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2006 | Capítulo 14

Una mañana, Lórman apareció en mi casa y me obligó a perderme las clases para ir con él al castillo. Allí, Régar estaba gritándoles a Pyrus y a Nedrogo por algún tipo de error que hubieran cometido, así que Lórman y yo esperamos a que terminara. Entonces, los dos hombres se marcharon, y Régar me miró.

—Mestizo, necesito que busques a un hombre y nos digas dónde podemos encontrarlo.

—¿Qué hombre?

—Gennai. Está en el Digimundo.

Sabía de qué mundo hablaba porque los había escuchado hablar de él en otras ocasiones. También me imaginé que tenía que ver con Takaishi, pero aun así fruncí el ceño como si escuchara su nombre por primera vez.

—¿Digimundo?

Rezongó. Se acercó a su trono y comenzó a darle golpes con el puño, seguramente como vía de escape para no pegarnos a alguno de nosotros.

—No tengo tiempo ni ganas de estar contándotelo todo. Lórman, dile a Pesbas que se encargue de él y luego acompaña a esos dos imbéciles para que no hagan más cagadas.

Lórman obedeció. Yo no me moví de mi sitio. Esperé a que mirarse el puño relajara a Régar lo suficiente como para que fuera capaz de tomar aire, aunque no dejaba de mover la mandíbula de lado a lado. Se sentó y se llevó una mano a la sien.

Solo me atreví a hablar cuando su respiración se calmó:

—¿Mucho trabajo?

—Esos ineptos me tienen desesperado. Estoy a un maldito paso de cargármelos y cambialos por otros que puedan ejecutar una orden a derechas. ¿Es que no puedo delegar un solo trabajo importante? ¿Tengo que estar presente en todo? Joder, hasta un puto mestizo de trece años trabaja mejor que ellos.

No respondí. Esperé a que soltara su retahíla de insultos dirigidos a Pyrus y Nedrogo, y seguí las órdenes de Pesbas cuando llegó. Él fue quien me llevó al Mundo Digital por primera vez.

—Es un hombre que ha ayudado a los niños elegidos en otras ocasiones—me explicó Pesbas cuando ya estábamos allí—. Siempre les avisa cuando se acerca un posible peligro. Necesitamos deshacernos de él antes de que nos descubra y pueda advertirles de que vamos a por ellos. Régar quiere que te encargues tú.

Dentro del grupito de Régar, Pesbas era, con diferencia, el menos soberbio de todos. No se negaba a obedecer a Régar ni se interponía en sus planes, pero sin duda solía tratarme mejor que los demás. Tenía el pelo castaño, relativamente corto, la piel bronceada y los ojos dorados.

—¿Quiere que me encargue de encontrarlo? —pregunté.

—Hace una semana envió a Nedrogo y a Pyrus a buscarlo, pero siguen sin dar con él. Están perdiendo el tiempo en asuntos personales y no se están tomando el trabajo demasiado en serio. Ya sabes cómo son.

—¿Para qué quiere Régar a ese hombre?

—Para matarlo. Dice que puede ser un estorbo para lo que tiene planeado.

No me explicó nada más. Regresó al castillo y me dejó solo deambulando por el Digimundo.

Traté de pasar desapercibido, de que no me viera ningún digimon. Aunque Régar estaba desesperado por encontrar a Gennai, no pude hacerlo en menos de tres días de búsqueda intensa en los que no fui a clase y tan solo pasé por casa para dormir.

El Mundo Digital era un lugar tremendamente parecido a la Tierra, aunque con muchas peculiaridades que podían llegar a descolocar a cualquiera que no estuviese familiarizado con las particularidades de la informática. Sus criaturas, los digimon, eran pacíficos en su mayoría, aunque tampoco les di la oportunidad de demostrarme lo contrario.

Cuando di con el tal Gennai, en realidad parecía que él hubiera dado conmigo. Era un hombre joven y alto, de pelo castaño y túnica blanca que me saludó con una sonrisa, como si supiera exactamente a lo que iba y fuera a mí a quien pillaba por sorpresa.

—Bienvenido, forastero.

—¿Usted es...?

—Me llamo Gennai. Creo que me estabas buscando. ¿A qué se debe?

Aunque al principio intenté acceder a él de manera velada, sin revelarle en realidad de dónde venía, por qué y para qué, pronto Gennai me demostró que era mucho más inteligente y avispado de lo que pensaba. Mucho más que yo. También me dejó claro que no era exactamente un hombre o, siquiera, un ser vivo. Fue por eso por lo que pronto comprendí que podría convertirse en un aliado si sabía usar bien mis cartas.

Tras una larga charla a los pies de un lago, que creo que superó las cuatro horas, se lo dije:

—Me han enviado para matarle.

Esperé su reacción. Creí que quizás podía salir corriendo o desaparecer transformando sus propios datos en otra cosa pero, en lugar de eso, observó el lago con calma, como si no me hubiera escuchado, y después me miró.

—¿Y tú? ¿Has venido a matarme?

Pensé que me había preguntado una obviedad o que no había entendido lo que le había dicho, pero enseguida me di cuenta de que el que no le había entendido había sido yo, pues lo que quería saber Gennai era si tenía la intención de acatar las órdenes que me Régar me había dado.

—No quiero —admití—, pero me dan miedo las consecuencias de no obedecerles.

—Lo entiendo. ¿Sabes lo que soy?

—Hasta donde tengo entendido, todo este mundo es un gran programa de ordenador.

—Algo así, sí. Y yo no soy más que una configuración de datos.

—Datos valiosos, por lo que tengo entendido.

—Pero datos, al fin y al cabo. ¿Puedo saber cuál es el motivo de que quieran matarme?

Bajé la mirada y se lo conté todo, como si con eso pudiera solucionar algo. No lo hizo, pero drenarme de aquello consiguió aliviar una parte de mí que no sabía que necesitaba aliviarse.

—Comprendo que estás en una situación peliaguda —comentó.

—Conoce a Takeru Takaishi, ¿verdad?

—El elegido de la Esperanza, por supuesto. No merece nada de lo que le está pasando.

Me sentó como un puñal.

—Tiene razón —respondí.



2022, 4 de julio

Dejo de escribir. No puedo evitar sonreír mientras me habla de Gennai, a pesar de aquella conversación tan seria que tuvieron. Jake aguarda en silencio, en calma. Parece tranquilo y, de alguna manera, le sienta bien que me resulten divertidos sus recuerdos con Gennai.

—Gennai... —musito, negando con la cabeza—. Siempre sabe más de lo que dice.

—Pues fue una suerte —asegura Jake—. Me tranquilizaba sentir que él lo tenía todo bajo control. Me hizo confiar en él y en lo que estaba planeando.

—A nosotros nos pasó algo parecido cuando lo conocimos... Luego lo conocimos mejor —río.



2006

—Creo que es importante que sepas que desde aquí soy capaz de enviarle una señal de alerta a Koushiro Izumi para que tenga constancia de todo lo que está ocurriendo —dijo Gennai de pronto.

El corazón casi se me salió del pecho. De repente estaba tan asustado que quise abalanzarme sobre él para detenerle, pero no fui capaz. En lugar de impedírselo, se lo pedí. Le expliqué cuáles podrían ser las consecuencias para todos, que las cosas necesitaban tiempo, que todavía no había nadie preparado para algo así. Le hablé de mis planes y de la información que había logrado sacar del libro de leyes y de Prus; le hablé del peligro que correría Takaishi si avisaba a sus amigos y le conté lo peligrosos que eran aquellos hombres. Hablé tanto que llegué a pensar que en algún momento había avisado a los elegidos, pero, cuando terminé, me di cuenta de que no había hecho nada de eso, porque quería escuchar lo que tenía que decirle.

Y entonces me aseguró que siempre había una esperanza a la que aferrarse, que yo tenía una oportunidad de salir con vida sin perjudicar a nadie.

Se me secó la boca.

—Pero para eso debo matarle, Gennai. Y que le mate puede traer consecuencias a largo plazo.

—¿Y qué te parece si te ayudo con tu plan?

Se nos hizo de noche dialogando acerca de lo que podíamos hacer juntos para lograr lo que me proponía. Me creyó sin dudarlo, desde el primer momento, y me pregunté si tenía algún tipo de poder que fuera más allá de manejar datos y almacenar información. Me dijo que confiaba lo suficiente en los elegidos como para saber que lograrían salir de aquel percance sin problemas, y que esperaba que mis planes también salieran como deseaba para que todos acabáramos bien. Me habló acerca de Koushiro, Izzy Izumi, para explicarme que era el más indicado como medio de comunicación con el grupo. Terminó diciendo que, quizás, lo mejor era hacerles creer a los sombra que estaba muerto, para que fuera Régar el que no pudiera interferir en mis planes y no al revés. Y entonces me explicó cómo almacenar sus datos en un disco duro externo y cómo guardar su programa para mantenerlo a salvo y que no fuese borrado del todo. Una manera de hacerle desaparecer sin matarlo.

—Si le entregas a Izzy un disco duro externo con mi información, estoy seguro de que podrá volver a configurarme para traerme de vuelta —dijo—. Y, si lo haces, puedo borrarme del mapa para que le digas a esos hombres que tu trabajo está hecho. Esa debe ser la única forma de que sigas adelante con tu lucha por sobrevivir sin tener que hacerme daño y sin perjudicar a los elegidos.

Yo también creí que era lo mejor. Le prometí, y volví a prometerme, que haría las cosas tal y como las habíamos hablado, y que no tenía ninguna intención de fallarle.

—Puede verse en tus ojos que tienes buenas intenciones —añadió con una sonrisa—. Confío en que eres del todo sincero. No te preocupes por mí; no me dolerá. Haz lo que tengas que hacer para ayudar a esos chicos. Y para ayudarte a ti.

Fue entonces cuando la primera promesa que me hice cobró aún más fuerza. Me negué de tal manera a fallarnos que estaba dispuesto a impedir que nada ni nadie me pasara por encima, ni a mí ni a mis planes ni al recuerdo de Prus. Ni siquiera Régar. 






Sombra&Luz

Siento la tardanza en publicar. ❤️

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