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37. Olvida el miedo

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"Olvida el miedo.
Que también yo te quiero comer
Aunque sé que no debo"

Laura

Lo mejor de la mañana del día viernes en la escuela, fue la cara de todos. Quién se veía más trasnochado. Yo no, porque había llegado temprano a casa, pero al parecer fui la única. Me senté a mirar el celular mientras esperaba que llegaran mis amigas. Yo no tenía nada interesante que contar así que necesitaba saber los detalles de sus noches.

Abrí Instagram, y me metí al de chismes de la escuela. Desde que Abril me lo había enviado, me gustaba revisarlo de vez en cuando. La última publicación era la noticia de que Diego y Nicol habían vuelto. Una foto de los dos conversando mientras estaban con el resto del equipo los mostraba muy cómplices.

Rodé los ojos.

Calma, Laura. Tienes que parar de rodar los ojos cada vez que ves el nombre Nicol.

No me gusta Nicol. Menos para él.

Me sorprendí de los mensajes en la foto, que se negaban totalmente a que Diego estuviese con Nicol. Y más de una vez apareció el nombre de Justin. Me quedé pensando mientras miraba la foto. ¿Había alguna posibilidad de ser amiga de Diego y que Nicol no quisiese asesinarme?

¿Existía algún universo paralelo donde eso fuese una realidad?

—Veo que estás muy interesada en esa foto —dijo alguien desde mi espalda. Sentí su aliento en mi cuello y me estremecí—. Dicen que me veo guapo ahí —bromeó Diego.

Me giré, sabiendo que mi cara estaba pasando por toda la paleta de colores rojizos.

—¡No me molestes! —respondí, dándole una palmadita en el hombro—. Solo miraba si había algo interesante.

—¿Y hay algo interesante?

Carraspee.

—Estas son buenas noticia —murmuré cínicamente. Le mostré la publicación.

Diego esbozó una sonrisa.

—Es mentira —dijo señalando mi celular, con la boca.

Sí, muéstrame más tus labios.

Gracias.

—¿No es verdad?

¿Y por qué me siento un poco feliz?

Porque ella no se merece a Conejito. Punto final.

—No he vuelto con ella —aclaró, encogiéndose de hombros. Se sentó en el puesto de Abril, detrás de mí—. ¿Y mi caja de donuts? No la veo.

Bufé, y me quedé mirándolo con una ceja alzada.

—¿Te voy a esperar para que nos vayamos juntos?

Llevo su frente a la mesa, y suspiró ampliamente.

—No pensé que te ibas a querer ir conmigo. —Me miró, batiendo sus enormes pestañas—. Perdóname, perdoooooonameeeeeee. —Subió la voz, y le tapé la boca.

—Shhhhh. Está bien, te perdono. Aunque... —dije, pensándolo mejor—, tú me debes las donuts.

Entrecerró los ojos. Se rio, resaltando su única margarita. Le saqué una foto mental. Él era el tipo de chicos que merecían fotos infinitas haciendo cualquier cosa. Era un pecado que él no subiese una todos los días a Instagram, para que todas lo pudiésemos admirar.

—Está bien. Y deja de espiar mis fotos en Instagram, por favor.

Bufé.

—No te estaba espiando, solo... admiraba la buena noticia —respondí, burlescamente.

Empezaron a llegar más compañeros, antes de ponerse de pie se acercó a mi oído.

—Hablamos después, Conejita.

El aire abandonó mi cuerpo, y mi corazón dio un salto inesperado.

Conejita

Conejita retumbó en mi cerebro. Lo vi alejarse, con sus jogger y sudadera deportiva.

Ayuda.

Pensé en las palabras de Oliver: tú le gustas.

Me giré justo cuando mis amigas entraron, en el peor estado que hubiese visto de ellas. Emma con unas ojeras hasta las rodillas, Abril apenas pudiendo abrir los ojos.

—¿Ninguna de las dos durmió? —pregunté, arrugando la frente. Ambas caminaron como zombies.

Abril negó con la cabeza con un ojo cerrado. Se sentó, y exhaló. Un olor a vodka entró por mis narices.

—Un poquito —murmuró, Emma. Se dejó caer en el asiento como saco de papas—. Me quedé hablando toda la noche con Alex.

—Sí, hablando —murmuró Abril. Me giré hacia ella, con una ceja levantada. Meneó la cabeza—. Me lo tiré como nunca —dijo con expresión seductora. Luego arrugó la cara—. Nah, solo unos besitos locos. Lo que pasa es que estoy con resaca —respondió, llevándose una mano a la frente.

Les iba a preguntar por los detalles así como ellas me los exigían, pero la profesora entró en el salón.

—Alumnos —saludó, al pasar por la puerta. Llegó acelerada a su escritorio—. No sabía que tenían un paseo —comenzó a decir, mientras se rascaba la frente—. Yo les tenía una tarea preparada. Necesito esa calificación para el lunes. Así que haremos lo siguiente: les voy a dar un trabajo simple que deben hacer hoy en parejas, si no alcanzan a entregármelo durante la clase, lo pueden enviar hasta la media noche.

—¿Por qué siempre nos quieren separar? —reclamó Abril

—¿Puede ser de a tres? —preguntó un compañero inocentemente.

—¿Son tres personas una pareja? —preguntó la profesora de vuelta.

—¡Auch! —murmuré.

—¿Sucede algo, Laura? —Tragué saliva y negué con la cabeza—. ¿Ya sabes quien será tu pareja?

Me hundí en el asiento. Cuando teníamos que formar parejas siempre lanzábamos una moneda con mis amigas.

—No...

Hubo un silencio incómodo, hasta que alguien carraspeó.

Oh, no.

No lo hagas.

—Yo seré su pareja —dijo Diego. Seguro de sí mismo, como si no tuviese ni ninguna pizca de duda. Me giré repentinamente, impactada. Él me observaba con una ceja enarcada, y una sonrisa coqueta.

Así que ya empezamos con los celos para Nicol.

Relajé mi expresión y le sonreí. Como si eso que estuviese pasando fuese lo más normal del mundo, y deslicé mi mirada —por puro placer— hacia Nicol y Justin. Nicol estaba en shock, al punto que me estremecí, sin embargo, Justin pareció no inmutarse.

—Oh, dios. Laura de las mercedes eres...eres la puta ama —susurró Abril a mi oído.

Si Nicol hubiese podido matarme con su mirada, lo hacía.

La profesora asintió, sorprendida.

—Siéntense con sus parejas. Deben hacer un ensayo de algún cuento de Edgar Allan Poe. Muy fácil. —Se quedó mirando, esperando que nos moviéramos. Miré a Emma, sin saber qué hacer.

—Viene para acá —susurró.

Diego se levantó y fue como si el tiempo se detuviese. Cada persona del salón se giró para mirar, observar, y admirar como él; se acercaba a mí. Mis manos comenzaron a transpirar, y mi corazón a agitarse en mi pecho.

De la complicidad que sentí con él.

De nuestra amistad, y del plan que estábamos llevando a cabo.

Me gustaba que entre Diego y yo hubiese secretos y planes que no podían saber algunas personas. Quizás era raro, sin embargo, así lo sentía. Aunque en ese caso, todo era para sacarle celos a Nicol.

—Hoy está más guapo —murmuró Emma, respirando fuerte como si no lo soportara.

Diego quedó frente a mí, envolviéndonos con su olor varonil, y miró a Emma quien se estremeció en su asiento.

—Hola Emma —saludó, apoyando sus manos en mi mesa.

—Diego, siéntate acá, yo me pasaré al puesto de atrás, con Abril.

Diego le cerró un ojo y ocupó su lugar. Me quedó mirando, con la cara llena de risa.

—¿Esto es parte de tu plan? —pregunté, entrecerrando los ojos.

—Absolutamente. Va a funcionar —dijo, apoyándose sobre sus codos—. Presiento que costará un poco, aunque va a terminar resultando.

—Si tú lo dices.

—Es que no me voy a rendir tan fácil.

Ok, me queda claro todo lo que te la vas a jugar por ella.

—Lo sé, y por eso te voy a ayudar. —Me acerqué—. Quiero que tu corazón esté contento.

¿Y el mío lo está?

—Te voy a decir cuando lo esté. —Movió las cejas arriba y abajo.

No me mires así.

—Ojalá viva para verlo —dije, a la vez que miraba de reojo a Nicol—. Me va a matar. Si mañana no aparezco ya sabes quien fue.

Diego soltó una carcajada.

—Yo creo que Michelle se encargaría de revivirte y hacerte ir al paseo, no sé por qué está tan interesada —murmuró, arrugando el entrecejo—. Nos está observando fijamente. Puso un libro frente a nosotros—. ¿Qué tenemos que hacer?

—Escribir un ensayo de un cuento de Edgar Allan Poe —respondí un poco feliz. Los libros de Poe eran parte de los primeros que había leído y releído de pequeña.

—El corazón delator —dijo de repente. Me quedó mirando, esperando mi respuesta.

Ok, aquí me muero.

Aquí revivo.

Deja de mirarme así.

—¿Te gusta?

Bueno... todo el mundo ha tenido que leer a Poe en su vida, ¿o no? Pero que lo dijera así con tanta seguridad, me pareció que había un poco más.

—Cuando era un niño tenía una obsesión con él, andaba con su libro para todas partes. No le cuentes a nadie —pidió, batiendo sus pestañas.

—¿Por qué no? Es un punto interesante a tu favor.

Se rio coquetamente. Haciendo que me hormigueara el vientre.

—Así que es un punto interesante a mi favor —murmuró, rascándose la barbilla. Se acercó y dijo—: cualquiera diría que me estás coqueteando.

Rayos, ¿lo estoy?

Rodé los ojos, y él me imitó.

Las imágenes del beso acapararon todos mis pensamientos. Y cada vez que hablaba tenía que luchar para no desviar mi mirada a su boca...a sus labios carnosos que —lamentablemente o maravillosamente— yo ya conocía.

Pero tú estás con Oliver.

Te gusta Oliver

Y Diego te confunde porque eres una ser humano débil ante los hombres guapos y no puedes luchar contra eso.

Punto final.

Me convencí que era normal. Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado. Y mis ojitos eran los que más pecaban. Al parecer mis labios también, pero eso no lo quería admitir.

Obviamente en la clase no alcanzamos a terminar, además me distraía sentir las miradas de todos sobre nosotros. Con Diego no pudimos ocultar que hablábamos de antes, porque varias veces la profesora nos miró enojada mientras nos reíamos. En ese momento, nuestra amistad dejó de ser un misterio para dar paso a un sin fin de preguntas.

Cuando la profesora salió del salón, Diego pronunció las palabras que mi corazoncito tanto temía:

—¿Terminamos la tarea en tu casa o en la mía? —preguntó.

Tragué saliva.

Juntarnos después de clases no solo significaba que no iba a poder ver a Oliver hasta que termináramos la tarea, sino que iba a tener toda una tarde con ese ser bajado del cielo.

Laura, cálmate.

Diosito no más pruebas, por favor.

Está claro que tiendo a reprobarlas.

—Creo que es momento de conocer tu casa —respondí.

—Vaya, vaya —murmuró Abril, al ver a Diego salir del salón—. ¿Qué pretende ese adonis?

—Sacarle celos a la loca.

Emma bufó.

—Ella es rara, terminó con él y ahora no se le despega —gruñó, luego nos miró batiendo las pestañas—. Me encanta Alex. Después de la discoteca nos fuimos caminando a un parque cercano, hablamos horas.

—Te creo porque a ustedes sí que les gusta hablar —rio Abril—. Hacen una bonita pareja. —Luego le pasó el dedo por el brazo—. ¿Hubo algún toqueteo? ¿lengua? ¿se lo viste, miraste, tocaste?

—¡Abril! —exclamé, porque aún quedaban personas en el salón.

—¡Ay! Como si todos fuésemos inocentes palomas —murmuró—. ¡Pene! —gritó repentinamente en voz alta.

—Dios mío —susurró Emma, enrojeciéndose. Los cuatro cerebros del salón nos miraron horrorizados—. Hubo bastante toqueteos como para haber estado en un parque —dijo, mordiéndose el labio—. ¿Y tú?

Abril hizo un puchero.

—Me fue a dejar a mi casa, y nos dimos un beso de despedida. —Se agarró la cabeza entre las manos, y suspiró—. ¡Uno! Pero está bien, creo que este chico me gusta —agregó, en voz baja—. No quiero arruinarlo. Y al parecer yo también le gusto. Me envió un mensaje de buenas noches.

—Al parecer no todos lo de ese grupo son iguales —dije emocionada. Abril enarcó las cejas.

—Créeme que ya me di cuenta que piensas eso —rio—. Lástima que Oliver se fue anoche.

Emma gruñó.

—Es muy idiota, Clara me desespera. Siento que depende de él —murmuró enojada. Luego me miró arrepentida de sus palabras—. Lo siento, aún no sé como manejar esto de que estén juntos.

Quizás tenía razón. Él fue a la fiesta por ella, luego se la tuvo que llevar. ¿Era algo que sucedía usualmente?

El resto del día en la escuela fue desastroso. Nicol quiso enfrentarme varias veces, sin embargo, me escapé en la mayoría, y en las otras —mágicamente— noté que Justin la detuvo. Minutos antes de que terminara la última clase, Abril me tocó la espalda. Me acerqué al respaldo de mi silla para escucharla, sin girarme porque el profesor estaba atento a quien hablaba.

—Revisa Instagram —susurró.

Nueva publicación.

"Diego Ragni sigue estando soltero según fuentes extremadamente cercanas. No ha vuelto con Nicol, y —al parecer— no hay intenciones de que eso suceda, sin embargo, al parecer ya descubrimos quien es la chica misteriosa que recibió a un Diego precioso con una caja de Donuts en la puerta de su casa: nada más ni nada menos que Laura Miranda. La ex de Justin. Oh dios...esta es la mejor telenovela que hemos presenciado".

Quedé atónita.

—Eso es todo, alumnos. Que tengan un excelente paseo. —El profesor salió del salón a paso rápido.

Me dio un escalofrío. Emma me miraba impactada. Mi celular vibró. Un correo de Michelle con una nueva pregunta.

Me escabullí entre mis compañeros y corrí hacia el estacionamiento. Mi plan era esconderme detrás de un arbusto hasta que Diego saliera para ir a hacer el trabajo. Pero me detuve de golpe en la entrada de la escuela, al verlo a Oliver.

Llevaba el cabello desordenado y peinado hacia un lado. Me esperaba apoyado en su coche. La perfección de su cara estaba decorada por unos ray ban que lo hacían ver mucho más sexy.

Vi a Nicol caminando hacia mí, así que corrí a los brazos de Oliver.

—No sabía que te ibas a poner tan feliz de verme —murmuró divertido. Sus dientes se asomaron coquetamente.

—Siempre voy a estar muy feliz de verte —respondí abrazándolo—. ¿No te llegó mi mensaje? Hoy no podré...

Hizo un puchero.

—Necesitaba verte al menos unos minutos. —Me envolvió en sus brazos y escondió su cara en mi cuello. Su respiración acarició mi piel, y avanzó con besos cortos hacia mi boca—. Que mal que esta sea una zona de niños —susurró en mi oído.

Alguien carraspeó a mi espalda. Lo primero que vi fue la expresión de Oliver: desconcierto y molestia. Me giré, y Diego nos observaba con su mejor sonrisa.

—Laura me tengo que ir rápido, ¿te vas a mi casa conmigo? —preguntó, con total naturalidad. Y para ponerle más tensión al momento se dirigió a Oliver—. ¿O tú la irás a dejar después?

Ahogué un sonido de impresión.

___

Uhhhhhhh... ¿Qué les pareció este capítulo?

Ay Laura... si yo fuera tú... sería un desastre.

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