Capítulo 1
GRAVITY
Mi vida, mis relaciones, mi existencia siempre han dependido de mi conexión con; el club, mi padre y la pérdida de mi madre. La gente era cruel sin proponérselo siquiera, fui señalada, juzgada y criticada por mis raíces. Nacida en el seno de una familia de poca monda, reyes de la noche y predicadores de Satán. Sin embargo, el pavor hacía lo desconocido, y las aptitudes moralmente cuestionables de mi padre eran mayores. De hecho era más fácil fingir que no existía a tener que enfrenarlo a él y los riesgos que esa elección conllevaba. Un precio que muy pocos estaban dispuestos a pagar o al menos eso creía.
Mi mirada viaja de Mia al chico que la sostiene de la garganta. Veo el miedo reflejado en sus ojos caramelo sumergidos en lágrimas. Mi vista recae en el culpable, el chico es un completo desastre; ojos inyectados de sangre, el pelo descuidado y aceitoso. No me sorprendo que haya caído nuevamente por un tipo como él. Siente predilección por chicos con pasados turbios y que viven al margen de la ley, cree que ella puede ser la cura a sus problemas. Poniendo su vida en peligro sin pensarlo, esperando que la redención la salvaguarde.
— Ni un paso más, bonita— advierte torciendo la boca.
Levanto las manos en señal de paz.
— Solo quiero salir de aquí con mi amiga— suplico.
El cuerpo de Mia se estremece ante la mención y por supuesto, siendo muy consciente de nuestra actual situación. Es demasiado confiada e ingenua. Mia vive en una burbuja donde el mal siempre tiene remedio. El chico no parece satisfecho con mi propósito y en consecuencia fortalece el agarre. Lágrimas se arremolinan y caen de las esquinas de los ojos de Mia. Mi pecho se oprime, siento arcadas cuando observo como el desgraciado saca su lengua y le lame a lo largo de la cara. Antes de separase de ella me da un vistazo y suelta un gemido.
— Ella está muy cómoda aquí ¿no es cierto?— pregunta mientras sacude el cuerpo de Mia en respuesta.
Mia asiente llorosa. Todo su cuerpo grita miedo.
Aprieto mis manos en puños sintiéndome impotente e inútil.
— Lo ves— sonríe triunfante—. Si no quieres unirte a la fiesta— señala la mugrienta cama—, será mejor que te largues ahora que aún tienes opción.
Mis ojos salen disparados a causa de la repugnante propuesta. No soy idiota, sé lo que quiere. He visto como mi propio padre y los miembros del club hacen demostraciones abiertas de amor las veinticuatro horas del día. Sexo. Está amenazándome con sexo, sino me marcho. Y parece que el idiota no bromea.
— Grav, estoy bien. Jimmy esta juguetón esta noche— lo defiende riéndose y restándole importancia al asunto.
Pero a mi no me engaña. La conozco mejor que ella misma. Miente. No quiere que acabe involucrada, pero es demasiado tarde porque no pienso irme sin ella.
— Si es así, me marcho— bajo las manos.
Crecer en un ambiente donde el peligro es constante me ha enseñado a mantener la compostura –entre otras cosas– y no darle ventaja a mi adversario, a estar por encima de él. La única salida para cogerlo desprevenido, es fingir.
— Bingo— canta victorioso—. Premio para ti, preciosa— se relame los labios.
Controlo la rabia que se cuece por la impotencia de tener que dejarla. Fingir que no sé lo que le hará el degenerado cuando desaparezca. Tomo una profunda respiración intentado calmarme mientras me doy la vuelta, dándoles la espalda y salgo de la habitación. Los sollozos no tardan en llegar a mis oídos. Bajo deprisa las escaleras del motel sin perder un segundo de mi tiempo, a la salida el viejo recepcionista me observa aburrido. Él debe estar al tanto de lo que sucede dentro de las habitaciones, es imposible que no escuche los gritos de auxilio, sin embargo prefiere el sucio dinero a su integridad como ser humano.
Niego la cabeza.
Dios, quiero matar a todo el mundo. Alguien debería encargarse de hacer una limpieza del planeta y eliminar a la basura.
Camino hacia la salida y abro la puerta. El viento azota mi cara tan rápido pongo un pie fuera del establecimiento. Me abrazo a mi misma mientras corro al callejón, donde he aparcado el coche. Bufo los mechones de pelo que se interponen en mi vista mientras echo un vistazo a lo que me rodea. Las calles estaban completamente desiertas salvo un par de parejas y borrachos saliendo de bares.
Las voces y maldiciones que provienen del oscuro callejón me alertan, reduzco la velocidad de mis pasos. Sabía a lo que me enfrentaba cuando vine. Este lugar es uno de los peores barrios de la ciudad, pero no pude simplemente dejar a Mia no después de la llamada de socorro. Me asomo para tener una mejor visibilidad de lo que ocurre, sin embargo me escondo nada más capto varias siluetas. Un grupo intentando romper las ventanas blindadas y acceder de esta forma a mi SUV.
Estoy en un grave problema.
Tengo que deshacerme de los pandilleros, es la única forma en la que puedo coger la G17 que hay bajo el asiento. El único plan que tengo para liberar a Mia. Miro mis costados, tengo la vaga idea de que nadie dará una mierda por ayudarme. Ni siquiera puedo recurrir a la policía, dado el historial de mi padre y, la predisposición de la ley por ayudar a la hija de un supuesto criminal.
No es una opción.
Inhala y exhala, Gravity.
Piensa.
Muerdo mi labio y frunzo el ceño ante la descabellada idea que cruza por mi cabeza, hay un alto porcentaje que no salga bien. Pero tampoco es cómo si tuviese otra alternativa. Meto la mano dentro de mi bolsillo y cojo mi móvil.
Simular la sirena de la policial funciona en la televisión. Pondré a prueba lo aprendido.
Supongo que nada pierdo por intentarlo, excepto tiempo en este caso. Con las manos temblorosas a causa del frío desbloqueo el móvil y me dispongo a buscar en el navegador un sonido acorde, en cuanto encuentro un audio con buenas reseñas le doy a reproducir. Cierro los ojos y rezo porque funcione. Mi cuerpo se tensa por la falta de reacción de los maleantes.
Trago saliva, tratando de no entrar en pánico.
Logro escuchar un par de palabras sueltas y pasados unos minutos como empiezan a discutir. Tomo distancia y me escondo cuando oigo el sonido de unas botas pisar con brutalidad el asfalto del suelo. Me asomo y sonrió inconscientemente al ver a los últimos chicos desaparecer con él. Bloqueo el móvil cuando están lo suficientemente lejos y decido esperar unos segundos más por precaución. Salgo del escondite y camino hacia el coche, saco las llaves y abro la puerta del copiloto. Me siento sobre el asiento y palpo por debajo de éste, buscando el bulto de la glock.
Joder, es imposible que no esté aquí. No la he sacado ninguna vez desde que papá me dijo donde la puso. Sigo palpando el cuero del asiento sin éxito. Las esquinas de mis labios se curvan en una leve sonrisa y suspiro aliviada al percibir el relieve del arma. Introduzco mi mano en la abertura que hay, y que ha sido hecha a propósito por mi padre. A veces el abuso de protección que ejerce sobre mi resulta hasta útil, sobretodo en este tipo de situaciones de emergencia.
Agarro la pistola semiautomática y la guardo detrás de mis pantalones. Salgo del coche y me aseguro de cerrarlo bien. Camino con pasos decididos de vuelta al motel de mala muerte, donde se han hospedado Mia y su pronto exnovio. El pulso me tiembla mientras siento el arma contra mi piel, tengo miedo de que se dispare sola. Mi padre me dijo que no era necesario quitar el seguro a la glock, antes de apretar el gatillo y supongo que ante el temor visible en mi cara, intento arreglarlo diciendo que era segura de llevar. Y como de costumbre sin argumentos para sostener su declaración.
Cuando entro el viejo recepcionista no me da ni dos vistazos y vuelve su atención a la pantalla del ordenador. Hay una pequeña vena que me grita y recrimina haber pedido la cabeza por completo. Puede que la haya perdido. Estoy subiendo las escaleras de par en par con una pistola rozando la parte baja de mi espalda y que puede que vaya a dispararse sola en algún momento. A medida que voy dejando atrás las habitaciones voy perdiendo el coraje. Puedo tener los medios, pero no la capacidad para asustarle. Sin embargo, tan pronto reconozco la dueña de los desgarradores sollozos, aprieto mis manos en puños. La valentía vuelve a mí con mayor fuerza.
Golpeo la puerta consumida por la ira.
Sin respuesta.
Examino el pasillo vacío y sin cámaras a la vista, mejor sin pruebas no hay delito. La calidad de la puerta, es igual a la atención al cliente que ofrece el establecimiento. Lamentable. No me veo capaz de tirar la puerta como hacen en los films de acción, pero puedo disparar el cerrojo hasta que se rompa. Extraigo el arma con extrema cautela y la sostengo de la empuñadura, estudio mi objetivo y aprieto el gatillo. Los gritos y los sollozos han sido silenciados por el disparo. Otro disparo resuena. Tres han sido los necesarios para que Jimmy, el asqueroso, abra la puerta.
— ¡¿Has perdido la maldita cabeza, zorra?!— vocifera mientras su saliva salpica en mi cara.
No respondo.
Mi vista está perdida en Mia y el vestido negro rasgado que oculta parcialmente su desnudez. Estoy sin aliento, rebosando de ira cuando la observo en tales condiciones deplorables. Lágrimas humedecen sus mejillas y algunas continúan rodando por sus enrojecidas mejillas. El imbécil ahora desnudo, la sostiene de la cabeza como si fuese un sucio trapo, tiene parte de su pelo enrollado en su mano y tira de el mientras Mia suplica que se detenga.
Mis ojos escuecen, verla así rompe mi corazón en pedazos.
— Baja el arma. No vaya a ser que te hagas daño— brama con diversión.
Vuelvo mi mirada hacia él. Asco es lo que único que siento al observarle. Cree que no soy capaz de disparar, se equivoca entonces. Solo para demostrarle mi valía, estoy dispuesta a mostrarle de lo que es capaz una Hendrix cuando se trata de proteger a uno de los suyos. Bajo el cañón del arma y disparó cerca de sus pies.
Su reacción es inmediata. Salta y se aparta del lugar, donde he abierto fuego.
— Me quedan trece balas— digo fría, repasando y restando las que ya he gastado—. La próxima ira a tu enferma polla.
— Ésta puta no vale tanto— dice, refiriéndose a Mia y empujándola contra el suelo
El labio inferior de Mia tiembla.
— Levante, nos vamos— ordenó mientras apunto con el cañón de mi G17 al imbécil—. Na va a atacarte— la tranquilizo—, sabe que lo dispararé si lo hace.
El bastardo gesticulo un zorra.
Mia lo mira y se levanta con rapidez. Vuelve a meterse en la habitación y sale con un par de zapatos en una mano, y con la otra coge su abrigo. Antes de cruzar la puerta, se gira y le echa un vistazo y por último le escupe en la cara. El aludido se limpia con furia y intuyo sus intenciones cuando rompe la distancia que los separa. Ni de coña, mamón.
— Shhh, no lo olvides— agito el arma.
Jimmy se detiene.
— Maldita, zorra espero no volver a verte— maldice con ojos mortíferos.
— El deseo es mutuo, bastardo.
Mia se esconde detrás de mi espalda. Siento como su cuerpo deja de temblar a medida nos alejamos de la habitación.
— Será mejor que cierres la puerta, sino quieres que me arrepienta— amenazo todavía apuntándole.
El bastardo levanta la mano y me muestra el dedo del medio antes de cerrar la puerta. Miro detrás de mi espalda y guardo la pistola. Mia sigue demasiado alterada. Sus ojos caramelo se clavan en los míos y respira con dificultad.
— Mantén la calma— digo y sostengo su cara entre mis manos. Mis manos se humedecen a causa de los restos de lágrimas—. Voy a sacarte de aquí. Vamos a estar bien.
La acerco al hueco de mi cuello mientras le acaricio la cabeza. Noto miradas curiosas sobre nosotras y al girarme me encuentro con algunos huéspedes con la puerta entreabierta, observando el espectáculo y murmurando a nuestro alrededor.
— Tenemos que irnos— ella asiente y se inclina sobre mi para ponerse sus zapatos.
La agarro de la mano y descendemos a través de las escalares hasta llegar a recepción. Me acerco al señor que se encuentra detrás del mostrador y le tiendo mil dólares.
— Por los problemas ocasionados— escupo y saco otros mil—, y por su silencio.
Frunce el ceño.
— No quiero volver a verte en mis instalaciones— finaliza cogiendo el dinero y guardándoselo.
No volvería ni aunque me pagaran. Abro la puerta y la cierro de un portazo. Mia se asoma de la esquina donde me espera.
— ¿Donde aprendiste a disparar?— pregunta cuando estoy lo suficiente cerca de ella.
— Mi madre— me limito a decir.
No odio hablar de ella, pero duele hacerlo. Me observa con una expresión de arrepentimiento, como si fuera consciente de lo que he significaba.
— Hoy es el día en que ella...
Cierro los ojos con pesar.
— Si— la interrumpo y la miro.
Mia baja la mirada mientras juguetea con sus manos. No vuelve a sacar el tema de mi madre, lo que resulta un gran alivio.
— Siento haberte arruinado el cumpleaños— se disculpa apoyando su cabeza en mi hombro.
Mia es luz y bondad, y es que a pesar de la traumática experiencia ella se levantará y volverá a confiar. Esa es su naturaleza. No importa cuantas piedras se interponga en su camino, ella siempre tiene la fuerza de levantarse y enfrentarse nuevamente a sus adversidades.
— Tranquila. Mi padre ha vuelto a usar el pretexto de asuntos del club y lo ha cancelado— explico y mi voz ha sonado más melancólica de lo que pretendía. A veces soy tan patética.
Me da una mirada triste y me consuela, abrazándome mientras me da palmadas en la espalda. No tengo ni idea de cuanto tiempo permanecemos de esta forma, pero es tan reconfortarte.
— Tu padre te adora, Grav— murmura en mi oído—. Lo veo en sus ojos. Tú eres su luz.
Me separo y río por la comparación, y ella acaba contagiándose con mi risa y empieza a reírse conmigo. Me duele el estómago de tanto reírme. No sé qué sería de mi sin ella, es mi única amiga y mi eterna confidente. No me juzga ni tiene prejuicios contra mi familia. La única en quien puedo confiar.
Observo sus ojos iluminarse de emoción. La veo meter su mano en el bolsillo de su abrigo y sacar un mechero, recuperando su bonita sonrisa.
— Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz— empieza a cantar encendiendo el mechero e iluminando la noche con la pequeña llama.
No puedo evitar reírme de sus intentos por mantener el fuego.
— Prometo que lo celebraremos como es debido. Sin fiestas ni chicos— prosigue, haciendo una mueca de asco—. Celebraremos en pijama y con una sesión completa de Netflix. Promesa de chica scout.
Entonces sucede algo que jamas habría imaginado. Mis palabras son silenciadas de golpe. Siento que mi vista está fallando y después todo se vuelve completamente oscuro. Lo siguiente que sé es que estoy atrapada y siendo transportada en algún tipo de camión con más chicas.
Y sin rastro de Mia.
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