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Único

Manuel observaba el bullicio a su alrededor mientras la gala del Balón de Oro continuaba con su pomposo desfile de estrellas.

Se sentía fuera de lugar, había pasado su vida evitando esas situaciones, y aunque había asistido a eventos importantes antes, esa noche en particular lo incomodaba más de lo usual.

Tal vez era su edad, o el hecho de que, a pesar de sus logros, sentía que había quedado atrapado en la vida de alguien que no era él.

A sus 37 años, era un Omega que no encajaba en las expectativas de la sociedad.

Alto, fuerte, más resistente que la mayoría de los Alfas con los que había jugado.

Nadie había esperado que él, el gran hombre  del Bayern de Múnich, fuera un Omega, y mucho menos que siguiera soltero, sin pareja ni hijos.

Nunca había deseado lo que otros Omegas parecían anhelar.

Prefería su independencia, su libertad, sin embargo, últimamente, ese vacío que siempre había ignorado comenzaba a hacerse más presente.

Suspiró, tomando su copa de vino y dándole un sorbo corto.

Los aplausos resonaban cuando anunciaban el siguiente premio, pero Manuel apenas prestaba atención.

Hasta que lo sintió.

Una mirada intensa, fija en él, que le hizo erizar la piel.

Se giró lentamente, buscando al dueño de esa sensación, y sus ojos chocaron con los de un joven Alfa, que lo observaba desde el otro lado del salón.

Gavira.

Manuel había escuchado de él, un Alfa joven, una promesa en el Barcelona y compañero de club de su amigo Ter Stegen.

Pero, ¿Por qué lo miraba de esa manera? Pablo no apartaba sus ojos avellanas de él, tenía esa expresión, la de un cazador que acababa de fijar su objetivo... Y estaba empezando a sentirse como la presa.

Había algo en su mirada que hizo que el estómago de Manuel se revolviera con nerviosismo.

Un Alfa tan joven no debería estar interesado en alguien como él… ¿Cierto?

El aroma a fuego y whisky llegó hasta sus sentidos, envolviéndolo de una forma casi embriagante.

Jamás había olido algo así, ¿Cómo podía alguien tan joven, un cachorro tener una esencia tan potente? Era imposible que Gavi estuviera interesado en él, demasiado menor.

Demasiado diferente.

Sin decir una palabra, Manuel se levantó de su asiento y caminó con calma hacia la salida del salón.

No quería llamar la atención, pero necesitaba un respiro, necesitaba apartarse de esa mirada que lo hacía sentir tan...

Decidió que lo mejor era dirigirse a los baños del tercer piso, donde casi nunca había nadie, un lugar para calmarse, recomponerse.

El pasillo estaba vacío, y el silencio del tercer piso lo envolvía, Manuel soltó un suspiro al entrar en el baño, pero justo cuando se miraba en el espejo, ese aroma volvió a invadir el aire.

El mismo aroma que había sentido en el salón, pero ahora más fuerte, más presente.

Se giró rápidamente y ahí estaba él, apoyado contra el marco de la puerta como si el lugar le perteneciera.

—Omega… —La voz de Gavi era baja, casi un gruñido.

Un escalofrío recorrió la espalda de Manuel al oírlo, esa palabra nunca había tenido tanto peso sobre él como en ese momento.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó Manuel, su voz sonaba más firme de lo que en realidad se sentía.

Pablo no apartaba los ojos de él, y esa intensidad empezaba a hacerlo sentir pequeño.

Algo que nunca había experimentado antes.

—Buscándote —Respondió Gavi sin rodeos, dando un paso hacia adelante.

Su aroma llenaba cada rincón de la habitación, y Manuel sintió cómo su cuerpo reaccionaba involuntariamente.

Apretó los puños, luchando contra el impulso que empezaba a crecer en su pecho.

—No tienes nada que hacer conmigo.—Manuel intentó sonar racional, pero algo dentro de él sabía que ese cachorro de Alfa no se daría por vencido tan fácilmente.

—¿Por qué no?—Gavi sonrió ligeramente, dando otro paso más cerca.

—Eres increíble, Neuer, fuerte, hermoso… ¿Por qué no querría estar cerca de ti?

Manuel sintió que su corazón se aceleraba, ese chico no tenía derecho a decirle esas cosas.

Él era un Omega que había pasado su vida probando que no necesitaba un Alfa.

Y ahora, ahí estaba Pablo Gavira, con solo 20 años, desafiando todo lo que Manuel había creído sobre sí mismo.

—Soy demasiado mayor para ti.—Respondió con un tono severo, queriendo cortar esa conversación antes de que fuera más allá.

—No me importa la edad, no vine aquí por eso.—Gavi cerró la distancia entre ellos.

—Vine porque te quiero a ti, Manuel.

La sinceridad en la voz del Alfa lo desarmó, nadie había hablado con él así, nadie lo había mirado con esa intensidad.

Era una atracción feroz, y aunque su mente le decía que se apartara, su cuerpo quería lo contrario.

—Esto es ridículo.—Murmuró Manuel, dando un paso atrás, pero su espalda chocó contra la pared fría del baño, Gavi se acercó más, alzando la mirada, podrían tener una considerable diferencia de altura, pero ante esos ojos, era Manuel quién se sentía pequeño.

—Quizás, pero dime, ¿De verdad no quieres esto?

Manuel cerró los ojos, sintiendo el calor de Gavi a su alrededor, el aroma embriagante que lo hacía perder el control.

Sabía que no debía caer, sabía que esto estaba mal, pero...  También sabía que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía visto.

Se sentía deseado.

—No deberías quererme. —Susurró, su voz rota por la duda.

—Te equivocas, Manu... Eres exactamente lo que quiero.









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