Secundus Bonus

Jadeó con excitación en su voz. Le embistió de nuevo, regocijándose en la estrechez que rodeaba su polla. -¡Uhm! ¡Por favor!

El deseo, el placer y la lujuria que había por lo prohibido, la necesidad propia de Jimin por conocer y explorar cada recóndito lugar de aquel cuerpo, solo aumentaba conforme era más consiente del gran y duro intruso que se sumergía en él.

No era amor a lo prohibido, era amor hacia el alma que se dedicaba a follarle en su cuarto a mitad de la noche, porque la prohibición no creaba la atracción pero sí la hacía más excitante.

Sus piernas perdieron fuerza y él le tomó de las caderas, levantándole para sostenerle a la altura de su pelvis para seguir penetrándole con fuerza.

Iba en contra de sus enseñanzas, iba en contra del que suponía ser el propósito de su vida y en contra de todo lo que su padre quería para él.

¿Importaba? En realidad parecía ser insignificante, o eso era lo que Jungkook le prometía cuando se metía entre sus piernas y le susurraba lo mucho que gustaba de él y lo poco que le debía importar lo que su padre pensara de ello.

—¡Dios! —jadeó entre un sollozo suave que crece conforme las embestidas toman fuerza y rapidez.

Y de repente, el calor del cuerpo de Jungkook desapareció. Un fuerte ruido le hizo consciencia de lo sucedido.

—Jungkook —jadeó asustado. El miedo y odio en aquellos ojos le rompió el corazón, Jungkook dejó de mirarle, empujó al cabello que le tenía agarrado y huyó.

Cada día desde entonces, Jimin miraba por su ventana, en espera de su ser amado. "Si él de verdad te amara, él volvería por tí, pero no lo ha hecho".

—Podemos borrar sus recuerdos —dijo él hombre a sus espaldas, acompañado de su padre—. Se puede lograr al aplicar pequeñas descargas eléctricas en su cerebro.