Especial: Taiora.
Dedicado a: solitaria_in misti_saiyayin akaryyukkii Gracias por comentar y espero que lo disfruten. Más adelante haré los otros que pidieron :)
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¡Vuelve! Gritó en su interior. Nunca, nunca en su vida había tenido tanto miedo como en ese momento. Ni siquiera en sus tiempos de niña elegida.
¿Cuánto tiempo había pasado ya? ¿Una, quizás dos semanas?
Sus manos, antes cálidas, yacían al lado de su cuerpo, frías e inmóviles. Sus párpados cerrados, su respiración casi inaudible... Estaba tan tranquilo que no parecía él.
Sus amigos lo visitaban todos los días. A veces uno que otro faltaba, pero siempre lo recompensaban al día siguiente quedándose dos horas más.
—Ten fe, Sora —le había dicho Matt en los primeros días —. Sabes cómo es, le encanta hacerse de rogar.
Ella lo sabía. Sabía eso más que nadie.
Sujetando su mano entre las suyas, Sora solo pudo transmitirle sus sentimientos mediante el tacto.
Era tarde. Muy tarde y ella todavía no regresaba a su casa. En la pantalla de su celular podía ver más de diez llamadas perdidas de su madre y otras cuantas de sus amigos, pero ni una de su mejor amigo.
¿Por qué? Se preguntaba mientras dejaba caer el agua fría de la lluvia sobre su rostro. ¿Cómo las cosas habían terminado así?
—No puedes simplemente no volver —le dijo él cuando apareció. Llevaba un abrigo y un paraguas, a diferencia de ella —. Tus padres están preocupados, nuestros amigos también.
Sora giró su rostro y evitó mirarlo.
—No quiero volver, todavía no.
Escuchó unos pasos alejándose y su corazón rompiéndose otra vez. ¿Por qué actuaba así, como si no le importara?
Dos segundos después, sintió algo caliente en su mejilla, muy caliente.
—¡Ay! —exclamó —. ¿Por qué hiciste eso?
Parado otra vez a su lado, Tai sostenía como podía dos cafés más el paraguas.
—¿Porque no quiero que mi mejor amiga se resfríe?
Mejor amiga. Mejor amigo. Ambos concordaban, entonces ¿por qué pasó lo que pasó?
Sora suspiró y tomó la lata caliente. Tai se sentó a su lado y el silencio los inundó.
—Terminé con Matt —dijo ella de repente, pero Tai no se sorprendió en lo absoluto —. No podía... No podía seguir con él después de...
—¿Después de lo que hicimos? —la interrumpió y ella asintió —. No podemos hacer nada, Sora. Lo hecho, hecho está. Matt lo superará.
—Pero...
—Lo que importa ahora es lo que quieras hacer tú —le dijo —. Por mi parte, no hay arrepentimientos —le sonrió. Le brindó una de esas sonrisas que podían tranquilizar hasta a la persona más inestable del mundo.
De pronto, él se levantó y le tendió una mano. Ella lo miró confundida por unos segundos —. Ven, es hora de ir a casa.
Sora recordó aquello con sentimientos mezclados.
Primero estaba el engaño a Matt, se sentía mal, sucia, en ese momento podría haberse insultado con todos los adjetivos más bajos posibles, pero había un ligero problema:
—Yo tampoco tuve arrepentimientos —comentó sosteniendo las manos de Tai —. Nunca los tuve y no los tengo.
Su mente volvió a trabajar, intentando quitar todo el estrés de esos días transportándose al pasado.
Esta vez era un recuerdo posterior al anterior.
La luz del sol entraba por la ventana. Odiaba eso. Odiaba que algo que no fuera su tacto la despertara.
—Buenos días —saludó Tai con tranquilidad. Como si estuviera acostumbrado a despertarse temprano.
—Qué milagro que estés despierto —bromeó ella dando una vuelta en la cama para encararlo —. ¿Ha pasado algo?
Tai sonrió.
—Solo me desperté antes y cuando te vi, me olvidé de la idea de seguir durmiendo.
Sellando aquellas palabras con un corto beso, Tai se levantó y comenzó a vestirse. Ambos tenían trabajo que hacer, comenzando con preparar la reunión del 1 de agosto.
—Es la primera vez que nos encontraremos todos desde febrero —mencionó Tai y Sora desvió su mirada —. Hey... —la llamó Tai colocando una mano en su barbilla y haciendo que lo mire —. No estés así, he hablado con Matt y sé que no está molesto.
—Es porque tú no cometiste el engaño, Tai —suspiró —. ¿Crees que... Crees que ya me haya perdonado?
—Yo sé que sí.
Ciertamente, a Sora siempre se le había hecho difícil creer que Matt la había perdonado por completo. Incluso sus amigos se mostraron reacios a estar cerca de ella por unos días, sobretodo Takeru, quien también se alejó hasta de Hikari por lealtad a su hermano mayor.
Pero ahora, con todo lo que había pasado, era obvio que ya nadie estaba molesto.
—En el dolor hermanos ¿no es así? —sonrió tristemente.
Sora acarició el anillo en su mano izquierda, lo giró un poco y luego se lo sacó para apretarlo entre sus manos. El recuerdo que llegó a su mente era más actual, de hacía exactamente un par de meses.
—¿Por qué estamos aquí, Tai? —preguntó cuando llegaron a aquel viejo campamento por donde habían viajado la primera vez al Digimundo.
Tai estacionó el auto y suspiró.
La noche era nevada como aquella vez.
—Te tengo una sorpresa, vamos —le dijo para después salir del auto, rodearlo y abrirle la puerta a ella —. Primero las damas.
Sora sonrió confundida, pero le hizo caso.
Cuando llegó a una de las cabañas, la que estaba adornada y abrió la puerta, lo único que pudo escuchar fueron las voces de todos sus amigos, incluyendo la de Biyomon.
—¡Biyomon! —la digimon voló hasta sus brazos.
—¡Felicidades, Sora! —le dijo esta.
Todos en la sala; Mimi, Hikari, Joe, Davis, Ken, Izzy, Cody y Yolei, junto a sus respectivos digimon, la felicitaron por su aniversario con Tai.
Buscó a las dos personas faltantes entre la multitud, pero Joe se encargó de explicarle.
—Matt y Takeru están en la casa de su abuela —le dijo.
—Takeru me dijo que si pudieran habrían venido —apoyó Hikari.
Y, aunque lo dijo con un rostro sereno, ambas chicas sabían que eso era mentira.
Sora se acercó a Tai en ese momento.
—Todavía no me perdonan ¿no? —le preguntó.
Tai no dijo nada al respecto, solo le sonrió y la tomó de la mano para llevarla al medio de la fiesta.
Jugaron, tomaron, comieron y rieron. Todos juntos, como hacía años.
Entonces, mientras Mimi, Sora y Hikari conversaban, la música se detuvo y las luces se apagaron dejando solo un leve reflector apuntando a Tai.
Sora miró a sus amigos y pronto entendió que Izzy era el encargado de todo aquello.
Mimi le dio un leve empujón con el hombro y le guiñó un ojo con una sonrisa picarona.
Hikari solo le sonrió animándola. Sora sabía que la más joven se encontraba poco entusiasta por la ausencia de TK.
—Sora —la llamó Tai y ella salió de sus pensamientos un poco avergonzada —. Bueno, no es un secreto que no soy muy bueno haciendo estas cosas románticas y todo eso —sonrió haciendo que algunos soltaran unas risas —, pero la ocasión lo merece —las risas se detuvieron y pronto la situación tomó un curso más serio cuando Tai empezó a caminar directamente hacia ella, mirándola a los ojos y tomándola de la mano —. Nos conocemos prácticamente desde que tengo uso de razón. Hemos estado juntos incluso en los peores momentos y solo quiero decirte que, aun con todo lo que hemos pasado, no me arrepiento de nada —Sora asintió de acuerdo a sus palabras —. Últimamente las cosas se han tornado algo difíciles, no solo para nosotros, también para terceros —todos sabían a quien se refería —, pero sé que ambos vamos a poder sobrellevarlo si y solo si estamos juntos, por eso... —Tai se arrodilló frente a ella. Sora estaba a punto de desmayarse —. Aunque hemos estado poco más de un año, ambos nos conocemos perfectamente bien, así que... Sora Takenouchi...
En cuanto sacó el anillo de su bolsillo, Sora no esperó a que terminara la pregunta.
—¡Sí! —casi gritó, muy extraño en ella, y lo abrazó por el cuello —. Sí... —repitió y todos aplaudieron.
La mañana ya se estaba asomando y los ojos de Sora querían cerrarse en contra de su voluntad.
—Si y solo si estuviéramos juntos... —repitió —. No rompas tu promesa, no nos dejes... —le pidió.
De pronto, su rostro se nubló y otro recuerdo, el más actual de todos y por mucho el más triste llegó a su mente.
Sora nunca se había caracterizado por ser de esas chicas que odiaban a alguien solo por una tontería. Su mismo emblema la describía a la perfección, pero había alguien, una sola persona además de Tai que la sacaba de sus casillas.
Nagasaki Midori.
Presentándose como empleada laboral de Tai, al principio no fue más que una chica más, pero pronto Sora notó que no era así.
Las visitas a su departamento pasaron de ser mensuales a interdiarias. Las llamadas se hicieron seguidas y las conversaciones incómodas.
Mas no fue eso lo que comenzó la tragedia.
Fue un día de invierno, hacía dos semanas, a las 3:56 pm.
Ella los vio, a Tai y a Midori, juntos en su oficina. Demasiado juntos.
Y, aunque la molestia de Tai fuera obvia, los sentimientos y emociones de Sora se apoderaron rápidamente de ella.
Dejó caer la comida que con tanto cariño había preparado y salió corriendo del lugar.
Por supuesto, Tai lo notó y, antes de que Midori hiciera algo, salió corriendo detrás de Sora.
Porque lo sabía, Tai sabía la razón de sus fuertes emociones.
Las cosas sucedieron más rápido de lo que se podrían imaginar.
Sora cruzó la calle sin fijarse, escuchó su nombre, luego la bocina de un auto, al final una mano en su espalda y muy pronto la nieve a su alrededor.
Cuando todos sus sentidos volvieron en sí. Una ambulancia había llegado al lugar y un par de personas vestidas de blanco la estaban ayudando a levantarse.
—¿Y Tai? —alcanzó a preguntar antes de ver la sangre del suelo.
La noticia no tardó en expandirse. Importante diplomático estaba siendo trasladado de emergencia al hospital, grave contusión cerebral, muchas lesiones... Coma.
—Su estado es muy grave —le habían dicho —. Solo queda esperar.
Y eso era lo que estaba haciendo. Lo que siempre haría si fuera necesario.
Entonces, sin darse cuenta, se quedó dormida.
***
Cuando sintió algo sobre su cabello, rápidamente lo movió para después volverlo a sentir.
Abrió sus ojos perezosamente y los volvió a cerrar para después volverlos abrir.
—El hecho de verte dormir es mas satisfactorio que dormir en sí ¿lo sabías? —bromeó. Las lágrimas no tardaron en caer por las mejillas de Sora —. Hey... No llores, no es bueno para...
—¡Dios mio, gracias! —lo interrumpió ella abrazándolo —. Gracias, gracias...
—¿Sora? ¿Qué pasa?
—Creí que no... Tú... Yo creí... —Sora no encontraba las palabras adecuadas —. Estoy muy feliz, de verdad... —tocó su vientre —. Creí que nos dejarías...
Tai frunció el ceño.
—Nunca podría hacerlo, lo sabes.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó de repente Sora —. Yo no hubiera sido capaz de perdonarme si no hubieses...
Tai le tapó la boca con un dedo y sonrió.
—Me preguntas por qué, pero la verdad es que no puedo darte la respuesta en una sola frase, Sora —le dijo —. Lo único que puedo decirte es que lo haría mil veces si fuera necesario y nunca, nunca me arrepentiría.
Sora sonrió y con eso más lágrimas cayeron.
Entonces la sala se llenó de gente, siendo Matt el primero en entrar y abrazar a su mejor amigo.
Todos estaban tan felices que incluso los doctores sintieron pena por tener que sacarlos para hacerle las pruebas necesarias a Tai.
Cuando terminaron, la condición de visitarlo fue hacerlos entrar de dos en dos, pero viendo que era imposible ordenarlos decidieron que mientras todo acabase más rápido sería mejor.
Así, cuando todos estuvieron reunidos y en silencio, Sora y Tai hablaron al mismo tiempo.
—¡Vamos a ser padres!
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