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"Estar soltera está de moda"
Laura
Me pasé dos horas pegada al celular, actualizando el correo o revisando si me llegaba algún mensaje. Lo único que quería era terminar de una vez por todas con ese proyecto, y eso que aún no lo había empezado. No digo que confiaba en la palabra de Michelle, pero no me quedaba otra que rogar para que se apiadara de mí, para eso iba a ser todo lo necesario. Decidí esmerarme en responder sus preguntas de la mejor forma posible.
Avancé un capítulo más de el libro que estaba leyendo. La protagonista, Sofía, era una chica de mi misma edad pero mucho más atrevida que yo. Vivía su sexualidad plenamente y eso era algo que me llamaba mucho la atención. En ese capítulo se escabulló en la habitación del vecino de su mejor amiga, Ian. A veces tenía que parar un poco la lectura para asimilar la intensidad de los protagonistas.
Dios.
Si sigo leyendo libros así, me voy a terminar agarrando al primero que me de un poco de atención.
De repente, ya casi mirando con un solo ojo la pantalla porque me había dado sueño, me llegó una notificación de mensaje. De desesperación se me cayó el celular en la cara.
Abrí el correo con dos destinatarios: Diego y yo. Tomé aire y comencé a leer, impactada del real nombre del proyecto:
Asunto: Cuarenta preguntas para enamorarse.
Chicos,
Perdón por la tardanza en enviar el correo pero me he estado volviendo loca armando este proyecto. ¡Estoy tan emocionada! Que independientemente del resultado, si ustedes se esmeran y responden con su corazón, en los tiempos que correspondan...bueno, ya saben.
Como ya les he explicado, les estaré enviando las preguntas a medida que la vayan respondiendo. Yo no voy a interferir con sus respuestas, y para que se sientan más cómodos, tampoco las leeré. Aquí tendrán que confiar en mí porque no sé de qué forma asegurárselos. Las respuestas me las enviarán a mí, primero; y después yo se las reenviaré para que las tengan al mismo tiempo. Quizás más adelante, podamos realizar otra forma de seguimiento así no me llegan a mí. Pensaré en algo.
Entonces aquí va la primera pregunta que deberán responder:
Pregunta número 1: ¿Quién soy?
Tienen hasta el Miércoles antes de las 5 pm. Las enviaré apenas me lleguen ambas, si me envían las dos respuestas hoy...hoy mismo se las reenviaría a ustedes.
Respondan con sinceridad y lo que ustedes crean que se pregunta, no responderé dudas.
Adiós, Michelle.
—¿Eso es todo? —murmuré. Sonreí, esto iba a ser más fácil de lo que creía. Aún tenía un par de horas antes de ir a la casa de Emma así que tenía tiempo para hacerlo de inmediato, con la ansiedad que me caracteriza, era imposible dejarlo para otro momento. Así que abrí mi laptop y comencé a escribir.
Una hora después no tenía casi nada escrito, todo me resultaba algo patético. Incluso en algunas ocasiones escribí cosas que me parecían imprudentes y que luego borré.
—Debo ser la persona más aburrida del planeta —gruñí, apoyando la frente en mi escritorio.
No quería admitir que hasta ese momento mi vida había sido aburrida, es que no tenía nada interesante que contar. Además, ¿a qué se refería la pregunta? ¿me tenía que describir físicamente? ¿describir mi vida? Me estaba volviendo loca. No paraba de pensar en que esa foto algún día podía ver la luz.
Comencé a escribir una última vez:
Mi nombre es Laura Miranda, tengo 17 años. Soy fanática del helado de caramelo, y las donuts de chocolate. Me considero una persona agradable y buena amiga. Tengo el cabello liso y castaño oscuro. Mis ojos son color café, aunque a veces creo que se ven de color miel, ¿será por la luz? A veces pienso que mi humor también determina el color.
Vivo con mis padres, y al contrario de muchos, me gusta vivir con ellos.
Llevaba hasta aquí cuando mi celular vibró. Me había llegado un mensaje con una imagen que no terminaba de cargar nunca. Me quedé quieta esperando. Era de un número desconocido, y tuve el presentimiento de que no era nada bueno. Luego de un par de minutos, la foto nítida apareció en mi pantalla: Justin y Vanessa besándose en una fiesta.
¡Oh, esperen!
En esa fiesta estaba yo. El muy maldito me había engañado frente a mis ojos.
Cuando ya pude ver bien la imagen, llegó un mensaje:
Número desconocido: Él no sabía cómo decirte que ya no le importabas.
Olvidé como respirar por unos segundos, me sentía estúpida. ¿por qué estaba conmigo si le gustaba su amiga?
Tiré el celular lejos, llena de odio y rabia. ¿Por qué me seguían torturando? ¿había hecho algo malo? Bastante tenía con saber que me engañaron, y verlos juntos. Pero ya no quería más. No podía ser que alguien estuviese disfrutando cómo yo sufría.
Tomé aire y para distraerme seguí escribiendo la respuesta de la pregunta de Michelle, con más odio y deseo de venganza en la cabeza que cualquier cosa. No podía dejar que Justin arruinara mi vida...o mi noche. Así que sin la intención de enviarlo, y para agregarle un poco de humor al terrible día, escribí:
...A veces me gusta leer novelas eróticas. Las que tengan la descripción más detallada de sexo son las que a mí me gustan. Diego, ¿no tendrás algún amigo dispuesto a recrear escenas de algunos libros?
Menee la cabeza ante mi ocurrencia, prefería cortarme los brazos antes de enviar algo así.
Ay Laura, calma las hormonas por favor.
Marqué el último párrafo para borrarlo, y de repente mi puerta se abrió de golpe. Emma entró como si fuera la dueña de la habitación. De los nervios, y vergüenza de que llegara a leer lo que escribí, pegué un salto en la cama, igual que como si me hubiese pillado viendo una película porno. Casi me caigo, pero tuve el resguardo de cerrar la ventana del correo, con mi vista pegada en Emma que venía corriendo hacia mi cama. Aún tenía otro día para enviarlo, así que no era un problema dejarlo hasta allí, quizás después se me ocurría algo más interesante que agregar.
—¿Qué pasa? —pregunté, bajando la pantalla.
—Solo venía a chequear que no estuvieses miserable llorando —respondió, revoloteando sus pestañas.
—Mira lo que he recibido —dije, señalándole el celular que estaba en el suelo, en el otro extremo de la habitación.
Con el ceño fruncido, fue corriendo a recogerlo. Su cara se transformó cuando vio la imagen.
—Hijo de puta —dijo, sin inflexión en la voz. Quedó con la vista pegada en la pantalla, mientras movía los dedos arriba y abajo—. ¿Quién te ha enviado esto?
—Creo que Vanessa. Esa foto es desde hace dos semanas atrás. Lo sé, porque también estuve allí.
Cerró los ojos, y se llevó las manos a la cabeza. Tomo una larga respiración, antes de preguntarme:
—¿Y qué quieren? ¿Verte mal?
—No lo sé. Tendré que abandonar el país —dije, con la expresión más seria que pude hacer.
—¿Estas hablando enserio?
—¡Por supuesto que no! —Bufé, y me recosté—. Ese idiota quiere hacerme sufrir, le voy a demostrar que con Laura Miranda no se juega. Que yo puedo estar bien sin él, que no lo necesito ni a él ni a nadie para ser feliz. Aunque estoy muriendo por dentro, amiga...¿estás segura que no se puede morir de amor?
Emma negó con la cabeza.
—Es solo el tiempo. Aunque...
—¿Aunque?
—Aunque ese cuerpo no puede quedar guardado Laura. Yo creo que con unos buenos agarrones y besos en lugares que apenas conoces, quedarías mucho más feliz. Después de todo, eres hermosa, joven, y ahora no sé...irradias un aire de confianza, a pesar de que tengas el corazón roto.
La quedé observando con los ojos enormes, pestañee varias veces sin decir palabra.
—¿Estas diciendo...?
—¡Que te falta sexo! —exclamó Abril, quien justo entró en mi habitación con las manos en alto. Le hice señas para que bajara la voz, mi madre estaba por allí dando vueltas. Abril cerró la puerta tras ella y exclamó—: ¡fuerte! ¡duro! ¡descontrolado!
Dios mío, mi amiga está loca.
Me lancé hacia ella para que dejara de gritar.
—¡Ay! Ya no diré nada más —dijo, con la boca tapada por mis manos—. Perdón
Emma se acercó a nosotras y me susurró al oído:
—Tiene razón.
Y en mi mente, yo también me dije que Abril tenía razón. Además...ganas no me faltaban. ¡Malditos libros! Iban a hacer que me metiera con mi vecino de al frente, que a propósito, no estaba bueno, y ni cerca de serlo. Pero justo el libro trataba del vecino caliente, que se moría de lo sexy. Así que, sin querer, mi propio vecino en mi mente había adquirido un nuevo atractivo, solo por el sexo desenfrenado que tenía la protagonista.
—Puede ser —musité pensativa, con la mirada perdida en el chico que se veía desde mi ventana. Él, se cambió la camiseta, y dejó caer su barriga; luego se sacó la coleta del cabello que llevaba largo, y sorprendentemente el cabello quedó en el mismo lugar. Quizás cuantos días llevaba sin lavarlo. Me dio una arcada, y descarté para siempre la escena de sexo con el vecino.
Una hora más tarde estábamos las tres viendo una película en la casa de Emma. Cuando terminó con los protagonistas felizmente enamorados, no digamos que me sentía mucho mejor. De repente, noté que ambas me miraban con una sonrisa malévola.
—¿Qué hicieron ahora? —Me dio un escalofrío, e hice una mueca de no querer escuchar lo que me querían decir. Ya había tenido muchas emociones por un día.
Abril se hizo a un lado y buscó algo debajo de la cama. Se incorporó y me tendió una bolsa de papel.
—Te compramos algo. —Emma dio un saltito de emoción.
—Espera, tenemos una canción para este momento. Es nuestra canción— Abril, la puso en su celular. Era justamente sobre estar soltera.
Curiosa, abrí la bolsa, y saqué un conjunto de ropa interior Victoria Secret. Era una de las prendas más sexys y bonitas que había tenido en mis manos. Y era totalmente mía.
Giré entre mis dedos las bragas con diseño de leopardo; y las miré anonadada cuando me di cuenta que la parte que cubría el trasero prácticamente no existía, solo tenía una linea fina. No en el extremo que le había visto a algunas chicas usar en revistas, pero fina igual.
Ni comparado a lo que llevaba puesto, que me llegaba a cubrir los muslos de lo grande y mata pasiones que era. La parte superior, de color negro, tenía una fina linea de encaje en el borde. Me encantó, y me dio un pequeño cosquilleo en el estómago imaginarme con eso puesto.
—Lo amo, es...maravilloso.
—¡Pruébatelo! —exclamó Abril, mostrando una sonrisa enorme. Me dio un empujoncito para que me bajara de la cama—. Vamos, pruébatelo.
—Sí, queremos saber lo que hemos creado. —Emma asintió con la cabeza—. Eres toda la acción que tenemos en estos momentos.
Me encogí de hombros y me lo fui a probar en el baño que Emma tenía dentro de su habitación. Salí, abriendo la puerta lentamente, me daba vergüenza usar algo así. A medio camino, la puerta de la habitación se abrió de golpe.
Sentí el viento pasar por mi trasero.
—Emma, ¿tienes...?
Mierda
Me giré porque estaba todo mi trasero a la vista, y me tapé los pechos como pude. Pero allí quede, frente a frente con Oliver. No sé cuanto tiempo pasó, pero se me hizo eterno. Nos quedamos mirando sin decir nada. Él estaba con el cabello húmedo, y el olor a perfume me envolvió de inmediato. Llevaba jeans apretados y una camiseta que marcaba cada músculo de su torso.
Me sonrojé a niveles desconocidos para mí, y mi respiración se aceleró de inmediato. Primera vez que alguien me veía en ropa interior y era el hermano de Emma, oliendo maravilloso, y con sus ojos verdes sorprendidos al verme.
—¡Sal de mi habitación! —gritó Emma, lanzándole un cojín.
Él, ladeó la cabeza y me quedó mirando con una sonrisa burlesca.
—Ese conjunto te queda mejor que el del otro día —bromeó.
Dios mío, Oliver sonriéndome es algo digno de enmarcar.
Cerró la puerta riendo cuando Emma le lanzó un segundo cojín. En ese mismo momento el celular que tenía junto a la cómoda sonó. Fue lo único que me sacó de mi estupefacción. Me giré de nuevo hacia mis amigas, con la boca abierta y la cara roja.
—Al menos te ves como una diosa —comentó Abril, apoyada en su codo. Luego suspiró—: Ya has tenido más intimidad con Oliver, que yo. Y eso que a ti no te gusta.
Sí...y también lo besé.
—Creo que he tenido suficientes interacciones vergonzosas con tu hermano para toda la vida, no volveré a tu casa. Si alguna vez pregunta qué le pasó a tu amiga, le dices que yo dejé de existir, que me fui a vivir a China o algo así.
—No te preocupes, mi hermano ve mujeres desnudas diferentes cada semana. No es que haya visto algo innovador. Además tú vas con ropa interior. —Emma me sonrió, y se encogió de hombros.
No sé por qué no me gustó saber eso. Para no responder, revisé mi celular. Michelle nos había enviado nuestras respuestas. Presioné abrir, y me congelé con el celular en la mano porque recordé que yo no había enviado la mía.
—¿Por que...?
Oh no, por favor no.
—¿Pasa algo? —preguntó Emma—. ¿Te han enviado otra foto? Lo mato.
Con la voz lejana de Emma, recorrí el correo desesperada hasta buscar mi respuesta...y llegué hasta la última linea:
"Diego, ¿no tendrás algún amigo dispuesto a recrear escenas de algunos libros?"
Mierda, mierda, mierda.
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