
Veintinueve | Donkey Kong
Antes de empezar, le doy las gracias a @AromDivad por ayudarme con el diseño y planteamiento de las pruebas de los próximos capítulos (y por su conocimiento en videojuegos, lol). Ya les dejo con el capítulo, espero que les guste:
"Mi sueño era ser libre. Ahora que estoy encerrada comprendo lo que significa.", Sombra&Luz
El suelo del claro comenzó a hundirse de una manera vertiginosa y, con él, los chicos se desestabilizaron mientras veían cómo a su alrededor las paredes de tierra y roca ascendían para alejarlos del nivel del suelo. Tai clavó los pies en la tierra y separó los brazos de su cuerpo para no caerse como le había pasado a la mayoría de los demás, y observó el panorama todavía asombrado por la sorpresa. El ruido de aquel enorme disco de tierra hundiéndose en el subsuelo parecía ensordecedor, pero aun así logró distinguir los gritos y quejas de algunos de sus amigos. Desde su posición, pudo ver cómo Davis se caía hacia detrás y casi colisionaba su cráneo contra una de las rocas del claro. Izzy se aferró con fuerza a su brazo desde el suelo para intentar estabilizarse y ponerse en pie de nuevo, y Tai lo ayudó como pudo al ver el gesto fruncido y estupefacto del pelirrojo, que observaba su alrededor intentando adivinar lo que ocurría. Su poder se activó en ese momento, y el elegido del Conocimiento pudo ver delante de él cómo la información llegaba hasta su cerebro con tan solo desearlo: "Pruebas finales. Primera fase: llegar a la cueva. Teletransportación. Mimi."
Pero una voz desde algún lugar de su mundo hizo que se obligara a prestar atención al presente:
–Bienvenidos a la primera fase del grupo de pruebas que os llevarán al final de esta aventura –Izzy reconoció al instante la voz distorsionada de aquel que ya se había puesto en contacto con ellos antes y que, según sus propias palabras, los había llevado hasta allí–. Como habréis comprobado, el suelo bajo vuestros pies parece hundirse de manera infinita. Pero, creedme, se hundirá de manera finita y acabará estrellándose como si fuera un ascensor al que le han cortado los cables y las poleas de sujeción –la atención de Izzy y Tai sobre esa voz no se desvió siquiera al escuchar el grito desesperado de Mimi cerca de ellos–. No os preocupéis. Estoy seguro de que, con los poderes que os he concedido, podréis salir de ahí en tan solo un instante –Izzy miró a su alrededor con el ceño fruncido y buscó a Mimi con la mirada al comprender que era la única que podía sacarlos de ahí, y que ese hombre se los estaba indicando. Llamó la atención de Tai golpeándole el brazo con una mano y le señaló a su amiga. Tai pareció entenderlo–. El único inconveniente es que el lugar al que tenéis que ir tan solo aparecerá ante vosotros durante dos segundos con treinta y cuatro milésimas, y tenéis que estar muy atentos si queréis salvaros. Aparecerá la entrada de una cueva en las paredes de tierra a vuestro alrededor, y tendréis que adentraros ahí para avanzar a la siguiente fase. Si es que la ve quien tiene que verla, claro. Tenéis un minuto para prepararos.
Tai corrió hasta Mimi e Izzy lo imitó.
–¡Chicos! –Gritó Tai a su lado– ¡Todos, rápido, tenemos que tocarnos ya!
Los demás obedecieron sin rechistar, pero Mimi parecía tan asustada que no sería capaz de ver aquella cueva que el hombre les decía que aparecería. Izzy le agarró la cara con las dos manos para que tan solo lo mirase a él, y pudo encontrarse con sus ojos del color de la miel derramando lágrimas de terror. La miró con toda la determinación que pudo para intentar tranquilizarla mientras los demás se pegaban a ellos y a Tai. El pelirrojo ignoró las manos que se aferraban a su cuerpo.
–Mimi, escúchame –gritó para que lo oyera por encima del ruido de aquel enorme disco hundiéndose en la tierra–. Tranquila. Mírame. No vamos a morir, ¿de acuerdo?
–¡Estoy muy asustada! –Sollozó sin apartar la mirada de sus ojos oscuros.
–Lo sé, Mimi. Yo también lo estoy. Pero necesitamos que nos saques de aquí porque eres la única que puede hacerlo –Mimi tragó saliva y asintió la cabeza con énfasis–. Necesitamos que mires a las paredes de tierra para que, cuando veas la cueva, nos teletransportes hasta ella. Solo tú puedes hacerlo.
Mimi se le quedó mirando con el labio inferior temblándole y la cara empapada en lágrimas. Por un segundo, pudo notar que su corazón le bombeaba con tanta fuerza que amenazó con escapársele del pecho, así que se agarró con fuerza a las muñecas de Izzy, que continuaba aferrado a su cara mojada y, tratando de respirar con más calma, se quedó en sus ojos negros para buscar en ellos la templanza que los suyos castaños no tenían. Cuando la encontró, apartó las manos del chico de su cara, apoyó una de sus manos en su nuca y, sin pensarlo, lo atrajo hacia sí y lo besó. Era un beso distinto al que ya le había dado, cargado esta vez de nervios, adrenalina y éxtasis y que nada tenía que ver con el suave y tierno que le había dado mientras dormía. Esta vez, con Izzy despierto, el chico pudo decidir si apartarse o no y, al contrario de lo que ella hubiera esperado, él le correspondió moviendo los labios al son de los suyos con la misma intensidad con la que le había mirado segundos antes. Ninguno de los dos pudo notar la expresión estupefacta de Sora aferrada a Izzy, pero sí pudieron notar cómo Tai los separaba de golpe.
–¿Creéis que es momento para esto? –Les recriminó, pero ellos tan solo se miraban con expresión confusa y con la respiración acelerada– ¡Se acaba el minuto!
Mimi reaccionó por fin ante el grito de su amigo e inspeccionó su alrededor en busca de la cueva, con una templanza y una concentración que parecía que su amigo Izzy le había transmitido a través de aquel beso.
–Estamos todos, ¿verdad? –Preguntó Joe a su espalda, mientras inspeccionaba con cuidado el claro en busca de alguno de ellos extraviado. Solo pareció convencerse cuando no vio a nadie lejos del corro que habían formado y cuando se dio cuenta de que incluso Pelumon se había pegado a ellos– Estamos todos –confirmó.
Mimi pudo ver la cueva entonces, en un instante tan veloz que por un momento creyó que se lo había imaginado. Impulsiva, se los llevó de allí y aparecieron todos dentro de la cueva. Algunas luces iluminaron de pronto el lugar, y Yolei se asomó con cuidado por la entrada de la cueva para ver cómo el claro continuaba descendiendo a gran velocidad. Dio gracias por no encontrarse aún encima y se dio la vuelta para ver que las paredes de aquel sitio no eran de tierra sino de un frío metal que también cubría el suelo que pisaban. Sora miró a Mimi, incrédula, y esta le devolvió la mirada confusa tras apartarla de Izzy, que tampoco se terminaba de creer lo que acababa de ocurrir. La chica se separó de él y se acercó a Sora, que cerró los labios y tragó saliva.
Al fondo de la cueva, que no era más que un pasillo alargado, la pared se encendió en lo que parecía ser una pantalla que comenzó a emitir ceros y unos hasta captar la atención de todos.
–Bien hecho, Elegidos –habló la misma voz.
–¿Se puede saber quién eres? –Davis cerró un puño con fuerza.
–Es el hombre que nos trajo hasta aquí –respondió Izzy, al parecer ya devuelto, de nuevo, al presente–. Mimi y yo vimos una pantalla parecida en la torre y nos lo explicó todo.
–Acabáis de pasar la primera prueba –continuó la voz, fría, robótica y monótona. Todos se callaron para escuchar con atención–. Si os acercáis lo suficiente, podréis ver que a cada lado de esta pantalla hay una puerta. La puerta que hay a vuestra izquierda conecta con la siguiente fase, y la que está a vuestra derecha es a la que pueden acceder los que no participen en ella. Las normas del juego son sencillas y en breve las explicaré, pero antes me parece oportuno que veais una cosa.
–¿Dónde está Olympia? –Se dio cuenta Sora. Todos miraron a su alrededor, pero la chica no estaba por ninguna parte.
–No te preocupes, Elegida del Amor. Enseguida os mostraré dónde está Olympia.
–¿No se habrá quedado en el claro? –Sobresaltada, se dirigió corriendo a la entrada de la cueva para asomarse y ver si veía a su amiga, pero la plataforma ya había descendido tanto que no conseguía ver nada.
–Estoy seguro de que nadie se quedó atrás –dijo Joe, que cada vez estaba menos convencido de sí mismo.
–Olympia está bien –aclaró la voz–. En esa plataforma ya no queda nadie, te lo aseguro.
Matt instó a Sora a creer en esa voz y ella, dudosa, accedió.
–Enseguida os mostraré dónde está –repitió–. Antes, estad atentos a las imágenes que os voy a mostrar.
Los códigos binarios desaparecieron y, en su lugar, una imagen de Sora de meses atrás apareció. Se encontraba en su apartamento, con ropa cómoda y corta debido al calor del verano y la máquina de coser frente a ella. A un lado de la mesa había colocado el teléfono y lo llevaba en manos libres mientras trabajaba en un diseño nuevo.
–Claro que no hay problema, Mimi –decía la Sora del pasado con un alfiler entre los labios–; puedes quedarte en nuestra casa cuando quieras. Tenemos una habitación libre. No es muy grande, pero si solo van a ser unos meses creo que podrás soportarlo –se quitó el alfiler de la boca y marcó la tela con él.
La Sora del presente miró a Mimi con expresión de pánico, y esta simplemente se atrevió a bajar la cabeza. Preocupada, su amiga se acercó hasta ella y le colocó una mano en el hombro.
–Thank you! Espero que a Oly no le importe –respondía la Mimi del pasado.
–Ya te dije que está encantada de que vengas –sonreía la pelirroja–. Pero déjate de tanto misterio y dime qué es eso tan importante que tienes que decirme –puso la máquina en marcha y movió la tela con cuidado y firmeza–. ¿Te vas a quedar solo unos meses?
–¡Es importantísimo que nadie escuche esto, Sora! ¿Seguro que no hay nadie contigo?
–No, Mimi. Olympia no está, y creo que el FBI tiene cosas más importantes que escuchar lo que tienes que decirme –bromeó.
–¡Lo dudo! –Rio al otro lado del teléfono y Sora la acompañó– Pero está bien. Espero que no estés bebiendo nada ahora mismo.
Sora frunció el ceño y rebuscó en su cajita de hilos.
–¿Por qué?
–Porque no quiero que lo escupas –bromeó.
–Mimi, venga ya –reía Sora–. Antes de que la NASA conecte con nuestra conversación.
–O.K., O.K.
–¿Por qué vas a volver a Japón en septiembre y por qué tiene que ser un secreto de Estado? –La apremió.
–¡Porque tengo que planear mi boda! Surprise!
La Sora del pasado detuvo la máquina y miró el teléfono, boquiabierta. En el presente, todo el grupo había adquirido la misma expresión de asombro para mirar a Mimi y a Izzy. El pelirrojo no había despegado la mirada pasmada y confusa de la pantalla al fondo, a la que los códigos binarios volvieron para dejar atrás la imagen de la Sora del pasado. Mimi se mordió el labio con fuerza y miró al chico, pero él no fue capaz de apartar la mirada de ahí. Sora se llevó una mano a la cabeza al darse cuenta de que Mimi había besado a Izzy sin que él supiera nada acerca de su futura boda, y los demás parecían tan estupefactos como el propio Izzy.
–¿Qué ha sido eso? –Le susurró Tai a Mimi. La chica se llevó las manos a la cara, pero las devolvió a los costados de su cuerpo con velocidad cuando el pensamiento veloz de que tenía que hacerse cargo de sus actos llegó hasta ella.
–Izzy, lo siento –habló–. Eso era lo que tenía que decirte. Te dije que teníamos que hablar cuando saliéramos de aquí y...
–Y ahora lo has convertido en el hazmerreír del mundo entero –la interrumpió la voz, en un tono completamente indiferente a lo que decía.
Izzy bajó la cabeza con la misma expresión atónita.
–¿Por eso volviste a Japón? –Se atrevió a susurrar– Para planear tu boda. ¿Por qué no me lo dijiste antes? –Su voz sonaba tranquila, aunque su expresión y sus ojos incapaces de mirarla decían lo contrario. Abrió la boca para continuar hablando, pero tuvo que cerrarla al darse cuenta de que se sentía más estúpido de lo que alguna vez pensó que se sentiría. Se dio la vuelta para enfrentar al grupo, que lo miraba con una compasión que tan solo le transmitía más vergüenza y rabia– ¿Quién más lo sabía?
Sora negó con la cabeza.
–Solo me lo dijo a mí porque quería quedarse en mi casa –explicó–. Tenía pensado decirlo en la reunión que íbamos a hacer el día siguiente de que ella llegara... pero entonces empezamos a desaparecer y aparecer en este mundo.
–Izzy, lo siento –repitió Mimi.
–¿Por no decirme que te casabas o por besarme dos veces? –Soltó– Tienes que estar muy segura de que Michael te quiere mucho si has decidido besarme dos veces sabiendo que seguramente lo haya visto todo.
–¿Cómo sabes que es Michael?
–¿Quién sino? –Frunció la cara– Debí haberlo imaginado antes.
Mimi no se atrevió a responderle. La tensión que se había generado alrededor de ellos tres era más que notable, y las expresiones continuaban turnándose entre el asombro, la compasión y la incomprensión ante los actos de Mimi. La voz en la pantalla habló:
–La sinceridad siempre ha sido clave en cualquier amistad. En el amor ocurre algo parecido, aunque a veces hay que ser muy valiente para ser sincero. Un corazón demasiado puro, en ocasiones, puede dejarse llevar más por lo que siente que por lo que debe. Por eso el conocimiento, el saber, es tan importante.
Los puños de Izzy se cerraron con fuerza y sus dientes chirriaron dentro de su boca cerrada.
–¿Tú qué vas a saber? –Bramó– ¿Nos traes aquí para reírte de nosotros y ahora pretendes darnos lecciones acerca de cómo funcionan nuestros propios emblemas? –Se mordió la lengua ante la rabia que se obligó a contener– ¿Por qué no nos explicas de una maldita vez lo que tenemos que hacer para salir de aquí y así terminamos con esto cuanto antes?
–Como desees, Elegido del Conocimiento –la puerta de la derecha se abrió sola de golpe–. Por favor, adelante.
Los chicos se miraron con cierta duda pero, al final, accedieron y Tai encabezó al grupo para acercarse. Con sumo cuidado, se asomó al lugar y observó: era una sala alargada y vacía, tan solo iluminada por tenues luces que le daban cierto aire de misterio. El material de las paredes y el suelo era también del mismo metal brillante que parecía abarcar toda esa cueva pero, a su izquierda, la pared entera estaba hecha de un material distinto, similar al cristal aunque de un grosor y una dureza mucho mayores. Al otro lado no parecía haber nada porque era de un color oscuro y opaco. Al fondo de la sala había otra puerta.
Tai entró al comprobar que no parecía haber nada peligroso, y los demás accedieron con él.
–Esta, como ya indiqué hace unos momentos, es la sala de observación –continuó la voz, fría y aburrida–. Se trata de una sala desde la que todos podréis observar cómo vuestros amigos se enfrentan a las diferentes fases. Debo daros la enhorabuena por haber superado la primera.
–¿En qué consistía la primera? –Quiso saber Cody.
–Salir de la plataforma para llegar hasta la cueva, por supuesto –explicó.
–¿Dónde está Olympia? –Repitió Sora.
El lugar al otro lado del cristal se iluminó de pronto y todos se giraron a mirar lo que había: cuatro largas barras en cuatro alturas distintas indicaban los distintos niveles del suelo, como si hubiesen colocado cuatro rampas declinadas, una encima de la otra, hasta crear un cuarto piso. Entre ellas había varias escaleras de mano para llegar de uno de los niveles al siguiente, pero algunas de las escaleras estaban rotas o eran demasiado cortas como para subir por ellas. En la zona inferior izquierda había una puerta de metal, igual a la que ellos acababan de atravesar y, arriba del todo, en el último nivel, un gorila custodiaba una enorme montaña de barriles y una jaula en la que Olympia estaba encerrada. Asustada, se había encogido sobre sí misma y se abrazaba a sus rodillas con la cabeza enterrada bajo su propio pelo. Sora apoyó las manos sobre el cristal en un intento por acercarse a ella.
–¡Olympia! –Gritó, pero la chica pareció no oírle.
–No es necesario que te esfuerces –murmuró la voz robótica–; no puede oírte. Solo podrá hacerlo cuando yo lo decida. Pero, eso sí, debéis tener en cuenta que Olympia, en realidad, nunca ha estado con vosotros.
El ceño fruncido de Sora se dirigió hacia la puerta tras la que habían dejado atrás la pantalla de códigos binarios. Cody se había quedado en el marco para observar la pantalla.
–¿De qué hablas? –El tono de Davis sonó molesto.
–La Olympia que os acompañó durante todo el viaje no fue otra que una ilusión creada por mí. En realidad, aproveché que ella y Pandora no habían sido más que errores en el proceso para mejorar mis resultados. Y vaya si los mejoraron. Al principio pensé que Pandora en el grupo podría suponer una molestia, pero después me di cuenta de que los niveles de audiencia podían aumentar si con ella lograba otro conflicto amoroso más entre vosotros. Supongo que me disculparéis, sabiendo que ahora tenéis las cosas más claras que antes, y todo gracias a que os traje hasta Whisimbell.
TK apretó los labios con fuerza.
–No, si ahora tendremos que darle las gracias –bufó Pandora.
–No es necesario. Me conformo con los maravillosos índices de audiencia que conseguimos cada día –la cara de Pandora se arrugó en una mueca de asco–. Olympia también será parte importante de esa cuota de pantalla, así que, con esa idea en mente, creé una ilusión para que pensarais que ella os acompañaba, pero me quedé a la de verdad para poneros a prueba ahora y que el juego fuera mucho más interesante. No le ha pasado nada –aclaró–; solamente está confusa y asustada porque nadie le ha dado explicaciones acerca de lo que está ocurriendo. No sabe dónde está ni lo que está pasando, pero ya tendréis tiempo de darle explicaciones. Ahora, estad atentos, Elegidos, porque de vosotros depende que Olympia regrese a nuestro mundo o, por el contrario, se quede divagando en Whisimbell para siempre –los ojos de Sora se abrieron de par en par–. Ah, te recomiendo que no intentes ir a por ella ahora mismo, Jake –el chico miró la pantalla cuando le leyó las intenciones–. Si lo haces, perderéis la oportunidad de que los ayudes en alguna de las fases futuras. Y, debo advertirlo, las fases futuras son mucho más complicadas que esta. Creo que necesitarán de tu condición como sombra. Además, puede que incluso te guste la idea de tener a una persona que te acompañe a buscar rosas azules durante toda la eternidad.
Jake no se inmutó, pero Ari apoyó una mano con fuerza en su brazo.
–Explícanos las pruebas de una vez –insistió Izzy.
–Es sencillo. La primera prueba ya la pasasteis cuando Mimi os transportó a la cueva, y desde ese preciso instante su poder ya no es funcional. En otras palabras: cada vez que uno de vosotros utilice su poder en una de las fases, lo perderá y no podrá volver a utilizarlo nunca más. Por eso es tan importante que penséis bien las cosas antes de elegir quién sale a jugar. El objetivo de esta segunda prueba será conseguir sacar a Olympia de la jaula en la que está. Para ello, uno de vosotros tendrá que entrar por la otra puerta que está en el pasillo y avanzar hasta llegar a ella. El simio no es otro que Donkey Kong, al que supongo que todos conocen de sobra, y el juego que os propongo también os resultará familiar.
–Donkey Kong estará tirando barriles para que no lleguemos hasta Olympia –pensó Yolei–, como en el juego original.
–En efecto –confirmó la voz–. Es inofensivo y cuando lleguéis hasta él simplemente dejará que se lleven a Olympia, pero lo complicado será llegar hasta ella. Cada vez que Donkey Kong os vea, tirará un barril y este rodará hacia abajo cada vez con más velocidad. Y un añadido –puntualizó–: dentro de cada barril habrá un objeto sorpresa. Si el barril choca contra alguien o contra algo, estallará y dejará ver qué objeto lleva dentro. Puede ser desde un osito de peluche hasta un machete afilado. Quien realice la prueba deberá ser muy precavido, claro. Espero que todos hayan entendido bien las reglas del juego. Cuando decidáis quién participa en esta fase, la otra puerta se abrirá. Suerte.
Y la pantalla en el pasillo se apagó de golpe.
Matt golpeó los puños contra el cristal y maldijo en voz alta, rompiendo así el tenso silencio que se había formado en aquella sala oscura y provocando que Sora se sobresaltara a su lado. La chica se llevó una mano al pecho y apoyó la frente en el cristal con lentitud: al otro lado, una de sus mejores amigas había sido secuestrada y dependía de ella para volver sana y salva a casa. Pensó en las conversaciones que había tenido con la Olympia falsa y no pudo evitar sentir lástima al pensar en que tan solo había estado hablando con la nada, y que la Olympia de verdad había estado encerrada en una jaula sin saber qué estaba ocurriendo con ella. Y entonces no pudo evitar sentir que ella era la culpable al no haberse alejado de Olympia en el mismo instante en el que se dieron cuenta de la desaparición de Izzy en el mundo real. Una mano sobre su hombro la sacó de su propios pensamientos, y alejó la cabeza del cristal; tras ella, Tai la miraba con gesto firme y tranquilizador, y ella no pudo hacer más que bajar la mirada hasta el nombre del chico grabado en su pecho e inspirar hondo para lograr pensar con mayor claridad.
–La sacaremos de ahí –le prometió–, como sea.
Sora cerró los ojos durante un instante y se concentró en su mano sobre su hombro y en el tono firme y seguro de su voz. Cuando se convenció de que debía confiar en su palabra, abrió los ojos y asintió con la cabeza.
–Podría ir Cody –propuso Davis–. Por lo visto sabe hacer artes marciales.
–Ese hombre dijo que Donkey Kong tirará un barril cada vez que nos vea –pensó Cody, que no le quitaba el ojo de encima al gorila que se había abierto un plátano–, así que creo que debería ir Kari.
–¿Kari por qué? –Tai lo miró como si hubiera dicho una locura.
–Yo puedo hacerme invisible –le explicó su hermana a su lado–. Tiene razón, debería ir yo.
–Yo puedo usar mi escudo si hiciera falta –habló Sora–. Puedo ir yo también.
Tai las miró sin saber qué decir e Izzy se llevó una mano a la barbilla. Joe se cruzó de brazos.
–Tai, creo que debería ir Kari –habló el mayor del grupo.
–Estoy de acuerdo –asintió Izzy–. Si las reglas son así, no podrá verla y no tirará ningún barril. El único problema que veo es que no sabemos qué poderes tenemos todos, y si hay alguno que pueda encajar mejor en esta prueba –hizo una pausa–. También podría ir Jake y creo que sería la mejor de las opciones porque se puede teletransportar y llegar hasta ella en tan solo un momento pero, por lo que dijo ese tipo, estoy seguro de que lo necesitaremos más en otra prueba.
–Me pregunto si Jake tiene algún poder añadido –agregó Cody.
–¡Oye, tú! –Davis se acercó a la pantalla del pasillo y le gritó– ¿Qué poderes tenemos los demás?
La pantalla, para sorpresa de todos, se encendió con los números que ya había mostrado antes.
–En realidad, Elegidos, todas las respuestas están en el libro que os facilité cuando llegasteis a Whisimbell. Hubiera estado bien conservarlo hasta este momento, ¿no creéis?
Y se apagó de golpe. Izzy notó que la sangre se le subía a la cabeza y que sus venas palpitaban debajo de su piel. Se detuvo a pensar en cómo había podido perder algo tan valioso como la única guía que tenían para salir de ese mundo, además del Maestro desaparecido, y cómo era posible que no se hubiera dado cuenta en todo el camino desde la torre hasta el claro. Pero, por más que lo pensaba, lo único que recordaba era haber salido de aquella torre con el libro y haber caminado con él entre las manos. ¿En qué momento lo había perdido? La voz de Kari lo sacó de su propia cabeza:
–Iré yo, entonces –dijo.
–Creo que es la mejor opción que tenemos ahora mismo –apoyó Cody.
Tai miró a su hermana y notó cómo Sora luchaba consigo misma por no poner más objeciones.
–¿Estás de acuerdo? –Le preguntó.
La pelirroja asintió con la cabeza sin pensarlo más, y ese pequeño gesto fue suficiente para que Tai se convenciera.
–Está bien, pero ten mucho cuidado –le dijo a su hermana.
Kari salió al pasillo y se detuvo frente a la otra puerta, que se abrió sola como si la hubiera estado esperando. Antes de entrar, se dio la vuelta para mirar a sus amigos: Cody continuaba en el marco de la otra puerta y, a su lado, TK se asomaba para mirar cómo se adentraba en la que aquella voz había mencionado como la segunda prueba. Tras ellos, los demás esperaban expectantes a que pusiera un pie dentro y a que sacara a Olympia de aquel lugar custodiado por un simio. Vio cómo Yung apartaba la vista de ella antes de que se encontraran, y cómo Tai le infundía valor con tan solo una mirada. TK le dedicó una pequeña sonrisa desde su posición y, sin pensarlo más, se adentró en la prueba. Lo único que la recibió fue un estrecho y oscuro cubículo: las paredes a los lados de su cuerpo no le permitían estirar del todo los brazos, y sobre ella el techo alto parecía que se iría encogiendo conforme avanzara. La puerta detrás de ella se cerró de golpe, y por un momento la invadió una fuerte sensación de claustrofobia que le azotó la boca del estómago. Se obligó a respirar y a mirar el estrecho aunque largo pasillo que había frente a ella. Según lo que había visto desde la sala de observación, Olympia debía encontrarse cuatro pisos por encima de ella, más o menos a la altura exacta de donde se encontraba. Se miró el traje rosa, que destacaba entre tantas paredes oscuras, y se obligó a invisibilizarse de la manera más literal que jamás pensó que podía ser. Cuando estuvo segura de que Donkey Kong no podría verla, comenzó a avanzar a través del pasillo y a notar cómo, efectivamente, el techo sobre ella se iba haciendo más pequeño.
Desde la sala de observación, los demás pudieron ver a Kari entrar en la sala y desaparecer dentro de esta cuando la puerta se hubo cerrado. Tai se cruzó de brazos y, nervioso, inspeccionó cada pequeño movimiento tras el cristal que le indicase que su hermana seguía ahí.
Mientras avanzaba, Kari tenía mucho cuidado de no hacer ningún ruido al pisar, cosa que le resultó enormemente sencilla gracias a su traje. Avanzó varios metros y pudo ver delante de ella una de las escaleras que había visto desde fuera. Con cuidado, se acercó, pero un ruido detrás de ella la sobresaltó antes de llegar a la escalera y se detuvo para mirar tras de sí. Desde fuera, los demás pudieron escuchar el mismo ruido provenir de la puerta por la que había entrado la elegida de la Luz, pero no pudieron ver que hubiera nada golpeándola ni dentro ni fuera de la sala de prueba. Donkey Kong pareció haberlo escuchado también; se golpeó el pecho con fuerza, sobresaltando a Olympia, y cogió uno de los barriles para lanzarlo y que empezara a rodar hacia abajo.
–Mierda –dijo Tai–. ¿Qué ha sido ese ruido?
Pandora tanteó el pasillo para buscar algo invisible que hubiera golpeado la puerta y se giró para negar con la cabeza cuando no encontró a nadie.
–Aquí no hay nada –añadió.
–¿Habrá sido Kari? –Preguntó TK.
Tai se mordió el labio con nerviosismo y Sora se llevó las manos juntas a los labios a su lado. No le había quitado el ojo de encima a la prueba, y ninguno de ellos podía hacer nada más que observar cómo el barril descendía.
Kari, en realidad, buscaba a su alrededor lo que quisiera que hubiera provocado aquel ruido, pero el sonido del barril deslizándose por los pisos superiores la puso en alerta: se acercó veloz hasta la escalera y se subió a ella en el mismo instante en el que el barril apareció en ese piso y se deslizó con rapidez hasta la puerta. Por suerte, se había subido a la escalera a tiempo para salvarse de ser golpeada. Los chicos respiraron aliviados cuando el barril colisionó contra la puerta por la que Kari había entrado y dejó ver que un sable caía al suelo. Tai tragó saliva al pensar en que ese barril y ese sable podían haber impactado contra su hermana, pero se obligó a relajarse y a respirar con calma al pensar en que no había ocurrido, y en que Kari debía encontrarse todavía a salvo dentro de aquel juego extraño.
Con cierto alivio pero con mayor cautela, Kari subió el pie izquierdo al siguiente barrote de aluminio y empezó a ascender. Antes de asomar la cabeza por el segundo piso, prestó atención a cualquier mínimo sonido y, después, se asomó con cuidado. Terminó de subir cuando vio que todo estaba en perfecto estado y continuó avanzando por ese segundo pasillo, esta vez hacia la que debía ser la dirección de la puerta en el piso de abajo. El techo, de nuevo, comenzó a estrecharse conforme se acercaba a las otras escaleras pero, esta vez, un compartimento comenzó a abrirse sobre su cabeza. Sin pensarlo, avanzó un par de pasos, pegó su cuerpo a una de las paredes y observó el pequeño hueco que pareció abrirse bajo el suelo del tercer piso: de él, un pequeño tubo salió y comenzó a girar en círculos hasta detenerse en dirección a ella. Kari, entonces, dejó de respirar, y en ese instante, del tubo salió un polvo blanco que se dirigió hasta ella y la ensució entera. La elegida de la Luz empezó a toser antes de darse cuenta de que tan solo se trataba de polvos de talco, y Tai se abalanzó sobre el cristal cuando todos pudieron ver perfectamente cómo el cuerpo de Kari se hacía visible por los polvos de talco y cómo eso, además, provocaba que la chica hiciera ruido al toser. Donkey Kong se golpeó el pecho y agarró otro de los barriles para lanzarlo una vez más.
–Maldita sea –TK apretó los puños con fuerza desde la otra sala.
–¡Eso es trampa! –Se quejó Tai.
El ceño de Matt se frunció y sus ojos azules se entrecerraron.
–Nos lo está poniendo muy complicado –murmuró, dejando que tan solo Joe a su lado lo escuchara.
El mayor del grupo lo miró un momento y, al ver su expresión seria, desvió de nuevo la mirada hacia el barril que descendía a por Kari.
–¿Crees que no quiere soltar a Olympia? –Le preguntó en el mismo tono. Ninguno de los dos quería que Sora lo escuchara.
–Creo que no va a soltar a Olympia –respondió.
Kari se sacudió el cuerpo como pudo mientras buscaba la escalera más próxima y tosía sin poder remediarlo. Cuando la encontró subió sin esperar a escuchar el barril y se quedó ahí tosiendo sin poder evitarlo. El barril pasó por encima de ella, luego cayó hasta el nivel en el que se encontraba y pudo ver cómo descendía hasta caer al nivel inferior. El simio, mientras tanto, se había golpeado el pecho de nuevo cuando el barril pasó cerca de ella y, una vez más, había agarrado otro barril y lo había lanzado ante la tos y la presencia de Kari dos pisos por debajo. La chica, ajena a ese hecho, asomó la cabeza por el tercer piso y la escondió rápidamente al ver un tercer barril dirigirse hacia ella. Una vez más, pudo ver cómo ese barril caía hasta el segundo piso y cómo descendía hasta el primero mientras ella lograba controlar su tos. Desde fuera, los chicos pudieron ver cómo el segundo barril se hacía añicos contra la puerta en el primer nivel, y cómo el tercer barril lo imitaba. De ellos, salieron un hacha de grandes dimensiones y una motosierra puesta en marcha, que se quedó vibrando y haciendo ruido contra el suelo. Tai golpeó de nuevo el cristal con el puño cerrado y se contuvo para no maldecir en voz alta. Donkey Kong, desde su posición, escuchaba a la perfección la motosierra puesta en marcha y, lejos de ignorarla al tratarse de un objeto que el propio juego había colocado ahí, se golpeó el pecho y lanzó un cuarto barril. Kari, sin saberlo, subió la escalera de aluminio y avanzó por el tercer piso con mucha más cautela de la que había tenido hasta el momento porque estaba convencida de que cualquiera podría verla con la cantidad de polvos de talco que llevaba encima. En un instante, escuchó cómo el nuevo barril descendía hasta el piso en el que se encontraba y esta vez echó a correr hacia detrás porque estaba segura de que no sería capaz de llegar hasta las próximas escaleras. En su lugar, corrió de nuevo a las que acababa de dejar atrás y bajó por ellas todo lo rápidamente que pudo. Cuando creyó que se había librado del cuarto barril, los tornillos de las escaleras crujieron y estas cayeron hasta el segundo piso con ella encima. Sobresaltada, pudo evitar golpearse la cabeza contra el aluminio de las escaleras que se habían caído con ella, pero no pudo evitar hacerse daño al caer de bruces contra el suelo del segundo piso. Antes de que pudiera, siquiera, pensar en lo que acababa de ocurrir, el barril cayó justo a su lado, hasta el piso en el que se encontraba, y sus ojos se abrieron como platos ante la repentina detención de su corazón debido al susto. Su única reacción fue cerrar los ojos y protegerse con las manos que todavía sujetaban las escaleras caídas. Por suerte para ella y por desgracia para Olympia, Sora alzó los brazos desde el otro lado del cristal y creó un escudo protector que la resguardó de ser golpeada por el enorme barril. Este impactó sobre el escudo invisible y se hizo añicos hasta dejar ver que, en su interior, un pesado mangual lleno de espinas colisionaba contra el mismo escudo contra el que había colisionado el barril. Al caer al suelo, el mangual dejó huella en él para evidenciar la potencia con la que podría haber destrozado el cráneo de la chica. Kari bajó las manos al darse cuenta de lo que había pasado y, asustada, dejó la escalera de aluminio a un lado y se levantó con las piernas temblorosas. Su poder dejó de funcionar y su cuerpo se dejó ver a ojos de todo el mundo. Olympia, Donkey Kong, las armas y los barriles desaparecieron y Kari se quedó sola en aquella sala vacía.
–Fin del juego –habló la voz. Kari también pudo escucharla desde su posición.
–¿Qué? –Dijo Yolei.
–Que se acabó la prueba. Es una pena, porque esta vez no la superasteis con éxito.
Cody vio cómo la pantalla había vuelto a encenderse.
–¿De qué estás hablando? –Quiso saber Tai.
–Elegisteis a una persona para llevar a cabo esta prueba, y sin embargo acaba de participar una segunda en el juego. No me queda de otra que quitarles los poderes a las Elegidas del Amor y la Luz y dar la prueba por concluida.
–¿Qué?
–¡Pero eso no es justo! –Chilló Sora– ¡¿Dónde está Olympia?!
–Se quedará vagando en este mundo para siempre o hasta que consiga salir, en el hipotético caso de que eso sea mínimamente posible –la frialdad en la voz de aquel hombre contrastaba con la desesperación en el tono de Sora.
–No... –murmuró– ¡No es posible! ¡Es injusto!
–La vida no es justa. Como niña elegida, deberías saberlo. Además, no he sido yo quien ha intervenido en una prueba que no era la mía.
Matt apretó los dientes con fuerza.
–Has hecho trampa todo este tiempo –habló–. ¡Desde el principio de la prueba; no tenías ninguna intención de soltar a Olympia!
Sora se llevó las manos a la cara y se dejó caer al suelo entre lágrimas de impotencia. Tai y Mimi se agacharon a su lado en un intento vano por consolarla.
–Podría decir que me hieren tus acusaciones, Elegido de la Amistad, pero mentiría.
–¡¿De qué sirve que juguemos si no vas a dejar que superemos las pruebas?! –Gritó Davis.
–Debo recordaros que la primera prueba la superasteis sin problemas. Quizás, es posible, que esta vez os hayáis dejado llevar por la impulsividad y la impaciencia de estar jugándoos la libertad de otra persona. El desconocimiento con respecto a lo que las pruebas suponen puede haber sido también un factor importante en todo esto. Os recuerdo, también, que esto es un juego –Kari salió de la sala del juego y TK y Cody la recibieron comprobando que estuviera bien– y que los juegos están hechos para jugarlos. Ir a medias y con cuidado en un juego en el que os estáis jugando la libertad de otra persona... bueno, pudiera ser contraproducente. También teníais claro que la Elegida de la Luz, en realidad, no puede morir. Lo leísteis en el libro que os dejé y creo, no estoy seguro, de que mi queridísima y fallecida amiga Thaphia también os lo dejó claro. Si no os lo dejó claro ella, ya os lo aclaro u os lo recuerdo yo: no podéis morir. A partir de ahí, es decisión vuestra si decidís salvar a alguien del ataque de un mangual o si decidís liberar a una prisionera que, aunque suene derrotista, es muy posible que se quede vagando en Whisimbell para siempre. La elección entre el miedo irracional a una muerte que no va a ocurrir y el miedo refutado de una eternidad vagando por un mundo terrible. Eso es lo que más me fascina de este mundo.
Sombra&Luz
Bueno, en la imagen les dejo el juego al que acaban de "jugar". Mario sería Kari y la Princesa Daisy sería Olympia (enjaulada) (?).
Espero que se haya entendido todo bien y sobre todo que lo hayan disfrutado. Yo he disfrutado mucho escribiéndolo. Por cierto, sí, este capítulo es más largo de lo normal. Lo siento si se les hizo muy pesado jajaja.
(Y LO SIENTO POR EL KOUMI, YO TAMBIÉN QUIERO KOUMI, pero esta historia es parte de un canon mayor y, bueno... quien se haya leído Futuro Imperfecto entenderá ❤)
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