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2. HP

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"Le rompieron el corazón y no busca a nadie que se lo reponga"

Laura

Emma me hizo comprar más ropa de la que nunca había comprado. Mi cuerpo cambió. ¿En qué momento dejé de ser un fideo y me salieron curvas?

Parece que no me había mirado bien desde los trece, allí con diecisiete me parecí bastante decente. Mis pechos y mi trasero se marcaban armoniosamente con lo que me probaba. Sobre todo con las prendas apretadas que Emma insistía en pasarme.

De repente me cayó algo a la cabeza.

—Pruébate ese, lo usarás esta noche —murmuró Emma, desde detrás de la puerta.

Cogí lo que lanzó, y le di varias vueltas en mi mano al pedazo de tela negra diminuta.

—¿Qué es?

—¿Qué? —Escuché un bufido impaciente—. Es un vestido, pruébatelo.

—¿No será muy pequeño? —dije, abriéndole el cierre de la espalda—, parece algo que se pondría la hija del vecino... y tiene ocho años.

—¡Qué exagerada! Déjame cerrártelo —dijo, abriendo la puerta y haciéndose espacio en el probador—. Eres tan bonita Laura, este es para ti.

Subió el cierre, y ambas quedamos impactadas frente al espejo. No sabía que me podía ver así. El vestido parecía hecho para mí, y no pude evitar pensar que apenas Justin me viera, se iba a arrepentir de dejarme como si nada. Incluso yo me arrepentí de no haberme preocupado antes de mí. Sabía muy bien que lo que hiciera no tenía que ser pensando en él, pero admitámoslo, hay cierto placer en pensar que tu ex te verá y quedará de una pieza por lo asombrosa que te vez.

Y no solo eso, sino sexy.

Hay una nueva Laura.

En ese mismo momento me sentí empoderada y femenina. Allí, plantada frente al espejo y con Emma con sus ojos brillando de la emoción, decidí que nadie más me haría sufrir. Iba a tomar las riendas de mi propia vida, y no iba a esperar a que el amor tocara mi puerta como había pasado con Justin.

No me iba a ilusionar así de fácil nunca más.

—¿Por qué estás tan feliz? —le pregunté a Emma. Su cara irradiaba felicidad, con una sonrisa de oreja a oreja, casi algo tétrica.

—Porque veré a ese insecto sufrir cuando llegues así a la fiesta —dijo riéndose malvadamente—. Estás alucinantemente sexy.

Me atoré de puro escuchar la palabra fiesta; no había pasado ni un día de que habíamos terminado, ¿y ya debía ir a fiestas? La miré con cara de sorpresa.

—¿Fiesta?

—Si quieres no vamos —murmuró, tratando de hacer como que no le importaba, luego encogiéndose de hombros y deslizando su mirada por mi vestido, agregó—: pero habrá muchos chicos guapos. Va Abril, y además Oliver se ofreció a llevarnos. Es en la casa de Nicol.

—¿Y por qué va a ir tu hermano? —quise saber—. Pensaba que él moriría antes que ir con nosotras a algo.

Oliver tenía tres años más que nosotras y estaba en segundo año de universidad. Soberbio, creído y antipático eran las palabras que mejor lo definían. Del tipo de hombres guapos que saben que son guapos y no tienen ningún interés en relacionarse con gente que no estuviese a su altura. Desde la escuela era conocido por tener a la chica que quisiese. Lo soportaba porque era el hermano de mi mejor amiga, pero siempre había sido tan indiferente conmigo que me molestaba. Lo encontraba maleducado y un idiota.

No estaba segura de si a veces no me veía porque iba metido en su mundo, o decidía ignorarme deliberadamente. Ya lo conocía desde hace muchos años, y lo mejor para lo dos era ignorarnos. Con suerte me saludaba, y nada más.

Las chicas que se enteraban que yo a veces dormía en casa de Emma, me tapaban de preguntas sobre Oliver. Él, luego de salir de la escuela se había convertido en una leyenda. A Emma le dolía la cabeza cada vez que le preguntaban por su hermano, y más cuando lo comparaban con un dios de la belleza. Sin embargo, yo no tenía mucho que contar; él casi nunca estaba en casa, y cuando lo veía era de pasada, generalmente, con alguna chica.

—Anna —respondió Emma, con voz seductora—, ¿o era Cata? No recuerdo, ella estará allí. Bueno, al menos servirá para que nuestras compañeras vean a la leyenda con sus propios ojos antes de acosarme de nuevo con preguntas sobre él. —Entrecerró los ojos, puso la mano en mi hombro y me obligó a mirarla fijamente—. ¿Lo encuentras tan guapo como dicen?

Me puse a pensar. Lo primero que llegó a mi mente eran sus inmensos ojos verdes que observaban impasibles a su alrededor. Su cara que era un conjunto de rasgos escogidos con determinación, para dar forma a un chico guapo y sexy. Aunque su belleza descansaba más en su actitud.

Oliver pasaba junto a ti, con aire de confianza y experiencia. Sí, había observado a Oliver. No me gustaba, pero no era ciega. Más de alguna vez lo había visto con mujeres distintas, y su mirada brillaba por el interés del momento. Me pregunté varias veces cómo sería estar con alguien así de experto en estar con distintas personas, así de diestro en seducirte.

De repente me encontré con los ojos de Emma escudriñándome y no lo pude negar. Asentí con la cabeza.

—Lo es —confirmé. Sus ojos se achicaron—. Pero es un idiota.

Resopló.

—Puto Oliver —murmuró.

Solté una carcajada.

—¿Y Abril también va? Me dijo que no quería ir a ninguna fiesta después de lo que sucedió en casa de Vanessa. —Ese día se había emborrachado y dormido con alguien que sin alcohol no hubiese tenido oportunidad con ella. Abril era nuestra otra amiga, desde que había llegado a la escuela, dos años atrás, íbamos para todas partes juntas. Aún no hablaba con ella sobre lo sucedido con Justin porque recién ese día llegaba de pasar un par de días en la casa de su padre, y no quería abrumarla con nada. De repente se me iluminó el cerebro—. ¡Ah! es porque va tu hermano. —Me largué a reír. Abril no ocultaba que Oliver le quitaba el sueño, y cada vez que tenía oportunidad decía lo mucho que le gustaba.

—Que pesada. —Me dio un empujoncito en el hombro—. Ya le dije que mi hermano está vetado como crush. Primero, porque es mi hermano; segundo, porque es un idiota; tercero, porque no quiero consolar corazones rotos por su culpa; y cuarto, porque es mi hermano.

—Dijiste dos veces...

—Si lo sé. Es que a Abril no le queda claro. Es lo peor que me podría pasar, que mi amiga empiece a andar con mi hermano. Hay millones de hombres, ¿y justo el idiota? No lo acepto.

—¿Tú crees que le resulte? —pregunté, solo para molestarla. Levanté las cejas, a la vez que a mi amiga se le cayó la cara, y me asesinó con la mirada.

—No, la ignora igual que a ti. Al parecer, él también tiene su propia regla de no meterse con las amigas de su hermana. Lo que es bueno porque ustedes dos están bastante buenas.

—Lo dices porque nos amas. En todo caso, llevo años metida en tu casa y apenas me mira.

—Y que se mantenga así. —Me acarició el cabello, mientras volvimos nuestra vista a mi reflejo en el espejo. Me guiñó el ojo—. Te queda perfecto. Le envié una foto a Abril.

—¿En qué momento?

—Me ha respondido que estás maravillosa. —Se quedó callada, y con cara de risa agregó—: y cogible. Maravillosa y cogible.

—¿No será mucho? —pregunté, balanceando mi cabello y haciéndole caras seductoras al espejo.

—Si te sientes cómoda, es para ti.

Me veía bien, con cada cosa en su lugar, pero me daba una vergüenza increíble llegar así a una fiesta de la escuela, nunca nadie me había visto con nada parecido. Estaba sexy, y antes habría ido con pantalones negros anchos, y alguna blusa poco llamativa. No es un mal estilo, pero lo llevaba solo porque no me gustaba ir de compras, y la verdad no pensé que me vería bien con otra cosa. Sin embargo, la nueva inyección de energía seductora me recorrió de pies a cabeza, al sentirme por primera vez, alguien atractiva.

—Es para mí, me gusta.

—Te ves perfecta, este vestido fue hecho para ti.

—¿Será muy extraño que aparezca así en una fiesta? —quise saber, mientras me empezaba a subir el vestido.

Emma negó con la cabeza.

—Será alucinante, y lo verás cuando pongas un pie en esa fiesta. Darás que hablar, prepárate para eso —dijo, dando un salto de felicidad.

—Chicas, no pueden estar de a dos en los probadores. —Desde nuestras espaldas apareció la vendedora con las manos en las caderas.

Sonreí nerviosa, con una montaña de ropa que me había probado, y el vestido a medio sacar. Nos metimos tanto en nuestro mundo, que estábamos con la puerta abierta, y yo con las bragas al aire.

***

Llegué a mi casa con el cabello corto, un balayage recomendado por la peluquera, mucha ropa nueva, un vestido de fiesta, unos tacones para acompañarlo, la garganta apretada, y una lágrima al borde de mi ojo.

—Se fuerte —murmuré para mi misma, antes de lanzarme a la cama y dormir como si no lo hubiese hecho en días.

Fue perfecto, porque así mis ojos tuvieron tiempo de deshincharse, y ya no parecía una mosca cuando desperté. Lo primero que hice fue revisar mi celular. Quizás él se había arrepentido, sin embargo, no tenía ninguna notificación de él. Los ojos me ardieron de nuevo, y miré al techo, como si esto pudiese impedir que las lágrimas salieran. Así me quedé un buen rato, hasta que las ganas de llorar se fueron. Muy cliché y todo, pero él no se merecía nada, menos una lágrima.

Por el contrario, necesitaba divertirme, pasarlo bien, liberarme, besarme con alguien, y quizás...¿quién sabe? algo más.

Ay, Laura. ¿Qué está sucediendo con tus hormonas?

***

Sonó el timbre. Ya llevaba media hora mirándome al espejo, y practicando formas de entrada a la fiesta. La que ganó fue la llegada en modo desinteresado, así como si nada hubiese pasado.

La vergüenza había ido desapareciendo para dar paso a la confianza en mi misma. Me veía bien, y me sentía bien —o eso quería demostrar—. Llevaba algo ceñido al cuerpo, como nunca antes había usado, y me dio un leve cosquilleo al pensar en que alguien pasara sus manos sobre mi vestido. ¿Por qué Justin había terminado conmigo justo antes de verme así? Suspiré frustrada y menee la cabeza para dispersar los pensamientos del momento.

Me acerqué al espejo y puse un mechón de cabello tras mi oreja.

—Tú puedes. No le des la satisfacción de que vea tu corazón destrozado, ni a él, ni a ninguno de sus miserables amigos.

Pasé por la cocina primero a buscar un vaso de agua, sin notar que mis padres estaba allí. De repente, noté que los dos me miraban estupefactos con los tenedores a medio camino hacia la boca.

—Mi pequeña hija —murmuró mi padre aterrorizado. Miró a mi mamá—: ¿Ya creció?

Mi madre asintió con la cabeza, sin sacarme la mirada de encima. Levantó una ceja, tratando de reprimir una sonrisa.

—¿Por qué me miran así?

—Hija, ayer te veías de doce años. Ahora, te ves toda una mujer —dijo mi mamá. Se le formó una pequeña sonrisa, y ladeó la cabeza. Me dio la impresión de que era una cara de orgullo—, te ves hermosa.

—¿Qué? Carla, por favor, ¿la dejarás salir así? —Mi papá, escandalizado se pasó nervioso las manos por el cabello. La frente se le llenó de arrugas de un momento a otro.

—¡Ay Roberto! Si este día tenía que llegar —respondió, azorada. Se giraron cuando el timbre volvió a sonar, Emma se estaba impacientando.

—Carla, ese vestido se lo pones a la vecina de cinco años y le queda bueno —replicó mi papá, cruzándose de brazos. Me lanzó una mirada furibunda, y murmuró—: pero sí, te ves bien.

Esbocé una sonrisa, a pesar de que no la sentí muy sincera.

—Ya crecí papá. No puedes pretender que siga pareciendo de doce como dice mamá. —Hizo un mohín y se encogió de hombros—. Me voy, Emma lleva esperándome todo este rato en la puerta —dije, caminando hacia la salida.

—Mi amor, ¿irá Justin contigo? —preguntó mi mamá. La taza de té a medio camino de la boca le empaño los lentes en el instante que me paralicé.

Una daga en el corazón, justo antes de salir. Tragué saliva y carraspee para aclarar mi garganta y que la voz no me saliera como alguien que llevaba llorando más de lo necesario.

—Con Justin ya no estamos juntos —aclaré. Les di una sonrisa, y continué mi camino.

Escuché un sonido de impresión de mi padre, y murmuró en voz baja para que yo no oyera:

—Carla, ¿sabes que se ha vestido así por despecho?

—¡Ay! Déjala, estaría bien que conociera otro chico. A esa edad yo era bastante menos recatada, y lo sabes.

Arrugué la frente ante la información innecesaria.

—Guau —exclamó Emma al verme. Se veía fenomenal como siempre, pero es que ella era de esas chicas que se ponen vestido hecho con papel higiénico y se verán bien.

—Guau —digo de vuelta, ¿y Abril?

—Está en el coche —respondió entre dientes, rodó los ojos a la vez que soltaba un suspiro. Me puse de puntillas, y sobre la cabeza de Emma vi la camioneta de Oliver. Noté a Abril hablando emocionada, porque se veía que movía sus manos explicando algo.

—Lo está dando todo. Jugando todas las cartas posibles en este momento —murmuré, aguantando la risa.

—Volvamos rápido —respondió Emma, agarrándome del brazo—. Justo escoges hoy para demorarte años en salir.

Llegué al coche y me deslicé junto a Abril. La abracé brevemente, temiendo romper en llanto en sus brazos. Le enarqué las cejas haciendo referencia a Oliver, y ella rio coquetamente.

—¡Hola Oliver! —dije, palmeándole el hombro. Él se giró para devolverme el saludo mientras bebía un sorbo de bebida. Al verme se atoró, y casi se le cayó la lata arriba de Emma.

—¡Oliver! —Emma se pegó a la puerta para esquivar la lata que él atrapó en el aire.

—¿Estás bien? —preguntó Abril.

—Sí —respondió lacónico. Se quedó mirándome con sus enormes ojos verdes. Su mirada se deslizó descaradamente desde mi ojos hacia mi vestido. Enarcó una ceja antes de girarse para encender el coche.

Rayos.

Él no es una opción para el despecho, Laura.

Tragué saliva, sintiendo un leve calor en mis mejillas. Primera vez que Oliver me miraba en años, y era la mirada más caliente que había recibido en toda mi vida.

Así, descaradamente.

Se produjo un silencio incómodo en el que Emma, desde el asiento delantero, se giró y me miró entornando los ojos. Hizo el ademán de «te estoy observando». Di un respingo, haciéndome la desentendida.

Mis mejillas ardían.

¿Qué acaba de suceder?

Me tiró a las llamas con tan solo una mirada, y yo la recibí sin pensar. Abril se deslizó lentamente hasta pegarse a mí.

—Te acaba de sacar ese vestido con la mirada. Hasta yo me calenté —murmuró en mi oído—. Laura Miranda, yo lo vi primero.

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