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XX


Aina tenía seis años cuando lo vio por primera vez. Pequeño, tímido, solitario. El hombre a su lado, en cambio, por más triste se viera, era todo lo contrario. Un porte lleno de recelo y al mismo tiempo seguridad que hizo que su madre apretara su mano entre sus dedos.

—Escucha, Aina —ella le había dicho en voz baja, mirando al frente —. No te involucres más de lo necesario. No queremos problemas.

Aunque no estaba segura de a lo que se refería, eso solo hizo que quisiera hacer todo lo contrario.

La siguiente vez que lo vio fue unos días después. Sentado en el pórtico de su casa, el niño de quien realmente nunca había oído el nombre, parecía estar esperando. Por la mochila abandonada a un lado, supuso que como ella, había vuelto de la escuela. Aina frunció los labios, observó su propia casa, cuyas luces también estaban totalmente apagadas y suspiró.

—Um, ¿todo bien? —le preguntó al acercarse. Sus hombros al saltar delataron su sorpresa.

—Sí, uh... Olvidé la llave —contestó.

—¿Y tu papá?

El niño miró a un lado, pensativo.

—No creo que demore... mucho.

—Hm... —Aina juntó sus manos tras su espalda. Para la gente normal de las cúpulas era raro cerrar sus puertas con llave, pero siendo que sus padres tenían el mismo nivel de cautela, no le sorprendió en lo absoluto. En cambio, una idea fugaz pasó por su mente, superando aquel comentario que su madre le había hecho el día anterior, y una sonrisa juguetona apareció en su rostro —. ¿Quieres venir a mi casa, entonces? ¡Tenemos galletas!

Él dudó, notoriamente.

—¿Puedo? —preguntó, con las cejas fruncidas y la cabeza inclinada en confusión.

Aina asintió más efusiva de lo planeado y estiró las manos para agarrar su brazo y forzarlo a levantarse. Qué pregunta tan graciosa era esa cuando ella misma lo estaba invitando. ¿Quizá su padre, como los suyos a ella, le había dicho algo? Pero no preguntó al respecto, porque para cuando volvió a verlo mientras lo llevaba prácticamente a remolque, su expresión había cambiado.

¿Estaba reteniendo una sonrisa? ¿O quería llorar? A la Aina de seis años la confundió su reacción.

—Ah, cierto —ella recordó mientras cruzaban la calle. Dejó ir su mano y dio media vuelta —. ¡Me llamo Aina! Creo que nuestros padres trabajan juntos ¿Y tú?

—Theo...

Aina sonrió y volvió a tomarlo de la mano para llevarlo a su casa.

—¡Genial! La próxima vez que no tengas llave o estés solo, puedes venir a mi casa. Yo también haré lo mismo, ¿te parece?

Hubo una pausa, quizá fueron muchas palabras muy rápido para su edad, o quizá solo estaba tratando de asimilarlo, como sea, a Aina le sorprendió cuando le dio un leve apretón en la mano y le mostró una sonrisa llena de genuina felicidad y agradecimiento.

—¡Sí! —él asintió y por un momento Aina comprendió lo que era no saber cómo reaccionar.

Ese gesto... Ese simple gesto se había sentido mucho más cálido que todas sus interacciones con su familia.

Era de noche cuando llegaron a donde Joseph los estaba llevando. Lejos, lleno de vegetación y una estructura de piedra aparentemente antigua, más arcaica que los edificios destruídos que antes habían visto. Como una ciudadela escalonada, de proporciones no aptas para humanos, con grandes agujeros rectangulares que simulaban puertas y ventanas, así como un gran espacio abierto de tres paredes, la del medio extendiéndose un poco más hasta terminar en punta y parecer la mitad de un hexágono.

Lo curioso era que no estaba completamente oscuro, pues distintas luces bailaban a los alrededores. Aunque si uno forzaba la vista, fácilmente podía distinguir que se trataban de velas. Digimon con formas de velas ubicados en distintas esquinas de la estructura de piedra.

—No se preocupen, no son hostiles —Joseph dijo —. Es más, un pajarito me dijo que siempre colaboran con humanos cuando pasan por aquí.

—¿Cuando... pasan? —Ren repitió, frunciendo el ceño y cuando Joseph sonrió como si supiera algo que él no, una auténtica expresión de sorpresa mezclada con un poco de disgusto apareció en su rostro —. No me digas que-...

—¡Ren! ¡Oh, querido, mira, sí está aquí! —una mujer salió de entre los árboles acompañada de un hombre alto y fuerte. Ambos eran pelirrojos, por lo que no fue un misterio de quiénes se trataba —. ¡Y Jazamon también!

—No me sorprende —el hombre contestó con orgullo antes de abrir los brazos al acercarse —. Ven aquí, muchacho.

Pánico trepó a la mirada de Ren, pero no fue lo suficientemente rápido para escapar cuando su papá lo atrapó en un fuerte abrazo de oso al que se unieron su mamá y Jazamon.

Theo sonrió ante la inusual muestra de cariño mientras que Nesta se aguantaba la risa.

—Creí que no se llevaban bien con sus padres —Myah mencionó en voz baja.

T se encogió de hombros, también suprimiendo una risa.

—¿No ves su cara? Es auténtica tortura.

La pareja soltó a su hijo luego de que este les recordara que necesitaba respirar y procedieron a presentarse como Jin y Hugo Erakis, los padres de Ren. Ambos —en realidad todo su grupo —los habían estado esperando desde que Joseph envió a uno de los suyos a encontrarlos. No fue difícil, ya que un tiempo atrás Ren había hablado sobre su costumbre de moverse junto a los rituales de los Candlemon.

Por supuesto, él hubiera preferido que le dejaran saber que estarían alcanzando a su increíblemente amorosa familia.

Así que, básicamente, para evitar cualquier otro ataque sorpresa, Joseph había decidido moverlos de lugar y cuando fuera seguro volverían a reunirse con los demás.

Theo suspiró cuando terminó de dejar sus pocas cosas en la tienda de campaña que les habían preparado tanto a él como a los demás. Era pequeño y desordenado, le confundía por qué no se refugiaban en aquella estructura ya construída que claramente no sufriría con ningún terremoto o lluvia torrencial, pero no quiso indagar mucho. Seguramente Myah ya se estaba encargando de eso mientras que Ren se ponía al día con su familia. Nesta se había ido a buscar a sus padres también, siendo que probablemente estaban con el resto del grupo y T se había quedado conversando con Joseph. Como había pasado en el Cuartel, las personas fácilmente les dieron la bienvenida, sin mucho recelo, quizá por la presencia de los que solían viajar con ellos. Asimismo, sus compañeros digimon eran entretenidos por los niños del grupo, excepto por Tukaimon, que parecía fastidiado cada vez que agarraban sus alas.

Ver al digimon morado le hizo pensar que no había visto a Aina desde hacía un buen rato. Silenciosa como una sombra, simplemente decidió acatar lo que le dijeron y desde entonces... No, incluso desde antes, Theo se dio cuenta, no había hablado con ella.

Él tragó saliva y miró alrededor. Cada uno estaba mayormente centrado en lo suyo, por lo que no fue complicado hallarla, observando atentamente una de las grandes piedras pulidas de aquella estructura. A su lado, curiosamente, había un par de Candlemon, ambos gesticulando hacia la pared. Ambos digimon, al verlo, terminaron lo que sea que estuvieran diciendo y de salto en salto escalaron las piedras.

—¿Aina? —la llamó, su voz sonó más fuerte debido a que estaban alejados del barullo.

—Mira —ella dijo, como abstraída, señalando a la pared. Había dibujos e inscripciones raras, símbolos similares a los que estaban en los digivice —. Es un templo. No lo sabrías a primera vista, ¿no?

Theo escondió sus manos en sus bolsillos cuando el viento frío y húmedo le heló las mejillas.

—Para nada —sonrió —. ¿Te lo dijeron los Candlemon?

Ella, que había estado trazando con sus dedos una de las figuras más claras, se detuvo, frunció el ceño y volteó hacia él. Por un momento, solo por una fracción de segundo, Theo creyó ver carmesí en lugar de lila en su mirada.

Pero se convenció de que fue un juego de luces pues desapareció tras un parpadeo y Aina sacudió la cabeza, antes de retroceder dos pasos, alejándose del muro.

—Sí —contestó, y dio media vuelta.

Theo presionó los labios. Fue corto y claro, conciso, pero él la conocía mejor que eso o, al menos, el sentimiento que se clavaba como una espina entre sus costillas le hacía pensar eso.

Tragó saliva, cerrando las manos en puños.

No podía dejarla ir así, ¿no?

—¿Estás bien? —preguntó entonces, con suavidad, tratando de no asustarla —. Has estado muy callada y...

—Estoy agotada, ¿no es normal? —ella lo interrumpió súbitamente y agitó la mano en el aire como si espantara una mosca —. Solo... Ve con los demás. Estoy bien, estoy perfectamente bien.

Mentira. Theo sabía que mentía. Lo había dejado pasar aquella noche de la fogata, no lo volvería a hacer. Algo le estaba pasando, algo tenía que estar pasando para que de repente se volviera tan ajena.

La alcanzó antes de que se alejara más y la sujetó de la muñeca. Ella no volteó al instante.

—¿Qué está mal, Aina? —volvió a preguntar, sin saber qué tanto su preocupación estaba afectando a su voz, sobre todo cuando en lugar de ver sus ojos lilas, sólo encontraba su cabello azabache —. Tú no eres así-...

Pero eso fue como una gota que derramó el vaso en una discusión que no sabía que estaban teniendo.

Aina se soltó de su agarre, con tanta fuerza que trastabilló al momento de girar. Su ceño estaba fruncido, su mandíbula presionada y en su expresión había tanta desesperación como frustración.

—¡¿Quién te crees que eres para saber cómo soy o no?! —alzó la voz, tanto que el barullo de las personas se silenció por un momento.

Theo sintió cómo un agujero se abría en su pecho.

Y Aina jadeó al darse cuenta de lo que había dicho. Dio un largo paso tembloroso para alejarse, luego otro. Sus ojos yendo y viniendo del rostro de Theo al suelo así como sus manos moviéndose nerviosas para enredarse en su propio cabello.

—No... Lo siento, Theo, yo... —tartamudeó. Estaba tan horrorizada consigo misma y tan abrumada por todo lo que estaba pasando por su cabeza. Esa... cosa la estaba afectando. ¿Cómo podía decir eso? ¿Qué estaba mal con ella? Esa no era la imagen que debía darle, esa no era ella para él.

Pero en lugar de gritarle, en lugar de defender su posición, Theo también dio un paso atrás y la mano que había estado tratando de alcanzarla volvió a ocultarse en su bolsillo.

Él sonrió, mas la sonrisa no llegó a sus ojos.

—No, está bien. Estás cansada, lo entiendo.

—Theo...

No lo entendía, definitivamente no lo hacía, pero Aina no podía decirlo. No podía explicarle lo que estaba pasando porque ni ella misma lo entendía. El porqué no había estado durmiendo bien, el porqué la incomodaba tanto toda la situación con los demás. No podía decirle, no podía.

Theo no dijo nada más y en silencio regresó por donde vino, rápidamente, evitando hacer contacto visual con los que habían escuchado. Myah, que había estado conversando con un par de personas, no pudo ignorarlo y se levantó para ir tras él junto a Dorumon y Lopmon.

Una persona brillante y popular de la que todos hablaban en las cúpulas... Aina nunca había podido verla claramente.

Al día siguiente, si Joseph o alguno de los demás estaba totalmente consciente de la tensión entre Theo y Aina, que por primera vez desde que los conocían se sentaron a lados opuestos y distantes, no lo demostraron. No solo estaban ellos, sin embargo. En algún momento, Jijimon y los pequeños digimon habían llegado también y ahora todos estaban reunidos frente al templo, algo alejados del grupo.

A su lado, Myah le dio un golpe amistoso de hombro a hombro para intentar animarlo, pero aunque Theo sonrió ligeramente, no pudo no buscar con la mirada a Aina. Ella se mantuvo mirando al suelo, las ojeras bajo sus ojos de alguna forma más marcadas que la noche anterior. Claramente ninguno había podido conciliar el sueño.

—¿Podemos iniciar con esto? —T preguntó, cruzando los brazos.

A lo que Ren, Myah y Nesta asintieron, dirigiendo su mirada a Joseph. Ya era hora de que acabara con el secretismo. El hombre, que tenía los brazos cruzados sobre su pecho, tomó una profunda respiración y asintió.

—¿Saben cuál es el significado de las siglas DNR? —preguntó para empezar.

Myah fue la que respondió:

Department of Noteworthy Recruits... ¿No? Son aquellos que, bajo el comando de la Directiva, reclutan a sujetos sobresalientes para trabajar en la Cúpula I —ella hizo una pausa cuando observó a Aina y tragó saliva, de pronto pareciendo un poco avergonzada —. O al menos eso es lo que nos han dicho.

Joseph asintió.

—Anteriormente era conocido como Digital Nexus Research...

—Nexus... —Aina frunció el ceño y alzó la mirada, Joseph le sonrió tan suave como resignadamente.

—Y eran los encargados de llevar a cabo el Proyecto Nexus, una iniciativa creada por la Directiva de ese tiempo. ¿El objetivo? Encontrar al nexo para despertar a Yggdrasil. El inconveniente, resultó tener una alta tasa de mortalidad en los sujetos que eran seleccionados. Como resultado, el proyecto fue cancelado.

Theo frunció el ceño.

—Un momento —lo interrumpió, frunciendo el ceño. Probablemente los demás ya habían llegado a esa misma conclusión, pero necesitaba aclararlo —. ¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo?

La expresión de Joseph se oscureció.

—Así es. Con el cambio de Directiva, el proyecto se volvió a iniciar bajo otro nombre. Mi contacto falló en avisarme, esta vez no todos tienen acceso a ese conocimiento. Probablemente solo los que ya habían participado antes.

Myah presionó sus dedos sobre sus rodillas. Ren, T y Nesta compartieron una mirada. Pero antes de que Theo pudiera volver a hablar, Aina lo interrumpió.

—Soy yo, ¿no es así? —dijo. Su voz fue firme, aunque había preocupación en su mirada, así como un toque de tristeza —. Yo soy la única entre todos nosotros que fue reclutada. Soy a quien Callismon y los Troopmon buscaban.

—No pareces exactamente sorprendida —T comentó, antes de recibir un codazo por parte de Nesta.

Aina bajó la mirada. Theo quiso decir algo, pero las palabras no salieron de su boca. Sabía que algo había estado pasando, ¿se trataba de eso? ¿Desde cuándo lo había sabido? ¿Por qué había estado tan reacia a decirle?

Theo presionó los labios. ¿Tanto le costaba confiar en él? ¿No veía todo lo que había crecido?

Fue Tukaimon, sin embargo, quien chocó sus patitas como si todo tuviera sentido de pronto.

—Tiene sentido —exclamó —. Cuando nos conocimos, parecía que algo la guiaba. Además, me ayudó a evolucionar bastante rápido.

—¿No se conocían de antes? —Joseph preguntó, sorprendido.

Tukaimon inclinó la cabeza.

—Menos de un día.

—... Así que ese es el poder de los nexos... ¿o debería decir el nexo? —el hombre murmuró más para sí mismo que para ellos, algo que por alguna razón molestó a Theo.

—¿Pero despertar a Yggdrasil no sería algo bueno? —Myah cuestionó, con el ceño fruncido en confusión. Si era la única entidad con el poder de unir los mundos y separarlos, entonces era solo suponer que las cosas seguirían su rumbo.

Pero Joseph negó.

—El propósito del nexo es despertar a Yggdrasil... La Directiva nunca fue tan noble para no aprovecharlo.

—¿Qué quieres decir? —Nesta preguntó.

—Parte del Proyecto Nexus es utilizar el poder que el Mundo Digital tiene sobre el Mundo Humano actualmente. Los digimon que Aina y Theo vieron ahí atrapados... No estaban equivocados, la energía de las cúpulas proviene de ellos. Si comenzaron de nuevo el Proyecto, quiere decir que tienen la manera de controlar ese poder.

—Espera... ¿La energía... qué? —Myah movió los brazos sin un destino aparente, casi cuestionando con su gesticulación al aire. Theo acompañó con un rostro afligido, Aina en su ensimismamiento apretó sus labios, recordando de forma vívida lo que vio cuando conoció a Tukaimon por primera vez.

Extinguían la vida de esos digimon a cambio de encender una bombilla, a cambio de que el cielo fuera azul, a cambio... a cambio de protegerlos de los demás digimon.

—Si tienen todo ese poder... ¿Qué es lo que quieren con Aina...? —Theo reaccionó con más molestia de lo habitual.

—Infectar a Yggdrasil por medio del Nexo—contestó seriamente, en ese momento, la expresión de Joseph lo hizo aparentar casi diez años más de los que realmente tenía, estaba sumamente cansado —. Yggdrasil tiene todo el poder y control que ellos quieren.

—Disculpa que los interrumpa —Jijimon había estado prestando atención a toda su conversación de principio a fin, pero no había querido molestarlos hasta ese momento —. Pero los humanos jamás podrían controlar a Yggdrasil, solo lograrían corromper su sistema de autopreservación... Los Digimon quedaríamos indefensos, y este mundo unificado se vería seriamente afectado ante su ausencia.

La información pareció sorprender a Joseph, que solamente asintió pensativo.

—Viéndolo de esa manera, es mucho más urgente de lo que temía.

Ren, que había permanecido callado hasta ese momento, añadió impasible:

—De cualquier manera, la conclusión segura es que no debemos dejar que Aina sea capturada por el DNR.

Nesta chasqueó los dedos, como si un bombillo se iluminara sobre su cabeza.

—Si alejáramos lo suficiente a Aina, tal vez no la encontrarían y...

—Y continuarían con sus experimentos, asesinando niños en el proceso, hasta poder encontrar otro como Aina —Myah interrumpió con una expresión abatida —. No pararon la primera vez, no lo harán ahora.

El aire húmedo del bosque se volvió seco dentro de sus gargantas, inundando con un silencio incómodo al grupo.

—¿Entonces qué propones? —cuestionó T, y aunque Myah pensaba responder ofuscada, notó que el chico miraba fijamente a Joseph.

El hombre tomó aire, se cruzó de brazos y con firmeza miró a todos los seis niños que lo acompañaban.

—La misión de los elegidos es salvar el Mundo Digital. La Directiva es su amenaza más directa y podría llevarlos a la extinción... No es como que quiera ponerlos en esta posición, pero creo que es bastante obvio el siguiente paso a tomar —su rostro se deformó en preocupación, resaltando sus arrugas en el proceso —. Debemos llegar a Yggdrasil primero y evitar que sea corrompida.

—Despertarla de su letargo —Jijimon dijo pensativo, manoseando su barba al mismo tiempo que continuaba lo que Joseph había dicho —. Significaría que el reinicio de su sistema de autopreservación ya habría finalizado. No puedo asegurarlo a ciencia cierta, pero dependiendo de lo que Yggdrasil vea más conveniente, la separación de ambos mundos sería inminente.

Casi como si fuera su instinto, T miró de reojo a Vorvomon, algo movido por esas palabras y su trasfondo. Autopreservación significaba cuidarse a uno mismo. Si el bienestar de Yggdrasil equivalía al bienestar de todos los digimon, al bienestar de su compañero...

Ren se rascó la nuca, mirando de soslayo a Theo. No es como que realmente quisiera decirlo, pero no parecía que alguien más fuera a hacerlo.

Terminó suspirando para llamar la atención.

—Eso quiere decir que Aina deberá asumir su rol de nexo, ¿no?

—¡No!

El corazón de todos rebotó dentro de sus pechos, no esperaban una subida de tono tan repentina. Se giraron hacia Theo, que con una mirada encendida en preocupación, empuñó sus manos con tanta fuerza que parecía que iba a hacerse daño. Lo que sea que estuviera pasando entre él y Aina en ese momento dejó de importarle en un segundo con solo evaluar las posibilidades.

Ella, sea por la razón que fuere, no reaccionó tan fuertemente como él. Sin embargo, con una mano en un puño junto a su pecho, lo observó con una mezcla de tristeza y consternación.

—¡Eso es demasiado arriesgado! ¿Qué nos asegura que Aina esté a salvo llevándolo a cabo? ¿Y si algo sale mal, si falla...? ¿Y si...? —las palabras se le agolparon en la boca, impidiéndole pensar tan rápido como las disparaba. Se tomó un segundo para pensar y continúo —. Por algo nunca volvían... Por algo lo cancelaron la primera vez... ¡Por algo-...!

Un agudo dolor en la mejilla derecha lo obligó a callarse cuando seguidamente cayó al suelo con un golpe seco. T se había levantado mientras hablaba y no había soportado más escucharlo en ese tono, con esa mirada.

—Lo había notado hace tiempo, pero no pensaba meterme... —su mirada, cargada de frustración atravesó a Theo.

—T...

Myah había intentado interferir, de decir algo, pero Ren la detuvo justo a tiempo del brazo y con una mirada le hizo entender que no debía. Nesta desvió su mirada, Joseph también se negó a interrumpirlos y Aina...

Unas semanas atrás habría intervenido sin dudarlo, le habría gritado a T, auxiliado al indefenso de Theo... Pero las palabras de Nesta de aquella vez, así como lo que le dijo Theo, la detuvieron como si de pronto se hubiera congelado. Ambas frases sonaron como latidos en su cabeza.

Si se metió sólo en ese lío, sólo va a salir.

Estaremos bien sin tí.

—¿No te das cuenta lo egoísta que estás siendo? —masculló el mayor —. Aina, Aina, Aina. Cada vez que es mencionada, te vas en espiral. Sea por ella o no, ¿que acaso la respuesta no es obvia cuando hablamos del mundo? Si lo que dicen es cierto y todo esto tiene repercusiones en lo que conocemos, entonces con esa energía solo los de las cúpulas estarán bien. Miles de vidas humanas y digimon corren peligro. ¡Todos! Si... si no lo hacemos nosotros... ¡Lo hará esta Directiva! ¡Tú no sabes-...!

—T, no sigas por ahí —Nesta trató de detenerlo, extendiendo sus manos en paz.

—Nesta, déjame terminar —pero fue en vano. No le levantó la voz a su amiga, mas tampoco la miró. En cambio, de un paso acortó la distancia entre él y Theo, y del cuello de su chaqueta lo obligó a levantarse para encararlo —. ¿Crees que unas semanas aquí te hacen entender todo lo que por años hemos vivido mientras disfrutabas de la calidez de un clima controlado? ¡Hemos hecho tantas cosas, perdido a tantas personas...! ¡Sería estúpido no hacer nada con esta posibilidad que tenemos de cambiarlo todo!

Theo apretó la mandíbula, pero no retrocedió y, en cambio, de un manotazo se quitó a T de encima, sorprendiéndolo. Incluso sus digimon, Dorumon y Vorvomon, se habían erizado, listos para atacar y defender de ser necesario.

—¿Y por qué debería sacrificarla a ella? ¡¿Acaso no vale la pena su vida como para que tenga también un futuro en ese mundo como todos los demás?!

Casi se podía escuchar la mandíbula de T rechinar de ira.

—No me vengas con estupideces, Merabe. ¡No estás pensando en ella, estás pensando en tí! ¡ eres el que no quiere!

Theo no pudo negar eso. Por supuesto que él no quería, por supuesto que no arriesgaría la vida de la persona que siempre, todo el tiempo, había estado con él. Que siempre le había sonreído y lo había hecho sonreír cuando más lo necesitaba. Incluso si ahora parecía que estaban en un camino rocoso, él había jurado que la protegería.

Creyó que T podía entenderlo.

Ambos se observaron por unos segundos en completo silencio, sus pechos subiendo y bajando dramáticamente.

Y entonces Joseph se paró en medio de los dos, apoyando sus manos sobre sus hombros con un agarre que pretendía ser fraternal, pero que claramente se volvería terriblemente firme si es que alguno siquiera pensaba en lanzarse al otro de nuevo.

—Suficiente —dijo —. T, no es tu lugar. Theo, no es seguro que vaya a perder la vida. Pero sea como sea, no es decisión de ninguno de ustedes ni tampoco mía.

T chasqueó la lengua y moviendo su hombro se soltó de Joseph para irse en dirección contraria, con Vorvomon, Nesta y Bakumon siguiéndolo. Aina se levantó lentamente y dio pasos tentativos hacia él.

Theo tragó saliva, y desvió la mirada, avergonzándose de la faceta que le había mostrado, antes de también soltarse de Joseph para irse. Si había una razón por la que Aina todavía quería protegerlo como si solo lo viera como un hermano menor, sin decirle nada de lo que estaba pasando sola, seguramente era esa.

No podía soportarlo.

Cuando Aina decidió seguir los pasos de Theo junto a Dorumon y Tukaimon; Ren, Myah, Joseph y sus compañeros terminaron en un silencio no precisamente cómodo.

Sería un día complicado.

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