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Antes de que todo se arruinara

Mis ojos se encuentran cerrados, mi cuerpo está completamente recto, mis manos en mis rodillas y mi cabeza hacia el cielo. La brisa es cada vez más fuerte y la gente ya está empezando a poner las luces y sus árboles.

Navidad siempre ha sido una de mis festividades favoritas. La familia, la comida, el clima, las luces, la alegría, todo es simplemente mágico.

—¿Pasarás las fiestas con Tomas?—me atraganto con mi saliva al escuchar la pregunta. Mi tranquilidad se va y mi corazón empieza a palpitar muy fuerte.

—¿Cómo?

—¿No lo han hablado aún?—pregunta Amanda sentándose a la par mía y me entrega un sorbete de vainilla con caramelo y oreo. Nico está parado frente a nosotras mientras mira el cielo.

—¿Hablar de que?—pregunto y trato de darle un lamida a mi sorbete pero Amanda me lo quita.—¡Hey!

—No te hagas la tonta. Navidad es en una semana y tienes que definir con él que es lo que harán.

—Pero ya tenemos nuestras tradiciones en navidad.—hago un puchero y miro a Nico tratando de conseguir ayuda de su parte.

—No me mires así, las tradiciones no se rompen pero pueden modificarse cuando alguno tiene pareja, es normal.—Nico responde encogiéndose de hombros. Yo gruño por lo bajo maldiciendo el día en que mi mejor amigo y mi novio se hicieron amigos.

—¿Lo veras hoy no? Tienes que hablar con él. Será su primera navidad juntos ¿no te emociona?—pregunta Amanda pero Nico la distrae diciéndole que tiene un insecto en el pelo.

Amanda empieza a gritar mientras corre. Nico trata de alcanzarla golpeándole la cabeza con una servilleta tratando de quitarle el posible inexistente insecto.

Yo me quedo mirándolos mientras río. Mis amigos se tiran en la grama un poco alejados de mí y levantan sus manos mirando al cielo.

Sonrío al recordar todos nuestros momentos, cada risa, salida y juego. Ellos siempre han estado para mí y la verdad siempre me ha gustado que fuera así. Pero ahora hay otra persona en mi vida, una que es demasiado importante y que me dolería mucho que se fuera.

—La primera navidad juntos.—susurro sonriendo. Mi mano toma el dije que Tomas me dio hace tres meses. Mi sonrisa se hace más grande al recordar la propuesta que me hizo y cómo las cosas estuvieron increíblemente bien luego de eso.

Miro al cielo y veo las estrellas. El sol está metiéndose dejando ver un hermoso color anaranjado.

No puedo evitar ponerme un poco triste al recordar que en un par de meses Tomas se graduará. Y como lo de navidad aún no hemos hablado de lo que pasará con nosotros cuando él se vaya a estudiar. Porque algo que sabe todo el mundo sobre Tomas Miller es que estudiará arquitectura, igual que su madre, en una de las mejores escuelas de Madrid. Una escuela que no solo está fuera de nuestro país pero también en un continente completamente diferente.

Una pequeña lagrima sale de mi ojo derecho y me rio por lo tonta que soy al llorar por algo que aun falta tanto. Pero no puedo evitarlo, pensar en perderlo duele demasiado. Tanto que no me imagino no estar junto a él.

—¡Emily! ¡Ven aquí!—me gritan mis amigos y yo limpio mis lagrimas y sonrío mientras corro hacia ellos.

Me tiro sobre ellos a lo que recibo quejas de dolor. Pero sonrío, porque a pesar de que en mañana podría cambiar todo, soy feliz con lo que tengo hoy.

—¡No puedo creer que no me hayas dicho nada antes!—me reclama Amanda mientras sujeta unos cinco vestidos.

El día anterior le había llamado para pedirle ayuda. Tomas me comentó que me ha preparado una sorpresa para el día de San Valentín, y como siempre el chico no me ha comentado nada de nada sobre dónde es, qué haremos o que debo usar. Así que por eso estoy aquí, a un par de horas de que él llegue a recogerme, comprando un vestido o cualquier cosa que se vea decente.

—No estoy para reclamos ahora, si no tengo algo que ponerme de aquí a una hora tendré que cancelarle.—le digo algo estresada. Mi amiga solo niega con la cabeza y voltea hacia un estante medio a lo lejos y sonríe.

Amanda me voltea a ver con una sonrisa que le llega hasta los ojos y yo retrocedo un poco por el miedo.

—Oh, Emily, sé bien lo que te pondrás esta noche, y sé bien que tu querido novio no podrá dejar de mirarte.—levanto una ceja con una rara sonrisa y antes de poder decir algo mi amiga sale corriendo a buscar lo que sea que ha visto.

🥀🥀🥀🥀🥀

Mis dedos juegan sobre mi regazo mientras trato de respirar con tranquilidad. Mi pelo vuela de un lado al otro debido a que la ventana está abierta, dejándome respirar el aire fresco de la noche estrellada. Mi vista se va a la ciudad que pasa casi volando desde mi perspectiva.

Mis pelos se erizan y me reprendo un poco por no haber traído algo con que abrigarme.

—¿Nerviosa?

—Con él siempre lo estoy—confeso y el chico que está manejando ríe por lo bajo.

Volteo a ver a Eric, su camisa azul de botones está abierta hasta el segundo boom dejando ver un poco de su pecho. Sus mangas están remangadas y tiene un jeans negro un poco rasgado. Cuando lo vi al abrir mi puerta no pude evitar reír.

Él me dijo que Tomas lo había obligado así que, que evitara las bromas.

Claro que no pude ni decirle que no lo esperaba ya que  me dijo que Tomas se retrasó un poco así que había mandado al mejor chofer de la historia.

—Tranquila, sé que te sorprenderás porque mi amigo está loco y pues siempre busca hacer lo mejor por ti. Ama sorprenderte y ver la cara rara que pones cuando quieres llorar,reír y gritar al mismo tiempo.—se burla mirándome un poco antes de volver la vista a la calle.

—¡Oye! No hago una cara rara.—digo y él me mira levantando la ceja, yo solo me cruzo de brazos y suspira.—No es mi culpa, Tomas siempre ha logrado hacer algo inesperado.

—Ya lo creo.—dice y ríe un poco.

Me le quedo viendo nuevamente y sonrío al ver su enorme sonrisa.

Si que amas a Tomas ¿eh? Eres un buen amigo.

—Llegamos.—dice y yo me sobresalto un poco. Miro hacia la ventana nuevamente y me doy cuenta que estamos rodeados de árboles.

—Siempre sospeché que querías matarme pero ¿tenías que hacerlo hoy?—le digo un poco nerviosa pero cuando volteo a verlo me doy cuenta que él ya no está en el carro.

Mi corazón empieza a palpitar fuerte, no se ve nada más que la oscuridad atrapada en las grandes árboles.

De la nada mi puerta del auto se abre y yo suelto un tremendo grito.

—¡Tranquila! Soy yo, no te asustes.—Eric abre bien la puerta y me apunta con la luz de su celular. Yo pongo mi mano frente a mi cara y mis ojos se cierran un poco.

—¡No hagas eso! Pensé...yo no sé pero no hagas eso.

—Lo siento.—se ríe y luego me tiende una mano para ayudarme a bajar.

Me cuesta un poco hacerlo ya que había decidido traer unos botines con tacón, mala idea si pensábamos quedarnos más tiempo en el bosque.

—¿Me puedes decir que hacemos aquí? Por que si es una de tus raras paradas que haces antes de cualquier cosa no me gusta.

—Tienes que seguir el camino de luz.—dice ignorando mi comentario. Yo lo miro confundida y él apunta hacia el otro lado del carro, del lado donde él salió. Me doy cuenta que hay un camino con faroles. El camino es lo suficientemente iluminado para que no muera del susto pero aun así me encuentro indecisa al querés empezar a caminar.

—¿Tú...?

—No lo siento, Tomas específicamente me mencionó que no podía ir más allá de esta raya, tengo que seguir las órdenes del alto mando.—se encoge de hombros y yo levanto una ceja con una sonrisa divertida.— Ni creas que me refiero a Tomas, Verónica da mucho miedo si no somos obedientes.—dice y yo no puedo evitar reír.

—Bien, supongo que si me secuestran me sentiré bien al saber que tú cargaras con la culpa.

—Ni creas, pero suerte.—dice y me empuja un poco para que empiece a caminar.

Tomando aire, dejo de pensarlo mucho y obligo a mis pobres y temblorosas piernas a caminar sobre el hermoso camino iluminado.

No se ve nada más que eso, bosque, ramas, tierra y luz. A lo que supongo es la mitad del camino volteo para ver si Eric sigue ahí, pero para la mala suerte de mi corazón él ya se fue.

Mis pies siguen caminando, lo que no es fácil por los tacones que se enredan con cada rama, que se hunden en la tierra y que se deslizan en las rocas. Suelto muchas maldiciones antes de sentir una luz mucho más intensa frente a mí.

Pongo mi mano nuevamente frente a mi cara y me doy cuenta que el camino de luz ya no es un camino recto sino que los lados se separan hasta formar un círculo grande.

La luz baja un poco de intensidad y mis ojos logran adaptarse para finalmente ver con claridad lo que hay frente ellos.

El final del camino trae consigo el final de esa montaña, se ve una gran barranco a muchos metros de mí y logro ver una increíble vista de la ciudad.

Pero no son las millones de luces que me hacen llorar, sino que la mesa increíblemente ordenada y arreglada que está enmedio del círculo y el chico apuesto que está en un saco muy elegante y que tiene un ramo de rosas en sus manos que hace que mi corazón palpite para estallar.

—Pensé que te perderías.—suspira aliviado y yo no puedo evitar reír entre lágrimas. Tomas me sonríe y se acerca un poco más a mí. Me entrega el ramo y me sujeta de la barbilla para besar mi mejilla.— Feliz día de San Valentín Emily.

—¿No te ha contestado?

Levanto la vista de mi celular y volteo a ver a mi madre que tiene semblante preocupado. Suspiro antes de tirar mi celular a la cama y acurrucarse en mis sabanas. Mi madre hace una pequeña mueca y se sienta a mi lado abrazándome un poco.

—No te preocupes hija, algo importante debe de pasar si no contesta.

—No mamá, es solo que...—mi madre frunce el ceño y aparta el pelo de mi cara.— Tuvimos una pelea.

—Dijiste que pasaba algo en su casa...

—Así es, yo... Hace dos días Tomas recibió una llamada de su padre. Él no se había comunicado con él desde hace mucho tiempo, desde que se fue con otra mujer. Tomas estaba descontrolado y yo traté de entenderlo y ayudarlo. No lo sé mamá todo está raro. Sé que debería de ayudarlo pero él me aleja cada vez que intento acercarme.—suspiro nuevamente y paso mi mano por mi cara, frustrada.

—Hija...No todos manejamos el dolor de la misma manera. Hay personas que huyen, que intentan evitarlo y seguir normal y otras que se frustran. Tomas está manejando el dolor como él cree que es mejor o tal vez ni siquiera sabe lo que hace o cómo manejarlo.

—¿Y qué hago yo, mamá? Si él cree que la única manera de manejar este dolor es alejándome ¿qué hago yo?

—No te rindas hija.—aparto mi mano de mi cara y la volteo a ver. Mi madre me regala una pequeña sonrisa de lado y toca mi mejilla.—Él te necesita y aunque él esté tratando de alejarte sé que él agradecería que estuvieras ahí. Trata de hablarle, de escucharlo y aunque él no quiera demuéstrale que pase lo que pase tú estarás ahí para él.

Las palabras de mi madre me hacen reflexionar. Un pequeño recuerdo de la noche anterior llega a mi mente.

Tomas gritandole al celular, yo acercándome para tratar de apoyarlo y él solo alejándose. Diciendome que él llamaría, que necesitaba algo de espacio, que necesitaba pensar.

—No sé si es lo mejor mamá...

—No dejes de intentarlo ¿si? Si en verdad lo quieres lucha por lo que tienen.—mi madre sonríe nuevamente antes de dejar un pequeño beso en mi cabeza. Se levanta y se dirige a la puerta pero antes de salir me voltea a ver nuevamente.—Ponte la camisa lila, sé que a él le gusta mucho.—dice y yo río un poco.

Cuando mi madre cierra la puerta yo suspiro mientras me levanto. Veo mi reflejo en el espejo y me doy cuenta que mi pelo esta todo enredado. Trato de peinarlo con las manos pero me es imposible. Detesto tenerlo tan largo.

Entro al baño y decido ducharme, me maquillo un poco y me pongo la famosa camisa lila.

Noto que algo brillaba entre mi espejo empañado y luego de limpiarlo veo que es el dije que cuelga de mi cuello.

Lo observo y sonrío.

—Vamos a solucionar esto. Yo estaré para ti, solo esperame.—susurro a mi reflejo.

Salgo de casa luego de despedirme de mi madre. Meto las llaves de auto haciéndolo arrancar y salgo para la casa de mi novio.

Paso las calles tratando de pensar que le diré, sé que él me dijo que necesitaba algo de espacio pero no puedo esperar hasta que la rabia que siente solo vuele y se vaya. Mamá tiene razón, tengo que decirle que aunque no me quiera ahí, yo estaré.

Sin siquiera notarlo me encuentro frente la casa de Tomas. Frunzo el ceño al notar que el carro de su madre no está estacionado. Miro la hora y me doy cuenta que es posible que siga en el trabajo pero según yo nunca salía de trabajar tan tarde.

Aparco frente a la casa, por si la mamá llega, y me bajo del auto.

Mi vista va rápido hacia el cielo, las luces de las casas ya estaban encendidas por que la noche ya ha caído.

Me acerco a la puerta con la intención de tocar el timbre pero me sorprendo al darme cuenta que la puerta está medio abierta.

Un escalofrío me cubre todo el cuerpo.

—¿Tomas?—pregunto entrando con cuidado.

La casa está completamente oscura salvo por la luz del pasillo de las escaleras.

Cierro la puerta detrás de mí y trato de encender la luz pero antes de hacerlo tropiezo con un zapato.

Caigo al piso y me quedo ahí tratando de entender lo que había pasado. Miro hacia mis pies y me encuentro un tacón demasiado alto. Mi corazón empieza a palpitar aceleradamente. Me levanto nuevamente e inútilmente trato de alisar mi ya ajada camisa.

Trato de parpadear muchas veces para que las lágrimas que se están formando en mis ojos desaparezcan.

No saques conclusiones antes de tiempo, solo no lo hagas. Pueden ser de Verónica.

Comienzo a caminar hacia la cocina pero una risa me hace parar en seco. Mi vista se va hacia las escaleras y sin una pizca de duda compiezo a subirlas.

Llego al pasillo y todas las puertas parecen cerradas. Me fijo que precisamente la puerta de Tomas está un poco abierta.

Camino hacia ahí y abro la puerta con cuidado.

Mi vista va desde el piso hacia la escena que está frente a mí.

Noto los pies de Tomas, él está descalzo con un jeans y nada más. Pero no son los únicos pies que veo. Hay unos pies que cuelgan de la cama y uno precisamente tiene un tacón.

Mi vista se estanca en la chica que tiene un short y una camisa blanca de botones medio abierta dejando ver su sostén. Mis ojos miran los suyos. Sabriska parece sorprendida al verme pero una sonrisa de lado sale al segundo.

Mi mirada termina de subir, logro ver el rostro de Tomas que pasa de molesto ha sorprendido y de sorprendido ha preocupado.

—Emily...—el chico se da la vuelta y trata de acercarse a mí pero ya es tarde, por que mis pies se mueven demasiado rápido hacia la salida.

Mis ojos dejan caer las lágrimas cuando llego al carro. Los sollozos son tan fuertes que tengo miedo de tener un ataque ahí mismo.

Me sobresalto al sentir un golpe en mi ventana.

—¡Emily! ¡Por favor déjame explicarte! ¡No es lo que parece, juro que no es lo que parece!—lo ignoro buscando las llaves del auto en mi cartera pero mis manos están tan temblorosas que me cuesta mucho.—¡No manejes así! ¡Emily por favor te lo pido yo te llevaré! ¡Dejame explicarte, no manejes así!

Logro encontrar las llaves, enciendo el carro y sin siquiera pensar si al arrancar rápido lo golpearé, lo hago. Salgo del parqueo y manejo hasta mi casa.

Con los ojos llorosos y con el corazón destrozado.

—Así que Sabriska finalmente se fue ¿no?—volteo a ver a Nico que está tirado en mi sofá.

Hemos salido temprano del colegio así que lo invité a casa para avanzar con los exámenes finales.

El fin de año está cerca y todos los estudiantes empiezan a transpirar nerviosismo y desesperación.

Me acomodo a la par de él y me siento cruzando las piernas. Pongo un gran bol de palomitas sobre ella y meto varias en mi boca.

—Si... Su madre le pidió regresar a Rusia cuanto antes. Según Tomas ella empezará clases en septiembre así que tiene que empezar a ver todo lo de las universidades.—Nico sella sus labios y asiente por un largo rato.

—Me alegra que se haya ido, era problemas.

—Ni que lo digas.—le digo recordando el incidente en la casa de Tomas.

Recuerdo que fue horrible, llegar a casa y llorar hasta quedarme sin agua en mi sistema. Llegaron todos a socorrerme ya que mi madre no sabía qué hacer conmigo. Cuando digo que fue un milagro que no chocara y me matara es que enserio lo fue.

Tomas llegó corriendo a tratar de explicarse pero la barrera entre Amanda, Nico y me madre impidieron que siquiera me mirara.

Llamó durante semanas, me escribió cada día, cada hora. Trató de encontrarme en el colegio pero yo huía en cada ocasión. Fue hasta que Sabriska misma llego a mi casa y habló conmigo. Me explicó todo y me dijo lo que Tomas había tratado de decirme todo este tiempo.

"—Fue todo un malentendido.—me dijo no más abrí la puerta de mi casa. Gruñí exasperada y traté de cerrar la puerta pero ella me lo impidió.— Hablo enserio Emily, tú conoces a Tomas tan bien como yo, él jamás haría lo que tú crees que hizo.

—¿Por qué debería de creerte?

—No lo hagas si no quieres, pero aunque no lo creas Tomas es demasiado importante para mí. Le he causado mucho daño y soy consciente de eso. Era una chica tonta ¿okay? Sabía que le gustaba a Tomas y me aproveché de la situación, no sabía que hacer, todo en mi casa estba arruinandose, desmoronándose delante de mis ojos y yo no sabía que hacer. Lo lastimé pensando que si lo hacía él seria igual de fuerte que yo y que se quedaría junto a mí por siempre. Pero lo arruiné todo. Me alejaron de él pero en vez de luchar por quedarme decidí dejarlo en paz porque la persona que más lo lastimaba era yo. Regresé por trámites de la universidad, lo vi y no pude evitar recordar todo y quererlo de regreso y lo siento. No sabía que estaba contigo o tratando de estarlo cuando vine. No quise ocasionar conflicto, lo juro. Ese día cuando nos encontramos yo llegué borracha, venía del mar con unos amigos, era mi ultimo fin de semana aquí. El padre de Tomas me había pedido que recogiera unos papeles, ya sabes cosas del divorcio. Llegué cuando no había nadie, abrí la puerta por que me dieron una llave hace mucho. Juro que iba a la oficina del padre de Tomas pero no pude evitar entrar a su habitación. Tiene el mismo cartel de cuando niños y solo quería ver que tanto había cambiado. Entre y me tropecé, tenía un solo tacón y la verdad es que no recuerdo como. Por favor Emily, tienes que creerme. Tropecé y caí en la cama. Estaba tan borracha que no escuché cuando Tomas entró a la casa. Venía de practicar rugby, su madre no estaba así que decidió quitarse la camisa y dejarla en la lavadora, por eso él no la tenía. Por favor, nada pasó, y aunque yo hubiera querido que pasara el jamas, jamas, jamas hubiera dejado que pasara, por que él te quiere a ti, solo a ti y a nadie más. Por favor, créeme.—la chica terminó de hablar y jadeó por la falta de aire. Yo me quedé helada sin saber qué hacer"

—¿Ya te pidió de ir a la graduación juntos?—pregunta agarrando el bol y metiéndose una cantidad exagerada a la boca.

—¡No te las comas así que te las vas a acabar rápido!—lo regaño y le quito el plato.—Y no, aún no hemos hablado.—sonrio un poco de lado y él se me queda mirando serio.

—Emily...

—Estoy bien, estamos bien, lo prometo. Solo que ha sido difícil luego de lo de Sabriska y lo de que él se va a otro continente. Solo, no sé cómo solucionaremos la última parte.

—Lo harán, si crees que vale la pena seguir con una relación a distancia, sé que encontrarán la manera de hacerlo.—asiento un poco y luego suspiro antes de sonreir y abrazarlo.

—Gracias Nico, enserio no sabes lo feliz que estoy de tenerte a mi lado.

—¡Ay no que cursi eres!—dice separándose de mí y tirándome un par de palomitas.

Empezamos con una guerra ensuciando toda la sala. Claro que fue divertido hasta que llegó mi madre y nos hizo limpiar cada partícula de palomita mientras nos daba un charla que en un año iremos a la universidad y que no podemos estarnos comportando como niños inmaduros.

Nico hace una mueca cuando mi madre se da vuelta y yo no puedo evitar reír a carcajadas. Mi madre voltea a verme furiosa y yo ya visualizo el castigo que me toca.

🥀🥀🥀🥀🥀

—¿Estás bien?—su voz me sobresalta.

Aparto mi mirada de la película y volteo a ver a Tomas que me mira preocupado.

—Estoy bien, ¿por qué preguntas?

—No sé, te he sentido un poco callada desde que te recogí, ¿pasó algo con Nico?

—No, está toda bien, solo, mi madre se enojó un poco por el desastre que hicimos pero nada más, no te preocupes.—el chico que está a mi lado me sonríe un poco. Acerca mi cara a la suya con su mano y besa mis labios delicadamente.

—Esta bien, sabes que te quiero ¿no?— me dice entre besos y yo sonrío un poco. Nos separamos pero nuestras frentes se quedan pegadas. Tardo un poco en abrir los ojos pero cuando lo hago aún noto el semblante preocupado en sus ojos. Asiento hacia su pregunta.

—Yo también te quiero.

🥀🥀🥀🥀🥀

Salimos del cine con las manos juntas. Me quedo mirando la cartelera hasta que bajamos en las escaleras eléctricas. Ya en el parqueo escucho un ruido de motos y noto que hay un grupo de chicos y chicas fumando en una esquina. Mi vista se pierde en el humo que vuela en el aire hasta que siento una mirada encima de mí.

Unos potentes ojos azules me observan serio pero antes de poder pensar en quién me recuerda Tomas me jala de la mano y me regresa a la realidad.

El viaje en auto es silencioso, Tomas tararea un par de canciones y yo no puedo evitar encontrarme ansiosa.

Cuando siento que el carro se detiene me doy cuenta que no estamos en mi casa.

—¿Qué...? Creí que cenamos en mi casa...—digo y Tomas me mira sonriendo a más no poder.

—Tengo una pequeña sorpresa para ti.

—¿Una sorpresa? Según yo hoy no es mi cumpleaños, o bueno espera ¿hoy es mi cumpleaños y me olvide?—bromeo moviendo mi cabeza de unlado al otro. Tomas ríe conmigo y luego se queda en silencio con una sonrisa aun bailando en sus labios.

El chico asiente dándose animos y luego sale del auto. Gira hacia mi puerta y mientras yo sigo confundida él aprovecha a abrir mi puerta.

—Madame.—me tiende su mano y yo me rio.

—Pero qué clase.—me burlo

—Siempre.—dice ayudándome a poner mis pies en tierra. Trato de caminar pero Tomas me sujeta de la cintura y besa mi mejilla.—¿Entramos?—me pregunta y yo asiento feliz.

La noche pasó tranquila, hablamos de Eric y sus locuras, de Amanda y sus dramas y de nosotros. Hablamos finalmente de lo que más nos asustaba: su partida. Tomas me explicó que sus trámites para la universidad ya estaban listos, la carta no tardaría en llegar pero tiene una gran posibilidad de obtener beca por el rugby. Me agarra la mano cuando me quedo en silencio me regala una hermosa sonrisa.

—Hemos superado peores cosas. Lo lograremos ¿si?—me sonrie con los labios sellados y mientra él sigue hablando sobre el viaje y la universidad yo me quedo mirando mi plato vacío. Llenando de dolor con cada palabra que dice.

—¿Emily?—lo volteo a ver, es ahí cuando me doy cuenta que el mesero me ha traído un postre hermoso.—¿Quieres ir al baile de graduación conmigo?

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