Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Siete | Vodyanoi

"Sigue mi ritmo cardíaco."

TK y Pandora subieron el empinado terreno hasta llegar a la zona más alta. Con los músculos de las piernas entumecidos por tanto esfuerzo, se detuvieron a observar lo que había debajo de ellos, pero las vistas no fueron en absoluto reconfortantes. Un mar de árboles de diferentes tamaños les impedía ver algún pedazo de suelo, mientras que la niebla dificultaba la visión de cualquier posible cambio en el paisaje a más de un kilómetro de distancia. Las hojas de aquellos árboles eran verdes y parecían llenas de vida. TK miró a Pandora. Las ondas de su pelo castaño oscuro caían en cascada hasta la zona lumbar de su espalda, lo que provocaba en ella innumerables intentos de refrescarse con la mano. Intentó adivinar el motivo por el que estaba en ese lugar. Fuera el lugar que fuera, estaba seguro de que necesitaban a los niños elegidos, así que la presencia de su "amiga" solo le provocaba más preguntas sin respuesta.

Lo miró.

-¿Qué hacemos?

Se giró para ver el camino por el que habían llegado. Era empinado y había árboles, pero no tantos como si bajaran la montaña. A pesar de eso, era más probable que encontrasen a alguien cuanto más bajaran, o al menos más comida. Las pocas plantas que había en el camino estaban secas, tiñendo el paisaje de un monótono color castaño.

-¿Aquello es agua?

TK volvió a darse la vuelta y miró donde la chica estaba señalando. A lo lejos, un destello le impidió ver bien por un momento, pero pronto consiguió identificarlo: era el sol reflejándose en el agua.

-Vamos.

Unas horas más tarde, Joe se remangó el pantalón hasta la rodilla y sostuvo el afilado palo en alto mientras se introducía con sumo cuidado en las aguas verdosas. Prestó atención a cada pequeño movimiento que pudiera apreciar, pero era como si los peces se estuviesen escondiendo de él. Kari lo miró desde la tierra húmeda con el presentimiento de que aquello no iba a funcionar. Se acuclilló sobre sí misma y volvió a frotar la pequeña rama en un nuevo intento de que la fricción generara alguna chispa con la que hacer fuego, pero lo único que consiguió fue que la aspereza de sus manos fuera mayor. Un chapoteo acompañado de una especie de grito de guerra hizo que se levantara de golpe.

-¿Joe?

El chico salió del agua con la ropa completamente empapada y el palo roto.

-¿Sabes? –Jadeaba– En momentos como este echo de menos a Gomamon. Más de lo normal, quiero decir.

-Ya –miró los restos de su intento de fuego–. Esto está siendo más complicado de lo que pensaba.

El chico salió del agua y tiró al suelo los restos de su arma.

-La primera vez que tuvimos que arreglárnoslas solos estábamos con los digimons. Nos sentíamos unos auténticos supervivientes y en realidad no hubiéramos podido hacer nada sin ellos.

-El fuego también es un problema, creo que hay demasiada humedad –miró a su amigo, que empezaba a tiritar–. Joe, ¿no tienes frío?

-Sí, debí haberme rendido antes de meterme a coger ese pez con las manos. El hambre no me deja pensar con claridad –se martirizó.

-Deberías quitarte algo de ropa para que no te resfríes.

Joe se quitó la camiseta y la colgó de una rama para que se secara, aunque dudaba que eso ocurriera pronto. Después se agachó y probó a hacer fuego, pero, efectivamente, había demasiada humedad.

-¡Kari! ¡Joe!

Los chicos se giraron y vieron a TK a lo lejos, corriendo hacia ellos junto a una chica de piel morena. Cuando llegó abrazó a Kari con fuerza y le dio un beso en la cabeza, feliz de verla después de que desapareciera aquella vez en su apartamento. Después abrazó a Joe con el mismo sentimiento y miró a su alrededor, pensando en la posibilidad de que hubiera alguien más. Pandora se quedó a un lado en silencio, observando el gran lago pantanoso que parecía llegar hasta el mismísimo fin del mundo.

-Hemos intentado pescar y hacer fuego, pero parece que la naturaleza se ha vuelto en nuestra contra –explicaba Joe tras presentarse a la chica nueva.

-Nosotros no hemos hecho más que caminar y caminar. Me encontré con Pandora allí arriba, en las montañas, pero no conseguimos salir de aquí. Es como si todo fuera bosque.

-Nosotros aparecimos en una especie de casa del terror –añadió Kari–. Fue horrible, salimos corriendo de allí y desde entonces solo caminamos por el bosque.

-¿No han visto a nadie más?

Kari negó con la cabeza.

-Es importante que hagamos fuego pronto –reclamó el mayor de los cuatro–. Está anocheciendo y puede haber animales peligrosos rondando la zona.

-O algo peor –pensaba TK.

-No digas eso, podrías asustarlas.

El rubio sonrió.

-Joe, el único asustado eres tú.

-Pues precisamente por eso.

Kari se agachó de nuevo para probar a hacer fuego y TK la imitó, quitándole los palos de las manos con suavidad. Probó durante un rato con toda la rapidez que pudo y pronto apareció algo de humo, pero no salía más que eso. Pandora caminó rodeando el lago en busca de algún fruto y Joe intentó calentarse, y cuando TK se dio cuenta se quitó la camiseta y se la cedió.

-No te preocupes –le castañeaban los dientes–, ya entraré en calor.

-No vas a entrar en calor así, estarás helado por el agua. Ponte al menos esto hasta que se te caliente el cuerpo. Deberías quitarte los pantalones también.

-No me voy a quitar los pantalones –se negó aceptando la camiseta.

TK y Kari sonrieron.

-Joe, tienes que quitártelos –ayudó la chica–. Tú lo sabes mejor que nadie, si no lo haces seguirás frío.

-Ya tienes mi camiseta, pero es inútil si sigues con los pantalones mojados.

Joe suspiró con pesadez. Era el mayor del grupo y el que más conocimientos tenía acerca de eso, por lo que ya sabía todo lo que le estaban contando. Pero le daba vergüenza y, en parte, miedo debido a lo expuesto que eso le haría sentir. Terminó cediendo y ocultándose tras algunos matorrales para quitárselos. Los colgó de la misma rama sobre la que descansaba su camiseta y se quedó allí, oculto hasta que pudiera volver a cubrirse.

Pandora regresó con un par de manzanas de menor tamaño que su puño y que parecían comestibles aunque poco apetitosas. TK y Kari, por su parte, se habían alejado del lago para coger algunas ramas secas que pudiesen servir para avivar el fuego, y justo cuando estaban a punto de darse por vencidos y el último rayo de sol amenazaba con marcharse, TK consiguió una pequeña chispa que juntos lograron acrecentar hasta convertirla en una fogata. Pandora se acercó y se quedó sentada junto a Kari en lo que TK secaba los pantalones de Joe al fuego con cuidado de no quemarlos. Cuando se los dio y se los puso, el muchacho se volvió a reunir con los chicos y secó su camiseta tras devolverle a TK la suya.

Los cuatro se mantuvieron sentados rodeando el fuego, observando las chispas en silencio durante minutos, tal vez horas. Algunos insectos voladores se atrevieron a acercarse a pesar del fuego, y de vez en cuando podían escuchar algún sonido en la lejanía, difícil de identificar. Ninguno quería decirlo, pero todos estaban deseando comerse al menos una de las manzanas que había traído Pandora.

-¿Las partimos por la mitad? –Habló el rubio al fin.

-Son demasiado pequeñas –opinó Joe–, con suerte podremos darle un bocado cada uno. Creo que deberíamos turnarnos la comida y la vigilancia. Yo puedo aguantar un día más sin comer, pero creo que prefiero dormir esta noche; Kari y yo casi no hemos dormido desde que estamos aquí.

-Yo haré la guardia esta noche –habló TK mientras le daba una manzana a Pandora y la otra se la ofrecía a Kari, que negó con la cabeza–. Tienes que comer algo –insistió.

-Y tú también. Yo dormiré esta noche, así que cómetela tú.

TK le lanzó una mirada resignada y se la guardó en el bolsillo del pantalón. Cuando Joe y Kari se tumbaron para intentar dormirse y el primero empezó a roncar, Pandora se sentó junto a TK y se abrazó a él. El chico no reaccionó.

-Sabes algo, ¿verdad? –Le susurró.

Tardó en responder.

-Es posible, pero solo es una teoría. Lo que no me cuadra es que estés tú aquí.

-Cuéntamelo todo.

El rubio obedeció y le contó lo imprescindible sobre el Mundo Digital, convencido de que estaba en todo su derecho de saber lo que podría estar ocurriendo. Pandora ni siquiera lo miró durante todo su relato, pero sí escuchaba atentamente cada una de sus palabras, intentando convencerse de que el chico con el que había compartido tanto en tan poco tiempo estaba cuerdo. Tras dos minutos de silencio, ella manifestó sus dudas.

-¿Es posible que yo también sea una elegida?

TK clavó de inmediato la mirada en su pelo castaño, que no se había despegado de su pecho. Sopesó la posibilidad en silencio, preguntándose si después de tantos años eso era posible y si era esa la respuesta a todas las preguntas que les habían surgido a partir de ese viaje hacia aquel lugar que desconocían. Pandora separó la cabeza de su pecho y lo miró. Con la oscuridad y la única luz que generaba el fuego, el verde de sus ojos parecía teñirse de un castaño anaranjado que hubiesen embelesado a cualquiera. A cualquiera que no tuviese los pensamientos puestos en darle respuesta a la gran incógnita sobre la que descansaban.

-¿TK?

-No lo sé –admitió.

Se miraron durante varios segundos más, como si buscasen las respuestas en los ojos del otro. Joe se movió de un lado al otro, probando posturas para encontrar la más cómoda y obligándolos a detener su contacto visual.

-Vete a dormir –le aconsejó con suavidad–. Mañana nos espera un día duro.

La chica le dio un beso de buenas noches que él no devolvió ni negó, y después se tumbó junto al fuego para intentar dormirse.

Unas horas más tarde, Kari se incorporó sobre la tierra húmeda y miró a su alrededor. Joe dormía a su lado, sin abrir la mano con la que aprisionaba sus gafas. Pandora, al otro lado del fuego, parecía haber conseguido también una postura relativamente agradable para ceder ante el sueño. Buscó a TK y tuvo que esperar a acostumbrarse a la tenue luz para poder verlo sentado frente al lago. Se acercó en silencio y se sentó a su lado, rodeándose las rodillas con los brazos. El chico la miró.

-¿No puedes dormir?

-Dormí algo, pero me duele la espalda. La tierra no es lo más cómodo precisamente.

-¿Quieres probarme a mí? No soy una cama, pero soy más blandito que el suelo.

A Kari se le escapó una risa que procuró disipar rápidamente para no despertar a los chicos. Cuando terminó, miró la débil luz de luna reflejada en el agua y bostezó poniéndose una mano delante de la boca.

-Perdón –se disculpó con una sonrisa.

TK le agarró el brazo y la atrajo con suavidad, apoyándole la cabeza sobre su hombro.

-Lo decía en serio –le dijo en voz baja.

Kari no rechistó. Se quedó en silencio, apoyada sobre él y dejando que Morfeo hiciera su trabajo. Era cierto, TK era mucho más cómodo que el suelo y empezaba a notarlo.

Diez minutos después, Kari se despertó al escuchar un chapoteo en el agua. Miró a su alrededor al darse cuenta de que se encontraba tumbada de nuevo sobre la tierra, así que se incorporó en busca de TK. A la orilla del lago, el rubio se encontraba agazapado, luchando contra las oscuras aguas para sacar un bulto de allí: era un hombre. Con esfuerzo, consiguió tumbarlo sobre la tierra y se apoyó sobre ambas manos para coger aire, asfixiado seguramente por haber nadado para salvarlo. Con la misma rapidez, acercó un costado de la cara al pecho del hombre, en busca de sus latidos.

Kari se acercó apresurada y se quedó a su lado con las manos juntas sobre el pecho.

-¿Está muerto? –Preguntó temerosa.

El rubio se quitó el pelo mojado de la cara sin cuidado y puso dos dedos bajo su oreja para intentar encontrarle el pulso.

-¡Joe!

-Eh, ¿qué?

El chico se sentó de golpe, asustado, y miró a los demás procurando entender lo que pasaba. Cerca de él, Pandora se incorporaba dolorida por la mala posición mientras los miraba estupefacta.

-Joe, ven. Este hombre estaba flotando en el lago, no sé si está muerto.

Joe se levantó apresurado y se acercó en lo que se colocaba las gafas para ver mejor. TK le dejó paso y el mayor de los elegidos colocó los dedos donde habían estado los del rubio. Al no notarle el pulso, le tapó la nariz y le hizo el boca a boca. Después colocó las manos justo en medio del tórax y presionó varias veces.

-Que alguien le hable –ordenó.

Kari comenzó a hacerle preguntas y a soltarle frases tranquilizadoras en un intento inútil por que la escuchara y lo ayudaran a volver en sí. Mientras, Joe repetía los mismos actos una y otra vez, aunque en el fondo supiera que no fueran a dar resultado.

Después de varios minutos, el elegido de la Sinceridad se detuvo lentamente, rindiéndose. TK y Kari lo miraron, pero Pandora no podía quitarle los ojos de encima al cadáver que descansaba sobre la tierra con la piel pálida y la boca entreabierta, como si quisiera exhalar su última bocanada de aire. Los cuatro volvieron a mirarlo, derrotados: había muerto un hombre y ellos no habían podido hacer nada por evitarlo. Y ahora estaba ahí delante, con expresión apacible, como si estuviera esperando el momento preciso para dar explicaciones. Como si una eternidad tan solo durase unos minutos.

-¿Está muerto? –Pronunció Kari con la voz rota y a pesar de que ya sabía la respuesta.

Joe asintió lentamente con la cabeza.

-Esta es la peor parte de mi profesión.

-Lo que no me explico –intervino TK– es qué hacía este hombre aquí. ¿Quiere decir que estamos en nuestro mundo?

Sus tres acompañantes continuaron mirando al misterioso individuo en silencio, sin poder pensar en otra cosa que no fuera su imposibilidad de contarles nunca la verdad.

-¿Tú crees, TK? –Susurró Kari al final, y respondiéndose a sí misma, añadió:– No, es imposible. Joe y yo estuvimos metidos en una casa en la que pasaban cosas horribles. Esa casa no podía pertenecer a nuestro mundo.

-¿Lo enterramos? –Propuso Joe devolviéndolos a ese instante– Aunque sea bajo hojas.

Sus acompañantes asintieron y se pusieron en marcha, pero Joe no podía dejar de mirarlo. Era el primer paciente, por llamarlo de alguna manera, que moría entre sus manos. Todavía no ejercía como médico y ya se sentía un completo fracaso, demasiado torpe como para llevar el mismo apellido que su padre. Demasiado lento como para ser llamado doctor. Se quitó las gafas y las dejó a su lado con un suspiro cargado de amargura. Después apoyó una mano sobre su muslo y la otra se la llevó a los ojos, necesitado de algún sentimiento que no fuera desprecio hacia sí mismo. Se quitó la mano de los ojos y miró al cadáver una vez más, pero este lo observaba con los ojos bien abiertos. A Joe se le escapó una especie de grito ahogado justo antes de que el hombre gritara con todas sus fuerzas y su corazón amenazara con explotarle el pecho.

Los tres chicos se giraron de inmediato, horrorizados. Joe gritó a la vez que echaba el cuerpo hacia detrás y movía las manos en el aire descontroladamente, superponiendo su propio grito al del cadáver más vivo del que había oído hablar jamás. El grito del hombre se convirtió poco a poco en una sonora carcajada. Con la energía de un niño que juega a que sus amigos no lo alcancen, el individuo al que creían muerto se levantó y corrió a lanzarse al lago como si el agua fuera su hogar. Su risa se desvaneció junto a él, inundando el agua del lago con alguna especie de inquietante sensación que no les generaba más que miedo y desconfianza.





Sombra&Luz   

_______________________________

Lo primero: ¡Hola! Ya estoy de vuelta.

Lo segundo: Siento lo de este capítulo, parece un chiste, ¿o no? Jajajaja. De verdad, pensaba hacer más cosas pero como veía que se alargaba demasiado decidí cortarlo aquí y continuar esta parte en el siguiente. Así que el siguiente tendrá acción.

Por tanto, eso, siento que sea tan... aburrido. (?)

Aún así, espero que no me odien y que sigan leyendo. El próximo será mejor. <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro