IX
La madrugada ya se había hecho presente desde hace un tiempo y el relato de Chuuya parecía que solo había durado un suspiro. La intensidad de la historia, junto con la gran cantidad de información revelada habían hecho que Dazai se perdiera en los minutos, abandonando completamente la percepción del tiempo.
Chuuya suspiró luego de un rato, bebiendo la última gota de su copa.
Solo había bebido una en todo ese rato, pues sabía que a pesar de amar el vino, su resistencia, irónicamente, era casi nula. Así que, solo se limitó a servirse una apenas había comenzado a hablar y a mantenerla entre sus dedos, bebiendo a cada ciertos momentos cuando sentía que el nudo en la garganta se apretaba de tal forma que no le dejaba gesticular claramente las palabras.
Solo un sorbo del vino y continuaba.
Finalmente, la idea de tener la copa de vino en sus manos era solo para tener algo a qué aferrarse mientras abría su corazón y dejaba que su herida volviera a sangrar.
Dazai quería decir algo luego de todo lo que Chuuya le había contado, pero era como si las palabras hubieran muerto en su garganta aun antes de siquiera existir. Quería decir algo, comentar sobre el frío que hacía, pedirle a Chuuya que se apoyara en él, decirle que estaría todo bien o simplemente maldecir con las peores palabras posibles a aquel ruso que hizo sufrir al omega.
Pero ninguna frase podía ser formulada.
Quiso llevar una mano hasta su cabeza con frustración. Una parte de él casi se arrepentía de haber insistido en que Chuuya le contara sus motivos para ser tan esquivo con él y querer mantenerse lo más alejado posible, porque ahora se daba cuenta que no estaba listo para escuchar todo aquello que él le había revelado.
Habría esperado cualquier cosa realmente.
Desvió su mirada hasta el pequeño altar a su lado. El sonido del agua era lo único que interrumpía el silencio que los envolvía, junto a la brisa que cada cierto tiempo se hacía presente.
Miró la caja de madera, ahora con más detenimiento y más consciente de lo que ello significaba.
Ahí descansaba Sorano, la pequeña hija de Chuuya.
Sintió un frío recorrer su espina, sin saber si darle el crédito al frío que los envolvía o al hecho que acababa de pensar.
–Dazai...–Chuuya le llamó, hablando por fin–Es por esto que no puedo corresponder a nuestro lazo–dijo–No puedo hacerle a Akutagawa lo mismo que me hizo Fyodor.
Y lo entendía. ¡Claro que lo hacía! No era tan idiota como para no saber cuál era el punto de Chuuya al decirle todo esto y a lo que quería llegar.
Ah... todo parecía complicarse cada vez más.
–Lo entiendo–respondió, aunque realmente en el fondo de su corazón no lo hacía.
Y Chuuya también era consciente de esto.
Volvió a suspirar, colocándose de pie y tomando en sus manos la botella,
–Será mejor que entremos–dijo y Dazai le siguió hasta el interior del hogar.
Una vez dentro, ambos se miraron a los ojos un instante. Dazai le regaló una sutil caricia en la mejilla, aun sin decir palabra y Chuuya lo agradecía. No quería palabras vacías y promesas que no podrían cumplirse, frases dichas solo por el sentimentalismo del momento.
No quería más engaños de la vida. Y Dazai tampoco estaba dispuesto a hacerlo.
Así que por esa noche, se limitaron a quedarse en silencio, entendiendo que las palabras no lograrían más que entorpecer el momento y agrandar la herida.
La mañana había llegado más rápido de lo que cualquiera hubiera querido y Akutagawa ya se encontraba frente al espejo de cuerpo completo que estaba a los pies de su habitación (y junto a la puerta del baño personal) arreglándose la camisa de color negro que había escogido ese día. Sus cabellos lucían húmedos y su rostro un poco más serio de lo acostumbrado. Aun así, su pulso y movimiento de las manos delataban lo nervioso que estaba en esos momentos.
–¿Ya estás listo? – una segunda voz se escuchó en la habitación perteneciente a la persona que salía del baño y llegaba a su lado.
Akutagawa asintió, terminando de acomodarse el cuello de la camisa y volteando hacia la persona a su lado.
–Vístete rápido, antes que Gin se levante o mi padre te vea salir de mi cuarto–le dijo él.
–Tranquilo, Mori-san no llegó a casa anoche–le respondió el otro.
–De todas formas.
El otro suspiró. Caminó hasta la cama, donde se encontraban sus ropas y procedió a vestirse rápidamente. Lo mejor sería no provocar al otro desde tan temprano.
–¿A dónde irás hoy?
–Al trabajo–contestó el omega.
–¿Solo a eso...?–preguntó temeroso y sin querer mirarle directamente a los ojos.
Akutagawa suspiró.
–Será mejor que no preguntes más, Jinko–le cortó.
–¡Pero Ryuu! ¿Hasta cuándo vas a negar que somos destinados?–insistió, sonando su voz cargada de sentimientos.
–¡Ya! Sabes que no puedo–le respondió.
Atsushi se sintió aun más herido.
–¿Pero sí puedes acostarte conmigo cada vez que Dazai-san no está?
Silencio.
Akutagawa no contestó, no podía. Así que simplemente tomó su abrigo y salió de la habitación, dando un fuerte portazo, como si con ello lograría dejar el problema atrás y olvidarlo.
Pero no era así y lo sabía. Sabía que con sus acciones solo dañaba a Atsushi y a él mismo.
Era tan malditamente difícil...
Quisiera tanto arreglar las cosas, que todo se solucionara por fin. Pero no veía nada más que un futuro donde uno de los tres (inclusive dos) saliera lastimado.
La semana pasó como si de un suspiro se tratase y al llegar el día sábado, Chuuya ya se sentía un poco con los ánimos renovados, sobre todo porque Dazai no le había hecho más preguntas desde que se vieron aquella noche y le contó toda su historia (de hecho, ni siquiera le había visto y ni un mensaje de su parte le llegó, pero le traía sin demasiado cuidado). Así que para el domingo en la mañana, cuando su madre y hermana volvieron a casa, Chuuya ya estaba completamente bien.
O bueno, casi por completo.
Si se detenía a pensar sobre la conversación, la ansiedad se disparaba hacia los cielos.
Aunque quisiera negarlo gran parte del día en su cabeza, su mente le preguntaba constantemente si es que haber abierto de esa manera con Dazai había sido una buena idea, porque sin quererlo, le había dado un poder sobre él que podía usar como quisiera.
Y no quería pensar mal de él, pero... Una parte de sí lo hacía. Con el tiempo que llevaba conociéndolo sabía que el alfa tenía la facilidad de voltear las situaciones y lograr que las personas que lo rodeaban hicieran lo que él deseaba. Y él entraba dentro de ese grupo.
Su ausencia no ayudaba nada más que a experimentar un sentimiento de inestabilidad.
Y no le gustaba para nada.
Era veintiuno de diciembre, la mañana se sentía fría y los vidrios del salón de clases estaban todos empañados por el contraste de temperatura que había dentro con el de fuera.
Chuuya bebió un sorbo de su café con leche. La clase había transcurrido con normalidad, aunque sus alumnos mostraban cierto tinte de emoción, lo que la hizo más amena y tranquila. Él suponía que esto se debía a que la Navidad ya estaba a la vuelta de la esquina y que las vacaciones de fin de año comenzaban al día siguiente.
Él también necesitaba esas vacaciones, despejarse de los deberes y estrés de la universidad, y simplemente dedicarse a pasar el tiempo con su familia.
Si bien en Japón se acostumbraba a celebrar aquella festividad en parejas, el haber pasado esos años en el extranjero había logrado que de alguna forma adquirieran la costumbre de occidente, así que su rutina se había convertido en pasarla ellos tres, cenar y esperar hasta la medianoche para abrir los regalos colocados con anterioridad bajo el árbol.
Y siendo sincero, le gustaba aquello.
Bebió otro sorbo de su taza y tomó su móvil para ver la hora; quedaban solo quince minutos para que la clase terminara, así que lo mejor sería que le pidiera a sus alumnos que comenzaran a ordenar lo que faltara para que salieran sin retrasos. Pero antes de poder guardar su móvil nuevamente en el bolsillo de su chaqueta, una corta vibración se dejó sentir desde él, indicio de que probablemente un mensaje le haya sido enviado justo en ese momento.
Volvió a desbloquear la pantalla y efectivamente, en ella el símbolo característico de WhatsApp se dejaba ver entre otros íconos.
Tuvo un subidón de ansiedad.
Aparentando calma abrió la aplicación y el primer chat que aparecía en él era el chat que mantenía con Akutagawa.
Respiró con tranquilidad. Por un momento había pensado que... era él.
Ingresó rápidamente al chat y leyó el mensaje que este le había mandado.
"Akutagawa R.
Nakahara-san, espero que se encuentre bien. Le comunico el motivo de mi mensaje y es que tengo el agrado de invitarle a usted y a su familia a la fiesta de Año Nuevo que está organizando mi padre."
Chuuya sintió su rostro perder todo el color de un momento a otro y un frío le atravesó la espina.
No puede ser.
El primer impulso que se presentó en su cuerpo fue el de agradecer la invitación pero rechazarla completamente, argumentando que como familia ya tenían algún otro tipo de plan que no podían posponer. Que muchas gracias, pero para el otro año mejor. Pero luego bajo el ícono y nombre de Akutagawa comenzó a salir el escribiendo... y otro mensaje ingresó.
"Akutagawa R.
Mi padre envió la misma invitación a tu madre, así que ella ya está en conocimientos de la fiesta."
Se golpeó mentalmente. Era cien por ciento probable de que su madre ya haya aceptado la invitación, porque como la mujer educada que era no podía negarse a algo así, mucho menos cuando un amigo de muchos años era el que le invitaba.
Suspiró con fuerzas. No le quedaba de otra más que aceptar.
"Nakahara C.
Buenos días, Akutagawa-san.
Muchas gracias por la invitación. Tengan por seguro que estaremos allí."
Volvió a suspirar aun con más fuerza.
Maldita sea. Eso significaba que sí o sí vería a Dazai dentro de unos días. Su primer encuentro desde aquella noche que hablaron.
Quiso serenarse, pero en esos momentos le parecía imposible.
"Akutagawa R.
Los esperamos. Que tengas un buen día."
Le contestó de vuelta y Chuuya no respondió nada más.
Necesitaba vacaciones con urgencia.
Si bien en Japón era tradición que la noche de Navidad fuera una festividad para pasarla en pareja, ellos habían adoptado un poco las costumbres de occidente, donde aquella fiesta se celebraba en casa, con la familia (y amigos, a veces) cenando y abriendo los regalos a la media noche. Solo que, al regresar a su país, a su rutina se le agregó el embellecer la tumba de su hija y luego hacer lo mismo con la de su madre a la mañana siguiente.
Así que ese año fue lo mismo.
La cena había sido bastante amena y tranquila. La comida fue preparada por los tres integrantes de su familia, quien cada uno se había encargado de hacer una preparación del gusto de todos.
Cuando el reloj de la sala de estar (donde se había acomodado luego de comer y se dedicaron a jugar uno que otro juego, compartiendo un entretenido momento familiar y compartir un pequeño picoteo) marcó la medianoche, tomaron los regalos previamente colocados bajo el árbol de Navidad y se los entregaron a quién debían.
Minutos después de ello, Kouyou decidió que ya era demasiado tarde para que Kyoka siguiera desvelándose y la llevó hasta su habitación.
Chuuya rió ante ello; su pequeña hermana ya no era tan pequeña pero aun así para los ojos de su madre ella seguía teniendo cinco años.
Y bueno, para él también era un poco así.
Soltó un bostezo.
Quizás él también debería aprovechar de ir a dormir y descansar, después de todo había estado anhelando las vacaciones de Navidad desde hace varios días.
Se colocó de pie, vistió una gabardina sobre sus hombros y se acercó hasta el ventanal que funcionaba como entrada al jardín trasero y salió. Antes de poder ir a dormir, debía cerciorarse de que las velas que había dejado encendidas en la tumba de su hija se hubieran consumido completamente y si no, apagarlas.
Al momento de abrir el ventanal, una corriente de viento le saludó, provocándole un escalofrío. La noche estaba fría en demasía, no le sorprendía si en la mañana despertara con un manto blanco cubriendo la ciudad (de hecho, cree haber escuchado que una nevada había sido anunciada, pero no estaba seguro).
Lo mejor sería ir lo más rápido posible para volver a la calidez de su hogar.
Caminó a paso firme, tomando las solapas de su abrigo, cruzándolas, con la intención de evitar que el mínimo viento frío fuera a tocar su interior.
Al llegar, notó que solo una pequeña vela quedaba encendida, por el contrario de las dos restantes que había colocado junto a ella y el incienso de aroma a lavanda ya se habían consumido completamente, dejando solo un poco de cera y cenizas en su lugar.
La apagó, le deseó las buenas noches y procedió a darse la media vuelta. Fue ahí cuando un movimiento en las hojas del árbol junto al altar le alertó, acompañado de un fuerte sonido.
Ni menos de medio segundo después, Chuuya pudo ver como una silueta caía de bruces contra el suelo a su lado.
–¡¿Dazai?!–exclamó entre sorprendido y asustado Chuuya.
Nunca habría esperado que el alfa hiciera aparición de esa forma en su casa, mucho menos aquella noche.
–¿Qué haces acá?–preguntó, ya una vez repuesto de la impresión, mostrando ahora un leve tono molesto.
–Quería verte–dijo Dazai, colocándose de pie frente a él.
Eso hizo click en el interior de Chuuya. Y a pesar de que su omega se sintiera emocionado por lo que el alfa había dicho, su lado racional, le recordaba constantemente que a pesar de ser destinados no podían estar juntos y que por sobre todo, luego haberse abierto a él, contándole un importante pasaje de su vida (el cual lo tenía fuertemente marcado hasta el día de hoy) no había hecho más que desaparecer de su vista, sin siquiera enviarle un mensaje o una llamada para saber cómo estaba.
Simplemente se fue, y para Chuuya, esa fue una clara demostración de lo que realmente significaba para el alfa.
–¿Querías verme?–repitió, a lo que Dazai asintió una vez más.
Una risa irónica salió de los labios de Chuuya, mostrando una sonrisa amarga en ellos.
–¿A qué quieres jugar Dazai?–soltó, con cierta acidez en sus palabras–Vienes a mi casa, abro mi corazón a ti. Luego desapareces. Días en los que no sé de ti, ni siquiera un mensaje o una llamada–decía, sin titubear–Y luego, apareces la noche de Navidad, en mi casa, como si nada hubiera pasado, diciendo simplemente que "querías verme"–volvió a reír–Por favor.
–Chuuya yo...–el alfa quiso hablar, pero él mismo se detuvo. Una parte de él sabía que Chuuya tenía justas razones para estar molesto con él. Que ante sus ojos se había comportado como un verdadero hijo de puta, que no había tomado en consideración sus sentimientos, que ni siquiera se había detenido a pensar en ellos.
Y de alguna forma no podía negarlo, porque así había sido. Pero es que, ¿cómo explicarle que una persona como él tiene nulo conocimiento de los sentimientos humanos? Aunque suene como una ironía puesto que él mismo es uno. Pero desde que tiene uso de razón, jamás ha podido comprender. Y al final, su vida simplemente ha sido sobrellevando los propios, sin detenerse a pensar en si sus acciones van a afectar al prójimo.
Cada una de las cosas que ha hecho en su vida se ha regido por ello y eso nunca le había pesado.
Hasta ahora, que sin quererlo se había convertido en una maraña de emociones que nunca en su vida había sentido (y mucho menos comprendido). Pero que de alguna forma, en estos momentos quería hacerlo.
¿Cómo explicarle todo eso? ¿Que no había querido hacerlo con la intención de lastimarlo?
Chuuya le miraba, en silencio, con sus grandes ojos azules, anhelando de alguna forma que el otro le dijera algo que pudiera cambiar la situación que estaban viviendo.
Lo sabía, podía sentirlo. El deseo ferviente de Chuuya de recibir respuestas que por fin pudieran quitarle el gran peso que tenía en su corazón (y que él no hacía más que acrecentarlo).
¿Pero las tenía? ¿Acaso él podía dárselas?
Suspiró.
No podía. Por lo menos por ahora.
Chuuya lo entendió.
–Es mejor que te vayas–dijo el omega, con voz queda, desviando la mirada.
Dazai asintió y aunque no quería hacerlo, se predispuso para irse. No sin antes sacar una pequeña cajita del bolsillo de su gabardina oscura y depositarlo en la banca a su lado. Sabía que no era buena idea entregarle aquel pequeño presente que le había traído a Chuuya directamente.
Y sin decir nada más, pasó por su lado, con dirección a la salida.
Una vez solo, Chuuya miró hacia donde Dazai se había acercado antes de salir. En la banca junto al altar de su hija, se encontraba una pequeña cajita de terciopelo de color rojo, con una cinta de color dorado que le adornaba encima.
Las ganas de golpearlo se acrecentaron en su interior.
Lo tomó con delicadeza entre sus dedos, acercándolo a su cara para poder apreciar cada detalle.
Le abrió y un destello llegó directo a sus ojos.
Una sensación de vértigo le abrazó, tan fuerte que sintió que sus piernas flaqueaban y sus pulmones olvidaban cómo respirar; en el interior, una delicada pulsera con la letra "S" en el centro de ella.
Una S... la inicial de su hija.
Quiso llorar por lo hermoso de aquel detalle, a la vez que quería golpear fuertemente a Dazai.
¿Qué era lo que quería lograr? ¿Por qué tenía detalles y comportamientos tan diferentes con él? ¿Acaso disfrutaba poner su mundo de cabeza, el alterarlo, darle señales confusas que él trataba de descifrar?
Ya en estos momentos a Chuuya ni siquiera le reconfortaba la idea de que quedaban cerca de tres meses para que todo se resolviera de alguna forma con la boda, porque sabía que Dazai ya estaba marcando lo suficiente en su vida como para que aquel evento acabara con su historia.
La fiesta de Año Nuevo en casa de los Akutagawa había llegado y aunque realmente no quería estar allí, mantenía la mejor sonrisa en sus labios, solo por cortesía y porque sabía que tenía una obligación moral con la persona que les invitó.
Para mala suerte de Chuuya, la fiesta no era tan grande como había pensado en un principio que podría ser (al saber que la familia para la que estaba trabajando estos meses era bastante reconocida), lo que hacía que no pudiera pasar tan desapercibido como habría querido.
Pero hasta el momento había logrado escabullirse lo suficiente como para no tener que quedarse junto a Ryuunosuke o a Dazai a solas (de hecho, con este último ni siquiera había cruzado palabra durante la noche). Lo que por resultado, terminó junto a un chico de cabellera gris y ojos dorados con matices violeta en sus ojos.
Según por lo que le había comentado en estos diez minutos que llevaban juntos intercambiando unas cuantas palabras incómodas (porque no se conocían y simplemente tuvo la iniciativa de hablarle al ver que Dazai quería acercarse a su lado) el chico se llamaba Nakajima Atsushi; trabajaba desde hace un poco más de dos años en la casa de los Akutagawa como pastelero, luego de postular para hacer su práctica profesional de la universidad; hijo único; bastante tímido y reservado.
Sinceramente, no se veía como un mal chico, solo que Chuuya era bastante esquivo a la hora de conversar con gente extraña. Pero al cabo de un rato se dio cuenta que la situación no era tan mala como pensó al principio, así que luego de unos minutos, logró soltarse en la conversación, sintiéndola bastante agradable.
Y por lo visto, Atsushi también lo logró.
De forma contraría, Dazai, quien estaba al otro lado del salón junto a su mejor amigo Odasaku y su otro amigo Ango, mostraba un semblante cada vez más agrio, sobre todo cuando su vista iba hacia donde estaba Chuuya con su acompañante Atsushi.
Oda sabía que si esto seguía así, la pobre copa que era asfixiada entre las manos de Dazai, terminaría siendo añicos.
–No necesito tener olfato de alfa u omega para saber que tu aroma está alterando a todos los que nos rodean–dijo Oda, quitando de la mano del alfa la copa ya vacía de sus manos y dejándola sobre una de las bandejas que llevaba uno de los garzones.–Deja tu rabieta. Si no te habla es por tu culpa.
Dazai frunció el ceño y Ango solo suspiró, llevando su mano hacia su frente. A veces se pregunta cómo es que Oda aun estaba vivo y seguía junto a Dazai (este considerándolo su mejor amigo) teniendo una boca tan suelta para decirle las cosas.
–No me sermonees, Odasaku–le respondió este, tomando otra copa de espumante–No estoy de ánimos.
–Eso lo notamos–puntualizó el beta–Es por lo mismo que te digo que te calmes.
El alfa soltó un bufido.
–Deberías ir con Akutagawa–le dijo Ango, calmado–Tampoco tiene cara de muchos amigos.
–Supongo que a cualquiera le molestaría que su prometido estuviera con otros en una fiesta tan importante.
Y sí, Akutagawa estaba igual de ofuscado que Dazai, pero no por la razón que los amigos del alfa acababan de puntuar, si no que, al igual que su prometido, su vista no podía evitar desviarse hacia donde estaban Atsushi con su organizador de boda.
Si lo pensaba de esa forma, un sabor ácido se acrecentaba en su boca.
–¿Ryuu?–Gin estaba a su lado, un tanto preocupada. Podía sentir como el aroma de su hermano gemelo se volvía cada vez más ácido, casi provocándole naúseas.
–Dime.
–Tu aroma...
Akutagawa la miró y soltó un suspiro. No lo había notado hasta que ella se lo hizo notar.
–Lo siento.
–¿No te sientes bien?–preguntó.
Él negó con la cabeza.
–No es nada, no te preocupes.
Ella asintió, no demasiado conforme con su respuesta. Pero por lo menos vio como su hermano comenzó a relajarse.
Un golpeteo de copas se escuchó por todo el salón, llamando la atención de los presentes.
Dazai soltó un bufido hastiado. Sabía lo que venía a continuación.
–Si pudiera tomar su atención por un momento–habló fuerte Mori, en cuanto el bullicio y la música pararon para darle la palabra–Quisiera agradecer, primeramente, a todos por asistir–comenzó con su discurso–Espero que el Año que comienza sea bueno para todos y que nuestra alianza se haga más fuerte.
El estómago de Chuuya dio un vuelco. No quería seguir escuchando el discurso del omega mayor. Sabía lo que se venía...
–Y por supuesto, quiero desearle lo mejor a mis hijos–alzó su copa en dirección de los gemelos, regalándoles una corta sonrisa–Sobre todo a mi hijo Ryuunosuke, quién dentro de poco contraerá nupcias–dijo–Les deseo lo mejor a ambos y a esta unión.
Chuuya quiso vomitar a la vez que se obligaba a unirse al aplauso que todos le estaban dedicando.
Todos excepto el chico a su lado.
Lo miró con curiosidad.
Pudo notar como el chico había bajado la cabeza apenas Mori nombró el casamiento de su hijo y como mordía con fuerza su labio inferior.
–¿Nakajima?–le llamó con voz suave.
–¿Si, Nakahara?–el chico desvió su mirada hasta él, colocando una expresión un tanto incómoda. Sabe que Chuuya se dio cuenta que estaba haciendo una expresión extraña.
–¿Todo bien?
Atsushi asintió, no demasiado convencido de ello, provocando que Chuuya tampoco le creyera.
Todo esto, mientras Mori seguía dando su discurso.
–También...–la voz de Mori volvió a tomar el protagonismo en la escena–Quiero agradecer a Nakahara Chuuya por el excelente trabajo que está haciendo con la boda de mi hijo–dijo, mirando hacia el omega,
Chuuya se tensó notablemente. Aquello no se lo había esperado para nada.
El omega pelirrojo le devolvió una sonrisa, lo más actuada que pudo, intentando que el tema pasara desapercibido y que siguiera con su discurso de final de año. No le gustaba tener a todas aquellas miradas escrutadoras encima suyo; mucho menos la mirada compasiva de su madre al otro lado del salón y la potente de Dazai.
Gracias al cielo, nadie le prestó la suficiente atención.
–Nakahara–volvió a decir Atsushi su nombre, con voz suave.
Este le miró, también intentando sonreír.
–¿Vamos? Necesito tomar un poco de aire.
Lastimosamente para ambos, la media noche estaba a solo unos minutos de marcarse y Mori, al terminar su discurso, pidió que todos los invitados fueran hacia el jardín para hacer el contenido y apreciar el show pirotécnico que había preparado.
Chuuya, ya bastante cómodo y sintiendo casi un aprecio por el chico a su lado, le invitó a ir con él hacia donde su madre y hermana estaban.
Cuando el reloj por fin marcó las doce, los champañazos se hicieron escuchar por todo el lugar (e inclusive más allá, por los alrededores del lugar) y el cielo fue iluminado por hermosos colores y formas.
Chuuya los miró anhelantes.
El año que acababa de irse se había puesto de cabeza gracias a cierto alfa castaño que estaba a solo unos metros de distancia de él; había llorado, se había ofuscado y por supuesto, mostrado cosas que él mismo creía que no podía volver a experimentar, como si todo lo que hubiera creído los últimos años no hubiera sido más que una mentira.
Y no estaba especialmente feliz por ello. Realmente, esperaba que el Año que estaba comenzando pudiera traerle la tranquilidad que tanto anhelaba conseguir de forma definitiva.
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¡Hola a todos! ¿Cómo están? Acá reportándome con la actualización anual del fic jaja
Realmente no me doy ni cuenta cuando pasan los meses y yo no actualizo... es lo que la vida laboral y de adulto logra en las personas(?
En fin. Nos estamos acercando cada vez más al final (sinceramente, espero lograrlo este año), lo que me pone un tanto nostálgico. El fic lo comencé en 2019, por lo que han sido unos largos años preparando esta historia, así que comenzar a despedirme de ella es como despedirse de una importante etapa.
Gracias a todos los que leen, votan y comenten. Espero que sigan allí a pesar del tiempo que demoro en actualizar jaja^^'
Sin más que agregar, espero que este año sea muy bueno para todos ustedes (aun es tiempo prudente para realizar mis deseos de Año Nuevo??? jaja) y nos vemos en la próxima actualización.
¡Saludos!
P.D: estoy planeando cambiar la foto de portada, pero me faltan ideas para ellos. Dejo la caja abierta para recomendaciones y poder comisionar a una amiga jaja
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