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— ¿No es mucho viajar tanto en tu día libre? — Preguntó Sana, mientras subíamos en en tren bala, negué yo. —Además, si pasa algo en Osaka, también puedo pelear— Empecé a recordar mi última pelea, en la que justo Sana estaba allí. —También hay escuadrones allí— Añadí.
—Estás aquí— Sentí como tomó mi mano, haciendo que la viera. —Eso significa que ganamos nosotras— Sonrió, dándome cuenta de que eso era todo lo que necesitaba, protegerlas y seguir con ellas, asentí a sus palabras, empezando a tomar ruta el tren.
En el trayecto solo pude decirle dónde había trabajado en mis años de limpiadora, dado que muchos Kaijuu terminaban en en medio de pueblos y la costa, haciendo que me moviera mucho en ese trabajo, aunque nunca tan lejos como donde iba a ir con ella.
—Prometo hacerte de guía en Osaka— Le escuché, quitando mi vista de la ventana. — ¿Me ibas a dejar sola y perdida en Osaka? — Cuestioné, poniéndola nerviosa y negando con las manos. —Siempre puedo usar mi celular si me dejas sola— Le indiqué, haciendo un gesto de quitarle importancia, en una clara broma.
— ¡No me voy a despegar de ti! — Aquello llamó la atención de los del otro lado del pasillo, haciendo que me levantara y me sentara a su lado, tomando su brazo y abrazándolo, viéndola desde debajo. —Entonces empieza desde ahora— Le aclaré, yendo todo el trayecto así, ahora poniéndola nerviosa.
Una vez llegamos a Osaka, fuimos por allí de la mano, hasta llegar a la casa de sus padres, de por si yo era extranjera fuera de Asia, eso ya era un poco raro, ahora, mi cabello y ojos eran incluso menos común, teniendo que explicar quien era verdaderamente, suspirando de alivio sus padres.
—La mayoría de japoneses ve al número diez como un héroe— Me aclaró su padre. —Siempre me pareció una bendición que el número diez apareciera para salvarla— Señaló a Sana. —Voy a dormir más tranquila ahora— Me señaló, viendo a Sana, sorprendiendome por tener esa imagen.
Según Sana, iba a dormir en su cama, y ella en un futón, aunque la realidad es que dormimos juntas, también descubrió las virtudes de mi piel.
Al día siguiente, su madre nos dió los buenos días con un banquete, dicho por ella, las gracias por salvar a su hija, subiéndome un poco la moral, además de probar platos típicos de la prefectura.
Después de eso, Sana me llevó al castillo de Osaka, entendiendo el porqué tantos mangas y animes lo habían tomado de inspiración.
—Por suerte nunca han dejado que los Kaijuu se acerquen, sería una verdadera pérdida— Vi la edificación.
Pese a que en mi última pelea, destrocé por donde iba por la desesperación, cuando tenía oxígeno, siempre prefería evitar la destrucción, este era uno de esos motivos.
Ya estaba recordando bien por todo lo que quería pelear, aunque ahora tenía nueve razones más.
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