Catorce | Maestro
"Todos buscando su media naranja y nosotros buscando el tornillo que nos falta."
Raindrops on roses
Mimi abrió los ojos.
And whiskers on kittens
Ante ella, una sala sin muebles se extendía varios metros a lo lejos. Las potentes luces y colores claros le dificultaron la tarea de adaptar la vista al estilo victoriano y a los cuerpos elegantes que se desplazaban a su alrededor.
Bright copper kettles
and warm woolen mittens
Los dorados y los blancos predominaban muy por encima de los colores en tonos pastel de los vestidos de todas las mujeres que había, acompañada cada una por un hombre cuyo traje no variaba más allá de los tonos en negro y azul oscuro.
Brown paper packages tied up with strings
Con ojos y boca bien abiertos y los brazos elevados a la altura de su cintura, bajó la mirada hacia sí misma y se encontró con aquello que ella ya sospechaba: su traje verde había desaparecido para dejar en su lugar un vestido que, al igual que la sala, era de origen victoriano. La pomposidad y el color rosa palo le hubieran fascinado si no fuera porque no sabía dónde se encontraba ni qué le esperaba en ese lugar. Y lo más importante: ¿Dónde estaban los demás?
These are a few of my favorite things
En cuanto la primera nota del estribillo comenzó, todos los presentes comenzaron a moverse al compás y por parejas. Un hombre a su lado hizo con ella lo mismo que hacían los demás: le agarró de la mano, le colocó la otra por encima de la cintura y empezó a llevarle por la sala en un baile que, por extraño que le pareciera, su cuerpo conocía a la perfección.
Cream colored ponies and crisp apple struedels
Doorbells and sleigh bells and schnitzel with noodles
Alzó la mirada y observó al chico que le guiaba. Su pelo negro contrastaba con los ojos azules que se divisaban a través del antifaz y que no le quitaban la vista de encima. Era, al menos, una cabeza más alto que ella, y a pesar de que era delgado y esbelto, podía advertir, con la mano que tenía apoyada sobre su hombro, que tenía los músculos trabajados y tonificados bajo aquel traje negro. Él sonrió y ella frunció el ceño bajo su propio antifaz.
Wild geese that fly with the moon on their wings
These are a few of my favorite things
El chico la alejó de sí y ella bailó con el brazo extendido, sin soltarle la mano y al mismo ritmo que las demás mujeres. Con un nudo en la garganta, observó su alrededor en busca de alguno de sus amigos, pero ninguno de ellos parecía encontrarse en la sala.
Girls in white dresses with blue satin sashes
Asustada, consiguió volver a tener el control de su cuerpo y ojeó su alrededor con nerviosismo.
Snowflakes that stay on my nose and eyelashes
De la misma forma, soltó la mano del muchacho, que se detuvo a observarla con curiosidad mientras todos los demás continuaban el vals sin siquiera pararse a mirar qué la había hecho detenerse.
Silver white winters that melt into springs
These are a few of my favorite things
Por algún motivo, todo comenzaba a parecerle demasiado abrumador y la sala parecía que comenzara a dar vueltas a su alrededor.
When the dog bites
When the bee stings
When I'm feeling sad
El chico volvió hacia ella y le agarró de ambas manos a través de los guantes. Había clavado su mirada azul en los ojos castaños de Mimi mientras su frente descansaba de manera absurdamente romántica sobre la de ella. Mimi pudo oler desde ahí el aroma a rosas y no pudo evitar agobiarse.
I simply remember my favorite things
And then I don't feel so bad
Abrumada, se separó de él, miró a su alrededor y detectó una gran puerta a lo lejos. Entonces, sin pensárselo, se agarró el vestido para no tropezarse y corrió hacia ella, esquivando a las decenas de parejas de baile que continuaban danzando a su alrededor. "¡Eh!", escuchó al muchacho tras de sí.
Roses,
Kittens,
Se tropezó con una mujer que se giró a observarla con detenimiento.
Kettles,
Mittens,
Tras esa mujer, toda la sala se detuvo a mirarla y el chico apareció de nuevo de entre la multitud. Lo único que continuó fue la música.
La di da, la di da, la di da da
Sin pensarlo más, corrió de nuevo hacia la puerta atravesando a la multitud.
These are a few of my favorite things
Cuando llegó a ella, se giró un segundo a mirar tras de sí, y todos continuaban en el mismo lugar sin quitarle un ojo de encima. El muchacho, una vez más, estaba al frente. Inquieta y bajo la atenta mirada de decenas de pares de ojos que se asomaban entre los antifaces, abrió la puerta y salió de la sala aprisa. Un amplio pasillo de mármol fue lo único con lo que se encontró, así que lo recorrió veloz, aun a pesar de sus tacones.
When the dog bites
When the bee stings
Una enorme puerta, más inmensa que la de la sala de la que se había escapado, le detuvo el paso. Tras de sí, el muchacho apareció a lo lejos y "¡Eh!", gritó de nuevo al verla.
When I'm feeling sad
Con toda la fuerza que pudo, intentó abrirla para continuar alejándose de aquel chico, pero esta vez la puerta no se movía ni un milímetro.
I simply remember my favorite things
Asustada, apoyó la espalda contra el duro material para darle la cara al chico enmascarado, temiendo lo que este fuera a hacerle. Él, entonces, se tranquilizó y comenzó a acercarse con tranquilidad y una media sonrisa en su rostro.
And little by little my heavy heart sings
And then I don't feel so bad
Dejó de escuchar la música y el chico se detuvo ante ella. Su mirada, aunque lejana, parecía calar hondo en Mimi.
-¿Quién eres? -Logró articular.
Él resopló.
-Princesa.
-¿Cómo?
-Vamos, princesa -repitió-. Debemos regresar al baile. Los invitados esperan impacientes.
Mimi lo miró con el ceño fruncido y sin despegarse de la puerta. Él alzó el brazo derecho, ofreciéndoselo.
-Solo alguien como Tai podría llamarme princesa, y seguramente sería para burlarse de mí -entornó los ojos-. ¿Quién eres?
Alternó la mirada entre su mano y la sala. No parecía haber ningún otro lugar al que ir.
-Oh -bajó el brazo-, ¿importa, acaso, mi nombre? No lo creo. Lo que importa en todo esto -dio un paso hacia ella- es quién soy para usted, princesa.
-No me llames así.
-Discúlpeme por ser tan descortés. Es solo que... ¿Sabe? Nunca antes me había topado con una mirada tan cautivadora y pura como la suya. Me tiene realmente embelesado.
-Lo que me faltaba -puso los ojos en blanco.
-¿Cómo tengo el placer de llamarla, my lady?
Una mueca desagradable apareció en los labios de Mimi.
-Pues preferiría que no me llamaras, si no te importa.
La sonrisa de él se ensanchó, y entonces se acercó más a ella.
-Es usted siempre tan traviesa, señorita, que a veces me desconcierta -se quitó el antifaz-. Pero supongo yo, en toda mi ignorancia, que eso es lo que vuelve a una mujer interesante -esta vez llevó su mano hasta la cara de Mimi-. Toda esa complejidad, misteriosa y cautivadora, que se oculta tras la travesura de una joven que tan solo se quiere divertir -inclinó la cabeza hacia un lado-. ¿Me equivoco?
-¿Y yo qué sé? No entiendo nada de lo que dices.
A él se le escapó una pequeña risa.
-Princesa.
Se acercó y, cuando estaba a punto de besarle, ella apartó su cuerpo con ambas manos.
-¡Eh! Frena, Romeo, no te vengas tan arriba.
Las pupilas del muchacho de pronto parecieron dilatarse, al mismo tiempo que sonreía de oreja a oreja y mostraba unos impolutos y perfectos dientes blancos. Sus colmillos centellearon ante la luz de la lámpara de araña que colgaba del techo, y la respiración de Mimi se cortó de golpe.
-Llevaba mucho tiempo sin divertirme tanto.
-No -susurró, con una voz mucho más tenue de lo que pretendía y pegándose todo lo que podía a la enorme puerta que, más que puerta, parecía hormigón -. ¿Un vampiro?
De pronto, el chico se abalanzó sobre ella, pero Mimi fue más rápida esta vez; se agachó y logró zafarse de su acorralamiento. Regresó sobre sus pasos con toda la prisa que pudo mientras se agarraba el vestido para no pisárselo y el chico se materializó de golpe frente a ella, deteniéndole el paso.
-¿Cómo...?
-Nunca me había sentido tan dichoso -informó al mismo tiempo que cerraba los ojos con lo que parecía un inmenso placer-. Soy tan... afortunado -la miró de nuevo.
Mimi dio un paso hacia detrás, pero esta vez su tacón le jugó una mala pasada y le hizo caer y perderlo.
-¿Dónde están los demás? -Inquirió, asustada.
-¿Los demás? -Se acercó a ella, despacio y discreto- No necesita usted a nadie más que a mí. Conmigo es más que suficiente, princesa.
-¡Quiero salir de aquí! -Comenzó a llorar.
Y cuando abrió los ojos, ya no se encontraba en algún lugar de origen victoriano frente a un loco de ojos azules y colmillos afilados, sino en mitad de una enorme ciudad, en la puerta de un edificio y todavía tirada en el suelo. Era de día, al contrario de lo que ella creía. Por algún motivo que no lograba entender, su vestido y el tacón que le quedaba habían desaparecido, y en su lugar había vuelto el traje verde que se habían encontrado en la casa antes de que ocurriera lo de la criatura que se burlaba de ellos.
Se limpió las lágrimas y se levantó despacio, mirando al frente. Estupefacta con lo que sus ojos querían mostrarle, vio ante ella una enorme cantidad de criaturas de distintos tamaños, colores y formas, todas conviviendo en armonía como si se tratase del mismísimo Tokio en una noche relativamente concurrida. El enorme bichejo de varios metros de alto con pelo de varios tonos de rojo recorriéndole todo el cuerpo; la sombra de cara blanca que se paseaba de un lado a otro sin rumbo fijo, como si tan solo buscase un cobijo bajo el que sentirse segura; el conejo de algodón que amasaba mochi mientras una enorme carretilla con forma humanoide pero a cuatro patas lo trasladaba a través de la calle; la inmensa araña de larguísimas patas y cara giratoria, o la niña con ojos de caleidoscopio. Todos pasaban frente a ella como si tan solo continuaran su propia vida, mientras algunos la miraban de reojo, como si la rara fuera ella.
-¿Dónde estoy? -Logró articular.
-¡Princesa!
Mimi alzó la mirada a la fachada del edificio frente al que estaba, y en lo alto, en una de las ventanas, se encontraba aquel muchacho junto a otra joven con antifaz. Ambos se resguardaban del sol con una sombrilla que ella sostenía.
-Déjame en paz -susurró, aunque el chico no pudiera oírle.
-¡Vuelve aquí, princesa!
Instintivamente, los pies de Mimi se movían para alejarle de aquel edificio, pero poco tardó en chocarse contra algo que le hizo girarse.
Una criatura larguirucha y encorvada la observaba con tristeza y aparente fragilidad.
-Lo-lo siento -se asustó.
Entonces, otro pequeño ser con forma de conejo grisáceo se subió a su lomo y, con energía, profirió:
-¡Siga a esa libélula!
Los ojos de la criatura larguirucha se abrieron de par en par. Su cuerpo, de pronto, pareció llenarse de una energía inmensa e incontrolable y, para sorpresa de Mimi, salió corriendo a una velocidad tan apabullante que en menos de dos segundos los perdió de vista. Todavía más sorprendida, echó a caminar en una dirección cualquiera sin dejar de echar la mirada hacia detrás de vez en cuando, y con la atención dispersa entre la multitud de estímulos que recibía de todas partes.
Las calles de aquel lugar eran dispares, caóticas y aparentemente ilógicas. No parecía haber un orden en la colocación de los edificios, las carreteras o las calles destinadas a los peatones, sino que cada cosa parecía haber sido colocada por alguien diferente, como si se hubieran repartido la tarea entre todos los allí presentes. Los colores y la falta de ellos abundaban casi a partes iguales, y las criaturas eran tan extrañas que Mimi empezaba a pensar que quizás estuviera soñando. Pero Whisimbell era así de extraño, ¿verdad?
En un momento dado, llegó a una calle amplia por donde no parecían pasar máquinas o criaturas que ejercían de vehículo, por lo que parecía mucho más tranquila. A los laterales abundaban varios puestos de distintos tipos, como en un mercado local, y las criaturas se paseaban y miraban los distintos artilugios y comidas que había. De golpe, le llegó un olor delicioso que le abrió el apetito sin compasión. Se llevó las manos al estómago y comenzó a babear con las variadas comidas de los puestos, acercándose cada vez más a ellos, pero siendo prudente. Todavía le daba miedo acercarse demasiado a cualquier criatura.
-Eh -escuchó, pero continuó su camino sin darse por aludida-. ¡Eh! Eh, tú, humana.
Cuando escuchó eso, se giró hacia el puesto que acababa de dejar atrás y allí, escondido tras la comida, había un hombre bajito y de edad avanzada que le alzaba la mano. Parecía lo más humano que había visto hasta el momento, pero sus ropas amplias y sus gafas oscuras no le permitían verificar hasta qué punto.
-¿Me llamas a mí? -Dudó.
-Sí, claro. Ven, acércate.
Mimi frunció el ceño.
-¿Por qué?
El hombre miró a ambos lados y luego se acercó a ella.
-Eres una niña elegida, ¿no es cierto?
-¿Cómo sabes...?
-Ese traje está diseñado para uno de esos elegidos. No podrías llevarlo si no fuera para ti.
Mimi se miró el cuerpo. Estaba tan cómoda con aquel traje verde que a veces se le olvidaba que lo llevaba puesto. Regresó la mirada a aquel hombre y frunció el ceño.
-¿Quién eres?
-Lo importante no es quién soy yo, sino quién eres tú, Mimi.
-¿Cómo sabes mi nombre?
-La pureza de tus ojos no miente. Inocencia en estado puro, energía limpia. Tú debes ser Mimi. Por eso puedes trasladarte, por eso el traje que llevas.
-¿Qué? -Hizo una mueca con la boca- ¡No entiendo nada! ¿Qué quieres decir? ¿Quién eres?
-Llámame Maestro.
Sombra&Luz
¡Hola!
La música que puse arriba es la que suena durante el baile en el que se ve Mimi involucrada. Sé que es un capítulo algo corto y poco interesante, pero es ahora cuando empiezan las cosas a aclararse y explicarse. Espero que lo hayan disfrutado, aún así.
❤
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