Me despierto con un horrible dolor de cabeza, no pude dormir mucho anoche así que cuando finalmente pude pegar ojo fue gratificante. Aunque lo hubiera sido más si no me hubiera despertado con este dolor y con el hecho de que tenía que ir al colegio. Esos simples hechos no ayudaban en nada a mi humor.
—Emily, ¿te encuentras bien linda?—siento como mi madre toca suavemente mi pelo mientras se sienta a mi lado en la cama.
—No dormir mucho anoche, pero estoy bien.—le digo. Ella asiente y después de decirme que me cuide mucho me da un beso en la mejilla antes de despedirse e irse a trabajar.
Bajo a la cocina por algo de comer, cuando me doy cuenta que el desayuno preparado no es de mi agrado agarro una manzana. Luego de comérmela regreso a mi habitación para arreglarme.
Finalmente elijo un buen conjunto para ir al colegio, o bueno la verdad ni siquiera sé que escogí me dolía mucho la cabeza. De mi mesa de noche agarro una de las horribles pastillas para el dolor de cabeza y me tomo dos con la esperanza de que se vaya rápido. Me acuesto un momento y cierro los ojos tratando de que el dolor se calme un poco.
En mi mente solo aparecen la situación del sábado en la noche, una y otra vez. Simplemente no lograba que salieran y odiaba sentir esa ansiedad.
Todo el domingo estuve haciendo todo tipo de cosas para no pensar en eso pero en la noche me fue imposible evitarlo.
Me volví a meter en mis pensamientos que sin darme cuenta me quede dormida. Fue el sonido de mi celular que me hizo despertar.
—¿Emily?¿Estas bien?— cuando contestó escucho la voz de Amanda.
—Si.—bostezo.— ¿Por qué preguntas?— habían pasado tantas cosas que la verdad no sabía específicamente a que preguntaba si estaba bien.
—¿Te acabas de levantar?—dice algo después de eso pero no logro entenderlo. Creo que ni siquiera me hablaba a mí.— ¿Sabes que hora son?
—¿Las 7:30?—pregunto acomodándose más en mi cama.
—¡Las 10:02!— dicho esto me levanto de un salto. Pero fue mala idea, mi mano se dirige a mi cabeza y me quejo por el pinchazo que siento. Pues dormí pero el dolor sigue ahí.
—Me quedé dormida, llego en 10 min.—digo. Amanda quiere decir algo pero yo cuelgo antes. Salgo corriendo con mi maleta en hombros. Cuando veo que no hay ningún carro frente a mi casa me da un mini infarto. Es en ese momento en el que recuerdo que mi padre se llevó mi auto al mecánico.
¡Tenias que tomar el autobús hoy!
—¡No puede ser!— digo enojada. Si saber que otra cosa hacer empiezo a correr, si: a correr.
Mi colegio no está tan lejos de mi casa pero lo suficientemente lejos para llegar con asma, un pulmón a punto de explotar y sangre saliendo de mis ojos. Así de cerca.
—¿Mal día?—pregunta Amanda riendo al verme.
—Ni te lo imaginas.—digo y me quejo agarrándome de mi cabeza.
Nota mental, no ser tan despistada.
—Me explotará la cabeza, ¿tienes una pastilla?—pregunto, ella asiente y me da una.
Entramos a clase pero mi dolor de cabeza sigue insistente. Tanto es el dolor que se me hace muy difícil no querer dormir un poco. Aprovecho que la maestra de matemáticas se da la vuelta para escribir en el pizarrón para recostar mi cabeza en mis brazos para descansar un poco.
🌸🌸🌸🌸🌸
—Emily...¿Emily?—siento que mueven mi hombro y es cuando levanto mi cabeza un poco sobresaltada.
—¿Si?—trato de parpadear pero la luz que entra por las ventanas es un poco fuerte. Miro al frente esperando ver a la maestra enojada dispuesta a sacarme de la clase y a mis amigos riéndose de mí pero me sorprendo al ver que el salón esta completamente vacio. Frente a mí está Amanda mirándome preocupada.
—¿Segura que te sientes bien? Dormiste toda la clase.—dice seria.
—Solo quería descansar un poco.—digo agarrando mis cosas para salir junto a ella.
El día no mejoró mucho, mi humor y mi dolor de cabeza no hacían más que empeorar.
🌸🌸🌸🌸🌸
Clase tras clase trato de prestar atención pero simplemente no podía. A la hora del almuerzo el dolor casi había desaparecido lo que me aliviaba muchísimo.
Amanda, Nicolás y yo nos dirigimos a la cafetería para almorzar. Todos voltearon a vernos cuando entramos. Suspiro ante tanta atención.
Mi mirada va directo a la mesa del fondo, donde Tomas acostumbra a sentarse pero él no está ahí. Me paro de mi asiento y les digo que voy a ir por algo de beber.
Camino tranquila tratando de no llamar tanto la atención. Cuando estaba a medio camino siento como algo frío y muy pegajoso cae por mi cabeza. Paro en seco.
—¿Pero qué...?—escucho risas y veo a las personas responsables de esto.— ¡¿Qué es lo que les pasa?!
—Emily, Emily, lo siento tanto. No es mi culpa que seas tan pequeña y que no se te note al pasar.— dice Hanna riendo mientras mira a su gemela.
—Oh corazón, el rosa definitivamente no es tu color.— continúa diciendo Alisson refiriéndose a la malteada de fresa que está derramada sobre mí.
—¿No pueden parar de molestar? ¿Que acaso no tiene algo más interesante que hacer?
—Querida, tú mereces esto y mucho más. Estamos haciendo justicia nada más.—dice Alisson mirando furiosa.— Fue tu culpa que Melissa fuera expulsada, ella no lo merecía.— finge llorar y Hanna la consuela negando con la cabeza mientras me mira.
—Yo no tuve la culpa de nada.—diego molesta.
—Claro que si.—se acerca a mi.— Te dijimos una simple cosa, que te alejaras de Tomas Miller pero no pudiste hacerlo.
—¿Qué tanto drama por él? ¿Cual es la necesidad de hacer todo esto por él?
—Tomas no te pertenece, él es de Melissa, siempre lo fue.
—Pues ¿saben que? Me parece perfecto. ¡Porque Tomas no me interesa y nunca me interesó! Así que pueden ir a comportarse como las inútiles que son con otra persona. Porque créanme que un chico no vale todo esto— grito y ellas se quedan en silencio.
En ese momento es cuando recuerdo dónde estoy. El silencio se va en dos segundos cuando todos a mi alrededor empiezan a susurrar.
Escucharon todos. Todos.
—No es cierto.—susurro.
Un fuerte golpe los hace callar a todos. Todos quitan sus ojos de mi y los pasan a la puerta de la cafetería, la que fue azotada hace un par de segundos.
—¡Tomas espera!—veo como Eric abre la puerta y sale corriendo. Cuando la puerta se cierra nuevamente todo el mundo empieza a susurrar otra vez.
—¿Tomas?—mis labios dicen su nombres mientras miro la puerta antes de ser arrastrada por Amanda a los baños.
—¿Qué fue todo eso? ¿Te encuentras bien?—pregunta llegando al baño. Ella agarra papel y lo moja un poco para tratar de limpiar el desastre que tengo como pelo y ropa. Yo abro la boca un par de veces pero esta siempre se cierra.
—Yo...Necesito irme a casa.
—¡Ya basta! ¿Cuánto has tomado?—la voz de Eric hace que me sobresalte. Él me quita la bebida de mis manos.
—¿Cómo me encontraste?—gruño tratando de agarrar la botella de nuevo.
—¿Crees que no conozco el lugar donde mi mejor amigo viene a tomar y a llorar?—dice y veo su sonrisa de idiota.
—No estoy llorando.—digo como puedo. No recuerdo cuando tomé solo sé que no sería capaz de caminar sin caer.
—Claro, claro. Ven te llevaré a casa.—dice agarrándome del brazo pero yo lo suelto. ¿Como? Ni idea.
—¡No! Déjame.—levanto la mano para llamar al bartender pero Eric me pega lo que hace que la baje con un puchero.— Quiero otra bebida.
—¡Ya tomaste demasiado! Es increíble como te pones por Emily.
—No digas su nombre.—digo poniendo mi dedo en sus labios para callarlo. Mis ojos ni siquiera están abiertos.— Ella no quiere saber nada de mí, ni yo de ella.—digo serio.
—¿Seguro?
—Sip.—digo cruzándome de brazos cual niño en berrinche.
—De acuerdo, entonces vámonos.
Un rato después Eric logra sacarme del bar y me lleva a su auto. Cuando llegamos a mi casa él me ayuda a llegar a la puerta, porque la verdad no siento mis piernas.
Eric me coloca en mi cama y él se acomoda en el sillón. Estaba a punto de preguntarle porque no se iba pero el sueño me gana.
Esa noche tuve una pesadilla, una donde yo no le interesaba a Emily.
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