VIII
—Así que este es el exterior.
—Ajá.
—No lo entiendo —la chica nueva, Myah, comentó. Estaba a unos pasos de distancia, pero Ren no sentía que había necesidad de girar —. Nos dijeron que era imposible sobrevivir aquí afuera.
Él se encogió de hombros, no le sorprendía en lo absoluto.
—Te mintieron —dijo, y un par de pasos después recordó cuántas veces Nesta le había regañado por ser cortante y decidió agregar: —. En parte.
La oyó suspirar y hacer una pausa. Sus pasos dejaron de oírse, por lo que él también se detuvo. A su lado, después de unos bocadillos, Kokomon había evolucionado en Lopmon y desde entonces Myah no lo había dejado tocar el suelo.
—¿En parte? —ella repitió, alzando ambas cejas y pareciendo sospechosa de su respuesta, solo para después suspirar de nuevo y mirar hacia arriba —. Si hasta el cielo es distinto...
Por inercia, él también miró hacia las nubes. No sabía cómo era el cielo dentro de las cúpulas, pero asumía que las barreras le devolvían el color celeste y lo despejaban, mientras que ahí afuera, sobre todo en la noche, los 1s y 0s parpadeaban esporádica y aleatoriamente al mismo tiempo que la atmósfera adquiría una tonalidad purpúrea con destellos verdosos, creando una apariencia casi antinatural y misteriosa.
Todavía cerca de los territorios de las cúpulas, él se atrevería a decir incluso unos kilómetros más al menos hasta el acantilado, la tierra seca y árboles muertos eran todo lo que se podía apreciar. Si no fuera por los datos que se escapaban de la tecnología del interior, ni siquiera los digimon más salvajes se acercarían.
Él suspiró, no sabiendo realmente cómo responder, y volvió la mirada al dispositivo en su mano. Hasta el momento, todo estaba yendo según lo planeado, pero el trayecto que marcaba el mapa todavía seguía siendo relativamente largo, especialmente en ese momento que Jazamon ya no tenía energías suficientes.
Podrían tomar un descanso, pero con solo dar una mirada a todo el caos, le preocupaba que los digimon sueltos los notaran o que algún agente extraviado los encontrara.
—¿Qué es lo que miras? —él se sobresaltó cuando Myah asomó la cabeza a su lado y casi soltó el digivice, logrando atraparlo al último segundo.
En sus grandes ojos azules vio un brillo de diversión, acompañada de las risillas de Lopmon y Jazamon, pero era obvio que no quería que su pregunta quedara en el aire.
Dio un paso atrás para tomar distancia y se aclaró la garganta.
—El digivice —contestó —. Tiene el mapa que nos llevará con los demás.
—¿Digi...vice? —y ella repitió, ajena al término, antes de sacar el suyo propio del bolsillo de su pantalón para observarlo —. ¿Así se llaman estas cosas?
Ren asintió y guardó el suyo para seguir avanzando.
—Así es, y debemos movernos rápido antes de que oscurezca más.
El silencio reinó por un buen rato, más de lo que a ella le gustaría y lo suficiente como para que Myah solo notara cuánto tiempo había pasado cuando empezaron a dolerle los pies.
Observó la espalda de Ren y luego alrededor una vez más. Las luces de las cúpulas le ayudaban bastante con la visión. Pero el mundo del exterior hasta ahora era... raro. Le costaba definir su primera impresión cuando parecía que todavía estaban muy lejos de donde debían estar. Asimismo, nunca se había percatado de la gran circunferencia que era la cúpula V.
—Oye, Lopmon —llamó al digimon en sus brazos.
—¿Hm? —la digimon inclinó la cabeza.
—¿Crees que puedas digievolucionar en algo con alas? Estoy agotada...
Lopmon pareció pensarlo un rato, una de sus patitas yendo a parar a su barbilla.
—Ni idea.
Myah rió un poco y luego volvió a mirar a Ren. Había una pregunta que todavía estaba picándole en la lengua.
—Y entonces, dijiste que había estado viviendo en un paraíso —ella intentó llamar su atención, aunque solo Jazamon a su lado volteó en su dirección —. ¿Te importa explicar?
—Tú misma lo dijiste hace un rato —él contestó, subiendo una pequeña montaña de tierra que se había formado —. Es casi imposible sobrevivir aquí afuera, al menos comparado con ustedes. No tenemos comida fácil, ni una barrera que evite a los digimon. Ni siquiera construcciones estables. Aceptaste tan simplemente venir, mas no sabías nada de eso.
Myah se sintió atacada, cuando era él quien le había dado a entender que no tenía opción, pero no tuvo tiempo de defenderse, pues él continuó:
—Aunque no es como que tu papel de elegida te hubiera permitido quedarte.
—Elegida... También lo mencionaste antes, ¿no? ¿Qué es eso?
Hubo unos segundos más de silencio, exactamente mientras terminaban de rodear con cuidado lo que parecía ser la parte externa de la plataforma de la cúpula. Jazamon se asomó y cuando pareció que no había ningún peligro, le hizo una seña a Ren.
—Yo tampoco lo sé con exactitud —él terminó respondiendo cuando ella empezaba a creer que la había ignorado —. Me dijeron que lo explicarían cuando estuviéramos completos.
Eso la hizo parpadear.
—¿Hay más elegidos?
Y esta vez él sí la miró, con el ceño fruncido, casi ofendido. Por fin deteniéndose después de todas esas horas de caminata.
—¿No dije que los estábamos buscando?
Myah frunció los labios al instante. En su defensa, no había sido específico. Mas eso no pareció importar mucho cuando otra voz se escuchó, haciéndola saltar por el susto.
—Te tomaste tu tiempo.
Pero Ren no se alteró en lo absoluto. Todo lo contrario, solo se encogió de hombros.
—Hablar y caminar toma más esfuerzo de lo planeado.
Myah abrió los labios, ¿le estaba echando la culpa? Vaya osadía.
Como sea, al volver la mirada hacia donde parecía que había venido la voz, se encontró con un chico bastante más alto que ella, de ropa oscura y cabello gris. No solo eso, también tenía un digimon a su lado y además...
—¿Myah?
Myah jadeó cuando Theo apareció también, detrás del desconocido. Su semblante era de pura sorpresa, mucho más que la de ella, pues aunque sabía que estaba involucrado de alguna forma, no esperaba encontrarlo ahí afuera.
Y él seguramente no esperaba verla de nuevo bajo ninguna circunstancia. Así que, con una sonrisa aliviada, ella corrió hacia él para darle un rápido abrazo.
—¿Estás bien?
—¿Qué estás haciendo aquí? —ambos preguntaron al mismo tiempo.
Theo sonrió entre avergonzado y divertido. Myah no tenía manera de saber lo que estaba pensando, pero fácilmente podría ser porque ambos tenían un aspecto desaliñado.
—Es una larga historia —él se encogió de hombros y se hizo a un lado, mostrando a un pequeño digimon de color morado.
Ella rió y alzó a Lopmon, quien saludó con sus patitas.
—Me puedo hacer una idea.
T observó a los nuevos, quienes al parecer se conocían desde antes, ponerse al día antes de volver la mirada a Ren. Como era de esperarse, también estaba ligeramente conflictuado.
—¿También apareció en el tuyo? —preguntó.
Él asintió.
T suspiró y sacó su digivice solo para evaluar la situación. Un tercer punto había aparecido, pero a diferencia de los otros dos que ahora estaban a su lado, éste no solo estaba mucho más alejado, sino que por el camino difícil.
—Eso quiere decir que ella también lo vio, ¿no?
Ambos se miraron unos segundos en silencio, y de pronto exhalaron como si en ese mismo instante se hubieran cansado todo lo que no se habían cansado en el viaje que habían hecho desde el cuartel hasta ahí.
Aina fue dejada dentro de su habitación cuando terminaron sus pruebas de ese día. Por suerte, la persona que limpiaba no había reparado en el pedazo de papel escondido en el pestillo. La puerta había quedado aparentemente cerrada, pero cualquiera podría fácilmente jalarla o empujarla para abrirla si quisiera.
Y ella no había cambiado de opinión.
Esperó a que no hubiera nadie en el pasillo y a estar segura que estuvieran centrados en otro recluta para tomar un bolso en el que había guardado algo de comer y salió corriendo, cerrando la puerta bien detrás de ella.
De algún modo había logrado memorizar el camino, o quizá solo estaba siguiendo su instinto. Ya no le importaban las cámaras de vigilancia, pero igual se detuvo frente a la ventanilla para ver si había alguien adentro y cuando se aseguró de que no era así, entró.
Tukaimon ya estaba volando dentro de su jaula.
—No creí que en verdad volverías —él le dijo.
Aina sonrió, aunque pasó de él hacia la mesa con los muchos botones y palancas.
—No me gusta romper promesas —su mirada se mantuvo fija en la consola y antes de que Tukaimon pudiera indicarle qué presionar, ella ya había desactivado su barrera, sorprendiéndolo y y confundiéndolo. No era normal. Sin embargo, Aina suspiró. Era como si los exámenes y pruebas de los recientes meses habían servido de algo —. Y yo creí que esas preguntas no tenían sentido.
Luego se dirigió hacia donde estaba el dispositivo que le había mostrado un mapa, el cual se encendió al momento en el que la tuvo al frente. Las pequeñas herramientas ya no estaban esparcidas sobre la mesa, probablemente porque se habían rendido y ella estiró la mano para tomarlo, deteniéndose solo por dos segundos.
Realmente, ¿qué tanta era la probabilidad de volver a su hogar por sí sola? ¿La acusarían de algo por liberar a Tukaimon y llevarse el aparato?
Agarró el objeto y el mapa apareció.
Bueno, ya no había vuelta atrás.
Tukaimon la esperaba en la puerta, volando con impaciencia de arriba a abajo, pero Aina se detuvo frente a los otros digimon. Las pantallas ahora mostraban más porcentaje que el día anterior.
—Si los desconectas, lo sabrán —Tukaimon dijo —. Nos hallarán más rápido.
Ella tragó saliva. Lo sabía, no era factible. La hacía sentir fatal, pero...
Aina asintió.
—Vamos.
Aina y Tukaimon se deslizaron por los pasillos de las instalaciones, tratando de seguir el camino marcado en el mapa digital que llevaban. Sin embargo, la dificultad real no residía en la orientación, sino en el constante juego del gato y el ratón con los investigadores y agentes que pululaban por los pasillos. No se habían dado cuenta de su escape todavía, pero pronto lo harían.
Continuaron con su trayecto tratando de no pensar en eso y el dispositivo los llevó a una salida de emergencia, o lo que solía ser una salida de emergencia, pues estaba en un ala básicamente abandonada de la instalación en donde ya no habían cámaras funcionales ni espacios ambientados para lo que sea que hicieran con sus investigaciones. Asimismo, la puerta era grande y de metal viejo, con manchas marrones por la humedad, tanto que por un segundo Aina pensó que el seguro incluso estaría sellado por el óxido. Como sea, no tuvo tiempo de analizarlo cuando una alarma empezó a sonar entre los pasillos, extendiéndose hasta el patio.
—¿Qué está pasando? —Tukaimon preguntó, pero Aina no lo dejó asomarse hacia el pasillo que conectaba las instalaciones.
Los habían descubierto.
Sus manos se mancharon de los residuos cuando intentó empujar la puerta, mas no fue hasta que apoyó todo su cuerpo, seguramente rasgando hilos de su suéter guinda con las acumulaciones de material oxidado, que pudo moverla con ayuda de Tukaimon.
Los recibió una escalera vieja en forma de zigzag, en la completa oscuridad, la cual no tuvieron mucho problema en usar gracias a la luz del dispositivo. La misma los llevó a una entrada, o quizá salida, de un túnel subterráneo. Habían cintas que impedían el acceso y quizá solo habían intentado hacer otra vía de comunicación entres las cúpulas, pero Aina no pensó en muchas teorías cuando se decidió a seguir su trayecto.
—¡No puedo esperar a estar afuera! —Tukaimon comentó, adelantándose un poco.
Aina sonrió e iluminó el túnel.
—¿Cómo terminaste ahí? —ella quiso saber.
Tukaimon emitió un "hm" pensativo, siendo solo los pasos en la tierra de Aina lo único que sonó por un rato. Luego, el digimon volvió para mirarla.
—Estaba afuera y de pronto ya no.
Aina no pudo no reír.
—¿Así de simple?
—Di pelea. Tenían unas redes raras.
—¿Fue cerca de aquí?
—La verdad no-...
¡Paf!
Lo que sea que Tukaimon iba a decir no pudo terminarlo, porque un ruido sordo lo interrumpió. Ambos se detuvieron. Frente a ellos tenían que doblar en una esquina, pero de la parte que no tenían ángulo de visión algo había caído cual saco de papas.
Aina elevó lentamente la luz del dispositivo, solo para encontrar un agente caído. Hubiera retrocedido o gritado, pero no solo el shock no se lo permitió sino que cuando movió el dispositivo un poco, iluminó otro cuerpo y luego otro.
—¿Qué pasó aquí? —Aina tragó saliva y caminó rodeando los cuerpos.
Y entonces,
—Oh, no te preocupes, solo están tomando una siesta —la voz de otra persona, una chica, prácticamente hizo que se le cayera el alma a los pies. Aina rápidamente movió la linterna, solo para encontrar el destello de un largo cabello rubio cenizo. La dueña de la voz se había llevado una mano a la cara para tapar la luz —. ¡Ah, mis ojos! ¡Bakumon, ayúdame!
—Je, je, cuidado te tropieces —respondió el digimon detrás de ella, que tenía forma de un tapir bebé.
—¡Por eso te pedí ayuda!
Aina bajó la luz un poco, solo para no apuntarle directamente a la cara, y observó a la muchacha. Una camiseta sin mangas, unos pantalones viejos... Definitivamente no trabajaba ahí, pero eso no quería decir que podía confiar en ella.
—Ujum —la chica se aclaró la garganta —. Te estábamos esperando, mi nombre es Nesta y-...
—¿Por qué lastimaste a estas personas? —Aina la interrumpió, dando un paso discreto al lado para rodearla.
Nesta infló las mejillas.
—No los lastimamos, va en contra de las reglas —ella contestó —. Bakumon solo les dejó descansar.
Como planeado, uno de los agentes tirados soltó un quejido y otro hizo una mueca. Aina frunció el ceño. Tukaimon no se preocupó mucho por lo que estaba pasando.
—No parecen estar teniendo dulces sueños.
—Dulces sueños... Dulces pesadillas... Es lo mismo. Me enviaron a por ti, has recibido el honor de ser una elegida y... —se detuvo cuando se dio cuenta que Aina ya se había alejado unos metros —. ¿Eh? ¡Espera, ¿a dónde vas?!
La chica llamada Nesta corrió para alcanzarla, lo que solo hizo que Aina caminara más rápido.
—No estoy interesada.
A Nesta casi se le cae la mandíbula.
—¿Huh? ¡No puedes no estar interesada, te están buscando allá arriba, ¿sabes?!
Aina no detuvo su paso y tampoco volvió a mirarla.
—Con más razón. Tengo que llegar a la V antes que me atrapen —dijo sin la intención de explayarse, lo que pareció que funcionó porque de pronto la chica se detuvo otra vez.
—¿La V? —repitió, meditabunda, arrugando la nariz por el hedor del subterráneo —. Qué coincidencia, mis amigos están viniendo de ahí...
Y eso hizo que Aina frenara en seco.
—¿Tus amigos...?
Nesta asintió y del bolsillo de su pantalón sacó un dispositivo casi idéntico al que Aina había encontrado, con la diferencia de que los detalles eran en color amarillo en lugar de lila. Éste de pronto mostró otro mapa, con diferentes puntos marcados, dos de un lado y cuatro a una distancia relativa.
—Sí, mira ellos vienen de ahí.
—¿Y saben si está bien? —Aina no pudo evitar preguntar —. En general, me refiero.
—Te lo estoy diciendo, tienes que venir conmigo... —Nesta volvió a arrugar la nariz al insistir —. Ugh, ¿qué huele tan mal?
El llamado Bakumon se encogió de hombros a la pregunta. Tukaimon, que se había detenido, volvió a avanzar, instándola a seguir.
Aina pensó si podría activar ese mapa en su propio dispositivo. Si les daba el encuentro a esas personas podría hacerse una idea de qué esperar al llegar a la cúpula V.
Pero, ¿valdría la pena?
Lo pensaba mientras caminaba, y al mismo tiempo Nesta la seguía de cerca. Ninguna se percató de la forma que había empezado a arrastrarse detrás de ella, ni del gas verdoso que comenzaba a obstaculizarles la visión.
Quienes sí se dieron cuenta, sin embargo, fueron Tukaimon y Bakumon, que compartieron una mirada cuando ambos creyeron que el gruñido gutural que habían creído lo hizo el otro.
—¡Tenemos que salir de aquí! —exclamó el digimon morado y tomó de la mano a Aina para jalarla.
—¡Eek, Nesta corre!
Ambas chicas apenas pudieron preguntar qué pasaba cuando una bomba de lodo golpeó el lugar en el que segundos atrás habían estado.
Lo que apareció seguidamente fue un digimon de tamaño regular. Su cuerpo gris parecía derretirse, tenía dientes y garras, y parecía que se había fusionado con parte de lo que ese túnel solía ser.
Aina se dio cuenta entonces que si había una razón por la que habían dejado ese lugar, era ese digimon.
—¡Es un Raremon! —Bakumon dijo.
Nesta chasqueó la lengua.
—¡Qué inoportuno! ¡Bakumon, prepárate!
—¡Sí!
Con solo mover el dispositivo de un lado al otro, éste emitió una luz que rodeó a Bakumon. Su cuerpo creció y cambió de color.
—¡Bakumon digievolves... Baluchimon!
Baluchimon, que parecía un animal que Aina había visto en alguno de sus libros de historia, se lanzó al ataque exclamando "¡Cadenas psíquicas!". Estas cadenas restringieron el movimiento del Raremon, pero en lugar de quedarse expuestas, parecieron fundirse en su cuerpo.
—¡¿Qué estás haciendo?! —Tukaimon llamó su atención al ver que se había quedado paralizada —. ¡Tenemos que irnos!
—¡Pero...! —Aina dudó. No sabía si Baluchimon podría solo. No quería ir con Nesta, pero eso no significaba que pudiera abandonarla sola o a los guardias inconscientes ahí.
Nesta, sin embargo, solo sacudió una mano, restándole importancia al asunto.
—¡Será más rápido así, vayan!
Aina guardó silencio, pero terminó asintiendo, antes de empezar a correr, tomando a Tukaimon entre sus brazos.
Mas cuando estuvo por girar en otra esquina, otra bomba de lodo golpeó justo frente a ella. No, no era una bomba de lodo, se dio cuenta, sino otro Raremon.
—¡Qué raro, estos digimon normalmente son solitarios! —Tukaimon dijo, aleteando frenéticamente a su lado.
Aina retrocedió un paso, luego otro, a medida que el Raremon empezaba a acercarse a ella. Asimismo, podía sentir pedazos de tierra desprenderse cada vez que Baluchimon o el otro Raremon atacaba.
—¡Cuidado!
—¡Ah!
Raremon intentó taclearla otra vez. Aina cayó a un lado mientras que Tukaimon empezaba a lanzar bolas de fuego indiscriminadamente. Su corazón estaba latiendo fuertemente y estaba asustada, muy asustada.
Aina miró hacia la salida. Con ellos distrayendo a los Raremon quizá podría salir y conseguir ayuda, pero...
Pero, ¿luego qué? ¿Tenía la certeza de que la regresarían a la cúpula V? ¿Rompería su promesa de liberar a Tukaimon?
Presionó los labios y el recuerdo de su persona más preciada apareció como un flash en su mente. Su cabello castaño, sus ojos ambarinos acompañados de una sonrisa tan dulce...
Theo...
Apretó el dispositivo en su mano. No. No podía arriesgarse a ser reclutada de nuevo.
Una luz salió disparada, entonces, envolviendo a Tukaimon tal y como pasó con Bakumon. 0s y 1s comenzaron a reunirse a su alrededor y Aina volvió la mirada a su mano. La pregunta "¿quieres volver?" volvía a destellar en su pantalla como la primera vez que lo vió, como reafirmando sus sentimientos.
No había nada que reafirmar.
Aina elevó el dispositivo y lo apuntó a Tukaimon.
—¡Tukaimon!
—¡¿Eh?! —el digimon fue tomado por sorpresa —. ¡Tukaimon digievolves...!
Las luces y los números lo rodearon. En un instante, su cuerpo no solo creció, sino que también cambió, pasando a ser el de un hermoso zorro con nueve colas.
—¡Youkomon!
Aina logró oir una exclamación de Nesta desde el fondo del túnel, mas no logró entender lo que dijo. Youkomon se observó a sí mismo, y luego la observó a ella antes de ponerse en posición de ataque. Del fuego de su cola se desprendieron flamas, más grandes que las que lanzó como Tukaimon, que golpearon directamente al Raremon.
El digimon apestoso pareció fastidiado más por la luz que por que fuera literalmente fuego. Lanzó un grito que seguramente se oyó hasta en los primeros pisos de las instalaciones solo para después empezar a soltar más bruma verde.
—¡Tenemos que irnos! —oyó a Nesta. La chica venía montada en Baluchimon cual caballo —. Será un problema si deciden fusionarse.
—¿Cómo? —Aina inquirió, no entendiendo a lo que se refería.
Youkomon apareció un segundo después tras lanzar un ataque distinto.
—Pueden evolucionar de ese modo —explicó, su voz más tranquila, a diferencia del toque malicioso que tenía Tukaimon, y la instó también a subirse sobre él.
—¿Pero qué pasará con los agentes? —Aina preguntó, mirando atrás.
—Ya están despertando, créeme —Nesta contestó mirándola a los ojos con seriedad. Aina no la conocía de nada, pero tenía la sensación de que solo le estaba diciendo eso para no decir que ya habían llamado refuerzos.
Con Youkomon permitiéndole montarlo, los cuatro tuvieron que forzar la salida cuando ni locos iban a forcejear con la gran puerta metálica que obstruía el paso. Varios pedazos de tierra cayeron a sus alrededores, algunos incluso golpearon a los Raremon que no querían dejarlos ir.
Esto, casi por suerte, resultó ser una ayuda, ya que apenas ellas salieron, la tierra empezó a caer más y más hasta formar un desnivel en la cúpula y tapar el hoyo.
Ambas cayeron agotadas y sus digimon volvieron a ser los de antes... A excepción de Tukaimon, que ahora parecía un conejo con colmillos.
—Tengo mucha hambre —dijo, dejándose caer de costado. Aina, casi sin aliento, solo pudo reír un poco.
Nesta le sonrió y tras levantarse, le extendió una mano. La luz del cielo casi nocturno hacía contraste con su cabello y piel canela.
—¿Vienes, entonces?
Aina no respondió al instante y la pregunta se quedó en el aire, pues de pronto, tras un fuerte rugido, la tierra bajo sus pies empezó a temblar y a agrietarse.
Vaya que esas cosas eran tercas.
Sin embargo, antes de que pudieran empezar a correr otra vez...
—¡Dorugamon, ahora!
El corazón de Aina sonó fuertemente en sus oídos y múltiples piedras, o lo que sea que fueran esas cositas plateadas redondas, empezaron a caer tan rápido como balas, atravesando por las grietas, levantando polvo y golpeando al Raremon que osaba intentar salir.
Su cabello se agitó con las ondas de fuerza y se vio obligada a cubrirse con el antebrazo para que nada le cayera a los ojos, pero aunque todo pasó velozmente, su mente lo había empezado a registrar en cámara lenta con solo oír su voz.
¿Qué hacía ahí? ¿Cómo había llegado ahí? ¿También tenía un digimon? ¿Los amigos de Nesta lo habían buscado?
—¿Theo...? —lo llamó, primero casi en un susurro, incrédula, y luego alzó la voz —. ¡Theo!
Theo escuchó su voz, pero la densa nube de polvo le impedía ver mucho más allá. Lo sabía. Era ella. ¿Qué estaba haciendo en la cúpula II? No tenía ni idea, pero esa vieja cinta rosa en su cabello que en algún cumpleaños le había obsequiado era inconfundible aun cuando solo las luces lejanas del interior la iluminaban.
Aina estaba ahí. Aina lo necesitaba. ¡Aina!
—¡Theo! —y entonces, el polvo empezó a disiparse, o tal vez solo fue su percepción, porque por fin logró distinguir su figura a unos cuantos metros de distancia con un pequeño digimon de orejas largas y puntiagudas a su lado.
—¡... Aina!
Ella también se quedó mirando, quieta como si temiera solo estar imaginando. Una mezcla de intensa alegría e incredulidad destelló en sus ojos lila, lo que, él estaba seguro, era solo un reflejo de su propia expresión. Sin pensar, Theo corrió hacia ella, dejando atrás a un perplejo Dorugamon, y la rodeó con sus brazos apenas tuvo la oportunidad.
Aina abrió la boca para decir algo, cualquier cosa, pero no pudo pues el nudo de su garganta se había deshecho y ahora su visión estaba completamente empañada. Solo atinó a devolverle el abrazo, tan fuerte como sus brazos se lo permitieron.
—... Aina —Theo repitió en un susurro cargado de un alivio inigualable —. Finalmente, de nuevo... Aina...
Las palabras se cruzaron en su mente. Tantas cosas que quería decir, mas lo único claro que podía formular era su nombre. Su nombre, que ahora parecía ser la representación de todo lo que habían pasado estando separados hasta ese momento.
—Theo... —ella logró decir con la voz entrecortada —. Te extrañé... Te extrañé tanto...
Él asintió, comprendiendo a la perfección la profundidad de ese sentimiento. Temía que cualquier movimiento brusco pudiera romper ese momento, que cualquier cosa de la nada apareciera para alejarla de sus brazos otra vez. Ese miedo y la incredulidad se aferraban a sus otras emociones, haciéndole pensar que quizás todo era un sueño; sin embargo, sabía que debían empezar a moverse antes de que el polvo terminara de disiparse. Esos chicos que de algún modo lo habían llevado a ella, T y Ren, seguramente querrían matarlo, y Myah, a quien había dejado como distracción, no iba poder hacer mucho al respecto.
Se separaron lo suficiente para mirarse a los ojos. La realidad de que estaban juntos de nuevo tomándose su tiempo para hundirse lentamente en sus corazones.
Sintió su pecho burbujeante y no pudo luchar contra la sonrisa que se formó en su rostro cuando la atrajo ligeramente hacia él.
—¡Está vez sí pude hacer algo!
Aina soltó una pequeña risa, limpiándose los ojos con la manga del suéter de su mano libre. No estaba segura de a lo que se refería, pero no pudo evitar contagiarse de esa emoción cuando su expresión se iluminaba tan bellamente, manteniendo firme el agarre de sus manos aún entrelazadas.
Los 0s y 1s del cielo, ahora más visibles a medida que el polvo se disipaba, parecían titilar con una luz especial, como si también quisieran celebrar su reencuentro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro