Dos | La casa encantada
"Y siguen acercándose de puntillas para que no les veamos llegar."
Kari abrió los ojos con brusquedad y se incorporó sobre la cama, mirando a su alrededor con una espantosa sensación de desamparo. Y no era de extrañar, al fin y al cabo no se encontraba en su cama. No estaba en su habitación, no era su hogar. Llevaba la ropa de calle puesta, incluyendo los zapatos. ¿Cómo había llegado hasta ahí?
Se levantó de la cama con cuidado de no hacer demasiado ruido. La única luz que iluminaba la habitación era la de la luna, que se filtraba por la ventana aportándole un tono azulado y siniestro. Al mirar a través del cristal pudo ver que la casa se encontraba en mitad de un bosque rodeado de niebla. Un incómodo y espeluznante silencio era lo único que la acompañaba. Con los nervios a flor de piel, caminó unos pasos con la intención de salir de la habitación que estaba repleta de juguetes, esparcidos al azar por el suelo de madera que crujía con cada paso. Pero de pronto sintió una mano aferrarse a su tobillo con fuerza. Kari quiso chillar cuando vio aquella espeluznante y huesuda mano grisácea salir de debajo de la cama para rodearle el tobillo, pero fue incapaz. Siempre había sido incapaz de chillar. Con gran terror, se zafó del agarre como pudo y salió corriendo de la habitación, sorprendiéndose a sí misma por aguantar, aun temblando de esa manera.
Corrió por todos los lados de la enorme casa, pero no encontraba por ninguna parte la salida. De repente se detuvo al escuchar unos ruidos que parecían acercarse y se metió aprisa en la primera puerta que encontró. Se trataba de otra habitación, esta vez con una cama de matrimonio deshecha y lo que parecía ser el escenario de un crimen con salpicones de sangre por todos lados. Kari se tapó la boca con ambas manos, conteniendo las ganas de echarse a llorar por el pánico.
Los ruidos se escuchaban cada vez más cerca, así que se obligó a reaccionar y se metió sin pensarlo en uno de los armarios. No pensaba arriesgarse a mirar debajo de la cama. Con la respiración agitada, se alejó todo lo posible de la puerta, introduciéndose entre las ropas que olían a abandono. Pero unas manos la agarraron por detrás y le taparon la boca, haciendo que sus ojos se abrieran de par en par y que su corazón se acelerara, deteniendo su respiración. Kari intentó zafarse de aquellas manos, pero lo que quisiera que estuviera detrás de ella le chistó, indicándole que guardara silencio. Obedeció sin pensárselo.
Apartamento de Sora y Olympia. Odaiba, Tokio
Sábado 21 de septiembre del 2013, 8:38 a.m.
-Escúchame bien, no sé lo que hiciste anoche ni con quién estuviste, pero estés donde estés te exijo que me des una explicación ahora mismo.
-¿Otra vez el contestador? –Preguntó Olympia sirviendo los cafés.
-Sí, es el cuarto mensaje que le dejo –explicó Mimi.
Sora llevaba toda la noche sin dar señales de vida, y aunque al principio pensaran que su "paseo con unos amigos" se había alargado más de la cuenta, se asustaron al no encontrarla por la mañana. Olympia hizo amago de endulzarle el café con azúcar, pero Mimi negó con la mano y agarró la taza.
-Sora, soy yo otra vez –habló tras la señal–. Me pasé en el mensaje anterior, lo siento. Pero es que necesito saber dónde estás. Oly y yo estamos muy preocupadas, así que espero que no te estés divirtiendo por ahí con algún guaperas. Vamos, será lo último que hagas. ¿Cómo se te ocurre no avisarnos? Yo también quiero divertirme. Quedas advertida –culminó.
La mirada reprobatoria de Olympia le indicó que lo había vuelto a hacer mal. Llamó de nuevo.
-Sora, por lo que más quieras, ¿dónde estás? Sabes, creo que prefiero que estés divirtiéndote con algún guaperas y sin mí, y no secuestrada ni nada peor... Jo, me estoy asustando.
Lo último se lo dijo a Olympia pero se quedó grabado en los mensajes que le había estado dejando a su amiga. La rubia cayó de pronto en la cuenta de que podía ser que conocieran a ese guaperas con el que cabía la posibilidad de que se estuviera divirtiendo.
-¿Estará con Matt? –Preguntó.
Los ojos pardos de Mimi se clavaron de pronto en los ojos marrones de Olympia, con un "¿No habrá sido capaz?" impregnado en ellos.
-¿Otra vez? Pero ya no están juntos, ¿no? –Quiso asegurarse.
-No, pero ya es la segunda vez que lo dejan... No me extrañaría que volvieran una tercera.
Mimi entonces buscó el número de su amigo y llamó. Matt respondió al tercer toque.
-¿Sí? –Preguntó con voz ronca.
-¡No puede ser! ¿Todavía estabas durmiendo? ¿Significa eso que han vuelto?
-¿Mimi? –Se aclaró la garganta– ¿De qué hablas?
-Está Sora contigo, ¿no? Te has acostado con ella.
Matt resopló al otro lado del teléfono, al parecer esforzándose por mantenerse despierto.
-Sora no ha dormido aquí –respondió–. ¿Qué pasa?
Mimi frunció el entrecejo.
-¿Estás seguro?
-Hombre, me acordaría.
Mimi se quedó callada durante un momento ante la atenta mirada de Olympia.
-¿Qué dice? –Le susurró la chica.
-¿Mimi? ¿Sigues ahí?
-Sí, sí –dijo, pensativa–. ¿No sabes dónde puede estar?
-¿No te dijo a dónde iba?
-Lleva desaparecida desde anoche. Salió con unos amigos porque uno de ellos cumplía años y no sé qué historia, pero Olympia y yo preferimos quedarnos en casa viendo una película, más que nada porque no nos habían invitado y bueno, fue maravillosa... Pero esta mañana no estaba. Le he dejado como un millón y medio de mensajes en el contestador de voz porque no responde a mis llamadas.
Algo pareció agitarse al otro lado del teléfono, como si Matt se hubiese despertado de golpe.
-Pregúntale a los amigos con los que salió anoche, yo voy a buscarla –dijo–. Seguramente haya desaparecido igual que Joe y los demás, pero vamos a asegurarnos. Llama también a Tai.
-Déjamelo a mí.
-Hablamos luego.
Mimi colgó y dejó a Olympia con la taza de café entre las manos y los ojos fijos en ella, esperando una respuesta.
-¿Tienes el número de la gente con la que salió anoche?
-Sí.
La rubia se levantó de la mesa para buscar su teléfono móvil mientras Mimi marcaba el número de Tai. Pero Tai no respondió.
-Tai, responde, maldito seas –dijo. Cuando Olympia se acercó, estiró un brazo–. Déjame tu móvil.
Mimi marcó en un teléfono el número de Tai y en el otro el de Izzy. Si Tai estaba durmiendo, una sola llamada no iba a despertarlo, pero dos móviles sonando a la vez eran demasiado para él. La llamada al móvil de Izzy se colgó y Tai respondió en el otro teléfono.
-¿Mimi? –Bostezaba.
-¡Qué susto! –Gritó– Pensaba que tú también habías desaparecido.
-Qué raro, Olympia ha llamado al móvil de Izzy. ¿Estarán liados?
-Fui yo, tonto. Era una táctica infalible para que te despertaras –un murmullo al otro lado que simulaba un "ajá" fue la única respuesta–. ¿Sabes algo de Sora?
-Hombre, nos conocemos desde hace muchos años, y la verdad es que conozco bastante de su vida, como que cuando tenía cuatro años se fue a...
-No, idiota, digo que si sabes dónde está. Lávate la cara con agua fría, a ver si te despiertas.
-¿Has mirado en su habitación? Suele estar metida ahí a esta hora.
-¡Tai!
-No tengo ni idea de dónde está. ¿Ha desaparecido también?
-Creo que sí.
-¿Has hablado con...?
-No está con Matt –le cortó–. Ha salido a buscarla.
-Está bien, voy con él entonces. Creo que tendremos que volver a vernos esta tarde.
-Lo sé.
-Invéntate algo para Olympia.
-Lo sé –repitió.
Apartamento de Yamato y Takeru. Odaiba, Tokio
Sábado 21 de septiembre del 2013, 9:03 a.m.
TK dejó pasar a Ari y se sentaron en el sofá a charlar. El chico entonces le contó lo que había pasado el día anterior.
-¿Estarán en el Mundo Digital?
-Eso sospechamos –respondió.
Ari era de las pocas personas que conocían toda la historia de los niños elegidos, y TK no tenía ningún problema en confesarle lo que estaba pasando.
-Pero me preocupa algo –continuó–. Pandora no me responde desde ayer, y no sé si es que está enfadada o que le ha pasado algo. Me preocupa que se haya visto involucrada en todo esto.
Ari no quiso responder y bebió un sorbo de su Nesquik. Matt salió de pronto de su habitación y saludó a los chicos metiéndose una magdalena entera en la boca.
-Mge voy –llegaron a entenderle.
-¿A dónde vas? –Quiso saber su hermano.
Cuando consiguió tragarse casi toda la magdalena, respondió:
-A buscar a Sora. Mimi me llamó, no sabemos dónde está.
-Parece que se los van a llevar a todos –añadió Ari.
-Estamos seguros de ello –respondió TK.
El móvil de Matt vibró en sus pantalones.
-¿Tai? –Dijo yéndose hacia la salida– Sí, voy para allá. ¿Cómo?
Abrió la puerta y se encontró a Jake a punto de tocar. Sin detenerse a saludar, se despidió de los tres chicos y se marchó con el teléfono al oído. Jake pidió permiso para entrar y TK se lo concedió.
-¿Y Ari? –Preguntó.
TK se percató entonces de que la chica ya no estaba a su lado. El vaso con Nesquik se encontraba sobre la mesa, pero Ari no estaba ahí para bebérselo. Los dos chicos la buscaron por toda la casa sin encontrarla, y tras llamarla varias veces decidieron informar a los demás.
-¿Qué está pasando? –Preguntó Jake, que sospechaba que los asuntos de los chicos con el otro mundo habían provocado la desaparición de su novia.
TK tardó en responder.
-Creo que se la han llevado.
Sin muchas más explicaciones que las necesarias, Jake abandonó el apartamento en su busca, aunque supiera que no la iba a encontrar. TK se despidió de él justo antes de cerrar la puerta y perderse su desaparición.
Algún lugar desconocido
Kari consiguió zafarse del agarre que le impedía hablar y se preparó para gritar.
-Kari, Kari, no –susurró una voz conocida detrás de ella–. Soy yo, soy Joe. Tranquila...
La chica se dio la vuelta y consiguió reconocer a Joe gracias a la tenue luz que se filtraba por las rendijas de la puerta del armario. Suspiró aliviada.
-Joe... ¿dónde estamos? ¿Qué está pasando? –Preguntó en el mismo tono, posando su mano derecha sobre el brazo del chico.
-Ojalá lo supiera. Esto no parece el Mundo Digit...
Una tercera presencia en el armario debilitó la voz de Joe, que sentía de pronto la garganta seca. Ambos miraron a un lado y vieron que dos grandes ojos amarillos los observaban a través de la ropa. Las manos de Joe empezaron a moverse en el aire con nerviosismo, incapaz de controlar el miedo.
-A-a-ay, e-e-es-e-es es el Co... el Co...
Kari apretó con fuerza su brazo y tiró de él para sacarlo del armario.
-¡Corre, Joe!
Todavía agarrados, corrieron por la casa sin saber en dónde meterse. Unos fuertes golpes y gritos les indicaron que no siguieran por aquel amplio pasillo, así que bajaron por las escaleras y llegaron al fin a la sala principal, donde la oscuridad era todavía mayor. Cuando se acostumbraron un poco más a ella, vieron que la sala estaba decorada con carísimos muebles de los años 20. Kari se separó de Joe y se acercó a un interruptor que había en la pared para encender la luz, pero este no funcionaba. Se volvió a acercar a Joe y se percató entonces de que se había quedado parado. Siguiendo la dirección de su mirada vio que debajo de las cortinas, que estaban abultadas, había unos pies descalzos. Joe rodeó la muñeca de Kari con la mano izquierda mientras que con la derecha se ponía un dedo sobre los labios, indicándole silencio. Con el cuerpo tenso y con el mayor cuidado que podían, dieron media vuelta y caminaron por la casa en busca de un lugar al que huir. Cuando se alejaron lo suficiente, terminaron corriendo de nuevo hasta que encontraron, por fin, la puerta de salida, que se encontraba en mitad de un largo y estrecho pasillo.
La casa estaba rodeada por un amplio jardín repleto de plantas que combinaban con el bosque que esperaba fuera. La niebla se acercaba hasta el porche de la puerta y se hacía más espesa conforme se alejaban de la casa. A su derecha había un espantapájaros de dos metros que los observaba con una sonrisa triste. Y los observaba literalmente: su mirada los seguía mientras avanzaban por el largo camino de grava.
-Joe... –Susurró la pequeña– Mira.
El chico luchó contra sí mismo para quitarle un ojo de encima al espantapájaros y mirar lo que su amiga le indicaba. En el segundo piso de la casa, una silueta los miraba con grandes ojos amarillos desde una de las ventanas. En otra de las ventanas, la figura de una mujer de pelo largo arañaba los cristales mientras movía la boca, al parecer diciendo cosas que Joe agradeció no escuchar. Un escalofrío le recorrió la columna.
-Venga, vamos –dijo con voz temblorosa.
Kari lo siguió, completamente segura de que la penumbra del bosque era mucho mejor que las extrañas criaturas que habitaban aquella lúgubre casa. No respiraron tranquilos ni siquiera cuando llegaron al bosque y se adentraron un poco en él, sin separarse el uno del otro para no perderse.
-Joe, ¿qué era eso?
-Una casa encantada, por supuesto.
Las palabras del chico, que remarcaban la obviedad de lo dicho, no se correspondían con lo que su voz transmitió. El miedo, la inseguridad y el vacío que había en ellas al no saber de lo que estaba hablando se asentaron sobre los hombros de Kari, como si admitir que las cosas no iban bien fuera peor que el simple hecho de saberlo. Miró hacia detrás sin soltar el brazo de Joe, pero la casa se había escondido tras la niebla y las hojas de los árboles.
Apartamento de Tai e Izzy. Odaiba, Tokio
Sábado 21 de septiembre del 2013, 10:17 a.m.
-Le dije a Oly que Sora está en casa de su padre y que no nos dijo nada porque se le rompió el móvil y perdió los números, que por eso tampoco respondía a las llamadas –dijo Mimi–. Pero yo no sé mentir, si es que se me nota enseguida.
-No importa, de momento nos sirve –la tranquilizó Tai–. Lo importante ahora es saber quién es el siguiente en marcharse.
-¿Para qué? –Añadió Matt, apoyando los codos sobre sus rodillas– Antes de que lo averigüemos se habrá ido el siguiente.
-Lo sé –respondió–, pero el no saber cuándo nos tendremos que ir me pone de los nervios.
-Me da miedo irme sola. ¿Y si no está Palmon conmigo? No sabemos qué nos espera.
-Ni qué están viviendo los demás.
-Yolei me ha respondido, dice que Davis también está en este mundo todavía. Quedamos seis.
El timbre sonó y Tai se levantó a abrir la puerta. TK pasó al apartamento y se dirigió al salón con Mimi y su hermano, y Tai fue un momento a la cocina y regresó con un vaso de agua. Pero en el salón solo se encontraban Matt y Mimi.
-¿Quién era? –Preguntó el rubio.
Tai miró el salón pensando en un primer momento que era una broma, pero al no ver al chico se convenció de que no y bebió un sorbo de agua.
-Tu hermano –respondió.
Sus dos amigos parecieron entenderlo.
-Pues ahí tienes tu respuesta. Ya sabemos quién era el siguiente.
-Y ahora somos cinco –añadió Mimi.
Sombra&Luz
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Holi. En fin, El Coco o Cuco o Cucu o incluso Cuca xD por si alguien lo llama con otro nombre. Siento si no está muy allá el capítulo o si hay muchos fallos, no lo he revisado. Hasta el próximo cap. Gracias por leer, por votar y por comentar <3
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