2022, 14 de junio
Es la primera vez que será contada. Sin embargo, esta historia comienza tantos años atrás que el protagonista tiene que hacer un esfuerzo por recordarla detalle a detalle.
—Siéntate donde quieras. ¿Estás bien?
Jake Dagger asiente con la cabeza. Acerca una silla al escritorio y se sienta a mi lado. Aún no hemos empezado la conversación, pero ya parece abstraerse a recuerdos que me consta que no le gustan. Mueve las manos, se las pasa por el pelo rubio, se acomoda en la silla, observa la página en blanco del documento que ya abrí en el monitor de mi ordenador.
Estamos en mi despacho, en mi casa. Kari está trabajando, los niños están en el colegio —Kio aún en preescolar— y Ari ha venido con él. Ella espera en el marco de la puerta. Sé que no quiere molestar, y no molesta, porque también sé que una parte de Jake prefiere que lo acompañe. A mí no me importa mientras él esté cómodo.
Lo miro a los ojos y le sonrío. Él me devuelve la mirada, pero no el gesto.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? No tienes por qué, si no quieres —insisto.
Devuelve la mirada al monitor, a sus manos, y luego a Ari. Está a punto de cumplir treinta años, pero aparenta menos. Veinticuatro, tal vez. Se lo achaco a que es medio sombra y envejecen más despacio. Aunque el verde de sus ojos llama tanto la atención, no puedo evitar fijarme en la cicatriz que tiene debajo del izquierdo, en el pómulo. Es casi imperceptible. Para verla hay que acercarse a él, tener buena iluminación y haberle mirado a los ojos las veces suficientes como para que ese verde deje de atraerte y puedas apreciar otros detalles. Lleva una camisa blanca con los dos primeros botones desabrochados y las mangas a la altura de los codos. Las cicatrices de manos y brazos no son muchas, pero sí más fáciles de ver, mientras que la más llamativa es la que se deja asomar por su pecho, entre los pliegues de la camisa. Es evidente que está incómodo. No por mí, y mucho menos por Ari, sino por lo que está a punto de hacer.
La mirada hacia Ari no dura mucho. Baja al teclado y vuelve a mí.
—Quiero —asegura—. Quiero hacerlo.
Está determinado, no tiene dudas. Lo que tiene es miedo.
Me sonríe, y lo interpreto como una forma de escape, de no permitirse temer.
Lo que estamos a punto de contar puede despertar controversias que hagan dudar de él a muchas personas, incluyéndonos a nosotros, los niños elegidos. No es mucho lo que recuerdo salvo lo que Ari me contó después de lo que descubrimos en Whisimbell, en 2013, y ni siquiera puedo considerar eso como un recuerdo. Sé que es cierto, creo en lo que me contó porque me lo contó ella, no porque de verdad hayan vuelto del todo dichos recuerdos. Mi memoria en cuanto a esos días está manchada, tapada por una capa gris que no me deja ver bien lo que ocurrió, porque el borrado de memoria que nos hicieron desde Ofiuco en 2006 no es reversible. Tan solo puede trabajarse para escarbar en esa parte del cerebro y rezar para recuperar todos los detalles posibles.
Por eso Jake es la fuente más fiable de información sobre esos días. Además de tener una retentiva que me parece casi prodigiosa, es el único que conserva la memoria intacta, y también quien pudo ver los hilos moverse desde detrás, al otro lado de nuestra historia.
Parece nervioso. Sabe que se le va a juzgar y que lo que contaremos puede traer consigo una respuesta más negativa que positiva. Pero prometimos que este libro quedaría entre nosotros hasta que se sintiera preparado para compartirlo y, por tanto, sabe que está a salvo conmigo.
—Pararemos cuando lo necesites —aclaro—. No tenemos prisa, así que iremos a tu ritmo.
—Cuanto antes terminemos, mejor.
Vuelvo a sonreírle. Él lo hace de vuelta. Giro la silla hacia el monitor y empiezo a escribir. En la primera página pongo la fecha, 14 de junio de 2022, y añado «Jake Dagger y Takeru Takaishi», más por mera costumbre al escribir que porque quiera algún tipo de derecho de autor sobre la obra. Después dejo un espacio considerable y escribo «Proyecto», pero no sé cómo llamarlo.
—Mestizo —me dice.
Evito mirarlo porque sé todo lo que ha supuesto esa palabra para él y no quiero volver incómodo algo que ya ha dejado de serlo.
«Proyecto Mestizo», escribo.
—Bien —digo—, ¿tienes claro por dónde empezar?
—Recuerdo con claridad el día que viniste a preguntarme si me encontraba bien porque no estaba yendo a los entrenamientos de baloncesto. Creo que la noche anterior a eso puede ser una buena introducción.
Preparo los dedos y empiezo a teclear cuando me narra su historia y, por consiguiente, también la nuestra.
Sombra&Luz
El fic, en general, estará narrado por Jake, pero habrá partes intercaladas narradas por TK, como esta.
Espero que lo disfruten. Ya saben que sus votos y comentarios son los que me animan a seguir escribiendo. 🖤
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