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Capítulo 5

Sin contar la presencia de Tomas y todos sus amigos la verdad la pasé increíble ayer. No digo que al verlo haya arruinado mi día pero la verdad no esperaba verlo. Me desperté muy temprano esa mañana y como no había mucho para desayunar decidí salir a ver que encontraba.

Cuando me levanté de mi cama me di cuenta que Amanda me había dejado un bikini color menta en la silla. Rodé los ojos y me empecé a cambiar, me puse el bikini, un short y una salida de baño, esta era casi transparente debido a la fina tela.

Bajé las gradas, tomé las llaves de la casa y me empecé a caminar hacia el supermercado que estaba a un par de cuadra.


Cuando llego agarro un cartón de huevos, pan de caja y unos quesos. Pago todo y salgo con mi bolsa. Regreso a la casa y pongo todo en la cocina.

Nadie ha despertado aun así que decido ir a sentarme a la playa. 

Empiezo a dibujar en mi cuaderno, la verdad dibujar siempre ha sido mi salida y ¿qué mejor que dibujar el hermoso sol que sale entre el mar?

Mientras estoy haciendo sombras con mi lápiz la luz que me da el sol deaparece. Tres chicas están frente a mí quitándome toda la luz.

—Melissa.—digo cerrando mi cuaderno. Reconozco a las otras dos chicas enseguida: las gemelas Alisson y Hanna, las mejores amigas de Melissa.

—Emily ¿cierto?—veo como las tres sonríen falsamente.—Creo que necesitamos hablar de algo.— Melissa me agarra del brazo tan fuerte que con un jalón me pone de pie. Trato de soltarme pero sus amigas también me agarran.

Tres contra una, bastante justo.

—Tienes que mantenerte alejada de Tomas.—dice Melissa agarrando uno de mis mechones de pelo, con nada de cuidado lo jala para que su cara quede más cerca de la mía.—Debes de dejar de ilusionarte querida, porque él solo me quiere a mí ¿comprendes?—yo solo logro asentir, no puedo hacer nada más, mis manos están agarradas y mi cara siendo aplastada por las manos de Melissa.— Esto es una advertencia, a la próxima será algo peor.— quita su mano de mi boca y me pega una cachetada que me hace caer. Mi cabello está sobre mi cara, la arena por todo mi cuerpo. Escucho como ríen y luego se van.

Me quedo tirada un rato, tratando de asimilar lo que acaba de pasar.

Cuando estoy completamente segura de que se fueron me paro y me sacudo, tratando de quitar la mayor cantidad de arena. Me doy cuenta que la gente ya se está levantando así que mirando al piso trato de caminar a casa.

Cuando estoy segura de estar cerca alguien me hace girar.

—¿Emily?¿Estas bien?—mi mirada sigue pegada al suelo, no quiero llorar, que estupidez seria llorar, pero las lágrimas amenazan con salir.

No llores, no frente a él.

Sé por la voz que es Tomas el que está frente a mí, pero la verdad no tengo ganas de hablar con nadie.

—Si...—trato de evitarlo y seguir caminando pero me agarra del brazo. Al sentir la presión de su mano justamente donde Hanna había apretado me hace quejarse y apartarme rápidamente.

—Lo siento...—dice preocupado.—¿Qué te paso Emily?

—No es nada, estoy bien.—él se acerca a mí, teniendo cuidado de no lastimarme otra vez. Con su pulgar levanta mi barbilla y es ahí cuando nuestros ojos finalmente conectan, puedo ver como su mirada de preocupación se convierte rápidamente en una de horror, horror al ver mi labio roto y la sangre que sale de él.

—Emily...—susurra y puedo sentir cómo su cuerpo se tensa.—¿Quién te hizo esto?

—Nadie. No importa.— aparto su mano y doy un paso hacia atrás para decirle que me deje en paz.—Tengo que irme.

—No.—dice firme mientras agarra mi mano, a pesar de que su mirada es dura su agarre es suave casi cariñoso.—Ven, hay que curarte ese labio.— yo sin fuerzas de discutir me dejo guiar por él, pidiendo con todas las fuerzas que Melissa no nos vaya a ver.

Camino mirando la arena bajo mis pies pero levanto mi mirada cuando la arena termina y el cemento se abre paso. Me doy cuenta que estamos frente a una casa, pero no es la casa de Amanda.

—No creo que sea buena idea.—digo poniéndome nerviosa. Ya es suficientemente humillante que Tomas me mire así, ¿pero todos sus amigos?

—No te preocupes.—dice haciéndome entrar.

Cuando los hacemos me doy cuenta que la casa es muy parecida a la de Amanda solo que está un poco más desordenada. Tomas me guía hacia la cocina, de camino ahí nos encontramos a un grupo de chicos, yo me limito a mirar al piso, avergonzada. Tomas me deja sentada en un banco alto mientras él sale a hablarles.

Cuando regresa trae un botiquín de primeros auxilios y Eric viene detrás de él. Eric va directo hacia el refrigerador y saca una bolsita de hielo.

—Toma.—dice sonriendo amablemente, yo levanto mi mirada y tomo la bolsa sonriéndole de regreso. Él mira mi labio y suspira mientras niega con la cabeza. Luego de eso sale de la cocina despidiéndose con la cabeza.

Tomas se acerca a mí y con su dedo me hacer mirarlo nuevamente. En la otra mano tiene una toalla desinfectante y la pasa por mi labio con sumo cuidado. Él está demasiado cerca y el hecho que sus ojos estén detenidamente mirando a mis labios hace que mi corazón palpite más rápido.

Solo tendría que bajar su cara unos cuantos centímetros para que nuestros labios se toquen.

Cuando mi mente empieza a fantasear con sus labios Tomas aparta la mirada de mis labios y los pone en mis ojos. Sus ojos que normalmente son marrones se han puesto muy oscuros. Tomas traga fuerte antes de poner su mirada en mis labios una vez más. Él humedece los suyos haciéndolos lucir más brillosos.

Y en esa fracción de segundo él se acerca, lentamente. Su nariz acaricia la mía mientras sus labios se acercan cada vez más a los míos. Con su mano levanta un poco más mi cara para que todo sea más fácil, sus ojos se cierran y los míos también. Inconscientemente abro mis labios y puedo sentir su agitada respiración.

—Tomas acuérdate de guardar bien el...—Eric entra a la cocina haciendo que nos alejemos de un salto, yo casi me caigo del banco mientras que Tomas termina del otro lado de la barra, con su espalda pegada a la refrigeradora. Nuestras respiraciones agitadas no pueden pasar desapercibidas por nadie. Como siempre yo me escondo atrás de mi pelo y miro el piso, nerviosa.—...botiquín.—dice y una sonrisa burlona se le escapa de sus labios.— Lo siento no quería interrumpirlos, pueden seguir, ya me voy.—dice riéndose.

—Eric...—lo regaña Tomas, nervioso, pero este solo se ríe.

Nos quedamos solos y mi cara no puede estar más caliente. Ninguno de los dos dice nada y la verdad esta vez estoy feliz de no ser la única sintiendose incómoda.

—Gracias por todo.—digo levantándome de la silla.

—Si...no hay de que.—dice aclarándose la garganta.—¿Ya me dirás quien te hizo esto?—y es ahí cuando la incomodidad se va de su cara, y la misma mirada dura aparece.

—¿Me creerías si te dijera que me pegué con un poste?—le digo sonriendo, tratando de encontrar la gracia en una situación donde no viene al caso, cuando veo que él no sigue el juego mi sonrisa desaparece.— No es importante enserio. Estoy bien.

—No está bien Emily, esto no esta bien.—dice exasperado acercándose más a mí, sus manos buscan tocar mis brazos, yo por acto de reflejo me encojo en mi misma, él se sorprende ante mi reacción—¿Lo ves? No puedes dejar que te hagan esto.—yo me quedo callada, no sé qué decir.

—Lo siento.—digo mirando el suelo.

—No lo sientas, no es culpa tuya. Ven vamos a comer algo, yo invito.

—No creo que sea buena idea.—digo retrocediendo.

—¿Qué no sería buena idea?

—Ir juntos.—respondo y él me mira confundido.

—¿Por qué?

—No nos pueden ver juntos.—susurro tan bajo que creo que ni siquiera lo escuchó. Pero lo hizo, claro que lo hizo porque su cuerpo se tensa, su mandíbula, sus puños, todo.

—¿Él que te hizo esto no quiere vernos juntos?—ante su pregunta yo desvío la mirada.—¿Fue tú novio? ¿El chico de ayer?

—¡No! ¡Claro que no! Nico jamás haría algo así, aparte él se fue a casa ayer por la noche. Él no tiene nada que ver y no es mi novio.

—¿Entonces quién?¿Quién te obliga a alejarte de mí?—Tomas me pregunta frustrado y ¿triste?

—Necesito irme. Ahora.

—No, dímelo por favor.—me suplica.

—No quiero problemas, nunca los quise.—digo mirándolo, él solo se queda callado y no me detiene cuando salgo de la cocina.

El silencio reina en la cocina y puedo escuchar como la puerta de la casa se cierra cuando Emily se va. Yo me quedo ahí parado unos segundos o minutos, la verdad es que no tengo ni idea.

Por mi mente se repite una y otra vez la escena cuando la encontré, lagrimas salían de sus grandes ojos negros, su cabello del mismo color estaba lleno de arena y muy desordenado. Sus pequeños brazos morenos estaban temblando y su boca, su hermosa y carnosa boca estaba sangrando.

Mis pensamientos son interrumpidos por el sonido de la puerta abrirse, esperanzado salgo corriendo pensando que es Emily.

—¿Emily?— cuando veo a la persona que entra suspiro.

—No soy Emily, yo soy más lindo.—dice Eric riendo pero luego me mira.— ¿Estas bien? ¿Qué pasó?—le cuento todo lo que pasó y le digo lo enojado que estoy y la impotencia que siento al no saber quien es el responsable.

—Melissa.

—¿Qué?—la verdad no estoy de humor para hablar de esa chica en este momento.

—La escuché hablar con sus amigas, no entendí mucho y pues la verdad cuando las vi salí corriendo pero estaba enfadada y se quejaba que una gota de sangre había caído en su camisa o algo.

—Emily tenía sangre en el labio. Eric, le rompieron el labio.—digo al darme cuenta de lo estúpido que soy de no considerarla a ella como posible responsable.

—Fue ella.—decimos a la vez. Tomo rápido las llaves del auto, antes de arrancar espero que Eric se suba y nos vamos a la casa de Melissa.

🌸🌸🌸🌸🌸

—Tomas, pero que sorpresa. ¿Qué te trae por aquí amor?—Melissa me recibe con su típica sonrisa de superficiencia, esa que me hace querer sacarme todos mis órganos por los ojos.

—Sé que fuiste tú.—digo claramente molesto.

—¿La que hace suspirar a todos? Claro que soy yo.—dice antes de reír.

—Tú golpeaste a Emily.— ella abre los ojos con sorpresa, no se esperaba esto.

—¿Ella te dijo eso?—pregunta disgustada por cómo iba la conversación.— ¿Ella se fue a quejar contigo?—se ríe.— ¿Vez que desesperada está por atención?

—La que está desesperada aquí eres tú, Melissa.— la chica frente a mi solo sonríe.

—Solo por tú atención amor.—guiña el ojo y se acerca a mí.

—¡Basta! No quiero que te acerques ni a Emily ni a mí jamas.—grito.—¿Qué acaso no te cansas de rogarle a las personas que se fijen en ti?—ella se queda callada, claramente acerté.

—Tomas...

—No, solo aléjate.— la miro una vez más y luego regreso a mi auto dónde está Eric.

—La próxima vez yo elijo el lugar para relajarnos.—le digo y los dos reímos.

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