XXVIII
Cuando la misteriosa transmisión, que no sabían cómo Aina se las había ingeniado para hacer, se cortó abruptamente, tanto Ren como los demás supieron que algo andaba mal. Los digimon, salvajes y artificiales, empezaron a moverse de nuevo, no habían recibido ninguna actualización y las barreras no se estaban activando de nuevo.
Ren apretó el digivice entre sus dedos tras comunicarse con su compañero y lo observó atentamente por dos segundos, como esperando una reacción, antes de cerrar los ojos con fuerza y volver a guardarlo.
Buscó a su grupo con la mirada, aparte de Jazarichmon, que enfrentaba al digimon artificial, cada uno se encargaba de lo que podía desde que perdieron la formación inicial. Incluso los de la Resistencia, aunque reacios, habían aceptado su ayuda mientras auxiliaban a los civiles que quedaban atrapados en todo el movimiento. Ya había más de un grupo de personas fuera de la Cúpula, probablemente los que vivían en los bordes y a los que les había afectado más el corte de la barrera.
Solo podía imaginar cómo se las estaban arreglando los que estaban al otro extremo de la Cúpula, aquellos a los que no podían alcanzar.
Pero no tenía tiempo de pensar en eso. Utilizando una de las armas especiales, tenía que mantener a raya a los digimon salvajes que ya estaban más que interesados en el conflicto.
—¿Theo? ¿Aina? ¿... Alguien? —escuchó entonces, entrecortada, la voz teñida de preocupación de Myah desde el dispositivo digital en su bolsillo.
Lo sacó tan pronto como pudo.
—¡Myah! —y esa fue Nesta —. ¡Oh, empezaba a creer que la combinación que nos dio Aina no funcionaba!
—¿Han recibido alguna noticia? —T no perdió tiempo al preguntar, el ruido de fondo igual al suyo, entre disparos, gritos y explosiones.
—Nada —Ren fue el primero en contestar y, dubitativo, añadió: —. Tengo un mal presentimiento... ¿Theo, Aina, nos escuchan?
Los cuatro hicieron una pausa, esperando, pero no hubo respuesta.
—O-Oigan, no es gracioso —y definitivamente no lo era. Con el titubeo de Nesta, Ren supo que no era el único con la ansiedad empezando a oprimir su pecho.
Sin embargo, siguieron sin oír respuesta y, ante la incertidumbre, T pareció tomar una decisión.
—Ren —su voz seria, no esperó a que contestara —. Llama a Jazarichmon.
Ren tragó saliva. No tenía que preguntar para qué, era la única forma de llegar rápido a las demás cúpulas, pero...
Observó a su alrededor y a todo el caos que habían desatado. A su equipo, a la Resistencia, a los digimon y a los civiles. No podía ser por las puras.
Nadie dijo que sería fácil.
—¿Qué diablos...? —fue casi un susurró. T, horrorizado, no supo qué más decir al ver a lo lejos el humo venir de la Cúpula principal.
Esperaba encontrar problemas, no que se viera mucho peor que las demás cúpulas. ¿Qué diablos estaban haciendo Aina y Theo? No, ¿cómo Joseph había permitido eso? ¿En dónde estaba él para empezar?
Tragó saliva.
—¿Qué está pasando? La Cúpula está... —Myah quiso acercarse para ver más, sus cejas arrugadas en consternación. Lopmon jaló de su cabello, pero el mismo T fue quien la sostuvo de su camiseta para que no se cayera en un descuido.
Jazarichmon sobrevoló las cercanías, las nubes densas de polvo y tierra impidiéndoles ver claramente lo que sucedía. Los gritos, el humo, las sirenas; no era nuevo, no era eso lo que les preocupaba. Sabían, como si alguien les susurrara al oído, que había algo más.
Entonces, un estruendoso rugido, diferente a todo lo que habían escuchado antes, casi como el chirrido de dos metales haciendo fricción, hizo que se taparan los oídos.
—¿Qué fue...? —Ren empezaba a preguntar, aturdido.
Pero fue Nesta la que reaccionó primero, levantándose ligeramente.
—¡Chicos! —ella exclamó y señaló con su dedo. Tuvieron que forzar la vista para poder distinguir, entre todo lo que les obstruía la visión, cómo se elevaba una silueta metálica. Esta misma utilizó todo su cuerpo para pasar y aplanar todo un edificio que se interpuso en su camino y con su cola, la cual parecía ser un taladro, atravesó múltiples otras instalaciones. Era tanta la magnitud de su tamaño como de los daños que incluso desde donde estaban podían ver básicamente todo un tramo del interior de la cúpula hecha pedazos. Nesta tragó saliva, confusión en su expresión —. ¿Es... otro digimon artificial?
No tuvieron respuesta, porque al momento en el que sacaron sus digivices para examinarlo, el digimon los notó y soltó un potente rugido amenazante, cuyas ondas sonoras hicieron que Jazarichmon se desestabilizara.
Por alguna razón, un escalofrío recorrió sus cuerpos. Algo terriblemente familiar y al mismo tiempo ajeno en el sonido.
—Tenemos... —T hizo una pequeña pausa, pensando rápidamente en sus opciones. Tenían que averiguar qué estaba pasando. Tenían que encontrar a Theo y Aina. Sus ojos iban del digimon a su digivice, cuya pantalla parecía estar cargando la información, tardando mucho más que con los digimon artificiales. Eso no podía ser nada bueno. Tragó saliva. Paso por paso —. Tenemos que acercarnos más.
Ren asintió y se lo dejó saber a Jazarichmon. Su compañero no dudó ni un segundo en inclinarse, y con una advertencia de su parte, los cuatro se prepararon para la bajada en picada, poniendo a sus compañeros entre sus cuerpos y el de Jazarichmon para que no salieran despedidos por la velocidad.
Aprovecharon que todavía no se reactivaba la barrera para aterrizar en el interior. Desde el suelo, todo se percibía mucho peor. Podían ver a varios agentes de la Resistencia dando órdenes para evacuar a los civiles que encontraban. El olor del concreto destruido se mezclaba con el del fuego y otras sustancias que poco podían distinguir. No era para nada la imagen que Myah recordaba de las cúpulas, mucho menos la que Ren, T y Nesta habían imaginado.
Ya no solo se trataba del digimon artificial y el digimon desconocido, que se enfrentaban y luego se ignoraban para proceder con su destrucción, sino también de los nuevos digimon que se acercaban. Según sus compañeros, la Cúpula I se sentía muy cargada.
¡KRRABAAM!
No fue hasta que el edificio a una calle de ellos se derrumbó tras un ataque, y otro tanto de personas chillaron aterradas, que salieron de su estupor.
—¡Vorvomon!
—¡Lopmon!
—¡Bakumon!
—¡Sí! —los tres digimon respondieron al unísono ante sus nombres. Las luces y números de los digivices los rodearon en un instante, Lavogaritamon, Antylamon y Baluchimon (ya que Mammothmon era demasiado grande para el lugar) se pusieron manos a la obra: los dos primeros yendo a encargarse del digimon desconocido y el artificial, y el último tratando de asegurar salidas para los civiles.
—Tengo que ir con él —Nesta presionó su digivice entre sus manos, sus pies empezando a moverse antes de terminar de hablar —. Las personas se asustarán si lo ven solo.
—¡Pero tenemos que buscar a Theo y Aina! —Myah objetó, olvidando por un segundo que no todos tenían un entendimiento de la situación como ellos.
—Tranquila —T la tomó por los hombros, le dio un asentimiento a Nesta para que fuera, y volvió a mirar a Myah —. También viste la transmisión, ¿no? ¿Sabes en dónde podrían estar?
—¿En dónde...? —Myah repitió, con el ceño fruncido. El lugar estaba destruído, había visto el cielo, podría ser cualquier edificio en ese momento, pero... la realización le hizo ampliar los ojos —. ¡Las instalaciones del DNR! En casa estaban en las fronteras, ¿quizás aquí es lo mismo...?
—No me preguntes, yo no vivo aquí —la osadía que tenía para hacer bromas en ese momento casi logró sacarle una sonrisa. T volteó hacia Ren para avisarle lo que iban a hacer, pero justo cuando abría la boca para llamarlo, la voz del pelirrojo lo interrumpió forzosamente, al mismo tiempo que sus digivices sonaban con una notificación.
No hace falta decir, que no tuvieron tiempo para revisar.
—¡Cuidado!
T la cubrió con su cuerpo por instinto, Myah gritó, el suelo se sacudió terriblemente al mismo tiempo que todo a su alrededor empezó a dar vueltas y a golpearla... ¿o ellos fueron los que dieron vueltas y se golpearon? Como sea, para cuando volvió a abrir los ojos, estaba en el suelo y lo que primero enfocó su mirada la hizo inhalar agudamente.
Antylamon había caído y, sobre ella, el gran digimon desconocido saltó sin piedad. Su enorme cuerpo casi la cubrió por completo, levantó polvo e hizo un gran agujero en el suelo, con grietas que se expandieron como telarañas hasta debajo de ellos.
—¡Antylamon! —ella gritó al mismo tiempo que el digimon lanzó un fuerte rugido, del mismo tipo que hizo que Jazarichmon perdiera equilibrio en el aéreo.
Y no era sorpresa, de pronto su cuerpo como el de T empezaron a sentirse más pesados. Terriblemente más pesados.
—Ghg... La gravedad... ¡¿Puede manipular la gravedad?! —T se quejó mientras hacía fuerza para no aplastarla.
Pero a Myah no le importó eso. Debajo del gran cuerpo metálico, los datos de Antylamon explotaron en el aire solo para dejar a un indefenso y dañado Lopmon. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había sido derrotada tan pronto? ¡Eso no importaba, tenía que sacarla de ahí!
Por suerte, o quizás no, Jazarichmon había sido más rápido que todo lo que pasó y, aunque Ren se encontraba luchando para mantenerse parado, su compañero sobrevoló al digimon desconocido y lo atacó con su rayo para llamar su atención. El diámetro de gravedad aumentada desapareció en un instante, entonces, haciendo que T se levantará torpemente de golpe y Myah también, entre tropiezos, corrió sin importarle tener que meterse en la zona de batalla para sacar a Lopmon de ahí.
Lavogaritamon también se unió a la pelea, por más de que tenía al digimon artificial siguiéndole la cola. Si no fuera porque podían mantenerse lejos de su alcance, en el aire, habrían terminado igual que Lopmon: viendo estrellas. Sin embargo, entre ellos se las arreglaron para mantener a ambos peligros mayores en un área reducida, los cuales de todas maneras asustaban a los digimon salvajes. Al final, Myah llegó al lado de Ren y T los alcanzó segundos después, solo para que los tres siguieran corriendo hasta lograr ocultarse en uno de los callejones que seguían en pie. Sus pechos subiendo y bajando mientras recuperaban el aliento.
—Tenemos que ir a las instalaciones del DNR —T dijo, entre jadeos.
—Bien, ¿en dónde está eso? —Ren preguntó.
—Myah sabe.
Myah, que se encontraba verificando el estado de Lopmon, alzó la cabeza con el ceño fruncido, lista para objetar la declaración, cuando el sonido de su digivice la interrumpió.
El mismo sonido de notificación de hace un rato, al menos esta vez pudo ver lo que era.
El mapa se activó. De donde estaban, un punto rojo brillante parpadeaba a no muchas calles de distancia, casi por donde había ido Nesta. Solo tuvieron que intercambiar miradas para saber que estaban de acuerdo y, tomando una profunda respiración, emprendieron su camino.
Los tres tomaron diferentes posiciones para cubrir más terreno, mirando y buscando tanto por los laterales como entre escombros.
—¡Por aquí! —pero no fue hasta que escucharon la voz de Joseph, saliendo con esfuerzo de un edificio que se caía solo, que pudieron encontrarlos.
A los tres casi se les para el corazón.
—¡¿Qué fue lo que pasó?! —T, sorpresivamente, reaccionó primero, adelantándose a Ren y Myah para tomar a Aina y ponerla en el suelo.
Joseph se apoyó contra una de las paredes, pareciendo agotado tanto física como mentalmente y, unos segundos después, otro hombre salió del edificio, su rostro bañado en sangre, con el mismo aspecto de Joseph, sosteniendo a Tukaimon en uno de sus brazos.
—Morgana Dein... Ella... Tch, mierda —Joseph se llevó una mano a la cara, tratando de encontrar las palabras adecuadas y fallando claramente.
Nesta también se acercó al verlos. Baluchimon ya no estaba con ella, sino que intentaba ayudar como podía a Lavogaritamon y Jazarichmon.
Fue Abraham, presentándose brevemente, quien tomó la palabra.
—La líder de la Directiva tenía otros planes —explicó —. Creo... Creo que infectó con un virus al nexo-... a esta chica mientras Yggdrasil tomaba su cuerpo, pero el otro niño...
—¿El otro? —Myah repitió, dando un paso adelante, con insistencia —. ¿Te refieres a Theo? ¿En dónde está?
Abraham iba a responder, pero en cuanto abrió la boca, alguien más habló:
—Breakdramon.
—¿Cómo? —Ren frunció el ceño.
—¿Aina? —Tukaimon intentó asegurarse, liberándose de Abraham, solo para detenerse en frente de la chica, con recelo.
Todos notaron, entonces, que quien había hablado no era Aina, sino aquella entidad que hasta el momento había resultado tan mística como misteriosa. La que había tomado su cuerpo durante la transmisión, la dueña de los ojos rojos brillantes que suplantaban a los normalmente lilas.
—Yggdrasil —Abraham dijo, anonadado —. Pero. ¿cómo-...?
T no podía tener menos interés en eso.
—¿Cómo que Breakdramon? —cuestionó, tomando a la entidad por los hombros para sacudirla ligeramente, como si eso fuera hacer que colaborara más —. Te hicimos una pregunta, ¿en dónde están Theo y Dorumon?
Pero ella solo se quitó sus manos de encima y se reincorporó silenciosa, analizando todo lo que estaba pasando, justo cuando el llamado Breakdramon lanzó otro rugido y con sus taladros atravesó al digimon artificial solo para alcanzar a Lavogaritamon también. Cuando menos se dieron cuenta, el cuerpo del compañero de T fue lanzado con tanta fuerza que atravesó y destruyó una de las pocas hileras de edificios que todavía quedaban en pie, volviendo a ser Vorvomon tras el último golpe.
T jadeó.
—¡Vorvomon! —pero no pudo ir a su encuentro al instante, porque entonces Aina-Yggdrasil señaló hacia el llamado Breakdramon.
—Logré separarme del cuerpo de esta niña tras activar el programa de separación de los mundos para que el virus no me alcanzara; sin embargo, el Elegido de la Evolución fue quien lo tomó en nuestro lugar —bajó la mano y volvió a mirarlos, tan solemne que casi parecía anticlimático —. Digievolución Nexus, es como se llama. Un poder que todos los elegidos tienen latente y una de las mayores razones por las que digimon y humanos no deben mezclarse pues los sentimientos negativos influencian gravemente en sus compañeros. Para ese niño...—hizo una pausa, como si escuchara algo, y luego continuó —. En el caso de su amigo, lamentablemente, la ira y tristeza que experimentó fueron tan intensas que terminaron por desencadenar no solo la siguiente etapa de digievolución, sino la más peligrosa al tener contacto con la dueña de este cuerpo en ese momento crucial.
—¿Lamentablemente? —Joseph repitió, entre indignado y enojado. Si no fuera porque Yggdrasil seguía siendo Aina probablemente no le hubiera importado su estatus de dios en lo absoluto —. Hacemos todo esto por ti, por lo que debes hacer, ¡¿y todo lo que puedes decir es "lamentablemente"?!
Nesta, Ren y T dieron medio paso hacia atrás, nunca habiendo visto a Joseph reaccionar así, inconscientes de lo que había sucedido dentro del edificio.
Abraham le puso una mano en el hombro, entendía su frustración, pero de nada servía alterarse aún.
—Básicamente, lo que dices es que Theo y DoruGreymon son Breakdramon... Es lo que estoy entendiendo.
Yggdrasil lo pensó.
—El humano Theo Merabe y su compañero se fusionaron para dar vida a Breakdramon, así es —asintió.
—Entonces —Abraham continuó —. ¿Qué tenemos que hacer para regresarlo a la normalidad? Ni siquiera sabemos si la barrera será capaz de mantenerlo. A este paso terminará destruyendo todo lo que queda.
—Sobre eso... —pareció desviar la mirada, aunque con la falta de iris y pupila no era fácil saberlo —. Con mi intervención, podrán activar la Digievolución Nexus también. Para eso, deberán estar en completa armonía con sus compañeros y hallar la forma de que él mismo quiera dejar ese estado antes de que el tiempo se acabe.
—Un momento, ¿tiempo? —Ren preguntó.
Aina-Yggdrasil asintió.
—Hasta que el programa de separación se active por completo, ya no puedo detenerlo. Derrotándolo basta, o corren el riesgo de que se quede en ese estado para siempre.
Había algo perturbador en el tono que usaba y en lo que decía, más allá que no pudieran identificar si estaba siendo amable o realista, pero no tenían mucho tiempo para analizarlo. Oyeron a Breakdramon mientras destrozaba más edificaciones, como un niño que no puede controlar sus emociones, y Nesta apretó sus manos en puños.
—Parece un llanto...
—Hm —una especie de risa se escapó de Aina-Yggdrasil —. Supongo que no solo era idea de la dueña de este cuerpo.
Sin dar ninguna explicación, cerró sus ojos y Aina cayó hacia adelante, siendo solo detenida de golpear sus rodillas contra el suelo por la ayuda de Ren. Con varios parpadeos sus ojos volvieron a la normalidad y con sus dedos apretó los brazos del chico, como si estuviera tratando de encontrar su propia determinación, la cual solo halló cuando cruzó miradas con los demás.
Lastimar a Theo era aterrador, todos lo sabían.
Pero, más aterrador era perderlo para siempre.
—Hagámoslo —Aina concedió y todos, sacando sus digivices, asintieron.
Jazarichmon, Baluchimon, Vorvomon, Tukaimon y Lopmon no pudieron estar más de acuerdo. No solo estaban en sincronía humano y digimon compañero, si no que la idea de salvar a Theo rebosaba en los corazones de todo el equipo como si solo fuera un latir. Ese sentimiento se amplificó fuera de su cuerpo, los números y la luz la rodearon, como rayos azules bailando a un mismo ritmo, que se dispersaron y trataron de llegar a otro punto. Fue hasta que los propios digivices llamaron ese poder, que la luz encontró su lugar y llegó a ellos, que brillaron intensamente hasta cambiar sus colores y ligeramente el grabado que siempre llevaban.
Antes eran negros con su correspondiente color personal, mas ahora ese color que los representaba de manera individual se apoderó en su totalidad del aparato, dejando los detalles en un reluciente dorado. Sus pantallas se encendieron una vez más y rezaron la palabra Nexus Evolution Activated en esta.
—Bien, estamos listos —Aina miró con determinación la pantalla del digivice y apuntó con ella a su querido compañero Tukaimon, los demás imitaron su actuar y juntos gritaron al unísono —. ¡Evolución Nexus!
Cada digivice alcanzó con un rayo cubierto de código a los digimon, quienes recibieron el nuevo poder y exteriorizaron el cambio con chispas y números rodeándolos como aros de luz. Lo mismo experimentaron sus compañeros humanos, que fueron envueltos por primera vez en la digievolución. La luz que los cubría acabó por unirlos y los digimon desaparecieron en esta.
Un rugido llamó la atención de Joseph y al voltear, apenas perceptible por el resplandor, notó como a T le brotaban colmillos de la boca y las uñas de sus manos se afilaban en grandes garras negras. La chaqueta de Ren se esfumó cuando grandes alas gélidas aparecieron en su espalda y una armadura azul empezaba a cubrirle el cuerpo. El cabello de Myah empezó a crecer y a juntarse en dos coletas en forma de un rizo único, mientras su rostro era cubierto por la mitad superior de un casco de batalla rosa. Nesta adquirió una armadura café, con alas angelicales apareciendo en su espalda y un casco similar a la cabeza de un lobo, dejando solo el rastro del resplandor marrón de sus ojos.
Aina pudo apreciar todo lo que sucedía antes de ella entrar a su propia burbuja con Tukaimon, pudo sentir y escuchar cada uno de sus sentimientos y pensamientos, sus emociones recorriendo cada centímetro debajo de su piel. Su cabello negro se extendió y su cinta rosada apareció en el final de este. Pudo sentir su cuerpo cambiando, creciendo. Una armadura morada envolvió su figura, haciéndola ver más imponente, mientras una máscara de zorro haría de casco para ella.
No fue doloroso, contrario a lo que imaginó; pero, aunque había estado dispuesta, la sensación se mantenía ligeramente incómoda. Ese no era T. Esa no era Myah. Esos ya no eran ellos precisamente, sino...
—¡Dorbickmon!
—¡Hexelblaumon!
—¡LovelyAngemon!
—¡Duftmon!
—¡Kuzuhamon!
Abraham miró a Joseph con la boca entreabierta, dudoso de lo que habían apreciado en ese mismo instante. Atrás habían quedado los chicos que acababa de conocer así como sus digimon compañeros. Ahora eran mucho más altos que un hombre adulto promedio e imponían su poderío con su simple presencia.
Así era como debía ser el poder de la digievolución, lo que podía resultar de la interacción entre elegidos y sus compañeros sin la influencia de los sentimientos negativos de los humanos.
—¡N-No puedo creerlo! —la primera en hablar fue Nesta-Duftmon, observando sus alas y cuerpo. De su boca salieron dos tonos de voces distintas en sincronía, por lo que la armonía era perfecta y no distorsionada como el llanto de Breakdramon o la voz de Yggdrasil.
—¿Con esto seremos capaces de ayudar a Theo? —preguntó Myah-LovelyAngemon, girando su vista hacia Breakdramon y cómo se acercaba peligrosamente. No podían ver sus ojos por el casco, pero intuían en su expresión la preocupación de lo que debían hacer.
—Eso espero —admitió Aina-Kuzuhamon preocupada, mirando sus manos y los artilugios que se habían materializado en estas. La presencia de Yggdrasil todavía con ella, advirtiéndole sobre la diferencia de poder descontrolado con el de ellos, así como el cansancio de Tukaimon pesándole como si fuera el suyo propio. Cerró sus manos alrededor de su bastón de peltre y asintió para sí misma —. No, debemos hacerlo.
Alzando la mirada hacia el gran cuerpo de Breakdramon, que no se detenía ni en sus rugidos ni en sus ataques, todos tomaron una profunda respiración. La vista no dejaba de ser sacada de un apocalipsis. La gran Cúpula que alguna vez se alzó orgullosa, ahora era hecha trizas por culpa de Morgana Dein. Joseph y Abraham tendrían que tomar refugio, pero ambos se negaron argumentando que todavía había personas que necesitaban su ayuda. Era eso, o quizás solo no podían dejar todo en manos de los chicos, siendo ellos los adultos que los habían llevado a eso, como sea...
Tenían que hacerlo. El tiempo avanzaba.
—¡Andando! —Ren-Hexelblaumon fue el primero en lanzarse, negándose a darle más vueltas al asunto. Su velocidad levantó polvo, tumbó objetos, movió concreto y al mismo tiempo, con una ventisca helada que parecía nacer de su cuerpo, lo congeló a su paso, dejando grietas en el punto del que se impulsó. Fue, por unos segundos, inalcanzable e invisible para los demás.
Ren nunca había utilizado una lanza o una espada, no tenía recuerdos de haberlo hecho y definitivamente no sabría utilizarlos en un primer momento si estuviera solo; sin embargo, no hubo necesidad de tener conocimiento previo, porque, como si fuera lo más natural del mundo, Hexelblaumon se movió con talento nato. Breakdramon no tardó en voltear hacia él, siendo solo un poco más lento, pero no menos fuerte, recibió el impacto de su lanza de frente con uno de los taladros de sus colas. La espada de hielo puro fue repelida, pero no detuvo sus estocadas, soltando chispas y dejando rastros de hielo que eran rotos uno tras otro sin importar qué tan rápido se formaran.
A pesar de su tamaño, Breakdramon no era torpe al moverse. Una energía oscura escapó de su cuerpo con el rugido que lanzó y una vez más fue como si de pronto todo pesara toneladas extra.
En ese momento, Nesta-Duftmon fue la siguiente en atacar. Apareciendo en lo alto desde detrás de uno de los edificios, juntó las alas para caer en picada, con su espada bañada en luz lista. Aunque llegó a impactar, como pasó con los Troopmon, fue como si Breakdramon apenas sintiera el daño. Con sus brazos, no dudó en golpearla de regreso, antes de desactivar el campo de gravedad sin advertencia para contraatacar con sus excavadoras, cabe decir a una increíble velocidad, a Ren-Hexelblaumon.
—Solo tenemos que derrotarlo, ¿verdad? —Myah-LovelyAngemon se aseguró mientras cerraba sus puños.
T-Dorbickmon asintió, preparándose también.
—Luego nos lo agradecerá —bromeó.
Y ella, esta vez, sí sonrió.
—Más te vale que tengas razón, porque le va a doler.
Juntos, se lanzaron al ataque. Myah-LovelyAngemon saltó en el aire y trató de asestar patadas, tomando cada vez más fuerza e impulso al girar. Breakdramon no se molestó en detenerla, pero saltó para esquivar lo suficientemente rápido para que el suelo se quebrara en un radio de diez metros. Aprovechando que estaba distraído, T-Dorbickmon lo embistió, utilizando su fuerza para retenerlo mientras juntaba calor en los símbolos de su pecho.
—Me dijiste que salvaríamos los dos mundos —le recordó y disparó las corrientes de llamas.
Breakdramon no gritó de dolor, sino más bien como anuncio de su respuesta. Los taladros de su cola y lomo se desprendieron, y como misiles se dirigieron directamente a T-Dorbickmon, sacándolo de encima y lastimándolo duramente múltiples veces.
Ren-Hexelblaumon clavó su espada en el suelo, entonces, y como si se tratara de un hechizo, todo lo que su viento frío tocó empezó a congelarse, incluso las patas de Breakdramon.
Como si hubiera estado esperando ese momento, Myah-LovelyAngemon juntó energía en sus puños y atacó repetidas veces, hasta que los ojos de Breakdramon se encendieron en rojo y con sus mandíbulas de impenetrable metal, interceptó uno de sus golpes. Ella no tuvo tiempo de reaccionar, pues girando su cuello antinaturalmente, Breakdramon tomó suficiente poder para lanzarla contra Ren-Hexelblaumon, quien detuvo su ataque para no congelarla también.
Nesta-Duftmon pasó de ellos a una gran velocidad, con su estoque y junto a T-Dorbickmon, que había canalizado sus sentimientos en una espada completamente de fuego, intentaron cortar el metal del cuerpo de Breakdramon. Gracias al hielo que todavía quedaba, este no tuvo opción para esquivarlo.
Breakdramon activó su campo de gravedad, inconsciente de la figura que se alzaba a una distancia más que prudente.
Aina-Kuzuhamon preparó los talismanes en una de sus manos y su bastón en la otra. Como pasaba con los demás, simplemente sabía cómo usarlos. Eso, más el vasto poder de Yggdrasil y los ataques de los demás, no tendría como evitarlo.
El viento agitó su largo cabello.
—Se acaba el tiempo —le oyó decir, como un eco en su mente.
No tenía que recordárselo.
Vio a los demás tratando de debilitar a Breakdramon. Entonces, Myah-LovelyAngemon exclamó:
—¡AHORA, AINA!
Con un ágil salto desde su posición, ella arrojó los talismanes, cada uno cayendo con precisión alrededor de Breakdramon, trazando un círculo perfecto en el suelo. Las líneas grabadas en los talismanes se entrelazaron y conectaron en cada punto, creando una red mística que comenzó a brilla.
Entonces, como un relámpago púrpura, una onda de energía se desató desde los talismanes, envolviendo a Breakdramon en un aura paralizante. El rugido que emitió esta vez no fue de furia, sino de dolor al no ser un ataque físico, mientras la energía mística lo inmovilizaba.
El campo de gravedad se transformó en una barrera de purificación, con su bastón de peltre siendo la fuente del poder. Estaba decidida, con el golpe definitivo lo salvaría...
¿No?
—¡Ahora!
—¡Ve, Aina!
Oyó a los demás.
—Hazlo —y también a Yggdrasil.
Aina...
Mas Aina-Kuzuhamon amplió los ojos cuando, en lugar de Breakdramon, la barrera purificadora, que debía ayudar a Breakdramon, simplemente le mostró a Theo. Theo, su amigo de la infancia. Theo, quien le dijo que la protegería. Theo, quien le prometió que volverían juntos. Theo, quien había llorado por ella, quien había sufrido, a pesar de todo, la muerte de su padre. ¿O quizá solo le mostró lo que tenía ver? Escuchó el palpitar de su corazón en sus oídos. Tenía que atacarlo, tenían que derrotarlo.
¿Y si esa no era la forma?
A la velocidad que iba, aunque se sintió como si todo fuera en cámara lenta, vio de soslayo a los demás. La duda que albergó en su corazón ante la insistencia de Ygdrasil se transformó en una especie de culpa y entonces, el hielo que lo mantenía en un solo lugar terminó por derretirse.
T, Myah, Ren y Nesta solo pudieron ver una densa nube de polvo elevarse junto a una fuerte onda de poder, que los empujó lo suficiente como para retroceder un paso.
Se acabó el tiempo.
Y, aunque no lo escucharon ni lo vieron, lo supieron como si fuera algo biológico. El nuevo rugido que Breakdramon lanzó los paralizó al mismo tiempo que una especie de luz empezaba a emitirse del mismo lugar del que Joseph, Abraham y Aina habían salido. Como en diferentes ondas, los 1s y 0s que cubrían ciertos espacios desaparecieron, convirtiéndose en escarcha y elevándose hacia la luz. Asimismo, el cielo purpúreo tomó el color celeste que siempre había estado destinado a tener. Los digimon que se asomaban al caos detuvieron todos sus movimientos como si algo los hubiera interrumpido, antes de desvanecerse también.
Si estuvieran en las otras cúpulas, habrían visto a los digimon artificiales explotar en datos. Si estuvieran en el Cuartel o con las familias de Ren y Nesta, habrían visto plantas y árboles completos desaparecer en pequeños cubos de datos hasta dejar la base sobre la que se habían instalado.
Ellos mismos se vieron forzados a desactivar la evolución Nexus, volviendo a ser humanos y digimon por separado en menos de dos segundos, los últimos cargando sus datos dentro de los digivices. De pronto, el mundo fue como siempre debió haber sido, el silencio reinó por un buen rato. Lo que debió ser el pináculo del éxito de su misión cayéndoles como un balde de agua fría y, en el medio de todo, Aina estaba el suelo, arrodillada, con las manos en el suelo como si la luz del sol que de pronto se colaba por entre el polvo y los edificios destrozados no tuvieran ningún efecto en ella.
Intercambiaron miradas antes de correr hacia ella. No tuvieron tiempo de preguntar qué había pasado cuando ella empezó a hablar.
—Yo... Yo no pude —sus uñas se clavaban en la tierra bajo sus palmas, sus mejillas se bañaban en lágrimas, pero su tono no era precisamente de tristeza y tampoco parecía estar hablando con ellos —. Ese era Theo. Derrotarlo no es la solución.
No cuando había sentido tanta desesperación.
—Ugh... ¡Agh! —golpeó el suelo, los sollozos escapando de ella sin permiso, su digivice lila apartado a un lado —. Es mi culpa —¿a quién le importaba el mundo de todas maneras? —. Él no tenía que protegerme... No debí... No debí...
No estaba segura de lo que quería decir. Realmente no, pero tampoco pudo decirlo cuando Myah se ubicó frente a ella y la obligó a mirarla, sus manos en puños determinados como los de LovelyAngemon.
—¡Theo no es así de débil!
Aina parpadeó. ¿Eh?
Solo para que T se encogiera de hombros, aparentando despreocupación.
—Llevas tantos años a su lado, ¿y crees que esto es tu culpa?
Nesta le sonrió y, mirando a un agotado Bakumon en su digivice, asintió.
—Esto no ha acabado. Nuestros compañeros siguen aquí.
—Y supongo que ya lo sabes —Ren añadió, recogiendo su digivice para dárselo en las manos, el cual Aina recibió dudosa —. Pero Yggdrasil también.
—En efecto —la voz de Yggdrasil procedió desde los digivices, haciendo a un lado a los digimon para que todos la escucharan claramente. Podría haber tomado el cuerpo de Aina nuevamente, lo que le era menos agotador, pero no era conveniente cuando se encontraba tan afectada emocionalmente —. El Mundo Digital y el de los humanos fueron exitosamente separados. Sin embargo, en estos momentos por la cantidad de data, sigue siendo inestable.
—¿Qué pasó con Breakdramon? —cuestionó T con firmeza, solo para agitar la cabeza y volver a hablar —. No, ¿qué pasó con Theo?
—Debido a su estado, sus datos fueron tratados como los de un digimon normal y fue transportado al Mundo Digital como estaba planificado —Yggdrasil hizo una pausa, como si meditara el nivel de las palabras que iba a pronunciar a continuación —. Independientemente de lo que siente, es un peligro ambiental para todos nosotros. Me han salvado a mí y, en términos generales, a ambos mundos, pero no puedo permitir que un ser como Breakdramon ronde libre por el nuevo Mundo Digital.
Aina apretó los labios y observó el digivice con preocupación. Tenía una idea de cómo se comportaba Yggdrasil y cuáles eran sus prioridades, por lo que supo, antes que todos, a lo que se refería.
—Su misión no ha terminado todavía. Como muestra de mi agradecimiento, les daré la oportunidad de hacerlo entrar en razón; no obstante, como sus amigos, aun si no pueden, deberán acabar con él.
La calmada voz de Yggdrasil contrastaba de manera tétrica con lo que les acababa de decir. La palidez y la consternación se apoderó de los rostros de Myah, T, Ren y Nesta, que apenas pudieron hacer contacto visual entre sí buscando apoyo mientras que Aina solo se dedicó a mirar al suelo.
—No podemos acabar con él —Myah sintió su voz temblar, aterrada con la simple idea de terminar con la vida del que ella considera uno de sus mejores amigos.
—Entonces, les sugiero que no pierdan más tiempo —aunque quizás había un atisbo de empatía en sus palabras, Yggdrasil fue severa, teniendo tanto su deber como sus objetivos claros —. Como dije, derrotarlo bastará si acaso fallan.
Aina se quedó en silencio, al contrario de Nesta, que pareció acumular todos los sentimientos contenidos de los demás antes de gritar que claramente no podían hacer eso. Ren trató de calmarla y Myah se dejó caer al suelo mientras que T se llevó una mano a la cabeza.
Ciertamente, nada de eso era culpa de Aina, pues no era la única que se había contenido, pero el hecho de que Yggdrasil los instara a acabar con él mucho más que a salvarlo definitivamente no sentaba bien con ninguno.
—Tienen cinco horas, Elegidos. Hagan sus preparativos y reúnanse de nuevo frente a una computadora —otra pausa —. Fallar no es una opción.
Y con eso, los digivices dejaron de brillar y poco a poco, agentes de la Resistencia, como civiles como sus compañeros del Cuartel empezaron a aparecer como si por fin todo hubiera acabado.
A todo esto, ninguno se dio cuenta que estaban olvidando algo importante... o a alguien.
***
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