XVIII
Cuando Dorumon frotó su cabeza contra su hombro, Theo despertó de su ensoñamiento. El cielo estaba cambiando de color y él estaba sentado en el pórtico de la cabaña principal, esperando por alguna actualización.
—¿Te duele el estómago, Theo? —Dorumon preguntó, sentándose a su lado y Theo casi rió.
—No todo tiene que ver con el estómago —contestó y volvió a mirar al frente. Las personas habían recogido lo que quedaba de sus cosas. Para su suerte, aunque había bastantes heridos, no habían habido bajas, pero eso no quería decir que no tuvieran problemas. Le acarició la cabeza a Dorumon —. Pero estoy bien, gracias.
Escuchó una especie de zumbido y un suspiro aliviado se escapó de él cuando vio a Ren, montado sobre Jazarichmon, regresar. Junto a él, o más bien detrás, llegaban también los que se habían unido a la búsqueda. No eran muchos, pero al menos todos estaban sanos y salvos. Theo se levantó para recibirlos, con Dorumon siguiéndolo, pero aunque buscó, desgraciadamente no encontró ni a Myah ni a Lopmon por ningún lado.
Tomó aire.
Seguían sin encontrarla.
—Ren —saludó al pelirrojo cuando este bajó de Jazarichmon. Realmente era el único al que conocía, por lo que halló más sencillo hablar con él.
Jazarichmon volvió a ser Jazamon en cuanto tuvo la oportunidad y volvió hacia él.
—Ah, Theo —hizo una pausa en la que miró a los que habían salido con él y con una seña se despidió antes de girar de nuevo hacia él. Ambos caminaron hacia la cabaña —. ¿Cómo está Aina?
Sin ser consciente, Theo desvió la mirada. No esperaba que Ren fuera a preguntar algo antes que él. De hecho, realmente creyó que él tendría que guiar la conversación, pero aunque agradecía que ese no fuera el caso, ahora algo más le pesaba.
—Físicamente está bien —confió, dando una mirada hacia las habitaciones y luego volviendo al pelirrojo —. Quería estar sola, así que vine aquí con Dorumon... ¿Alguna novedad?
Ren metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y lo observó por un par de segundos, como si se hubiera dado cuenta que cambió de tema adrede, olvidando por completo las preguntas que tenía sobre lo que había pasado más temprano; pero si lo hizo, no lo mencionó y sólo exhaló, hesitante de cómo resumir la situación actual.
—No hallamos nada. Ni rastros, ni algún camino. El bosque es un desastre —explicó, llevándose una mano al cuello. Había hecho mucho esfuerzo físico ese día solo para mantenerse con vida y ya le estaba pasando factura —. El digivice no se activa cuando queremos, parece que cuando estábamos luchando contra Callismon fue una excepción, pero hasta ahora no responde y no podemos contactarla. Además, ya está oscureciendo y temo que vaya a llover...
Theo frunció los labios. Con suerte Lopmon estaría a su lado, pero eso no evitaba que la preocupación y culpa tiñeran tanto su expresión como sus pensamientos cuando Myah iba a estar pasando la noche sola, en la intemperie y con riesgo de tormenta. Si tan solo hubieran salido de esa torre de piedras más rápido, si hubiera dirigido a Dorugreymon y a los demás más eficientemente...
Agitó la cabeza, no podía seguir pensando así.
—Gracias por iniciar la búsqueda —Theo mostró una sonrisa, pero esta no llegó a sus ojos —. Más bien, perdón por no poder hacer más. Con lo que pasó, yo...
Ren, que ya estaba por irse, apretó los labios y cambió el peso de su pierna a la otra. Recordaba todo lo que había escuchado durante la batalla contra Callismon, la desesperación de Theo por saber si Aina estaba bien o no, su propia duda de decirle lo que sospechaba... Honestamente le parecía que tanto él como la chica estaban en un punto de no retorno, pero no podía decir si era algo bueno o malo, y tampoco sabía cómo sacar el tema a la luz. Después de todo, ¿quién era él para saber sobre relaciones de ese tipo?
Al final, terminó de detenerse al ver los hombros caídos del castaño y tragó saliva.
—No tienes que disculparte —dijo y Theo alzó la mirada. Incluso Dorumon y Jazamon se mostraron curiosos. Ren luchó para encontrar las palabras adecuadas —. Tú, uh... No huiste. Cuando nos conocimos, cuando aparecieron los Troopmon, ahora último con Callismon... Nadie puede mantenerse fuerte todo el tiempo, sobre todo en este lugar y con esta misión tan confusa que tenemos como elegidos. Es simplemente natural que todos colaboremos.
Ren se aclaró la garganta. Consolar no era lo suyo, pero había tratado de ser lo más sincero posible. Cosa que logró sacarle una pequeña sonrisa a Theo.
—Vaya, yo... Gracias.
El pelirrojo sonrió de lado y levantó la vista para mirarlo a los ojos.
—Encontraremos a Myah —prometió —. Seguramente ahora está refunfuñando al lado de Lopmon en alguna parte del bosque.
Eso causó una genuina risa en Theo, que se rascó la cabeza con diversión.
—Es como si la conocieras mejor que yo.
El más alto se encogió de hombros con simpleza.
—Solo me hago una idea.
—¡No puede ser! ¡Ya no veo nada!
Myah había pasado horas vagando en círculos por la zona donde había quedado después de la explosión provocada por Callismon. Los recuerdos de aquel momento eran vagos y confusos, nublados por el golpe que había recibido al caer y el largo sueño que había seguido. Ahora, mientras trataba de encontrar su camino de regreso al Cuartel, se encontraba sumida en la oscuridad, con solo la tenue luz de su digivice para guiarla.
El cual, por cierto, estaba a punto de lanzar contra el suelo. El mapa no quería activarse, no funcionaba como comunicador y básicamente solo estaba ahí como linterna, lo cual era útil, pero entre tantos árboles y plantas y formaciones naturales que provocaban sombras aterradoras simplemente se le empezaba a hacer fastidioso.
Lopmon se mantenía acostada en su cabeza, escuchándola sin decir nada, pues ya se había tenido que tragar toda la media hora que Myah había llorado cuando se encontró a medio bosque totalmente sola.
La castaña se llevó las manos a la cara y ahogó un grito frustrado. No podía andar llamando a nadie tampoco porque podía aparecer otro digimon y Lopmon no estaba en condiciones de volver a luchar ni ella tenía fuerzas para correr por su vida de nuevo.
De pronto, una centella, seguida del retumbar de un trueno, la hizo saltar y el viento con olor a lluvia le pegó en toda la cara, advirtiéndole lo que pasaría.
—Lo que faltaba —exhaló —. ¡Lopmon, ayúdame a buscar un refugio!
—Myah, yo no veo más que tú.
—No sé, con tus orejas. ¿Algo? ¿Ecolocalización?
—Eco-... ¿Qué? —Lopmon se rindió con la palabra y, en cambio, le jaló levemente uno de sus rizos —. Solo sigue caminando, con suerte encontraremos una cueva cerca de las rocas.
—¡Auch, Lopmon...! ¿Y si solo nos alejamos más del Cuartel? Nunca nos encontrarán.
Ambas se quedaron en silencio de nuevo, pero el retumbar del cielo, que les erizó la piel, las obligó a moverse una vez más.
Myah caminó por unos cuantos minutos, abrazándose a sí misma cuando la temperatura empezó a disminuir. Pensó en Theo y en los demás, y se preguntó si estarían mejor que ella. De hecho, si lo estaban, supuso que tenía el derecho de estar un poquito envidiosa. Les haría saber todo lo que había pasado con lujo de detalles cuando los viera de nuevo, pero por el momento, al menos pudo divisar una apertura de regular tamaño en el medio del tronco de un gran árbol.
Tragó saliva. Con suerte no habría ningún oso o digimon o araña venenosa que pudiera matarla con solo el pensamiento, pero no tuvo tiempo de revisarlo detenidamente, pues las grandes gotas empezaron a caer. Lopmon entró primero y luego ella, agachándose para no golpear su cabeza. La apertura no era tan profunda como para que alguien mucho más grande que ella cupiera, pero por lo menos no había otros tipos de animales.
Ambas se acomodaron. Su compañera subió sobre su regazo con el afán de darle un poco más de calor y pronto Myah se encontró bostezando. Con fe no era por hipotermia.
—En estos momentos envidio terriblemente las chaquetas que Ren y Theo usan —expresó con pesadez —. Quiero volver con los demás...
El rostro asustado de Myah preocupó a Lopmon.
—Nos deben estar buscando Myah, pronto estaremos de vuelta en casa —trató de animarla.
Pero Myah se quedó en blanco por unos segundos. La primera imagen que apareció en su mente fue la de sus mamás, en casa, esperándola y sintió un hoyo en el corazón. Apoyó su frente en la cabeza de Lopmon e inhaló su aroma a peluche.
—Sí, pronto —concordó.
El sol iluminó toda la extensión del bosque, reflejando las gotas de rocío que habían quedado de la noche anterior. Lopmon sacudió a su compañera con frenetismo, para levantarla lo antes posible.
—¡Myah, Myah! ¡Arriba!
—¿Eh...? ¿Qué...?
Aturdida, Myah abrió los ojos y enderezó su espalda, sintiendo cada vértebra de su columna tronar, pues había dormido sentada contra la pared de la pequeña abertura en la que estaban metidas.
Frunció los ojos para acostumbrarse a la luz, y con pesadez distinguió la silueta de las orejas enormes de su compañera.
—Lopmon...
—¡Mira! —Lopmon señaló con su patita hacia fuera de la apertura, a donde Myah no tenía ángulo de visión, por lo que tuvo que asomarse, solo para ampliar los ojos y llevar instintivamente su mano al bolsillo de su pantalón donde estaba guardado su digivice. Frente a ellas, un grupo de digimon, algunos más pequeños y otros más grandes que Lopmon, de formas variadas y distintos colores, la miraban con atención.
Ya sea por curiosidad o por estar alertas, Myah no lo sabía, pero no iba a esperar a un ataque para averiguarlo.
—¡Espera, espera! —Lopmon la detuvo, no obstante —. ¡Ya hablé con ellos!
Myah frunció el ceño.
—Lopmon, ¿aprendimos algo de lo que pasó con los Troopmon? ¿Cuando intentamos comunicarnos?
—¡Lo sé! Pero no es lo mismo, ¡hasta trajeron comida!
—Pero yo no tengo hambre-... —o eso empezaba a decir, cuando su estómago de repente rugió como si no hubiera comido por toda una semana. A Myah le subió el color a la cara y lentamente bajó su digivice, no solo en señal de paz, sino también para camuflar la vergüenza. Al final solo era una humana, daba más risa de lo que influía miedo.
—Toma —una bola amarilla con orejas y cola, similar a las de un gato, se acercó dando pequeños saltos con unas bayas y hongos sobre una hoja en su cabeza.
Mirando más de cerca, Myah se dio cuenta que ya había visto a un par de esos pequeños digimon antes, cuando ella y Ren se encontraron con T y Theo la primera vez. No recordaba cuándo, pero en algún momento habían tomado un camino distinto al de ellos, y desde entonces no los habían vuelto a ver.
Con precaución, ella acercó su mano para recibir la comida y agradeció al digimon antes de que este diera media vuelta. La pantalla de su digivice mostraba su nombre sin problema: Nyaromon.
Myah tragó saliva y observó lo que tenía en sus manos.
—¿Nada es venenoso, verdad? —preguntó discretamente.
Lopmon emitió un sonido pensativo.
—No tengo idea —admitió después de un par de segundos, encogiendo los hombros y logrando que Myah casi suelte la comida cuando tomó una baya y se la llevó a la boca sin cuidado —. Cualquier cosa, no te mueras.
—¿Sabes que si me intoxico en medio del bosque podría morir, no?
—No lo sé, no soy una persona.
—¡¿Huh?! Ese no es el punto... —su voz se fue apagando, no por decepción ni pena, sino porque tuvo que reprimir la sonrisa que ya se estaba formando. Seriamente, comenzaba a ser absurdo —. Bueno, no digas que no te lo advertí —terminó diciendo entre pequeñas risas.
Los demás digimon de pronto también sonrieron, antes de acercarse a ella para empezar a comer todo lo que habían recolectado. No tenía para nada el mejor sabor del mundo y estaba segura que tendrían que haberlo cocinado, pero bueno, para el hambre no había pan duro.
—Oh, así que aquí estaban todos.
Myah casi se atragantó cuando una voz rasposa habló de entre los arbustos. Una pata sobresalía de entre los mismos y se dio cuenta que había bajado terriblemente la guardia, no habiendo notado en ningún momento que alguien se estaba acercando, pero los pequeños digimon en lugar de huir, solo empezaron a saltar en su sitio con una emoción notoria.
—¡Es el señor Jijimon! —exclamó uno.
—¡Le guardamos su parte!
Lopmon inclinó la cabeza y Myah se limpió la boca con el dorso de una de sus manos, mientras que la otra la mantuvo cerca de su digivice. No más tarde que pronto, dos de los digimon que los acompañaban saltaron rápidamente hacia donde estaba la enorme patas y se zambulleron en los arbustos solo para salir unos segundos después, jalando de lo que parecía ser un anciano.
"Parecía" siendo la palabra clave, pues su rostro estaba cubierto en pelo blanco, era de baja estatura, sus extremidades no parecían ser proporcionales y la pata que Myah había visto resultó solo ser solo el ornamento de un palo que usaba como bastón.
—Jiji...mon —Myah repitió lentamente.
El digimon se aclaró la garganta y juntó las manos detrás de su espalda.
—Mis más sinceras disculpas, jovencita —dijo como saludo —. Les dije que no se acercaran a lo humanos, pero como verá...
—¡No es solo un humano! —interrumpió uno de los digimon pequeños.
—¡Es como el que nos ayudó antes! —exclamó otro, que parecía una planta.
—¡Lopmon es su compañera!
Myah entreabrió los labios e inclinó la cabeza, ¿cómo sabían eso? Pero Jijimon pareció entenderlo más rápido.
—Oh, ya veo —dijo, un tono menos formal que el que había usado anteriormente, o más bien más relajado, Myah notó —. Una elegida. Mis disculpas, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que ví elegidos y mis ojos ya no son los de antes.
—¿Elegidos? —ella repitió, levantándose de un salto para acercarse a Jijimon —. ¿Se refiere a Ren y a los demás?
—¿Quién?
—T... Ren... —ella probó, pero cuando el digimon negó, Myah exhaló —. No entiendo, ¿no que había visto elegidos?
—No creo que sean los que yo conozco —Jijimon respiró profundamente y dio media vuelta —. Aunque cuando venía me crucé con unos humanos en el páramo. ¿Quizá se trata de ellos?
—¿Páramo? —Myah alzó la mirada hacia el camino por donde había aparecido Jijimon. Apretó una mano en un puño e inclinó la cabeza. Estaba casi segura que ese era el lado opuesto por el que ella había llegado a ese lugar, pero ¿estaría en lo correcto? La única montaña que le daba un punto guía había sido destruída y hacía rato que los ecos de batalla se habían desvanecido aún cuando le resultó imposible tratar de seguirlos por el rebote del sonido. Quizá ella y Lopmon estaban más perdidas de lo que un inicio había pensado —. Si no le molesta, ¿cree que podría llevarnos ahí?
Jijimon peinó su barba con sus dedos, haciendo una pausa pensativa, y asintió.
—Muy bien —accedió y miró a los digimon pequeños —. No se coman mi porción, niños. Este viejo se muere de hambre.
Los digimon rieron, aceptando la solicitud, y continuaron en lo suyo. Myah les sonrió como despedida y Lopmon agitó una patita en el aire antes de empezar a seguir a Jijimon.
Puede que haya sido por todo el caos del día anterior, pero Myah recién se encontró notando los pequeños detalles del mundo que estaba descubriendo. Ya había visto de edificaciones antiguas y plantas que no conocía, pero se le hacía curioso cómo en algunas se podían ver, tan pequeños y brillantes como escarcha, el mismo código prismático que aparecía cuando Lopmon evolucionaba. No solo en las plantas de colores llamativos, sino también en árboles, piedras e incluso parte del suelo que pisaba. Formaba parte del paisaje y al mismo tiempo se veía ajeno al paisaje.
Suspiró, agotada de tanto misterio.
—Señor Jijimon —terminó llamando, cuando tuvo que empujar una rama frondosa para no perderlo de vista —. Sobre los elegidos... ¿a qué se refería cuando dijo que no son los que conocía?
Jijimon se detuvo, volteando hacia Myah. No podía distinguir la expresión en su rostro, pero ella pudo imaginarse una mezcla entre serio y confundido, tal vez ambos, tal vez solo uno de los dos.
—Ah, joven... —alargó la palabra, buscando cómo dirigirse a ella y Myah rió un poco.
—Myah, me llamo Myah. Perdón por no presentarme antes.
—Joven Myah —Jijimon se dirigió a ella suavemente —. Verás, los elegidos de los que hablo son de una época muy anterior a la tuya. Hablo de aquellos que vinieron mucho antes, cuando el Mundo Digital y el Mundo Humano todavía estaban completamente separados.
Lo dijo tan naturalmente, tan de la nada, que Myah tuvo que detenerse por completo para procesar la información que acababa de recibir como si de pronto hubiera pisado arena movediza. Recordó su conversación con Ren y tragó saliva.
—Separados... —repitió en voz baja —. ¿Me podría explicar a qué se refiere con eso?
—Fu, fu... —el digimon soltó una pequeña risa, como un abuelo entretenido por la curiosidad de sus nietos —. ¿No sabías? —le preguntó —. Cada cierto tiempo, cuando una amenaza demasiado grande para que nosotros mismos podamos enfrentarla emerge, los elegidos aparecen para restaurar el equilibrio y proteger el mundo.
Myah miró a un lado.
—Tenía una idea —contestó. Joseph había mencionado algo sobre una leyenda, una historia que escuchaba de niño, por lo que debió haber asumido más rápido que ella y los demás no eran los primeros en esa posición.
Pero eso no era lo que había preguntado. Myah volvió a mirarlo y Jijimon añadió.
—Proteger nuestro mundo —dijo, e hizo una pausa, como si estuviera evocando un recuerdo pesado — En el pasado, un digimon muy poderoso quiso tomar control de todo el Mundo Digital mediante la destrucción y subyugación. Los elegidos, que lograron derrotarlo, llegaron a la conclusión de que la mejor opción para salvar lo que quedaba del mundo era fusionarlo con el Mundo Humano.
—¿Fusionar? —Myah frunció el ceño. ¿Era siquiera posible eso? ¿No rompía como algunas muchas leyes de física?
Lopmon le tapó la boca para que Jijimon continuara.
—Había un ser, que va más allá de los digimon, que tenía el poder para lograr algo de esa magnitud —explicó el digimon anciano, antes de dar media vuelta para volver a emprender el camino —. Con la fusión de los mundos, podría entrar en un sueño profundo para restaurar el Mundo Digital poco a poco...
Jijimon tomó aire y Myah percibió el cambio de tono en su voz, a uno un poco más triste.
—¿... Un ser tan poderoso?
No sabía de quién estaba hablando.
Jijimon miró al cielo.
—Yggdrasil, el administrador —contestó y Myah se preguntó si se trataba de algún dios —. Sin embargo, aunque esta solución funcionó inicialmente y el programa de autopreservación de Yggdrasil logró mantener a ambos mundos unidos, mas no revueltos, alimentándose uno del otro; con el tiempo, los avances tecnológicos de la humanidad se convirtieron en una puerta de entrada para los digimon. Esta interacción entre ambos mundos se volvió cada vez más compleja e inestable, hasta que finalmente se hizo imposible mantener el equilibrio.
—Luego la humanidad entró en crisis, se crearon las cúpulas y aquí estamos...
Jijimon asintió.
—Pero creí que eso era de conocimiento común para los humanos —comentó el digimon.
Myah exhaló. Si alguien lo sabía, no eran ellos y por cómo lo había contado Jijimon, sentía que ya había pasado más tiempo de lo que él creía. Ella había visto tecnología, pero estaba segura que no era la misma que él se refería.
Como si hubiera habido un receso.
Ella suspiró.
—¿Qué pasó con Yggdrasil? ¿No puede volver todo a la normalidad? —sea cual fuese esa realidad.
Pero Jijimon se encogió de hombros.
—Hasta donde sé, sigue durmiendo.
¿Dónde? ¿Hasta cuándo? ¿Por qué? ¿No es posible despertarle?
—Myah —Lopmon la llamó, interrumpiendo la siguiente pregunta que planeaba hacer, y jaló de su pantalón —. Creo que fuimos en la dirección equivocada.
Los árboles se habían hecho cada vez más escasos, el suelo ya no tenía mucho pasto y si solo alzaba la mirada se daría cuenta que los edificios destruídos y restos de antiguas ciudades estaban solo a unos cuantos metros, pero cuando Myah miró alrededor, nada de eso fue lo que llamó su atención.
—¿Dónde estamos? —preguntó a Jijimon.
Él señaló con su bastón.
—El páramo —contestó simplemente —. ¿Esos no son los humanos que buscabas?
Cuando Myah siguió con la mirada hacia donde señalaba, su corazón se detuvo por un segundo en el que rápidamente se agachó por instinto para quedar oculta por los pocos arbustos que quedaban. Con cuidado asomó la cabeza ligeramente y forzó la vista, no creyendo por un momento lo que veía:
Una instalación del DNR... Eso era, ¿no? No solo estaban aprovechando lo que quedaban de los edificios, sino que habían científicos, agentes y un gran, muy grande, contenedor a sus espaldas con enormes cables y computadoras conectadas al mismo, el cual parecían estar vigilando.
Ella tragó saliva. La voz de T sonó como un eco en su cabeza.
Sabemos que algo tiene que ver con las cúpulas, de alguna forma siempre volvemos a ellas.
En ese momento lo había considerado contradictorio, sospechoso incluso, pero ahora no podía evitar pensar que tenía sentido lo que decía.
—¿Esos no son sus amigos? —Jijimon preguntó, genuinamente confundido.
Myah estuvo a punto de negar rotundamente, cuando un fuerte CLACK la cortó, seguido de un ruido sordo y pesado que hizo temblar casi imperceptiblemente el suelo bajo sus pies.
Los científicos y agentes lanzaron órdenes descuidadamente, los cables se rompieron tan dramáticamente que ella pudo escucharlos dispararse como látigos, y entonces volvió la vista rápidamente a los de la DNR.
El enorme contenedor estaba ahora abierto.
Incluso Jijimon soltó una exclamación, sorprendido y consternado.
—¡Ese... Ese no es un Devimon!
Myah presionó su digivice entre sus dedos. Se trataba de un digimon, claramente, pero la impresión que daba era totalmente distinta y más maquiavélica de lo que alguna vez había sentido. Le recorrieron escalofríos de solo mirarlo.
Y, ya no siendo sorpresa, cuando observó la pantalla de su digivice, unas cuantas piezas del rompecabezas comenzaron a unirse.
"Neodevimon: digimon creado artificialmente. No hay más información disponible."
Justo como los Troopmon y Callismon.
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