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El caballo colorín


A medida que el caballo se acercaba, la tensión de Pedro Pablo iba en aumento; con una mano agarró unas cuantas rama secas y, con la otra asió firmemente el cuchillo por la empuñadura.

Y se desató la tragedia.

Justo cuando el animal iba pasando, desde los matorrales saltó Pedro Pablo al sendero y lanzando un estridente grito se puso, sorpresivamente, frente al animal asustándolo con las ramas de arbusto y el cuchillo en alto.

El caballo colorín, espantado, se alzó batiendo en el aire sus dos patas delanteras, relinchando como nunca antes lo había hecho. Se había levantado en una postura casi  vertical. Con sus cuartos traseros sostenía todo su peso más el peso del fornido jinete. Todo ocurrió en muy pocos segundos. Ömer, desesperado, procuró mantenerse sobre el animal, pero éste comenzó a retroceder peligrosamente, trastabillando.

Pedro Pablo obsevaba aterrorizado la dramática escena. No era ese su plan. Quedó paralizado. Nada podía hacer, sino que alejarse cuanto antes para no ser alcanzado por las patas del equino.

Mientras, Ömer, luchaba para no caerse, con una mano se aferraba de la montura y con la otra tiraba de las riendas con tanta fuerza que, el animal, comenzó a sangrar por el hocico y emitiendo un relincho de dolor cayó pesadamente hacia atrás aplastando con sus lomos al desesperado jinete que inmediatamente quedó inconsciente.

Los muslos de Ömer, y parte de su abdomen,   recibieron todo el peso del animal.

Prontamente, y con otro fuerte relincho, el caballo colorín se puso de pie y salió corriendo en dirección al pueblo.

Pedro Pablo no sabía si huir del lugar o prestarle ayuda a Ömer que ya comenzaba a recuperar la conciencia en medio de un intenso dolor que lo obligaba a quejarse lastimosamente.

Mientras tanto, algunos hombres vieron llegar al caballo colorín entrando al pueblo con la montura puesta y sin jinete. De la sorpresa pasaron a la acción. Cinco de ellos, pensando que algo malo le había sucedido al turco Rissit, se pusieron de acuerdo y, caminando en dirección del delineado sendero, se pusieron a recorrerlo, sabiendo que por ahí Ömer subía y bajaba, hacia y desde la casa de su padre.

Pedro Pablo decidió ir en busca de ayuda. A no mucho andar se encontró con los cinco hombres que venían desde el pueblo, seguidos por un par de bulliciosos perros. Les contó, con evidente nerviosismo, que el turco había sufrido un lamentable accidente y que estaba muy mal. Nada más. Junto con ellos regresó al lugar. La noche comenzaba a caer, y una inmensa luna llena acompañaba al grupo. 

Encontraron al jinete ya casi moribundo; intentaron levantar su cuerpo entre todos para llevarlo al pueblo lo antes posible. Ömer quiso decir algo. Balbuceó algo no entendible y... dejó de respirar. Los hombres se miraron y, sin decir palabras, levantaron el pesado cuerpo inerte y caminaron acongojados portándolo en dirección al pueblo. Uno de ellos lo hizo en dirección contraria para llevarle la triste noticia a "don Yusuf", el padre.

El silencio solamente se rompía con el ladrido fastidioso de los perros que, ahora, corrían cruzándose por delante del cortejo que avanzaba con dificultad portando al hombre muerto.

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