XIII
Bajo el cielo plomizo de la cúpula, el viento helado cortaba las mejillas de Theo mientras desempacaban. A pesar de la luz del día, el ambiente estaba cargado de una atmósfera sombría. Tal vez por los colores oscuros que su padre estaba vistiendo, o quizá por el firme agarre de su mano en la suya, que le impedía hasta pensar siquiera en explorar la nueva casa.
—Oh, qué inesperado, nuevos vecinos —una pareja dijo al pasar por su lado. Un hombre alto y delgado, con lentes gruesos, y una mujer joven de cabello corto y negro. La frase que utilizaron simuló sorpresa, pero el tono fue tan plano que Theo apenas lo notó.
Ambos parecían dirigirse a otro lado por los trajes elegantes que vestían.
—Sí, inesperado es una forma de decirlo —saludó Cedric con una mezcla de ironía y desinterés, dando un vistazo a los carnets que colgaban de sus cuellos.
No hubo mucha reacción de la pareja y entonces la mujer se inclinó ligeramente hacia Theo, con las esquinas de sus ojos arrugándose al mismo tiempo que sonreía cordialmente.
—Tu padre no está de ánimo, ¿no? —ella comentó, como si Cedric no la estuviera escuchando —. Y tú, ¿cuántos años tienes?
Theo inclinó la cabeza, miró a su papá y mostró todos los dedos de su mano libre cuando Cedric suspiró y asintió.
—Qué lindo —la mujer dijo sin variar el tono en lo absoluto y enderezó la espalda antes de mirar por sobre su hombro, hacia la casa de la que habían salido básicamente —. ¡Aina, te vamos a dejar!
Por pura curiosidad, pero aun sin dejar ir la mano de su padre, Theo se asomó por un lado para ver a la persona a la que habían llamado. Una niña de su edad quizás, aunque más alta que él, cerró la puerta de la casa que estaba cruzando la calle y corrió para alcanzar la mano de la mujer que en ningún momento se había movido.
Sus ojos lilas lo estudiaron con genuina curiosidad.
—Espero verlo de nuevo —dijo el hombre de las gafas, dando un leve asentimiento hacia Cedric, antes de ser el primero en empezar a caminar otra vez —. Bienvenidos a la Cúpula V.
Seguidamente la mujer se despidió también.
Pero Cedric, contrario al padre que Theo recordaba de hacía apenas unas semanas, antes de que decidiera mudarse repentinamente, apenas pareció prestarles atención, con el ceño fruncido más bien en fastidio. Theo, confundido, volvió a ver a la familia que les había dado la bienvenida, tratando de encontrar la razón de la molestia de su padre, solo para cruzar miradas con la niña.
Ella, sin que su madre se diera cuenta, le sonrió y pareció susurrar algo a modo de despedida también.
Algo como "nos vemos", pero Theo no sabría, porque el chasquido de la lengua de su padre lo distrajo.
—Con el área de investigación, huh —lo escuchó murmullar —. Lo que faltaba. No bajes la guardia, Theo.
Como se volvería costumbre, nunca le explicó a lo que se refería.
—Pareces cansado —el comentario de Aina flotó unos segundos en el aire mientras atravesaban el Cuartel. Como él, estaba transportando baldes llenos de agua hacia lo que sería el área de la cocina. No lo parecía, pero ya habían pasado unos días con la misma rutina de levantarse y ayudar, esperando a que Joseph o quien sea terminara de decirles exactamente por qué estaban ahí —. ¿Theo?
—Creo que soñé algo —él bostezó coincidentemente. No creía que algo así pudiera agotarlo tanto, por lo que empezaba a echarle la culpa a todas las idas y venidas que habían estado haciendo desde que se levantaron, cuando Aina casi se tropezó, derramando un poco de agua sobre sus botines —. ¿Estás bien?
Ella parpadeó y sonrió mientras estabilizaba su balde.
—Sí... Y, um, ¿qué soñaste? —preguntó.
Theo sonrió.
—Cuando nos vimos por primera vez —contestó despreocupadamente —. Está medio borroso ahora, pero sé que fue ese día. Lo que me recuerda, ¿tus padres no estaban contigo en la Cúpula II?
Aina soltó una pequeña carcajada, como si no pudiera creer lo que estaba diciendo.
—Sabes cómo son, apuesto a que recién se están enterando de mi asombroso escape —sonrió de lado y dejó su balde en la mesa que le indicaron.
Ambos tomaron asiento un rato, entonces, cuando les dieron permiso de descansar. Unos minutos después tendrían que empezar a ayudar con lo demás.
Aina suspiró profundamente y miró hacia donde Tukaimon y Dorumon estaban. Ambos digimon parecían estar discutiendo sobre un pedazo de fruta, que al final Bakumon se robó.
—¿Qué crees que tenemos que hacer ahora?
Theo permaneció en silencio durante un momento, sopesando su respuesta con cuidado. Aina no se refería a las rutinas diarias, sino a algo más profundo. La incertidumbre de qué debían hacer como "elegidos", cómo salvar el mundo cuando la tarea parecía tan abstracta. Por alguna razón sabía que, o se sentía distante —como parecía ser el caso de Ren y los demás —, o se sentía como una bomba de tiempo, sin un cronómetro programado —como parecía que se sentía Aina. No había un punto medio.
Excepto que para Theo, era un punto medio. Regresar no tenía mucho peso ahora que Dorumon y Aina estaban con él, pero si lo ponía en perspectiva, ¿qué clase de vida le esperaba ahí si tenían una misión tan grande y nada específica que cumplir? Puede que él y Aina no tuvieran lazos relevantes, pero ¿qué pasaba con Myah?
Agitó la cabeza y apretó los puños.
Había una constante de la que estaba seguro, sin embargo.
—Lo que sea que pase —dijo de pronto, probablemente confundiendo a Aina antes de mirarla a los ojos con determinación y quizá un tinte de desesperación —. No dejaré que nada te aleje de mi lado de nuevo.
Era una promesa que había estado atorada en su garganta desde que se habían reencontrado y ella sonrió en respuesta.
—Yo también —aseguró.
Y entonces, la onda expansiva de una explosión arrancó árboles y mandó volar tanto cosas pequeñas, como platos y bowls, como objetos de mayor magnitud cual mesas y leña. Theo apenas pudo cubrirse cuando Aina se levantó de un salto para atrapar a Tukaimon en el aire, no importándole los trozos de madera o piedras que rasgaron tanto su ropa como golpearon su piel expuesta.
El cielo se nubló de pronto por el humo, escucharon gritos de personas, animales pequeños e incluso algunos digimon huyeron disparados de la escena.
—¡¿Qué está pasando?! —solo para que al instante Lina y Drey salieran de una de las cabañas. El último llamando al aire —. ¡Theo, Aina!
Theo abrió la boca para decir que no lo sabía, que hace un segundo todo estaba bien, pero no pudo hacerlo, porque un fuerte rugido lo interrumpió.
Un rugido que por alguna razón se entendió bien y resonó dentro de sus cuerpos, atravesándolos como una ola de electricidad.
—¡TRAE EL NEXO! —era una voz grave y rasposa, que alargó la palabra con cada pisada que hacía temblar la tierra. La gente que estaba en esa dirección rápidamente dejó el bosque, corriendo en dirección totalmente contraria —. ¡NEEEXOOO!
Entonces, fue como si una gran bola de pelo púrpura emergiera de entre el follaje, haciéndose paso entre ramas y troncos, cuyo quebrar chillaba cual llantos. Su cabeza era pequeña para tanto volumen, y sus orejas saltaban como las de un conejo, pero sus colmillos, patas y garras definitivamente no eran los de uno.
Miró a un lado, luego al otro, y con su pata izquierda arrancó un árbol para lanzarlo contra el área donde comían. Luego, Drey amplió los ojos.
—¡CÚBRANSE! —gritó y empujó a Lina hacia un lado para protegerla con su cuerpo. Theo y Aina no supieron muy bien lo que estaba pasando, pero se agacharon lo suficientemente rápido, junto a Tukaimon y Dorumon, cuando con el arma rara de su pata derecha, el digimon disparó una hilera de proyectiles que pasó a solo un metro de distancia, lo que levantó tierra y les dejó un fastidioso pitido zumbando en el oído.
Si todavía quedaba alguna tienda de campaña en pie, ahora estaba totalmente destrozada.
—¿Qué está haciendo? —Aina preguntó, mirando entre la escena y Drey.
—No tengo ni idea —mas fue Lina la que contestó —. Pero a este paso destrozará todo. Drey-...
—Tenemos que evacuar —Drey la interrumpió y con una mirada alrededor evaluó sus posibilidades. No solo eso, sino que también pensó en lo raro que era tener dos ataques prácticamente consecutivos por digimon que nunca en sus vidas habían visto rondar por ahí.
Miró a los dos elegidos frente a él, cuyos rostros estaban serios y hasta preocupados. Claramente era tan raro como coincidente. Sospechoso, más bien.
Theo observó las orejas del digimon girar de un lado al otro, como si el mismo estuviera volviendo la cabeza hacia cada dirección posible en busca de algo.
No, no algo, notó. ¿Nexo?
Pero no tenía tiempo para pensar en eso. Recordó que la mayoría de las personas estaban trabajando en las cercanías. Lo más probable era que todos, incluyendo a T, Ren, Myah y Nesta, ya hubieran escuchado el alboroto. Si tenían suerte no regresarían por sus cosas e irían a un lugar seguro, pero...
—No podemos dejar que haga eso —Theo apretó el digivice en su mano y miró a Aina —. Tú ve con ellos, yo trataré de llevarlo a otro lado.
Pero ella solo frunció el ceño, incluso Tukaimon en sus brazos pareció ofendido.
—¿Te picó un insecto raro? —contestó y miró a Drey y Lina —. Me quedaré con Theo para evitar que haya más daños. Ustedes tienen un plan para estas situaciones, ¿no? Ejecútenlo.
A Drey y Lina, aunque compartieron una mirada, no les quedó de otra que aceptar. Sabían que no podían poner la vida de ambos chicos en riesgo, que no debían, pero tampoco podían darse el lujo de perder todo el hogar y refugio que habían construído entre todos. Lo material podría ser secundario para muchas personas, pero para ellos, que vivían el día a día de esos materiales, no eran tan fácilmente reemplazables.
Drey tomó aire entonces, con los puños apretados en frustración.
—Entendido —dijo —. Volveremos a ayudar.
Aina no lo miró cuando alzó su digivice, con sus rodillas raspadas por el impacto, las palabras en su pantalla fueron claras: "Callismon: digimon artificial. No hay más información disponible." Ella tragó saliva.
—Con suerte ya habrá terminado para cuando regresen.
Con Drey y Lina alejándose para ayudar y guiar a los residentes, Dorumon se ubicó frente a Theo tras acariciar su hocico con su chaqueta.
—¡Voy a proteger a Theo! —exclamó con seguridad.
Theo sonrió, genuinamente agradecido. Quizá era una cosa de ser el digimon de un elegido, pero eso no cambiaba el hecho de que sin el digimon, Theo no tendría no sólo ninguna oportunidad de luchar, sino que tampoco estaría ahí para empezar. No obstante, volvió su mirada a Aina, con cierto mal presentimiento en la boca del estómago.
—¿Estás segura?
Y ella alzó ambas cejas con incredulidad.
—Lo que dijiste hace un rato, ¿lo imaginé? —le preguntó como respuesta y él, aunque tomado desprevenido, negó firmemente. Eso de algún modo pareció satisfacerla, ya que volvió la mirada al frente y Theo fue capaz de diferenciar la confianza que siempre la había hecho brillar en su expresión —. Bien, ahí tienes tu respuesta: no nos vamos a separar.
Reprimiendo cualquier signo de ansiedad entonces, dejó que algo de convicción lo llenara y asintió para sacar su digivice seguidamente.
—Tienes razón —dijo.
Entonces, ambos volvieron su atención al digimon enemigo, alzando sus digivice y preparando a sus digimon para evolucionar a la vez. El aire se cargó de determinación cuando ambos exclamaron al mismo tiempo: "Tukaimon" y "Dorumon", y las cifras digitales parpadearon en sus dispositivos, la luz brilló intensamente y, con una velocidad impactante, Dorugamon y Youkomon hicieron su entrada en el nuevo campo de batalla.
—¡Lo principal es distraerlo! —Theo dijo a los digimon —. Alejarlo de las estructuras cercanas y proteger a las personas que se crucen.
Ambos digimon contestaron: "¡Sí!" y "¡Entendido!" antes de lanzarse contra Callismon.
Dorugamon fue el primero en intentar algo, corriendo para embestirlo a pura fuerza bruta para, de alguna forma, sacarlo del camino, pero no fue suficiente. Si apenas logró moverlo fue porque tomó al digimon desprevenido, lo cual no duró mucho, pues sin dudar y como si solo fuera una mosca, detuvo el intento de Dorugamon con su enorme pata izquierda, rodeando con sus garras su cuerpo que, en comparación, ahora parecía mucho más pequeño de lo que en realidad era.
Youkomon se dispuso a ofrecer apoyo, apareciendo por el aparente punto ciego de Callismon para atacarlo, ya sea con sus esferas de fuego o con las flamas rojas ardientes que se manifestaba de su cola, pero aunque algunas sí llegaron a impactar contra su espalda, al digimon no pareció molestarle más de lo que lo hacía una picadura de mosquito y, dando vuelta, utilizó al propio Dorugamon no solo como escudo, sino como mazo al lanzarlo directamente contra Youkomon. Los pobres árboles todavía ilesos ya no siguieron ilesos al ser los receptores del impacto.
—No son el nexo... —Callismon gruñó en voz baja, al mismo tiempo que observaba con detenimiento a ambos digimon, solo para después tomar aire y volver a rugir: —¡NEXOOO!
Sus enormes brazos se movieron junto a su llamado y, aunque no supieron si fue a propósito o no, más proyectiles fueron disparados del arma que tenía. Youkomon y Dorugamon lograron levantarse para alejarse justo a tiempo, y Aina y Theo se cubrieron con sus antebrazos de los restos de ramas y piedras que volaban en cualquier dirección.
—¡Ugh, ¿cómo es tan fuerte?! —murmuró Aina sorprendida ante la demostración de poderío, pues la combinación había sido realizada correctamente, pero sus digimon no habían estado cerca de superarlo ni ambos juntos.
Theo observó cómo sus compañeros seguían intentando, casi inútilmente, lastimar lo suficiente al digimon.
Él recordaba que en la escuela le habían mencionado brevemente las etapas a las que los digimon podían llegar. Su padre se lo había explicado también unas cuantas veces. Muchos de los más poderosos sólo se enfrentaban a otros del mismo nivel para poder absorber una cantidad relevante de datos, era por eso que la mayoría de los digimon con los que se habían cruzado eran de nivel adult y solo unos pocos, perfect, los cuales eran los que causaban más alboroto por sus ansias de evolucionar. Este digimon, Callismon, parecía estar muy por encima de su liga. Tenían suerte —si podía llamarlo de esa forma —que siquiera se estuviera entreteniendo con la pelea en lugar de seguir adelante.
Pero quizá con el Mammothmon de Nesta...
—¡Theo, concentrate!
La voz de Aina lo hizo reaccionar cuando ella saltó hacia él con toda su fuerza para sacarlo del camino en cuanto Callismon volvió a disparar consecutivamente. Ambos rodaron descuidadamente hasta quedar detrás de unos árboles, golpeándose y raspándose con todo lo que estaba en el suelo. Para ese punto era casi como si se hubieran movido en sentido horario, logrando que Callismon también diera media vuelta y sus ataques dejaran de tener consecuencias en el Cuartel. Rápidamente Youkomon y Dorugamon se levantaron y embistieron nuevamente contra él, pero dirigiendo su ataque al brazo para desviar la trayectoria del disparo hacia una zona del bosque donde no había más que árboles.
Theo tosió no solo por la falta de aire que el golpe le había causado, sino también por la tierra que había tragado. Aina, que había terminado sobre él, se limpió el rostro con el dorso de la mano antes de tomar un poco de distancia para poder volver a evaluar la situación.
—No podemos solos —admitió el castaño —. Tendremos que resistir hasta que lleguen los demás.
Aina lo miró con consternación antes de volver su atención al campo de batalla donde Dorugamon y Youkomon daban todo de sí mismos para desviar los ataques del enemigo lejos de donde podría haber gente escondida y de las cabañas que conformaban todo lo que quedaba del Cuartel.
Aún así el digimon permanecía empecinado en avanzar. O al menos eso creyó Theo cuando, sorpresiva y escalofriantemente, Callismon mostró sus colmillos en una sonrisa y volteó repentinamente, alzando su arma hacia donde ellos estaban.
—Bala de rodeo.
Tanto Aina como Theo jadearon al ver los proyectiles, esta vez con tipo de fuerza o quizá energía distintos, dirigirse directamente hacia ellos. No tendrían tiempo de esquivarlo.
—¡Aina! ¡Theo!
Pero entonces Youkomon, con su agilidad característica, se interpuso.
—¡Espera, no-...! —y Aina no pudo hacer nada para evitar que recibiera el ataque directo. El cuerpo de Youkomon estalló en 1s y 0s, y su cuerpo, ahora como Tukaimon, salió disparado, atravesando arbustos y rompiendo troncos delgados. Theo fue capaz de ver como la piel de Aina perdía tonos mientras ella se llevaba las manos a la boca —. ¡Tukaimon!
Antes de que Theo pudiera decir algo, no solo por su amiga, sino por lo estremecedora que había sido la escena, Aina ya había salido corriendo en busca de su compañero, sin importarle delatar su posición. Él agitó la cabeza, sabiendo que quedarse ahí no serviría de nada y la siguió con rapidez.
—¡Dorugamon! —llamó, sin embargo, para que su compañero evitara cualquier otro ataque dirigido a ellos.
Aina cayó arrodillada al lado de Tukaimon y, frenéticamente, lo tomó en sus brazos.
—¡Tukaimon! —lo agitó un poco —. ¡Tukaimon!
Pero no había tiempo para perder. El digimon probablemente necesitaba descansar, puesto que no había regresado ni a su forma bebé ni había desaparecido en datos, pero a Theo aun así le rompía el corazón ver a Aina tan aterrada.
Cuando por fin Dorugamon logró que Callismon desviara la mirada al lanzar uno de sus ataques, Theo la levantó por el codo.
—¡Tenemos que movernos! —le dijo. No planeaba ser rudo ni parecer desesperado, pero la situación los terminaría superando si se quedaban ahí. Ella lo miró a los ojos, luego a Tukaimon, y asintió, dejándose guiar hacia el lado contrario de donde habían estado. Su mano firmemente en la suya al pasar cerca de Callismon con el único propósito de intentar que el digimon no leyera ese movimiento.
Dorugamon lanzó un grito de batalla y se abalanzó contra Callismon una vez más. La batalla de fuerza realmente no servía ni siquiera como distracción, porque el enemigo solo tenía que tomarlo por los hombros para lanzarlo a un lugar diferente cada vez. Lo único constante era que parecía que sus ataques tomaban algo de tiempo para recargar.
Entonces,
—¡Volcan sónico!
—¡Gran Flama!
—¡Bola de nieve!
Desde una misma dirección, varios ataques a larga distancia golpearon al digimon enemigo desestabilizándolo. Probablemente fue como cuando lanzan un balde de agua fría a alguien, pero sirvió para sorprenderlo lo suficiente y distraerlo, y que Dorugamon pudiera alejarse lo suficiente de un salto.
—¡Ninjinken!
Rápido y certero, la silueta fue directo a combinar golpes contra la cabeza de su enemigo y saltando contra su pecho de regreso a su posición inicial para evitar un contraataque. Callismon resopló, fastidiado cuando su golpe no llegó a dar contra Turuiemon.
—¡Theo! ¡Aina! —Nesta salió de los árboles detrás de Mammothmon que venía abriéndose paso con su trompa —. ¡Respondan!
Aunque Theo apreciaba en silencio la llegada de los demás, no encontraba la manera de indicarles que necesitaban esconderse para elaborar un plan sin revelar su posición. Y, por cómo estaba Aina en ese momento, realmente prefería que se mantuviera así por un rato más. Por suerte, justo cuando Nesta empezaba a llamarlos de nuevo, T la sostuvo por el cuello de su camisola y la arrastró hacia atrás al momento que el digimon enemigo se reincorporaba, listo para apuntar su cañón contra ellos.
—¡No! —Dorugamon rugió y volvió a desviar el cañón, pero está vez de un cabezado para que disparara hacia el cielo.
—¿Pero qué es eso? Es gigante —dijo Myah corriendo a acercarse a T y a Nesta junto a Ren.
—Está pasando otra vez —comentó Ren, entre preocupado y pensativo, mirando su digivice —. Se llama Callismon. No hay más información.
—¡¿De nuevo?! —T se llevó una mano a la cabeza. ¿Qué rayos estaba pasando? Solo para que después un inesperado y antinatural destello de luz le hiciera cerrar un ojo. No solo le pasó a él, sino que Nesta, Myah y Ren también alzaron una mano cuando la luz se reflejó fastidiosamente en sus rostros velozmente —. ¿Qué diablos?
Los cuatro volvieron la mirada cuando se dieron cuenta que no se iba a detener, teniendo que utilizar a sus digimon de escudo.
—¿Eh? ¿Theo?¿Aina? —Nesta, que aparentemente era la menos corta de vista, notó primero.
Aina estaba usando la pantalla de su digivice para hacer un reflejo con un pequeño rayo de sol que se colaba entre los árboles para llamar su atención. Algo había pasado, al menos eso podían distinguir, pues que ella tomara la iniciativa aun cuando Youkomon no estaba involucrado se les hizo raro.
Aprovechando el tamaño de Mammothmon, que de pronto en poder era el único que parecía siquiera darle un poco de batalla a Callismon, se acercaron, logrando por poco evitar un ataque que se había desviado a sus espaldas.
—Así que aquí estaban —suspiró aliviada la rubia —. ¿Están bien?
—Bueno... —Theo dio una mirada de soslayo a Tukaimon en los brazos de Aina y los demás entendieron rápidamente —. Es muy fuerte, más que los Troopmon del otro día y éste no lo piensa dos veces para atacar. Definitivamente no podemos dejar que avance más.
—Si disparó contra ustedes... si nos dejamos ver, tal vez nos persiga —propuso Ren.
—Tendremos que dividirnos para confundirlo —concluyó T —. ¿Algún ataque que haga efecto?
Aina negó.
—Tukaimon no le hizo ni cosquillas, pero no parece tener tanto efecto en Dorugamon... al menos no el mismo efecto.
Nesta miró a los dos chicos.
—Quizá es por el atributo —comentó, aunque sonó como una pregunta.
Ren se llevó una mano a los labios, los sonidos de la batalla de fondo.
—Entonces solo Mammothmon y Dorugamon tienen una oportunidad real —murmuró.
Theo tragó saliva, eso quería decir...
—Nesta y yo atacaremos —dijo —. Primero lo guiamos lejos, luego atacamos. Aina, tú...
No quería decirlo, pero tenían que separarse. Ella tenía que ocultarse, ir con los demás y atender a Tukaimon. Simplemente era muy peligroso que se quedara ahí, ¿no?
Sin embargo,
—Iré con ustedes —ella dijo.
—Es muy peligroso —refutó Myah.
Pero Nesta intervino.
—No sabemos por qué nos sigue. Lo mismo pasó con los Troopmon, que solo se detuvieron cuando estuvimos todos...
—¿Entonces tiene que arriesgarse? —T cuestionó —. En todo caso, será una carga porque alguien tendrá que protegerla. Y si Theo y Nesta son los únicos que pueden hacer algo, entonces Theo no va a poder luchar con todo lo que tiene porque estará distraído.
—¡Hey!
—Yo la protegeré —mas eso no funcionó con Ren, que aunque había estado en silencio, no había dejado de analizar todas las opciones frente a ellos —. Jazardmon no puede hacer mucho de todas maneras, pero Nesta tiene razón en que si a todos nos sigue, entonces todos debemos estar aquí.
Aina asintió.
—No seré una carga —aseguró —. Apenas lo tengamos lejos de aquí, me alejaré de la batalla.
Hubo una pequeña pausa en la que todos miraron a Theo, como si él tuviera la última palabra, sea por la razón que fuere. Presionó los labios, tratando de pensar en qué hacer, o qué era lo más seguro. Al inicio solo se trataba de él y Aina, solo de ellos dos, pero luego fue Myah, y luego Dorumon, y ahora todos los demás...
Apretó los puños y tragó saliva. Quería protegerla, quería que se alejara lo antes posible.
La manzana no cae lejos del árbol.
La voz de su padre sonó como un eco en su mente, su rostro desconcertado cuando se volvió incapaz de alcanzarlo apareció como una centella, y Theo entonces asintió, relajando las manos.
T tenía razón, pero Ren también.
—Bien, entonces sigamos con ese plan.
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