4.
Celeste tocó varias veces la puerta y esperó unos minutos hasta que abrió Reisha, su mejor amiga.
—¿Y esta visita inesperada? —preguntó.
—Nada, que ayer no pudiste venir con nosotros y he pensado en visitarte —sonrió hacia su amiga—. ¿Me dejarías pasar cucaracha? —Reisha se hizo a un lado para que Celeste pudiera pasar.
—Lo siento rata, me sentía bastante mal ayer —dijo tocando su abdomen.
—No pasa nada, ayer nos metimos en el nuevo mercado que acaban de hacer en las calles primeras. Te traje un poco de fruta —le tendió la bolsa.
—Gracias, ¿y dónde será la próxima parada?
La muchacha iba a responder pero fue interrumpida por unos toques en la puerta. Las dos se miraron y fruncieron el ceño.
Reisha abrió la puerta encontrándose con tres personas, sus otros amigos.
—Lo siento, es que vimos entrar a Celeste y quisimos participar en la visita —dijo Abril con una sonrisa tímida.
—No pasa nada, entrad —se hizo un lado como antes lo había hecho.
Celeste se giró al notar varias presencias en la pequeña sala. Sonrió al ver a todos sus amigos reunidos.
—Llegais justo a tiempo. Estábamos hablando de la proxima parada —dijo Reisha sentándose en uno de los sofas.
—Yo he pensado en ir a la misma parada de la última vez —se encogió de hombros.
—Estoy de acuerdo, el mercado es nuevo y hay muchos más productos que las otras calles —apoyó la idea de su amiga.
—Pero es mucho más arriesgado ir a casa ya que pasamos por las calles de Los Primeros.
—Claro, y espero que una niña no se pare en medio camino para hablar con los de Clase Alta —dijo Carlo mirando fijamente a Celeste. Ella rodó los ojos pensando que el chico nunca iba a cambiar.
—No fue mi culpa, sin querer esa cosa redonda rebotó en mi cabeza.
—Pero igual te paraste en medio camino para mirarlos —insinuó de nuevo el muchacho, suspiró frustrada.
—Ya dejadla en paz, se habrá despistado y ya está —sonrió hacia Reisha.
—Entonces volviendo al tema. ¿Misma parada? Y cuando claro.
—¿Podría ser mañana? —se giraron hacia Lei—. No pude agarrar comida suficiente para mi familia —se rascó la nuca nervioso.
—Ya está decidido, mañana misma parada, por la tarde cuando está mas lleno —todos asintieron a lo que dijo Celeste.
Esa misma tarde cuatro jovenes hablaban sobre otros planes, pero para su verano.
—¿Y que hareis en vuestras vacaciones? —preguntó Izhan, ya que solo faltaba una semana para que sus clases acabaran.
—Mi padre ha planeado ir a Moscow, ya lo conoceis no le gusta el verano —respondió Roberto.
—Nosotros iremos a un crucero por todo Europa —se encogió de hombros Izhan.
—Mis padres se quieren quedar aquí, por las complicaciones que están sucediendo en la clase inferior. Así que este año no hay viajes —dijo Gabriel con desinterés.
—Yo lo mismo que él —Javier señaló al rubio.
—Es de mala educación señalar a las personas Javi —le reprochó Izhan, burlándose de él.
—Como si tú tuvieras modales —susurró Roberto.
—Tú solo finges tener modales con las chicas que te quieres tirar —respondió Izhan, y de ahí los dos se tiraron dagas con la mirada.
—No es mi culpa que ligue más que tú —le sacó la lengua. Izhan cansado ya de la situación le dio un empujón, aunque Roberto tampoco se quedó con los brazos cruzados. Los otros dos muchachos miraban como sus dos amigos se tiraban en la alfombra simulando una pelea de lucha libre.
—¿Por qué ayer estabas tan despistado? —le preguntó el chico de su lado, aprovechando de que sus otros dos amigos no podían escuchar.
—Nada, estaba algo cansado —respondió mirando hacia otro lado.
—Chicos, ¿jugamos a los videojuegos? —preguntó Roberto sentado a su lado. Frunció el ceño al ver que los dos ya habían parado de pelear.
—No nos mires así, hemos decidido que los dos ligamos más que vosotros —rodó los ojos y encendió la televisión para que se callaran de una buena vez.
—¿Es verdad qué hablaste con uno de Clase Alta? —le preguntó Reisha cuando ya todos se habían ido a sus casas.
—¿En serio, tu también? —rodó los ojos mientras que seguía dibujando garabatos imaginarios en la mesa.
—Solo preguntaba Rata —se quejó su amiga—. ¿Era al menos un chico? —la miró con picardía.
—Si, era un chico y antes de que preguntes. No era muy guapo, pero sus ojos me llamaron la atención —se encogió de hombros. La mirada perversa de Reisha se tornó en una sorprendida.
—Me sorprende bastante que me digas eso de un chico —dijo acercándose a ella con mas atención—. Normalmente no hablas de chicos y menos conmigo.
—Porque a mi no me parece muy necesario hablar de chicos. Una charla sobre chicos es perder el tiempo cuando puedes hablar de como cambiar el mundo.
—Y aquí vamos de nuevo con la Celeste filosofa —frunció el ceño al escuchar esa palabra—. No me mires asi, lo escuché en alguna calle de por ahí. Además en las revistas que yo tengo solo se habla de la filosofía.
—¿Desde cuándo tu tienes revistas? —Reisha se levantó y abrió un cajón en el que habían muchas revistas recortadas.
—He recortado algunas imagenes de las cosas que me gustaría tener —señaló pequeñas piezas de comida junto con alguna ropa.
—Muy buena idea cucaracha. Te voy a copiar —sonrió con arrogancia—. ¿Desde cuándo quieres unas bragas de mariposas? –soltó una carcajada mientras que miraba otras imagenes.
—No mires esas cosas privadas —escondió algunas—. Si quieres coge una y recorta todo lo que tu desees. Hay una de chicos guapos —hizo una mueca pensando en que más cosas habrían en todas esas revistas.
Miró todas las que reposaban en la mesa. Pero una llamó su atención, ya que no era una revista, sino un libro. Miró con tristeza el objeto, y pensó que no valía la pena, ya que la pobre no sabía leer.
—¿Qué pasa? —preguntó Reisha preocupada.
—Es que yo... no sé leer —respondió en un susurro.
—No pasa nada, en este pueblo nadie sabe leer. Yo aprendí por todas estas revistas —se encogió de hombros y le regresó el libro que había dejado en la mesa—. Este es muy bonito, además tiene imagenes en las que puedes entender mejor las escenas.
—Gracias, creo que ya es hora de irme —miró desde la ventana. Ya no se veía la luz del sol, así que era señal de que debería de estar en casa.
Después de darle un abrazo a su amiga salió de esa casa solitaria. No le gustaba la idea de que Reisha viviera sola. Algunas veces Celeste insistía en que se quedara a vivir con ella, pero la joven siempre se negaba.
Se negaba a dejar lo único que le quedaba de sus padres. Ya que estos dos murieron por una grave enfermedad que no pudieron curar a tiempo.
Cuando llegó a casa notó que ninguna luz estaba encendida y pensó que ya todos estaban durmiendo. Comió una manzana como su cena y se fue a dormir.
—Adiós abuelo —le dio un beso en la frente.
—¿A dónde vas? —se giró e intentó no mirarlo a los ojos.
—A casa de Reisha —mintió. No le gustaba hacerlo, y mucho menos a su abuelo pero tampoco queria ver su cara decepcion.
—Está bien, tu madre hoy se quedará en Casa Lavanda —asintió y se fue de su casa. Suspiró y caminó hacia la barrera en donde todos se encontraban ahí.
Sonrió al ver como todos estaban vestidos muy diferentes a como lo hacían. Pero, soltó una carcajada al ver a Carlo.
—¿Y esos vaqueros? —todos rieron mirando al moreno.
—Anda no te quejes de él, que tu vas con falda y además color rosa.
—Vale, ¿podemos irnos ya? —dijo Lei impaciente.
—¿Llevais la cuerda? —preguntó Reisha. Celeste sacó una cuerda gruesa y larga de su mochila. Se la tendió a Carlo y este lo ató a una roca y todos comenzaron a bajar lentamente.
Cuando ya todos estaban en tierra fueron hacia el puente. Miraron hacia arriba en donde un cartel anunciaba la entrada hacia la ciudad de Clase Alta.
Celeste suspiró y fue la primera en pisar un pie dentro de ese lugar que no era de ella. Todos imitaron su acción y caminaron en silencio, ya que todos estaban bastante nerviosos.
Podría decirse que estaban acostumbrados, pero los nervios nunca se iban a ir. Ya que los días de suerte nunca iban a ser para siempre.
Llegaron al mercado, se miraron por última vez y empezaron ha hacer lo pleneado.
Robar no estaba bien, pero sus vidas estaban peor que ese pecado.
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