40. Chantaje
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"Tú eres puro, puro chantaje
Puro, puro chantaje
Vas libre como el aire
No soy de ti ni de nadie"
Laura
Su respiración en mi cuello me hizo cosquillas, y cuando pensé que se iba a abalanzar sobre mí como yo esperaba, se alejó. Parpadee en su dirección, esperando alguna explicación. Mis piernas temblaban de las ganas de él. Se fue a sentar a la silla con rueditas. Se reclinó y puso un pie sobre otro, como si esa siempre hubiese sido su intención.
Frunció el ceño, y se veía maravilloso, igual que siempre. Aún no me acostumbraba a lo hermoso que era, a su sensualidad, y a la sexualidad que irradiaba. Él era puro fuego y placer. Y yo también, ¿por qué no?
¿Y Diego?
Pensamiento enviado a la zona de: prohibida la entrada de mi cerebro.
—¿Pasa algo? —quise saber.
—Estoy comprobando que se siente alejarse de ti. —Meneó la cabeza—. No me gusta. No quiero hacerlo.
Sus palabras me impactaron profundamente. Me di cuenta que nunca nadie me había dicho ese tipo de cosas. Me seguía costado creer que un chico que conocía de hace años, y que antes con suerte se dirigía a mí, se encontraba declarando su cariño abiertamente.
—¿Por qué lo dices? —pregunté, pensando inmediatamente en la universidad.
Exhaló.
—Por que tú te iras a Nueva York, y yo me quedaré acá —sentenció, con la mirada perdida en sus manos—. Por eso.
Suspiré ampliamente y me acerqué a él.
—He tratado de no pensar en eso, aún quedan meses. Siento que si le doy muchas vueltas será inevitable que me estrese. —Me senté en el suelo, y apoyé mi cabeza en su rodilla, él comenzó a acariciarme el cabello—. ¿Por qué las cosas no pueden ser fáciles?
—Eres... —Oliver se tomó su tiempo para continuar—. Eres la única persona que me ha hecho sentir así. Y tú —dijo, tomándose otro momento—. Tú... quizás te podrías quedar.
Apenas esas palabras salieron de su boca, mi corazón se apretó. Primero, porque me di cuenta que él me quería lo suficiente como para pedirme que me quedara; y segundo, porque hacía que me cuestionara lo que yo tenía planeado para mi futuro. Pero yo no me iba a permitir dejar atrás lo que quería por alguien, aunque fuese él.
Yo no era así. Al principio dudaba de ir a Nueva York a estudiar, sin embargo, con el paso de los días, la idea me tenía muy esperanzada, era lo que quería.
Subí la cabeza para encontrar mi mirada con la de él. Mi Oliver, sin ninguna máscara de frialdad. Así era él, detrás de toda su coraza de seriedad. Y me quería a mí.
—¿Quieres que me quede? —dije, con un hilo de voz.
—Estaría loco si te dijera que no. Quiero que te quedes, así como quiero que seas mía —Volvió a su expresión fría, con la mirada intensa, escudriñando cada centímetro de mi ser. Me pregunté si podía escuchar mis pensamientos, o si podía ver que a veces Diego aparecía con su margarita y su beso repentino.
Carraspee. Sacudiendo la cabeza como si con eso mis pensamientos que no correspondían se fuesen.
—Tengo suerte. Creo que conozco tu versión más bonita. Quizás esto debería haber pasado antes —murmuré, con la mirada perdida. Porque si hubiese sucedido antes, no habría pensado en Nueva York en primer lugar. Aunque... tampoco habría comenzado a hablar con Diego—. Irme es una decisión que ya tomé.
Se me formó un nudito en el corazón. Sentí que le estaba diciendo adiós al amor. Y las lágrimas se asomaron por mis ojos. ¿Era como una despedida?
Asintió con la cabeza, se veía desdichado.
Oh, como te voy a extrañar.
—Perdón —dijo de repente.
—¿Por qué?
—Por no verte antes. Por no tomarte atención desde el principio. —Se levantó de la silla, y caminó hacia la ventana. Se quedó observando a través de ella.
—Bueno, digamos que tampoco me agradabas —reí—. Creo que las cosas simplemente suceden cuando tienen que pasar. Lo de nosotros tenía su tiempo y lugar. Acá y ahora—. Me miró divertido—. ¿Qué?
—Acá y ahora —repitió, y su expresión se ensombreció—. Este ha sido mi mejor acá y ahora.
Caminé hacia él, y lo abracé. Me apoyé en su pecho, sintiendo los latidos de su corazón.
Y también sentiste los de Diego hoy.
—Y tenemos todo el verano para estar juntos. Aprovechemos el tiempo. —Presioné mis dedos en él. Respiré tan amplio como pude para poder respirar más de Oliver. No me quería separar, no quería que sus manos dejaran de tocarme. La verdad, es que un verano completamente con él, sonaba como el mejor plan que podía existir.
Diego me confundía, ¿y qué? Me convencí que lo hacía simplemente porque nos llevábamos muy bien, y porque lo encontraba alguien excepcional. Sin embargo, lo ayudaba con el plan con Nicol, yo estaba con Oliver, él se iba a ir a Alemania por el verano, y yo me iba a quedar en Los Ángeles hasta tener que irme a la universidad.
La verdad es que con Diego nos quedaba muy poco tiempo siendo así de amigos. Deslicé esa idea hasta el lugar recóndito de mi cerebro donde no le daba más vueltas. Allí ya estaba todo pensamiento de Diego como algo más. Solo sabía que me confundía, pero más allá no me había querido meter.
Sus manos acariciaron mi espalda y cerré los ojos, entregándome a su cariño. No dijo nada por un largo rato, y yo tampoco.
—Lo haremos. Aprovecharemos el tiempo —respondió. Nos quedamos abrazados, escuchando nuestras respiraciones y nada más. Mi casa se hallaba en completo silencio. Me pregunté cómo lo había hecho para entrar y que mis padres no lo viesen—. ¿Me puedo quedar contigo? —susurró en mi oído—. Ya no puedo estudiar más.
Todo mi cuerpecito se estremeció frente a sus palabras, pero sacudí la cabeza. Estaba cansada y al otro día debía ir temprano al colegio. Sin mencionar, que mis padres dormían en la habitación de al lado.
—Pero...
—Solo a dormir —agregó, sonriéndome—. Debes estar cansada, y nunca hemos dormido juntos. Y yo... estoy agotado.
¿Me gané la lotería?
—Está bien, pero contrólate.
Se rio y le tapé la boca.
—Tú, contrólate —agregó, mordiéndose el labio.
Me dio un escalofrío y me alejé de él. Fui por mi pijama —el más decente que encontré— y me encaminé al baño.
—¿Por qué te vas? —preguntó. Me giré. Se encontraba de brazos cruzados y con el ceño fruncido.
—Porque soy vergonzosa —respondí, sonrojándome.
Una cosa era desnudarme en un momento colmado de pasión, y muy distinta era hacerlo porque sí. Además —aunque no debería— me daba un poco de recelo que me observara detenidamente. Él tenía su abdomen perfectamente marcado, yo tenía...nada marcado.
—¿Tú sabes que eres perfecta?
Revolotee mis pestañas.
—No lograrás que me vista aquí.
Bufó.
—Tenía que intentarlo —rio, encogiéndose de hombros.
Volví lo más rápido que pude, y él me esperaba sentado al borde de la cama, sin camiseta.
Rodé los ojos.
—¿Quieres que me acueste con ropa? —preguntó, poniéndose de pie. Se desabrochó el pantalón y se bajó la cremallera. El calor en mi cuerpo emanó de inmediato, y me quedé observándolo.
Las cosas bonitas son para mirarlas.
—No lo había pensado —gruñí.
—Ah, ¿y tú si puedes quedarte parada mirándome?
—¿Quieres que me gire? No tengo ni la menor intención de hacerlo.
Enarcó las cejas.
—Puedes mirar todo lo que quieras.
Se sacó el pantalón y caminó hacia mí; con nada más que un bóxer que marcaba perfectamente su anatomía. Esbozó una sonrisa de esas coquetas y me tomó en brazos. Ahogué un grito y me llevó a la cama.
—¿Me abrazas? —pregunté, en un susurro.
Me giró y pasó su mano por mi cintura. Su aliento en mi cuello era todo lo que quería sentir en ese momento.
—Eres la primera mujer con la que me acurruco, Laura. ¿Qué me has hecho?
—Mmm... quizás sí tengo un muñeco vudú en alguna parte.
Enterró su cabeza en mi cabello.
—Lo sé, y no me importa.
—Ufff, que bueno que me pude sacar este peso de encima. No sabía cómo decírtelo.
Con su mano me giró repentinamente, y nuestras caras quedaron frente a frente. Entrecerró los ojos.
—¿Cómo no me había dado cuenta que eras así?
—¿Así como?
—Así de que dan ganas de estar siempre contigo.
Sus palabras producían estremecimientos en mi corazón. Con mi nariz toqué la de él.
—Eso lo dices porque te gusto —agregué, tapándome la cara.
Me sacó las manos y me escudriñó con la mirada. Me dio un beso lento, dispersando todos mis pensamientos. Sus labios se movieron con una tranquilidad y confianza que hizo que tuviese que separarme un par de veces a tomar aire. Me cortaba la respiración la forma en que su lengua rodeaba la mía en movimientos pausados.
Una de sus manos acariciaba juguetónamente mi cuello descubierto, amenazando con hacerme perder el control. Me separé, con el corazón latiendo a mil por hora. De repente no me sentí cómoda haciendo algo más con mis padres en la habitación de al lado.
—Creo que ese es el mejor beso que he recibido —murmuré, pegándome a él. No era mi intención pero sentí lo que a él le había provocado. Rio cuando me alejé de su contacto de golpe.
—Me produces un efecto inmediato. Y apuesto a que podría comprobar fácilmente que a ti también.
No te pongas cochino.
—¿Y qué pasó con eso de dormir solamente?
Tomó aire.
—Laura...—Me quedé esperando, ¿iba a decirme lo que creía? Tragué saliva, lanzándome al bosque inexplorado que esos ojos eran para mí. Y repentinamente, su celular comenzó a sonar.
—¡Contesta que mis papás pueden escuchar!
Cogió su celular, y frunció el ceño al ver quien lo llamaba. Contestó a la vez que se levantaba. Caminó hacia la ventana y se apoyó en ella.
—¿Pasa algo? —preguntó, torciendo la cara en preocupación. Me miró, como si estuviese confundido—. ¿Dónde estás? Clara yo...
Mi corazón se detuvo. Clara, de nuevo.
No vayas donde ella.
No vayas donde ella.
No vayas donde ella.
—Envíame un mensaje con la dirección, te iré a buscar.
Un balde de agua fría para todas las sensaciones que estaba sintiendo.
—¿Te vas?
—Me tengo que ir —dijo, con toda la frialdad que pudo. ¿Así de fácil era? Pasó del amor a la frialdad para correr donde Clara.
Bufé, con enojo evidente. No me importó si se daba cuenta.
—¿Qué? —Preguntó, totalmente extrañado.
—No es primera vez que te vas por Clara.
—Lo sé —murmuró—. Clara acaba de tener un problema, no le entendí muy bien. Estaba llorando, creo que algo le pasó —dijo, a la vez que se ponía el jeans—. Volveré más tarde.
Suspiré.
—Creo que ahí ya estaré durmiendo, mañana me tengo que levantar temprano.
—Capaz que pueda ir a verte antes de ir a dar el examen, pero no estoy muy seguro —dijo. Mi celular se encendió en la mesita que se encontraba al costado de él.
Que no sea un mensaje de Conejito.
Arrugué la frente a la vez que él lo cogía. Por la expresión de su cara, de inmediato supe que era un mensaje de Diego.
¿Por qué rayos aún no he sacado la opción para que salga el mensaje en la pantalla?
Caminó hacia mí, y rogué para que Diego no se hubiese desubicado.
—Gracias —dije cuando me lo entregó. Sentí la frialdad de su mirada.
Deslicé mis ojos a la pantalla.
Conejito: No lleves tu sudadera que ya tiene mi olor, ya sabemos que me queda mejor a mí. Si hace frío te la voy a quitar.
Oh, rayos.
Cuando levanté la vista, Oliver me observaba con una expresión dura. Sentí la desconfianza emanar desde sus ojos.
—Laura —comenzó a decir con aspereza—. ¿Te gustan los dos? ¿estás con los dos? —preguntó, sin más.
Tragué saliva.
—No, estoy contigo.
—¿Realmente crees eso? Dime la verdad, ¿te gusta él?
Oh, dios mío.
Los pecados se devuelven de alguna forma. Y aquí llegó mi castigo.
—Me gustas tú.
—¿Te gusta él? —volvió a preguntar.
—No.
Se agarró la barbilla. Por el movimiento de su pecho noté su respiración acelerada.
—¿Quieres ser mi novia? —preguntó, cuando el silencio ya se extendía de forma insoportable. Mi corazón se detuvo, ¿ese chico con el que todas soñaban quería ser mi novio? ¿novio? Abrí la boca para decir algo, y el me detuvo con un gesto—. Me lo responderás después de tu paseo. Y no quiero que haya ninguna duda de lo que quieres —ordenó, clavándome la mirada. Su expresión seguía siendo igual de seca.
Salió de la habitación a toda prisa, sin darme el tiempo para responder.
—Me gustaría —murmuré, para mí—. Pero no sé cómo hacer para que Diego desaparezca de mi mente. Y tampoco sé que hacer para que no corras donde Clara cada vez que te llame.
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Hola beibis <3
Amo sus mensajitos pero por favor, no me amenacen con que Laura se tiene que quedar con alguien ajjaja que me estresoooooooooo :P
¿Qué les pareció el capítulo?
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#Oliverpidesersunovio
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