Diciembre 1884
En alguna parte de Madagascar....
— ¡Buen día! amada mujer
— ¡Oh! Buen día, amor mío
Ambos se prodijiaron caricias y besos
— Estoy feliz... Tú conmigo y no me importa que pasen los días, los años...
— ¡Oh! Si a mi tampoco me importa que pasen los días.... ¡Espera! ¿Qué día estamos?
— Pues... No lo sé mi Estrella marina
— Según lo que tengo tarjado, ya estamos en las fiestas navideñas
— ¿fiestas?
— ¿¡La cena, el árbol!? —Astrid lucia muy exaltada
Nimai, comprendió que esa fecha era muy especial para los occidentales
— Cenaremos pescado, el más grande
— Pero... eso no es todo, no podemos quedarnos solo con la cena, siquiera un árbol debemos tener adornarlo no sé, con algo.... Ayúdame a pensar
—¿Cómo quieres tú árbol?
Ella dibujó en la arena
— Fíjate Nimai... así lo quiero, pero no podemos perder mucho tiempo como yo, pero... ¿¡Cómo pude olvidarlo!?
— ¡Tranquila! Astrid.... Mírame a los ojos, buscaré el árbol
Al cabo de un rato, volvió Nimai
— Lo siento Astrid, no lo encuentro
Ella se conmovió por el gesto de su amado — ¡Vamos! yo te ayudaré
Ambos fueron en busca del pino, pasaron gran parte del día, por sitios hasta desconocidos para ellos, pero nada
—¡Oh! Solos en esta isla que ni siquiera tiene un pino
— Lamento mucho, no cumplir con mi palabra
Entonces Astrid reflexionó
—¡Oh! Nimai.... Disculpad
—¿Porqué?
— Porque nada debería importar más ahora que estar juntos
— Pero... no hay árbol
— ¡Olvídalo!
— No Astrid... No me conformo
— Está bien, busquemos algo parecido
Y así se acomodaron con otro árbol, llegando Astrid a entender una lección de vida, el estar con su amor, la modesta cena y que eso... vale más que cualquier cosa en el mundo.
— Astrid... Aquí de testigo al Lucero del alba ¡Te amo!
— Y yo Nimai ¡Feliz Navidad!
— ¡Feliz Navidad! Mi Estrella Marina
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