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55. De cero

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"Vamos a vivir al máximo.
La vida es corta y tú eres un regalo.
¿Qué tal si nos besamos suave y nos vamos de viaje?".

Laura

Diego soltó una carcajada.

—¡Verdad! —respondió, divertido—. ¿Qué estará pasando por esa mente?

Pregunta número 31: ¿Desde qué momento te empecé a gustar?

—Yo creo que desde que me llegó tu primer correo. —Tomó aire, e imitó mi voz—: Diego no tienes ningún amigo...

—¡Para! —exclamé, avergonzada. ¿Cómo se acordó tan rápido de eso? El recuerdo de lo que sentí cuando me di cuenta de que le había enviado ese correo sin querer, se me vino de golpe a la mente. Me tapé la cara, con las mejillas ardiendo de la vergüenza. ¿cómo cometí ese error tan absurdo? A Diego le dio un ataque de risa, y yo lo miré lo más seria que pude, tratando de no explotar de risa—. Muy, muy gracioso.

—¿Y tú? —preguntó, a penas.

Me llevé la mano a la barbilla.

—Digamos que asumí que me gustabas en el paseo —confesé.

—Me lo imaginaba —respondió, moviendo las cejas. No dudé que recordó que salí corriendo como loca durante su beso con Nicol. Exhalé—. Me toca, ¿verdad o reto?

—Verdad —respondí, ansiosa igual que una niña pequeña.

Ladeó su cabeza hacia mí, y batió sus pestañas. Se tomó unos segundos para hablar, en los que se limitó a escudriñarme con sus ojos. Y así como si nada, preguntó:

Pregunta número 32: ¿Quieres ser mi novia?

Me quedé con la boca abierta, y mi corazón salió disparado. Me llevé la mano al pecho para intentar calmar mi respiración. Pero mis intentos se fueron lejos cuando se levantó de golpe. Se puso frente a mí, apoyando sus manos en los brazos de la silla, dejándome acorralada en ese espacio tan pequeño. De repente, el mundo se detuvo, y nos quedamos mirándonos a los ojos, y escuchando nada mas que nuestros corazones acelerados.

—Nada me gustaría más, que gritarle al mundo que Laura Miranda en mi novia, y que me siento orgulloso de tener a la chica más increíble a mi lado. Contigo parece que todo lo que hubo desde que te conocí hacia atrás no tiene ningún sentido. Porque... —dijo, sacudiendo su cabello y avanzando con sus manos hasta las mías—, porque nada tiene sentido si tú no estás.

Sentí mis ojos vidriosos. Si la vida me obligaba a separarme de ese chico entonces era una estafa, porque no podía ser legal compartir algo tan real y sincero con alguien, para que después me lo quitase así como así.

Asentí con la cabeza.

—No importa si nos tendremos que separar o no, este momento vale todo el esfuerzo que tengamos que hacer. Me gustaría que fuese eterno o detener el tiempo. Y... me encantaría ser tu novia, Diego.

Cogió mi cara para besarme lentamente. Cuando se separó, muy cerca de mis labios, susurró:

—¿Lo sentiste? Ahí detuve el tiempo por un instante.

Todo lo que sale de su boca es perfecto.

Entrecerré los ojos.

—Oh, dios mío. ¿Soy la novia de Diego Ragni? —Me burlé.

—Te agradecería que no se lo digas a nadie, quiero mantener mi club de fans y mi imagen —dijo, exhalando.

Lo empujé levemente, fingiendo enojo. Se quedó de cuclillas frente a mi silla.

—Voy a ponernos en las pantallas de Times Square —comenté, encogiéndome de hombros.

—¿Me quieres exhibir como un juguete nuevo?

Enarqué las cejas.

—Sí, ¿algún problema?

Me cogió de las muñecas y me pegó a su cuerpo, haciendo que me deslizara al borde de la silla.

—Has lo que quieras, mientras sea conmigo —murmuró a escasos centímetros de mi boca.

—Te diría lo mismo, pero eso ya lo sabes.

Chupó mi labio inferior de manera deliciosa y provocándome un hormigueo en mis extremidades.

—No me hables así. ¿O quieres que te saque toda la ropa aquí en la mitad del patio? —preguntó, pasando su dedo por mi labio inferior—. Porque a mí no me interesa que los vecinos nos vean.

—Los vecinos están muy lejos —susurré.

—No lo suficiente —respondió, riendo—. A Kai le sacaban fotos con cámaras con mucho zoom y después las colgaban en las redes.

Me crucé de brazos y levanté una ceja.

—¿Y a ti?

—¿A mí qué? —preguntó de vuelta, como si no hubiese entendido. Me pellizcó la punta de la nariz, y murmuró—: ¿verdad o reto?

—Creo que me tocaba a mí —respondí, frunciendo el ceño—. Así que...¿Verdad o reto?

—Verdad —dijo, sacándome la lengua. Volvió a sentarse a la silla.

Pregunta número 33: ¿Me extrañaste?

—Todos los días —respondió, dando un largo suspiro—, ¿y tú?

—Un poco —respondí, y ante su expresión de no creerme nada, confesé—: Todos los días. —Carraspee antes de realizar la siguiente pregunta aunque no me tocaba a mí.

Pregunta número 34: ¿Estás seguro de esto?

Abrió los ojos como si no entendiese mi pregunta, y luego relajó su expresión.

—No tengo nada de dudas... y me tocaba a mí por cierto, ¿y tú?

—Nada de dudas —repetí.

—¿Verdad o reto?

—Reto —respondí, desafiándolo con la mirada.

Una sonrisa maliciosa cruzó su cara.

—Esto te lo buscaste tú.

Pregunta número 35: Te reto a que me digas que sí.

—¿A qué te refieres? —pregunté, arrugando el entrecejo.

—Ya lo sabrás.

Entrecerré los ojos, esperando a que me dijera algo más, sin embargo, él se encogió de hombros provocando que quisiera correr a besarlo.

—Y yo te reto a que vengas y me beses —dije, con toda la naturalidad que mi ser se lo permitió.

Me estremecí cuando él se puso de pie sin dejar pasar un segundo, y me levantó de la silla parar estampar un beso desenfrenado en mis labios. Se lo respondí con mayor intensidad. Quizás cuánto tiempo íbamos a estar separados, y no me podía dar el lujo de desperdiciar siquiera un beso de él.

No cuando da los mejores besos.

Me envolvió en sus brazos, y el calor de su cuerpo golpeó mis hormonas rebeldes. Me tomó y me echó al hombro.

—¡Diegoooooo! ¿Qué haces?

—Ya lo verás —respondió juguetón—. Oh, y no te preocupes...no hay nadie.

Tragué saliva. Pensé que iba a entrar conmigo a la casa, pero en vez de eso llegó a un sofá en el patio. Me dejó allí, y se lanzó arriba mío. Con las manos apoyadas en los costados de mi cara.

Me escudriñó con la mirada, y le acaricié la cara.

—Me encantan tus ojos —dije, en voz bajita.

—¿Estos? —preguntó, batiendo las pestañas. Me incorporé para darle besos cortos en sus labios.

—¿Así que no hay nadie en tu casa?

Negó con la cabeza, acariciando mi muslo desnudo con la yema de sus dedos. El fuego de su contacto se extendió desde allí hacia todo mi cuerpo.

—Bien —dije acalorada, y con mi cuerpo reclamando por él—. Lo hice a un lado y aprovechando que se distrajo por uno de sus perritos que llegó, corrí hasta quedar en el borde de la piscina. Diego se sacó la camiseta, se reclinó en el sofá, y estiró sus brazos para apoyarlos en el respaldo. En esa posición, varias partes de su cuerpo atlético se marcaban, y se veía tan grande que tuve ganas de correr hacia él y dejarme envolver con sus brazos.

¿Por qué le haces esto a mi alma ansiosa?

Se quedó observándome, esperando mis movimientos. Me saqué la camiseta y luego el short. Por el rabillo del ojo vi como se lamió los labios. Se puso de pie y caminó hacia mí, con una sonrisa sexy.

Me lancé a la piscina, y antes de sacar mi cabeza del agua, escuché que él lo hizo también. Era demasiado honda para mí, así que me cogió entre sus brazos, y envolví mis piernas en su cintura. Su cabello mojado, y sus labios húmeros era todo lo que me faltaba por ver para que la excitación de mi persona subiera a niveles incontrolables. El fuego de sus ojos hacía que el deseo por él se intensificara, y que mi entrepierna vibrara de la agitación.

Sin decirme nada, mordió mi labio inferior, y afirmándome del trasero, caminó conmigo hasta uno de los bordes. Allí podía estar de pie sin problemas. Me apoye, agradeciendo el frio de la pared, para bajar el calor de mi cuerpo.

—¿Qué voy a hacer contigo? —dijo, mientras deslizaba una mano por mi abdomen. El aire abandonó mi cuerpo. Me lancé a sus labios y su mano bajó velozmente hasta el borde de mis bragas—. No sé como sacarte las manos de encima, podría tocarte todo el día —murmuró contra mi boca. Gotas frías caían de su cabello sobre mi cara.

—¿Y quien dijo que tenías que dejar de hacerlo? —murmuré, enarcando una ceja. Sin dejar de mirarme, siguió bajando con su mano por debajo de mis bragas, quitándome la respiración. Sus dedos comenzaron a acariciar lentamente mi clítoris, y pensé que iba a desfallecer allí mismo.

—Tendremos que subir a mi habitación —susurró, llevando una de mis manos a su entrepierna, haciéndome sentir su erección bajo mis dedos. Llevó su boca hasta mi oído—. Aquí no puedo hacer lo que te quiero hacer.

Sus palabras me incendiaron más aún. Deslicé mis dedos por debajo de su bóxer, quería tocarlo y sentirlo mientras lo miraba. Diego era tan sexy y me provocaba tantas cosas que podría vivir repitiendo ese momento toda la vida. Exhaló lentamente ante mi contacto y esbozó una sonrisa juguetona cuando envolví mi mano en su miembro. Comenzó a besarme.

—Esto tú te lo buscaste —dijo, levantándome hasta sentarme en el borde de la piscina. Quedé solo con los pies metidos en el agua.

—¿Qué haces? —pregunté, algo confundida. Y cerré la boca cuando él abrió mis rodillas. Mi corazón palpitando a mil por hora—, ¿Y si llega alguien? —quise saber, con un hilo de voz, mirando hacia todas partes. Al menos dentro del agua no se veía lo que tocábamos.

—No me importa —respondió—. Acércate más al borde —ordenó. No era una pregunta, ni una petición. Y con mis piernas vibrando, obedecí. Comenzó a deslizar mis bragas hacia mis pies. Aprovechó esto para poner mis piernas sobre sus hombros anchos.

Me sentía demasiado expuesta y mi respiración inconstante se mezclaba con la de Diego.

Me apoyé en mis codos, quería mirarlo. Quería ver a ese dios bajado del cielo, besarme y tocarme. Con besos avanzó desde el borde de mi muslo hasta ese punto que tanta desesperación podía provocarme. No me pude sostenerme más, y me recliné hasta apoyar la espalda completamente.

Sus manos grandes viajaban por cada centímetro de mi muslo, apretándolo con la fuerza necesaria para estremecerme, mientras con su boca besaba y lamía mi clítoris.

Se sentía maravilloso y perfecto. Y él era todo lo que quería en ese momento. Arquee mi espalda dejando escapar un gemido, y con eso, él volvió sus movimientos más agresivos.

—Diego, para —murmuré. Quería tenerlo dentro de mí, sentirlo. Y como si hubiese leído mis pensamientos, sus dedos palparon alrededor de la entrada de mi sexo. Apreté mis piernas alrededor de él, atrayéndolo. Mi cuerpo temblaba con la seguridad y sensualidad de sus movimientos. No pude esperar más, y bajo sus manos —y su boca— me lancé al estallido de sensaciones y placer.

—Te reté a que me besaras no a esto —jadee, volviendo a apoyarme sobre mis codos. Desapareció en el agua y volvió con mis bragas en la cabeza.

—Tendrías que haber sido más especifica de donde querías el beso —dijo, encogiéndose de hombros.

—Estás jugando sucio —gruñí, atrayéndolo a mis brazos.

—No. Esto es jugar sucio. —Me cogió en brazos y entrelacé mis piernas en su cintura. Se sacó el bóxer, y de inmediato sentí su erección contra mi piel desnuda. Le mordí el labio, mientras él me acomodaba y se hundía en mí. Sin miedo a que alguien llegase o nos escuchase, volvimos a entrelazar nuestros cuerpos, deshaciéndonos en respiraciones aceleradas y gemidos liberadores.

Ah...Sofía esto tú no lo hiciste.

—¿Qué piensas? —preguntó, esbozando una sonrisa.

Que mi maestra es la protagonista de un libro.

Ese mismo libro que hizo que te pidiera un amigo con el que practicar.

—Que te quiero mucho —susurré.

Me puse las bragas y salí del agua. Caminé por el borde de la piscina hasta la escalera. Me senté allí, pensando que esa posición era mucho más cómoda.

Me quedé mirándolo mientras él nadaba desnudo de extremo a extremo. Mi respiración acelerada no se calmaba con el paso del tiempo, sino que al contrario, con cada uno de sus movimientos mi corazón se agitaba más. De repente nadó acercándose, y me quedó observando con la cara arrugada porque le llegaba el sol en los ojos.

—Ahora las preguntas que quedan las haré yo —dijo apoyando su cabeza en mis piernas. Comencé a peinar su cabello con mis dedos.

—¿Ah, sí?

—Sí. Tú responderás. —Salió de la piscina sacudiendo su cabello—. Espérame.

Lo vi alejarse y luego volver con dos sobres entre sus dedos.

Pregunta número 36: ¿Has hecho alguna locura por amor?

—No —respondí, con la curiosidad dejándome al borde del colapso.

—Yo sí —dijo, entregándome uno de los sobres—. Recuerda que te reté a que me dijeras que sí—. Es otro regalo de cumpleaños, Conejita.

Comencé a abrir el sobre desesperadamente. Y de entre mis dedos se deslizó un ticket de avión. Lo miré con la boca abierta. Era para ir a Alemania desde Nueva York. La fecha del vuelo de ida era en una semana, y el de vuelta para dos semanas más.

—¿Alemania? —pregunté, con un hilo de voz. Pegué un saltito de la emoción.

—Me gustaría que me acompañaras. La verdad es que tengo que volver para las evaluaciones finales de mi estado de salud. Aunque ambos sabemos que estoy perfectamente —dijo, enarcando las cejas. Reprimí la risa y me sonrojé—, Así que Laura...

Pregunta número 37: ¿Te vas de vacaciones dos semanas conmigo a Alemania?

Las clases no empezarían hasta dentro de un mes. Por supuesto, Emma me iba a matar por irme y dejarla sola un par de semanas, pero...¿quién rechazaría un viaje así? ¿con él?

Eso es solo extender lo inevitable.

¡A la mierda!

La vida es demasiado corta como para no aprovechar cada momento.

—Me voy contigo a Alemania —dije, con una felicidad desbordante. No solo era irme con él, sino que yo nunca había salido del país. Me paré en las puntas de los pies para darle un beso corto. Miré el segundo sobre que tenía entre sus dedos.

—Esta es la mayor locura —dijo, dejándolo en alto para que yo no lo alcanzara.

—¿Más que llevarme a Alemania? —quise saber, casi escalándolo para llegar al sobre.

—Sí. —Dejó que lo cogiera.

Abrí el sobre con más desesperación que el anterior. Tenía una carta adentro. Pensé que era una de amor, pero cuando la comencé a leer todo se fue aclarando.

Era una carta de aceptación.

Estimado Diego,

Es un honor y un placer ofrecerle una vacante en la Universidad de Nueva York. Estamos encantados de darle la bienvenida como miembro a la clase 2020 de Arquitectura.

Se extendía por un par de párrafos más, sin embargo, no pude seguir leyendo. Levanté la vista para encontrarme con Diego esperando una reacción de mi parte. Se me fue el aire y mis ojos se nublaron por las lágrimas queriendo salir.

—Diego, ¿es esto de verdad? —pregunté, con la voz apenas saliendo.

Asintió con la cabeza.

—Es verdad —dijo, tratando de ponerse serio. Me llevé una mano a la boca—. Siguiente pregunta Laura.

Pregunta número 38: ¿Aceptas que te siga hasta Nueva York?

Dios, ¿este chico está loco?

¿Se puede ser más encantador?

—Te aceptaron en arquitectura...en mi misma universidad —balbucee. Las lágrimas comenzaron a escaparse y lo abracé fuerte. Subí la cabeza—. No nos vamos a separar —dije, dando un pequeño grito de emoción.

—Estaremos juntos. Te dije que yo no me voy a separar de ti y esto es para que veas que así de serio estoy. —Llevó su mano a mi mejilla.

De pronto, todas las veces en que pensé que me iba a separar de él, vinieron a mí. Y eso no iba a pasar ahora porque se iba conmigo. No lo podía creer, este no era un plan que surgía de un día para otro.

—Diego —comencé a decir—, ¿te vas a vivir a Nueva York? —pregunté, necesitando confirmar si eso era lo que iba a pasar—, ¿cuándo pasó esto?

Pasó la mano por su cabello, y asintió.

—Me voy a nueva York después de que lleguemos de Alemania. La verdad es que tenía la postulación lista desde antes de irnos al paseo de curso.

—Estás loco —dije, con una sonrisa extendiéndose por toda mi cara.

—Por ti —rio. Se encogió de hombros—. Me di cuenta que no soy mucho de cometer locuras, y creo que merece toda la pena hacerlo por ti. No voy a dejar que esto —dijo, señalándonos—, se escape de nosotros.

—Porque nosotros pertenecemos a momentos como este. —Repetí las palabras que él mismo me había dicho un tiempo atrás.

—Exactamente. —Esbozó una sonrisa, y salté a sus brazos obligándolo a que me tomara. Lo llené de besos por toda la cara.

—¿Y qué dijo tu familia? —pregunté, con un torbellino de emociones. Parecía un koala agarrada de su cuello.

—Es mi padre quien te compró el ticket para Alemania. Dijo que era como agradecimiento por acompañarnos cuando fuimos al veterinario. Realmente te lo ganaste —dijo, alzando las cejas—. La verdad, no pensé que él haría algo así alguna vez.

—¿Tu papá agradeciendo? Pero si él pagó el hospital —murmuré.

—Para que veas lo mucho que le gustas.

—No puedo creerlo. ¿Y si esto es un sueño? ¿y si mañana despierto y tú nunca viajaste de Alemania? —Me llevé una mano al pecho, aterrada.

Me pellizcó el brazo.

—¡Auch!

—No despertaste, así que es verdad. Te irás con tu novio a Nueva York. —Diego se acostó en el pasto, y se llevó la mano sobre los ojos porque el sol le llegaba directamente.

—Este es un final perfecto —murmuré, releyendo la carta y acostándome junto a él. Puso su mano sobre una de mis rodillas.

—¿Final? A mí me parece que es un comienzo.

—Es un final para todas nuestras dudas, malas decisiones, y mi miedo a separarme de ti —aclaré, recostándome sobre su pecho. Me acomodó para envolverme con uno de sus brazos.

—Tienes razón, desde ahora no hay nada de eso. Solo Tú y yo...y Emma —rio. De repente me imaginé el grito que iba a pegar Emma cuando le dijera que en verdad no íbamos a ir solo las dos. Y me dolió el estómago por un segundo de solo pensar que la idea la iba a abrumar porque pensaría que la iba a dejar sola—. Ya sabe, por cierto.

—¿Qué?

—Emma y Abril saben de esto. Abril se enteró por Elías y estuve hablando con ella algunas veces. Sabía que iba a llegar ayer, casi me mató porque el avión se atrasó. Y bueno Emma...la llamé. Le dije que yo sabía que el plan era que se iban solo ustedes, pero que también iba a ir —dijo, riendo.

—¿Y qué te dijo? —pregunté, divertida.

—Me dijo que te pondrías feliz, y que me hiciera la idea de que ella sería una tercera integrante de la relación.

Solté una carcajada.

—Está triste porque terminó con su novio.

—¿El amigo de Oliver? —preguntó, de forma relajada.

Escuchar el nombre Oliver hizo que me erizara como un gato asustado. Suspiré.

—Sí.

—Ese fue un suspiro más largo de lo esperado —gruñó—. Me enteré que fue a tu cumpleaños ayer. Ustedes...—dijo, con algo de dificultad—, ¿se vieron este último tiempo?

—No, Oliver volvió ayer. Estaba trabajando. Él sabe desde hace algún tiempo que entre nosotros no habrá nada más que una amistad.

—Ahora es mi momento —dijo, haciéndome cosquillas. Me retorcí en el suelo por la risa—. Déjameeeeee. —Me besó la frente.

—Nos quedan dos preguntas —murmuró, tocándose la barbilla.

Pregunta número 39: ¿Habrías tenido una relación a distancia conmigo?

—Sí —respondí, sin pensarlo—. Siempre dije que nunca lo haría, pero tú cambiaste eso.

—Pienso lo mismo. Ahora estoy feliz de irme a Nueva York. Antes de hacer la postulación estuve averiguando mucho y es perfecto para lo que quiero estudiar. —Exhaló profundamente—. No me había dado el tiempo de hacerlo en todo el año, esperaba decirle a mi papá que no iba a ser como Kai. Y lo hice cuando tú estabas allí. Por eso me atreví.

—¿Por eso hiciste que me quedara a cenar con tus padres esa vez?

—Sí, sabía que querían hablar de eso. Además quería que te conocieran. Y todo resultó bien. —Diego sacó su celular del bolsillo y abrió el correo—. Voy a leer la última pregunta que Michelle nos envió.

Laura y Diego, ha llegado el final del proyecto y espero que lo hayan disfrutado tanto como yo lo hice creando las preguntas. Sé que ahora se encuentran separados, sin embargo, sé también que esto los unió de una forma especial. Y yo que he estado muy atenta a ustedes, puedo asegurar que las miradas que ustedes se dan... no las había visto nunca entre dos personas (tengo fotos que lo comprueban)

Si algún día llegan a esta pregunta, les pido que me envíen sus respuestas. Será la única que yo sabré. Aun pasado todo este tiempo no leí las que me mandaron al principio.

Junto a la respuesta me gustaría que me enviaran también sus propias conclusiones del proyecto. Gracias chicos y les deseo mucho éxito. De todas formas ya fui aceptada en la universidad... pero me gustaría guardar este proyecto.

Pregunta número 40: Dime la verdad, ¿estás enamorada/o de mí?

—Con cada donut de mi ser —respondí, riendo.

—No sé qué clase de brujería es esta. Es como si Michelle hubiese visto el futuro—. ¿Cuántas donuts caben en tu ser? Quiero saber si estamos equiparados —bromeó.

Y así, los dos acostados en el pasto viendo las nubes pasar, comenzamos a imaginar nuestro futuro. Iniciamos una nueva historia donde decidimos quedarnos juntos, pegaditos y dispuestos a iniciar un nuevo capítulo. Esta vez, tomados de la mano.

Sin nadie más a nuestro alrededor.

Sin confusiones.

Sin separaciones.

Sin miedos.

Solo él y yo.

Y bueno...ahora que lo pienso mejor... él, yo, y Emma en Nueva York.

Fin
(leer abajo por favor)

-->  (agrégame como amiga de Wattpad para que no te pierdas actualizaciones o si hago capítulos especiales en un futuro <3)

¡Hola! Gracias por haber leído <3 Si la historia te ha gustado, te recomiendo seguirme porque podrían haber cap extras especiales más adelante (y así no te los pierdes) Muak! Y también te invito a leer mis otras historias que sé que también te gustarán.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado 🧡 ¿te ha gustado? Si es así te pido que ojalá me lo digas porque me encanta leer los comentarios.

Beibis!!! Este era mi final favorito, y espero que les haya gustado tanto como a mí. Diego y Laura me encantan, y este es el final que a mí me hubiese gustado leer.

Gracias por acompañarme en este viaje/libro que lo he escrito con mucho cariño y sus mensajes y comentarios me impulsaron a seguir con más corazón. No pensé que iba a recibir tanto cariño y eso me pone muy feliz.

¿Habrá una segunda parte? No lo tengo planeado por el momento, sin embargo, no lo descarto.

Amor infinito para ustedes. Y ¡Gracias!

Los dejo super invitados a comenzar a leer mis otros libros que les he puesto mucho amor también.

Los quiero mucho por acompañarme en este libro. Y sinceramente les deseo un Oliver o un Diego (según ustedes quieran) en su vida.

Besitos. Valeria Parra.

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