Estoy bien.

—Mira—le habló fuerte. —Llevaré tu culo enfermo hasta tu habitación y llamaré a Akutagawa para que venga a verte.

—¡Que no estoy enfermo! —le cortó. —¡Solo es mi celo! Eres un tonto a veces, Chuuya.

El omega se quedó en silencio, mientras sus mejillas se tornaban de color rojo.

—¿T-Tu celo?

Dazai gruñó.

—Sí, Chuuya. Es mi c-celo—reiteró, cabreado. —Por eso no quiero que estés acá. Sabes que eres mi destinado y mi alfa se pone loco cada vez que estás cerca.

—P-Pero...—tragó grueso. Entendía su punto, pero tenía el impulso de ayudarlo. Su omega le reclamaba hacerlo. —No puedo irme hasta dejarte bien.

El alfa respiró hondo. Aunque deseó no hacerlo... Lo único que entraba por su nariz era el intenso aroma de Chuuya.

Respiró una vez más, tratando de ignorarlo y de poner al frente los últimos indicios de cordura.

—¿Tienes tus supresores?

Dazai negó.

—No uso, mi cuerpo los rechaza—dijo, caminando hasta el gran sofá y dejándose caer.

Chuuya gruñó en respuesta.

—Maldita sea, Dazai—masculló por lo bajo. —Bien, te llevaré un p-poco de agua y me iré.

El alfa asintió, sintiéndose agitado y cada vez más sudado.

Chuuya corrió hasta el frigobar que había junto al living y sacó una botella de agua fría.

—Ten—se la entregó ya abierta.

—Gracias—respondió agitado, bebiendo un gran sorbo de agua fría.

Chuuya solo atinó a sentarse a su lado, lo más lejos que el sillón le permitía estar. Sus ojos no dejaban de mirar a Dazai, agitado y un poco sonrojado. Su parte racional, la que había estado cada día diciéndole que no debía contestar los mensajes ni las llamadas entrantes de Dazai, la que inútilmente quiso negar usar la pulsera que le regaló el alfa para Navidad (la comenzó a usar de manera religiosa cada día desde que se la puso), la que le repetía una y otra vez que la historia lo estaba haciendo vivirla desde el otro punto... que debía levantarse ahora y salir, seguir con la distancia que estuvieron teniendo esas últimas semanas y volver a su vida cotidiana.

Pero no podía.

Era como si su cuerpo completo se hubiera quedado congelado (en sentido figurado, porque sentía que su cuerpo cada vez se calentaba más al pasar los segundos), ninguna de sus extremidades le respondían, y solo podía quedarse allí, contemplando cómo el alfa al que estaba destinado se iba deslizando poco a poco a un estado de completa alteración por su lobo interior.

Y sí, sabía que estaba jugando con fuego, que él mismo podía salir (muy probablemente) perjudicado de todo esto.

—Chuuya...—respiró con dificultad Dazai.

El omega le miró a los ojos, viendo su iris tornando leves tonos rojizos y su pupila dilatada.

—¿D-Dazai? —su omega interno estaba desesperado, casi rasguñando las paredes de su pecho. Le ardía el cuerpo y su respiración se agitaba.

El alfa se reincorporó, acortando lentamente la distancia que los separaba. El pulso de ambos estaba por los cielos.

—Quédate conmigo...—le pidió, arrinconándolo contra el reposa brazo.

Puso un brazo sobre el respaldo y el otro en el reposa brazo tras Chuuya como puntos de apoyo y con eso como ayuda, acercó su rostro hasta el cuello cubierto del omega, donde podía sentir que su aroma se concentraba en mayor cantidad.

Inhaló profundo, embriagándose con el aroma a naranja dulce.

—Dazai...—el nombre del alfa salió casi como un gemido. Su cuerpo se entregaba con facilidad, inclusive su entrada comenzó a sentirse cada vez más húmeda, como si estuviera experimentando también un celo...

Un momento, ¿estaba entrando también en celo?

—Por favor, Chuuya—su voz sonó casi suplicante, posando sus labios suavemente en la porción de piel que tuviera al alcance. Sentía su tacto arder ante ello.

Chuuya llevó sus brazos hasta el cuello de Dazai, cerrando sus ojos, entregándose al contacto. Ya no podía seguir evitándolo, él también lo quería.

Muy en el fondo, se arrepentiría de lo que estaba por pasar.

Pero eso no lo sabría hasta el otro día, cuando el calor del celo dejara su cuerpo y la razón volviera a su cabeza.

Sus sentidos habían vuelto en sí hace unos minutos, pero no había tenido la fortaleza para darse la media vuelta y encarar de frente el problema.

Hace un par de minutos que el silencio se había instalado en la suite, dejándolo con un profundo sentimiento de soledad y frío.

¿Cómo debía afrontar la realidad ahora?

Cuando pensó que ya no podía caer más bajo, el destino le dio la lección de que sí, efectivamente, siempre se podía caer más bajo.

Sus ojos apagados miraban el cielo anaranjado desde la gran cama, dando indicios de un nuevo y despejado amanecer. Su calor ya estaba más controlado pero su mente estaba más perturbada que días atrás.

Las imágenes de lo que había hecho con Chuuya la noche anterior se agolpaban en su cabeza, el recuerdo de su tacto y calidez, cómo había recorrido cada centímetro de su cuerpo y el cómo la voz temblorosa del omega llegaba a sus oídos como una dulce melodía.

Fue tan mágico.

Pero como todo, el hechizo se quebró minutos (u horas, realmente no lo sabía) antes, cuando despertó con el sonido que provocaba Chuuya al vestirse y salir apresurado de su habitación.

No podía esperar nada más la verdad. No había palabras que pudiera decir para apaciguar la caída de ambos.

Se sentía vacío, frío y solo.

Cuando ya el sol podía vislumbrarse por el horizonte, se dio la vuelta sobre su espalda, mirando con melancolía el desorden en ese lado de la cama. El aroma de Chuuya seguía impregnado en las almohadas y sábanas. Y se vio así mismo deseando que todo hubiera sucedido de manera diferente.

Se vio soñando con un despertar junto a Chuuya, el sol golpeando su rostro iluminando su piel, cabello y pestañas.

Su corazón estaba roto y en el fondo sabía que él mismo lo había provocado.

Cerca de las ocho y media de la mañana, bajó a desayunar. Su calor estaba mucho más controlado, así que podía bajar con tranquilidad.

Y bueno, le había pedido al servicio que enviaran alguna mucama para que cambiara y limpiara todo. Aunque le doliera el corazón, no quería sentir el aroma de Chuuya mucho más tiempo y hacer más dolorosa su resaca emocional.

Así que sin más, bajó al restaurante que estaba bastante más tranquilo que la noche anterior. Podía ver un par de personas compartiendo mesas, pero no estaba para nada interesado en fijarse en ellas.

Un maitre diferente el dio la bienvenida esta vez, ofreciéndole más opciones de mesas, pero tal y como la noche anterior, quiso sentarse en la barra.

Una vez allí y con la comanda hecha, se puso a hojear su teléfono móvil.

Le sorprendía que hasta ahora Ryuunosuke no le haya enviado un mensaje para saber cómo estaba. ¿Quizás se había dormido tarde? Después de todo, hoy no le tocaba trabajar.

Se vio tentado a llamarlo, pero la verdad no tenía ganas de enfrentar sus errores. No por el momento.

Disfrutó de su café cargado junto a unos croissants rellenos con jamón y queso, mientras revisaba su Facebook e Instagram (es su manera de ponerse al día con las noticias de actualidad). Y una vez que terminó, decidió irse hasta su habitación nuevamente.

Cuando llegó, pudo notar que el servicio hizo lo que había pedido, así que ya no quedaban indicios de lo que pasó la noche anterior, ni siquiera su aroma...

Suspiró, dejándose caer contra el colchón de la habitación, decidiendo que para pasar el día leería alguno de los libros que habían empacado en su maleta.

Sería un día muy aburrido.

Ryuunosuke no le había hablado hasta pasada las tres de la tarde del día sábado, sin decir nada sobre su ausencia y preguntando un corto "¿Cómo estás?". Dazai, no queriendo quebrarse más la cabeza, le contestó como si nada y un par de mensajes después, cortaron comunicación.

Luego, durante la noche y antes de dormir, le envió un mensaje diciéndole que llegaría mañana a casa.

Así que, el domingo por la mañana, nuevamente bajó a tomar desayuno, luego preparó su maleta y quiso irse, a pesar de que podía hacer su check out hasta las tres de la tarde.

Pero ya no quería estar más en aquel lugar, mucho menos en soledad.

Condujo por la ciudad, casi de manera mecánica, hacia su hogar.

En su mente había tantos pensamientos que no podía concentrarse en solo uno.

Necesitaba tanto que alguien le ayudara a poner en orden su vida...

Llegando a casa, aparcó su automóvil y entró, encontrándose de frente con su padre.

—¿Osamu? —dijo su nombre, con leve asombro. —Pensé que llegarías más tarde.

—Necesito hablar contigo.

Fukuzawa se quedó en silencio un segundo.

—Claro—accedió. —Vamos a mi despacho.

Ambos se dirigieron con paso tranquilo hasta la escalera que conducía directamente a la oficina de Yukichi. Dentro, Dazai se quitó sus zapatos (era el único lugar de la casa con una ambientación y estructura típica japonesa) y se subieron al tatami.

Como cada vez que iban al lugar, su padre puso una tetera en el fuego que siempre estaba encendido para preparar té.

—Dime qué pasa.

Dazai se removió en su lugar, un tanto incómodo.

—Necesito... tu consejo—murmuró, con un nudo en el estómago.

Fukuzawa detuvo sus movimientos y se dedicó a mirarle con seriedad.

—¿Un consejo? —repitió, como queriendo corroborar que había escuchado bien.

Dazai asintió.

Fukuzawa movió su cabeza, de manera comprensiva y trató de seguir con la ceremonia del té.

—Te escucho.

El alfa menor tragó.

Hoy, como nunca antes había hecho, se sinceraría con su padre y acudiría a su regazo para que lo ayude a poner en orden su vida.

Y no, no lo hizo porque se sintió colapsado y vulnerado al nivel de que se sentía como un niño (aunque un poco sí), solo que, al pensarlo fríamente, su padre era de alguna manera el mejor ejemplo de lo que a él le estaba sucediendo.

—Conocí a mi destinado—soltó, sin filtro.

—Ya veo...

—Sí.

— ¿Qué piensas al respecto?

Dazai suspiró, recibiendo la taza de té verde y llevándolo a su boca. Habría preferido que fuera un whiskey para soltarse mejor, pero no podía negarle una taza de matcha.

Abrió su boca y comenzó a vomitar todas las emociones que se había estado guardando. Quizás luego se arrepentiría de esto, pero por ahora lo necesitaba.

Le contó todo, desde el día que conoció a Chuuya hasta lo que pasó en el hotel (censurándose claro, su padre no necesitaba saber todos los detalles de lo que pasó allí) y Fukuzawa en ningún momento lo interrumpió, parecía que estuviera tomando nota mental de todo lo que iba diciendo.

En cuanto terminó, vio a su padre dar un sorbo en su té, con la calma y seriedad que le caracterizaba, para luego mirarle y hablar.

—Entiendo que estás en una situación difícil, Osamu—comenzó a hablar. —Y que controlar los impulsos del alfa es complicado. También estuve en tu posición años atrás.

Dazai asintió. Aun se sentía extraño ante la idea de que su padre era destinado con el padre de su prometido... Así que ambos preferían no sacar el tema.

—Pero no debes dejar que tu parte animal sea quien guíe tu vida—dijo, mirándolo con seriedad. —¿Has pensado porque el chico Nakahara te atrae tanto? ¿Lo conoces, sabes sus gustos, sus metas?

Osamu se quedó estático y en silencio ante las preguntas.

No sabía qué contestarle.

Era cierto. Hasta ahora no se había dado el tiempo de racionalizar lo que sentía por Chuuya, de conocerlo, de saber hasta sus más profundos secretos...

—Debes ser racional—siguió luego de una pausa. —A este chico lo conoces hace un par de meses... con Akutagawa han estado años juntos. ¿Vale la pena tirar por la borda la relación que construyeron por alguien que no conoces realmente?

Dazai seguía sin habla

—Ser destinados no significa necesariamente que deban estar juntos.

Esas palabras calaron en lo profundo de su cerebro, resonando como eco.

—¿Eso crees? —le preguntó, con un leve temblor en su voz que no pasó desapercibido para ninguno de los dos, pero quisieron obviar.

Fukuzawa asintió.

—Yo no estoy con mi destinado—dijo, sin cambiar su semblante. —Y soy feliz.

Dazai se quedó callado. Él no podría decir realmente que su padre sea la persona más feliz del mundo, sobre todo porque su semblante pocas veces cambiaba de expresión, pero si él mismo lo decía, no tenía por qué contradecirlo...

Tomó su propia taza para tomarse el restante de té que le quedaba.

Tenía mucho en qué pensar.

—Entiendo...—dejó la taza en la mesa de centro que estaba entre ambos. —Gracias por escucharme.

—Cuando quieras.

Esa tarde, se dedicó a estar en su cuarto.

Ahora, parado frente a la gran biblioteca llena de libros que tenía en un rincón junto a la ventana, hojeaba los títulos de cada uno de ellos, tratando de despertar su interés en alguno de ellos. Pero nada era lo suficientemente interesante en ese momento, donde su cabeza estaba siendo un mar de emociones.

Ya cansado, agarró el que estaba más cercano y se dejó caer en el sofá individual junto a la biblioteca, donde le acompañaba una pequeña mesita con una lámpara de luz y... una fotografía.

Sintió un nudo en su garganta cuando la vio.

Con las manos casi temblorosas, dejó el libro olvidado sobre la mesita, para concentrar su atención en el marco de bordes dorados que allí estaba.

Acercándolo hasta su rostro, se dedicó a mirar la imagen impresa; tras el vidrio que lo protegía las figuras de Osamu y Ryuunosuke le miraban con expresiones relajadas.

Recordaba con claridad el día que tomó esa fotografía; fue específicamente en su primer aniversario. En esa ocasión, ambos habían querido ir de viaje hacia las montañas. Ninguno de los dos era especial fan del calor, así que escapar del verano japonés por unos días, sonaba perfecto. Así que sin más, hicieron sus maletas y se fueron al país más frío que pudieron encontrar.

Se quedaron en un lujoso hotel con temática rústica; grandes candelabros colgaban de los techos iluminando los lugares con luz cálida, ventanales del tamaño de las murallas mostraban el paisaje nevado y en su propia habitación, una chimenea encendida temperaba el ambiente, haciendo que las ventanas se empañaran un toque por el cambio de temperatura en su superficie.

Suspiró, casi añorante.

Los recuerdos de esas vacaciones seguían agolpándose en su cabeza. Ese día en específico, no habían hecho nada más que caminar por el campo nevado, desayunar y almorzar juntos en el restaurante del hotel, para finalmente quedarse el resto de la tarde en su suite hablando de cualquier cosa que se les ocurriera, mientras se servían una tabla de quesos y una copa de vino. Aunque realmente Dazai era el que bebía vino, Akutagawa había pedido chocolate caliente, lo que había significado un sinfín de burlas por parte del alfa.

Esa fotografía la había tomado justo en ese momento, cuando Ryuunosuke hacía un moflete y se sonrojaba levemente, frunciendo sus cejas y Dazai, se apegaba a su lado, sacando la lengua divertido mirando a la cámara mientras hacia una selfie.

Dejo el marco sobre la mesa nuevamente, suspirando largamente.

"Ser destinados no significa necesariamente que deban estar juntos." Esas palabras resonaban una y otra vez en su cabeza. La conversación con su padre le había hecho entrar un poco en razón, pero eso no significaba que estuviera del todo cómodo con la realidad.

Estaba cansado y ya no quería seguir luchando.

Lo había decidido... Ryuunosuke no se merecía esto.

Dejaría que Chuuya siguiera su camino y él haría lo mismo.

Los días siguientes transcurrieron con tranquilidad. Supo por unas cuantas conversaciones que tuvo con Ryuunosuke de que los preparativos de la boda ya estaban casi listos, así que no sería necesaria su presencia en una que otra reunión que pudiera surgir.

Y de alguna manera lo agradecía, ver a Chuuya ahora solo haría que su determinación flaquease.

Febrero se fue y llegó marzo. El clima frío ya estaba quedando atrás, dando paso a días más cálidos por la pronta llegada de la primavera.

Su boda estaba a la vuelta de la esquina. Y ante este hecho, sentía que podía darle explicación de por qué Ryuunosuke había estado tan nervioso y evitativo con él.

Los primeros días, su propio sentimiento de culpabilidad por lo sucedido con Chuuya le hacía creer que quizás Ryuunosuke se había enterado de alguna manera de lo que había pasado. Pero los días comenzaron a pasar y el omega no dio ningún indicio de saber sobre ello. Conocía a Ryuunosuke y si se había enterado de su infidelidad, le habría enfrentado desde el momento uno.

Así que luego de racionalizar eso, se calmó.

Pero aun así, la extraña actitud que estuvo teniendo desde hace un tiempo hasta ahora, le daba para pensar.

Bostezó, incorporándose en la cama. No le gustaba eso de ponerse a pensar apenas abrir los ojos y estar con ansiedad todo el día. Ya todo el mundo había notado su estado un poco deteriorado por la avalancha de emociones y aunque le habían recomendado ir al médico (Odasaku dijo específicamente psicólogo, pero Dazai no creía que fuera necesario eso) decidió buscar remedios por sí mismo. Así que, como se había hecho costumbre todas las mañanas, sacaba de su mesita de noche una caja de color blanca con stickers de smile donde debería estar el nombre y lo abrió, sacando una pastilla y colocándola bajo su lengua.

Sabía que era solo cosa de tiempo para que el clonazepam (adquirido de manera ilegal) hiciera efecto en su cuerpo y pudiera comenzar su día con normalidad.

El resto de marzo, solo compartió dos o tres veces con Ryuunosuke, ninguna de ella quedándose a dormir con el otro, y los mensajes eran escasos. A este punto, Dazai tenía una leve espina preguntándose si había tomado la decisión correcta.

Llegaron finalmente los primeros días de abril y una tarde mientras se dedicaba a guardar sus cosas del trabajo en su maletín ya que saldría temprano para encontrarse con Ryuunosuke para entregarle su traje ya listo, su teléfono sonó, indicando que un mensaje había entrado.

Al levantarlo, vio que era Odasaku.

"Odasaku.

Hey, ¿todo bien?

Quedan tres días para la boda."

Dazai dejó caer su espalda contra el respaldo del sillón y se dispuso a teclear.

"Dazai O.

Hola Odasaku.

Lo sé. Hoy iré por mi traje."

El mensaje fue recepcionado y leído de forma inmediata. Vio como el escribiendo... aparecía bajo el nombre.

"Odasaku.

Ya veo.

Con Ango queremos verte la noche anterior, en el bar de siempre"

"Dazai O.

¿Van a celebrarme mi despedida de soltero? Jaja"

"Odasaku.

¿Algo así?

Como sea, nos vemos a las nueve."

Dazai frunció el ceño, eso se sintió extraño.

"Dazai O.

Bien, nos vemos.

Saludos a todos."

"Odasaku.

De tu parte."

Y la conversación terminó.

No estaba demasiado emocionado de tener una "despedida de soltero", de hecho le parecía un poco de mal gusto. Pero nunca se negaría a un plan que harían sus mejores amigos.

Bloqueó su móvil y siguió con lo suyo. Ya quería salir del trabajo cuanto antes.

Un día.

Solo un día quedaba para su boda y Dazai iba por la tercera pastilla de clonazepam en el día, siendo las cinco de la tarde. Por lo que había leído, podía consumir hasta 3 mg sin correr algún riesgo, así que estaba jugando con las medidas. Lo último que necesitaba era ser llevado a la urgencia por sobredosis.

Revisó su teléfono.

No quería admitírselo a nadie, pero en el fondo de su corazón el intenso deseo de llamar a Chuuya o recibir un mensaje suyo le carcomía segundo a segundo. Sentía que había llevado la separación bastante bien (el tener que usar ansiolíticos no tenía relación directa... claro), pero su alfa reclamaba ser escuchado.

Dejó su teléfono nuevamente a un lado, cero notificaciones de WhatsApp, una notificación de Odasaku por Instagram (un reel probablemente de gatitos) y una notificación en Facebook de que equis persona le comentó a otra... como odiaba esas alertas, como si le importara.

Bufó, dejándose caer sobre el escritorio. El tiempo estaba pasando tan malditamente lento y aun faltaba por lo menos tres horas para ir a encontrarse con sus amigos.

A la mierda todo, se iría desde ya.

Se puso de pie, guardando los archivos que tenía sobre la mesa y conduciría a casa, para arreglarse y luego partir al bar. Poco le importaba si llegaba muy temprano o no podía beber más que una cerveza a causa de los medicamentos, él solo quería escapar de este lugar y de todo lo que le recordaba su destino.

Conducir hasta su casa solo le tomó media hora. En darse un baño y vestirse, se le fueron cuarenta minutos.

Vio el reloj; faltaban veinte minutos para las siete. Un poco más de dos horas.

Tenía inclusive tiempo para cenar si así lo deseaba.

Le habló a una de las mucamas para que le pusieran un lugar en la mesa y diez minutos después bajó a comer.

Ceno en soledad, ni su padre ni Ranpo estaban en casa, así que la mesa estaba vacía. De todas maneras no le molestaba en demasía, lo que menos quería en estos momentos era entablar alguna conversación con su padre y mucho menos con Ranpo. Y no es que no le cayera bien, solo que a veces no sabía cómo llevarle el ritmo.

Quince minutos demoró en comer. A pesar que intentó gastar el máximo de tiempo, finalmente solo fueron unos pocos minutos, aun estaba temprano.

Pero qué más daba.

Tomó su auto para conducir hasta el Bar Lupin. El viaje prometía ser de por lo menos cuarenta minutos hasta Tokyo y al ser viernes, muy probablemente ese tiempo aumente.

Conectó su teléfono al cargador del auto y a la radio, y partió.

El viaje lo hizo tranquilo y sin apuro, al son de Arctic Monkeys. I wanna be yours parecía ser la canción más apropiada para el momento... sin duda era la banda sonora de su vida.

Cuando el reloj marcó las ocho y quince aparcó su automóvil en el pequeño pasaje donde estaba la entrada del bar.

Bajó de él con tranquilidad y al momento en el que cerró la puerta, vio cómo otro automóvil aparecía frente a él. Lo reconoció en seguida; Odasaku y Ango habían llegado.

—¿Odasaku? ¿Ango? —les llamó, sorprendido, en cuanto estuvieron frente a él. —¿Qué hacen tan pronto? Se supone que nos veríamos a las nueve.

—Sabía que vendrías antes—habló Oda.

—¿C-Cómo?

—Te conozco lo suficiente—respondió el beta, apoyándose en el automóvil de Dazai.

El alfa lo miró, estupefacto. Es cierto que Oda y Ango lo conocían mejor que cualquier otra persona (más que Ryuunosuke y su propio padre), pero esto ya resultaba ser extraño.

—¿Entonces? —vio como Oda sacaba un paquete de cigarrillos del bolsillo de su chaqueta para luego llevarse uno a la boca y encenderlo, todo eso, sin dejar de darle una mirada seria al otro.

Dazai podía sentir como el aroma de Ango estaba un tanto alterado, a pesar de querer mostrarse sereno.

—¿"Entonces" qué? —repitió, sin saber a qué se refería.

—Mañana te casas—apuntó, dando una calada a su cigarrillo.

—Así es—confirmó él lo obvio.

No sabía a dónde quería llegar.

—¿Y lo vas a hacer? —notó cómo el cuerpo de Oda se tensaba al decir eso y se despegaba de su auto, poniéndose frente a él.

—¿A dónde quieres llegar, Odasaku? —frunció el ceño, molesto por el interrogativo. —Obviamente lo haré.

Y lo que siguió a continuación, nada ni nadie podría haberlo preparado para ello; Odasaku, su mejor y gran amigo, una de las personas más importantes en su vida, acababa de abofetearlo.

—¡Odasaku! —exclamó Ango de fondo.

Dazai se quedó en blanco, con los ojos abiertos de par en par, sintiendo su mejilla comenzar a arder rápidamente.

—¿Odasa...?

—¡Hasta cuándo vas a reaccionar! —lo interrumpió el beta, sonando visiblemente molesto. Nunca en la vida, había visto a su amigo comportarse de esa manera.

Dazai lo miró nuevamente. El cigarrillo que había estado fumando hasta hace un momento yacía olvidado en el suelo y su expresión... No quería que le mirara de esa forma, lo hacía sentir tan pequeño.

Sintió ganas de llorar.

—¿Crees que Nakahara está mucho mejor con las decisiones que tomaste? ¿Qué Akutagawa merece que te cases con él a pesar de que no lo amas? —siguió, con voz dura.

—P-Pero...

—¡"Pero" nada! —volvió a interrumpirle. —Ninguno de los tres está bien con ésta situación, ¿o crees que no me he dado cuenta de tu estado?

"Ser destinados no significa necesariamente que deban estar juntos."

Nuevamente esas palabras llegaron a su cabeza.

Un nudo se formó en su garganta.

—¿Q-Qué quieres que haga? —preguntó, con voz temblorosa. —No quiero hacerle daño a Chuuya y obligarlo a estar conmigo. Y a Ryuu...—tomó una pausa para tragar e intentar soltar el nudo. —Ya es demasiado tarde.

—Aun no es demasiado tarde, Dazai—fue el turno de Ango de hablar, acercándose hasta él. —Aun hay tiempo para parar todo esto.

—P-Pero...—los miró a ambos, con los ojos acuosos y voz temblorosa.

Quería llorar.

Se sentía tan vulnerable.

Oda al verlo en ese estado suspiró, apaciguando su enojo. Se acercó hasta él, rodeándolo con sus brazos y apegándolo a su cuerpo. Sintió cómo Dazai se tensionaba bajo su toque, pero al cabo de unos segundos sus manos llegaban hasta su espalda, aferrándose a su chaqueta y escondiendo su rostro en su hombro.

Ango suspiró, ya más tranquilo.

—Vamos a solucionar todo—dijo Ango, regalándole una caricia en el pelo.

Dazai asintió, aun con su rostro escondido. Una parte de él se sentía patético por estar siendo consolado siendo tan grande, pero a la vez... cuánto lo necesitaba.

"Ser destinados no significa necesariamente que deban estar juntos."

A la mierda la frase de su padre. Él no quería eso para su vida.

El escogía seguir su corazón. Y si se equivocaba, por lo menos sabría que lo intentó y no destinó su vida a la infelicidad.

*-*-*-*-*-*-*-*-*

¡Hola a todos! He vuelto jaja

Han pasado demasiadas cosas en mi vida este año, incluyendo irme a vivir a otro país... Y bueno, por cosas de la vida tendré que volver después de unos meses. En mi perfil tengo un poco más detallado lo sucedido por si quieren ver.

En fin, les traigo lo que muy probablemente es la última actualización del año y me esmeré para que fuera largo (casi 30 páginas de word jaja), así que esto debería contar como un regalo adelantado de Navidad jaja

Este capítulo fue full enfocado en Dazai y su meltdown. El próximo capítulo veremos lo que pasó con Chuuya (paralelo a lo que vimos con Dazai) y luego tendremos la versión del shin soukoku. ¡Y el esperado final!

Espero que les haya gustado el capítulo. Gracias a quienes lean y comenten.

Nos vemos en la próxima actualización.

Feliz diciembre.

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