2. Cuando nadie ve
Te miro, me miras. Y el mundo no gira.
Lo primero que hice es lo más obvio, y no acepto que nadie cuestione mi acción. Abrí la foto de perfil. Se demoró una eternidad en quedar nítida porque el wifi del aeropuerto en el último extremo donde me encontraba, llegaba apenas. Mientras tanto, yo era puro nervios, con una pierna que no paraba de moverse, como si su belleza fuese a definir mi futuro. Pero, aunque no me crean, no era lo único que quería ver. También era una buena forma de ver si era rarito.
¿Y si tenía cara de psicópata en serie?
¿Y si parecía un seguidor de satanás?
O lo peor de todo: ¿y si era extremadamente guapo?
No hablo de guapo normal, sino de un nivel de belleza alucinante, delicioso, bello. Guapo modo excitante. Yo era incómoda alrededor de los chicos guapos. De esas personas que les cuesta hilar frases coherentes en su presencia.
Quizás las novelitas de amor que me recomendaba Meli ya me estaban haciendo dañando el cerebro.
La imagen comenzó a cargar lentamente, de abajo hacia arriba, y en mi mente repetía: que sea normal, por favor. No podía con más emociones en mi vida.
Quiero dejar en claro que no es que no me podía controlar frente a un chico guapo, si no que... ¿vivir con él? Mmm... eso era otra cosa. Que fuese un poco tímida era algo que tenía ya asumido, y no quería complicarme más la existencia. La vida tranquila era lo que perseguía, pero al parecer esa vida corría a toda velocidad en dirección contraria a mí, sin interés en tenerme piedad ni darme un respiro.
Y de pronto, la foto se cargó completamente.
Y no era normal.
Era una de las opciones que temía.
La sonrisa de él traspasaba la pantalla. Su belleza era extravagante, atrevida. No quería exagerar, pero de pronto me cuestioné si era de esas personas que tenía una foto de algún actor o cantante famoso como perfil. Porque honestamente... parecía un modelo.
Eso no era lo que necesitaba.
De repente, el aeropuerto se quedó sin aire. ¿O yo perdí el control? Dejé caer mi cabeza hacia atrás con un sonido de exasperación. No me importó que no estuviese sola. Cuando volví a mirar al frente, la chica sentada frente a mí me observaba de reojo por encima de su libro. Al ver que no aparté la vista, lo bajó lentamente.
—¿Estás bien? —preguntó, con las cejas unidas en el centro de su frente—. Parece como si fueses a sufrir un síncope. Que no sé qué es, pero parece que es lo que tienes. —Su comentario me causó gracia, lo que me sacó de la estupefacción. sacó una botella de agua de su mochila—. ¿Quieres agua?
Negué con la cabeza.
—Sí... estoy bien. Gracias.
Bajé la vista al celular.
—Estás roja —insistió—. Te puedo ayudar.
La gente desconocida e insistente estaba en mi top de personas que no me agradaban. Aunque de repente, me dieron ganas de soltar toda la información. Quizás porque esa chica parecía ser de la misma especie perfecta de Oliver. ¿Qué haría alguien que parecía sacada de una revista en una situación como la mía?
Me aclaré la garganta.
—No es tan terrible, creo. Solo que me cuesta aceptar cambios repentinos, y me acabo de enterar que la señora con la que compartía departamento se fue. Ahora viviré con un chico que no conozco y que, además parece modelo.
—Guauuu —A¡dijo la chica alzando las cejas. De su mochila sacó un sobre de tela floreado, guardó su libro en él y se concentró en mí—. Eso suena emocionante. Como una fraternidad.
—Pero solo seríamos nosotros dos.
—Te voy a dar un consejo —dijo, cambiándose de asiento para sentarse junto a mí—. A los chicos guapos no hay que darles ningún tipo de poder.
—Solo será mi compañero de piso, no le daré ningún poder.
Chasqueó la lengua.
—Me refiero a que tienes que tratarlo como si fuera normal. Si es realmente como dices, él lo sabe. Sabe cómo es. Si te empiezas a poner media nerviosa a su lado. —La chica resopló negando con la cabeza—. En una semana, estarás haciéndole la cena.
Fruncí el ceño.
—¿Qué?
—Ellos obtienen todo de nosotras... y también de los chicos que quieren ser como ellos. Y esto sucede incluso si ellos no tienen la intención. Es como si el mundo se moviera alrededor de ellos.—Se encogió de hombros, y pensé que quizás ella también era una de esas personas—. Por supuesto, hay excepciones, pero son pocos.
Suspiré ampliamente.
—Soy de las chicas que perfectamente podría terminar haciendole la cena solo porque creo que lo estoy molestando al quedarme viviendo con él y no irme.
Ella soltó una risita.
—Tú vives ahí antes que él.
—Pero es la casa de la abuela, yo solo arriendo una habitación. —Me desarmé en el asiento, sintiéndome derrotada—. Buscaré un lugar lo antes posible. Solo tendré que aguantar un par de semanas. Ojalá no más.
—Estarás bien. Yo he tenido muchos compañeros y compañeras de departamento, y la verdad es que es muy difícil coincidir. He vivido con gente a las que apenas veía los fines de semana, otros que solo vi un par de días a la semana. —Alzó la mirada, pensativa—. Incluso viví con una chica que trabajaba en los horarios en que yo dormía. Así que no creas que vivir con él significa que estarán todo el tiempo juntos.
Eso me tranquilizó bastante, tenía toda la razón. No tenía por qué ser tan extraño.
—Igual quizás será un poco incómodo. —Me reí, aceptando la realidad.
La chica volvió a su asiento frente a mí.
—Si no es un psicópata y está guapo, cógetelo. Es lo mejor que puedes sacar de esta experiencia. Además, tú dices que te irás en unas semanas, aprovecha de divertirte.
Solté una risa tímida y a la vez me gustó que ella fuese así de libre. Darle ese consejo a una desconocida, me pareció grandioso. Aunque no lo fuera a seguir, eso de acostarme con alguien que apenas conocía... nunca lo había hecho. Tampoco estaba dentro de mis planes.
—O mejor haré que todo esto sea lo menos raro posible y trataré de no interactuar tanto con él.
Chasqueó la lengua y se encogió de hombros.
—También es una buena opción. Aunque es la aburrida. —Miró la pantalla de la puerta de embarque—. Oh, me toca abordar en el primer grupo. —Se puso de pie y me sonrió—. Un gusto conocerte...
—Lara. Un gusto. ¿Y tú?
—Clara. Que curioso, nuestros nombres son muy parecidos.
La vi alejarse y volví la vista al celular.
Le di otra mirada a la foto.
Oliver estaba sentado en una banca, sonriendo a la cámara. Su sonrisa era enorme, perfecta y armoniosa. Llevaba una camisa semi abierta, mostrando levemente el pecho. Esa sonrisa y esa energía de seguridad no era fingida.
Resoplé y decidí dejar de estresarme. Todo iba a salir bien.
Me puse de pie porque ya era mi turno de abordar. Antes de subir al avión, le respondí el mensaje para que supiera que llegaba al otro día.
Lara: ¡Hola Oliver! Me acabo de enterar de que Halsey se mudó (estuve sin señal todo el viaje) Llego mañana por la mañana. No te preocupes por los maestros, lo entiendo. Y tampoco te preocupes por mí, yo me iré cuanto antes :)
De inmediato apareció el "escribiendo" en el chat.
Oliver: Nos vemos mañana entonces, ¡qué tengas un buen viaje! :) Hablamos mañana. Y perdón por el desorden que encontrarás, mi abuela creía que llegabas la próxima semana.
Me tocó el asiento de la ventana, mi favorito. No porque pueda mirar hacia afuera, sino porque así puedo apoyarme y dormir mejor. El único problema es cuando me dan ganas de ir al baño porque tengo que pasar arriba de todos. Ahí la cosa se pone un poco incómoda. Por suerte, eso no pasa tanto porque soy de esas personas que se quedan dormidas incluso antes de que el avión despegue. La pura vibración me funciona como un somnífero potente.
Pero esa vez...quizás si me iba a costar dormir porque mi mente estaba en Nueva York. Y en lo extraño iba a ser llegar y que no estuviese Halsey para contarle todo el viaje mientras nos bebíamos un té o un café.
Me gustaba mucho vivir con ella porque era la abuela que nunca tuve, y todos los días encontrábamos un espacio para compartir. Incluso se preocupaba por mí cuando veía que trabajaba mucho. Una vez me quedé dormida en el sofá y desperté con una manta encima y una bolsa de agua caliente en mis pies.
Y ni hablar de lo delicioso que cocinaba. En su juventud había trabajado en una pastelería, así que todas las semanas preparaba algo irresistible. Era como las abuelitas de las películas: cariñosa, tierna y que preparaba dulces deliciosos.
A pesar de que vivimos seis meses juntas, poco le conté sobre mi familia. Quizás porque me daba vergüenza admitir que mis padres estaban decepcionados de mí y que me pagaban las clases solo para contarle a sus amigos que su hija estudiaba en Nueva York. Estoy segura que la parte de escritura y edición la omitían.
La iba a extrañar.
Me llevé la mano al pecho, sintiendo angustia. Los cambios de planes tan repentinos no me agradaban. ¿A quién si?
Quizás a las personas divertidas y espontáneas.
Apareció de inmediato la voz de Meli en mi mente, pidiéndome que dejara de castigarme y asegurándome que sí era divertida. Bueno... al menos los personajes de mi libros sí lo eran.
¿Y si me convirtiera en uno de ellos? ¿Y si fuera como Vania, que se fue a vivir con un desconocido para salvar a su familia? ¿O como Isla, que viajó a un pueblo remoto para descubrir el secreto de su mamá?
¿Y si simplemente fuera yo, Lara, y aprovechara la aventura de llegar al departamento y que esté allí mi nuevo y desconocido compañero de piso?
Como sospechaba, en el vuelo logré dormir apenas dos horas, así que cuando me bajé del avión, la cara de espanto era preocupante. Lamentablemente, mi nuevo compañero de piso me conocería así.
Al menos me fui riendo todo el viaje en taxi porque Meli hizo un sticker con la cara de Oliver que no dejó de enviarme durante todo el trayecto.
Meli: Amiga, hazlo por la historia. Después escribes todo esto en un libro. Estoy segura que sería un éxito :)
Me reí y luego lo pensé mejor. No sonaba como una idea tan descabellada, ¿y si realmente aprovechaba esto?
Lara: Podría actuar como una de mis protagonistas.
Meli: Hazlo por la trama.
Lara: Lo pensaré.
Meli: O sea, yo que no leo, sí compraría el libro si hay sexo descontrolado contra la pared.
Lara: Ay, dios. Yo pensando todo esta conversación el algo inocente y me acabo de dar cuenta que tu idea ha sido retorcida todo el tiempo.
Meli: Me impresiona que tú creas que yo podría tener una idea inocente.
Lara: Adiós, llegaré a dormir todo el día. Te hablo cuando despierte.
El taxista me ayudó a bajar la maleta y la mochila del maletero. Me quedé unos minutos de pie frente a los cinco escalones que me separaban de la pequeña puerta blanca.
Saqué las llaves y abrí con lentitud, como si al otro lado me fuese a encontrar con un monstruo. Pero las luces estaban apagadas y no se escuchaba absolutamente nada.
Bien.
Eso era bueno, porque así tenía tiempo de dormir y bañarme antes de enfrentarme a la nueva realidad. Aunque la soledad solo me duró hasta que cerré la puerta tras de mí. Tres segundos.
Un maullido me dejó pegada en el techo y, entre las cajas de materiales de construcción y algunas herramientas, apareció un gato pequeño y esponjoso.
Me quedé con la boca abierta. Eso sí que no lo esperaba.
Llegó a mis pies maullando tan fuerte que parecía como si me estuviese reclamando por algo.
—¿Me estás diciendo que tú eres mi nuevo compañero de departamento? Porque ya te amo, pero qué bonito eres.
Intenté cogerlo, pero salió corriendo con sus patitas cortas. Una bolita negra alejándose a toda velocidad. Me maulló desde la entrada de la cocina, indignado. Oliver podría haber mencionado el pequeño detalle de que había un gato, ¿y si hubiese dejado la puerta abierta más tiempo?
Dejé mis cosas en la habitación y, desde la puerta, el pequeño...o pequeña, seguía maullándome.
—Ya voy, solo vine a dejar la maleta. ¿Estás haciendo drama porque llegó una desconocida o tienes hambre?
Fui a la cocina con el sonido de patitas siguiéndome a toda velocidad. Su plato vacio me indignó ligeramente. Le eché la comida que encontré sobre el mesón y el gatito se lo devoró como si no hubiese comido en días.
Lo primero que hice fue ducharme, ponerme ropa cómoda y limpia. Cuando volví a la habitación, me lo encontré sobre mi cama, durmiendo plácidamente
No tenía corazón para sacarlo, pero tampoco me sentía con el derecho de dormir con él y cerrar la puerta. No quería que mi nuevo compañero de piso pensara que había secuestrado a su mascota el primer día. Así que decidí acostarme a ver un poco de televisión y a que se fuera por su cuenta. Dejé la puerta abierta.
Y me quedé dormida.
Desperté cuando escuché que algo se cayó.
Me di cuenta de dos cosas:
Uno, Oliver había llegado.
Dos, me tenía que haber visto durmiendo con la puerta abierta y con su gato enrollado en el cuello.
Qué vergüenza.
Me levanté de un salto, me miré rápido en el espejo y no había mucho que hacer por mi cara de cansancio. Bueno, no importaba. Respiré hondo y fui nerviosa a saludar a mi nuevo compañero de piso.
Cuando aparecí por el pasillo, él ya me miraba sentado en el sofá, con la cabeza ladeada hacia mí. Tenía un cuenco de cereal con leche encima de sus piernas, y la bolita peluda al lado, tratando de meter la cabeza en la leche.
Él era tal cual la foto.
Guapísimo a un nivel desesperante, y la sonrisa que me dio... era capaz de debilitar a cualquiera.
—Perdón, te desperté —dijo, poniéndose de pie. Dejó el cuenco en la mesita.
—Oh, no te preocupes. Ya era momento de despertar, ¿qué hora es?
Estiró su mano hacia mí. La estreché. Me sacaba al menos 20 centímetros de altura.
—Oliver —se presentó—. Disculpa por invadir el lugar. —Miró el reloj de su muñeca—. Son las siete.
—Lara. Bueno, es tu casa. Yo diría que yo estoy invadiendo. —Le devolví la sonrisa. Era un momento incómodo. Dos personas que ya vivían juntas pero que no se conocían—. Me quedé dormida con tu gato, por eso no... cerré la puerta —aclaré, para que no pensara que mi intensión era que me viese desparramada en mi cama.
—Supongo que te hizo darle comida, es una mentirosa —dijo, señalándola.
—Puede ser. ¿Es gatita? ¿Cómo se llama?
—Sí, mmm... no tiene nombre. Le digo gata.
Parpadeé, incrédula. Solté una risa, esperando que dijera que era broma. Pero no lo hizo. Solo me sonrió.
—¿Es en serio?
—Sí. Es que no es mía. Estoy haciendo de hogar temporal. Un amigo la encontró hace tres días debajo de un auto. De hecho hoy me vine temprano del trabajo para llevarla al veterinario y que le hagan un chequeo para buscarle una familia.
Tragué saliva.
Porque de todos los escenario este era malo. Quizás el peor.
Era un chico guapo que cuidaba gatos.
Pero pensé en la historia.
—Ya habíamos formado un lazo —murmuré, haciendo un puchero.
Meli se habría reído a carcajadas al verme.
Oliver enarcó una ceja, divertido.
—Oh, no... no me convencerás de quedármela.
—Pero al menos podrías ponerle un nombre.
—Gata suena bien.
Rodé los ojos.
—Esa bola de pelos merece mucho más.
La señalé y la gata estaba con la cabeza metida en el bowl de leche.
Oliver fue corriendo a sacarla. La gata nos quedó mirando con toda la cara blanca.
—Mira, casi se nos ahoga en leche y estamos los dos al lado de ella. Yo diría que no estamos capacitados.
Tragué saliva. Quería decirle que nunca más dejara un bowl con comida sin supervisión, pero decidí omitir para no regañarlo el primer día.
—Es adorable.
—Si, yo sé que nos vemos adorables. —Soltó la frase así sin más, y al ver que me costó un segundo procesar lo que acababa de decir, Oliver se echó a reír—. Es una broma —aclaró, todavía divertido—. ¿De dónde eres? Tienes un acento...
—¿Extraño? Soy de Chile —respondí.
Algo que los tutores de ingles no habían podido sacarme. Para su fastidio y deshonra, mi acento seguía intacto.
Sus ojos se entrecerraron un poco. Me miró como si recordase algo.
—Iba a decir diferente. ¿Chile? Que curioso... —murmuró, volviendo la mirada a la gata—. Tuve... tuve una amiga que tenía familia allí.
—Oh, aquí he conocido pocas personas que sepan algo de Chile. —Ya no sabía qué más decir—. ¿Ya le tienes familia? —pregunté, señalando a la gata.
Meneó la cabeza.
—No le he buscado aún. En estos tres días me ha hecho mucha compañía. No me quiero separar todavía.
—Yo voto porque deberías quedártela.
—Apuesto a que sí, dormiste como dos horas con ella en el cuello y ya quedaste encariñada.
Abrí la boca para replicar, pero él riendo, se giró y cogió el bowl de leche—. Mejor iré a lavar esto. Ah, y Lara, yo ahora tengo que salir, pero... me gustaría hablar contigo mañana para ver temas del departamento. ¿Te parece en la tarde?
—Me iré lo antes posible —repliqué, sin pensar—. Ya estoy buscando otro lugar —mentí. Él negó con la cabeza.
—No, no... no te preocupes por eso. Es que quiero hacer otros arreglos, pero quiero conversarlo contigo primero. Si te quedas esta noche, ¿mirarías a la gata?
—Sí, claro. Yo la cuido.
—El comedero es automático, así que si te persigue por toda la casa como si no hubiese comido en semanas, te está manipulando. —Me guiñó un ojo—. Un gusto conocerte.
Y salió.
Miré a la bola peluda con los ojos entornados.
—Así que caí en tu juego a los cinco minutos. ¿Cómo te voy a llamar?
___
Hola chiquis!!! Aquí vengo con el segundo capítulo.
Espero que les guste!!
¿Y ahora cómo llamamos al gato? ¿Me ayudan?
Les preguntaré por instagram valerieparriss
¿Quieren que pase algo entre ellos?
¿Recuerdan a Clara?
Besitossss
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