i wanna be
Jimin corría a ciegas por los oscuros callejones. La penumbra de la madrugada le hacía imposible distinguir incluso su sombra, tenía un brazo lastimado y había perdido mucha sangre a ese punto, el dolor era tan agudo como el frío que se colaba en sus huesos, y la sangre, que había dejado tras de sí un rastro, parecía no detenerse. Su cabeza latía con un dolor sordo, impidiéndole pensar con claridad; ya no era dueño de sus pasos, avanzaba sólo por inercia. No sabía cuánto tiempo más podría seguir huyendo, pero al menos, por ahora, había perdido a esos tipos con los que anteriormente tuvo un encuentro peligroso.
Sus manos temblaban, el frío sudor mezclándose con la sangre que le corría por la frente. Cada paso le costaba más. Los gritos se oían a lo lejos, pero su visión borrosa no le permitía saber si aquellos eran signos de peligro o, quizás, voces que le podrían salvar. No importaba. Estaba perdido. Sólo podía apoyarse en las paredes, intentando mantener el equilibrio con el poco aliento que le quedaba. Su nariz se obstruía, la sangre hacía que respirar fuera casi imposible. El mundo a su alrededor era una mezcla de sombras y silencio roto, donde cada esquina parecía prometer una salida que nunca llegaba.
Con cada paso, su cuerpo lo traicionaba un poco más. Los escalofríos lo sacudían, sus piernas temblaban, y el mareo se instalaba como una niebla pesada. Pensó en casa, en las luces de las calles concurridas. Si tan solo llegara hasta allí, alguien lo encontraría, alguien lo ayudaría. Pero, mientras se aferraba a esa idea, su cuerpo se rindió.
Sintió cómo sus piernas flaqueaban, y el duro cemento fue lo último que percibió antes de que todo se oscureciera por completo.
Había caído.
Otra vez.
Y una vez más, no puro encontrarlo.
⊹ ࣪ ˖
El dolor en su cabeza fue lo primero que sintió al despertar.
Jimin se incorporó lentamente, con el cuerpo aún algo entumecido. Parpadeó varias veces, tratando de reconocer el lugar donde estaba.
Estaba en una cama. No era su cuarto. Aunque el ambiente resultaba cálido, acogedor, algo no encajaba. No estaba en un hospital, eso lo sabía. Entonces, ¿quién lo había llevado hasta allí? Intuyó que debía ser algún familiar pero la duda persistía.
Lo único que recordaba con claridad de la noche anterior era como salió frustrado de su hogar y resultado de sus descargas de furia en lugares equivocados, se envolvió en una pelea que resultó siendo un grupo contra él solo y por sus heridas, terminó por desmayarse del dolor al tratar de huir.
Recordaba, vagamente, los eventos de la noche anterior. La furia que lo había llevado a salir de casa, el encontrarse envuelto en una pelea desigual contra varios. Recordaba el dolor, las heridas, el desespero de la huida y luego, el vacío.
No había nada después de eso. Su mente estaba perdida en los recuerdos de unos gritos y nada más lejano.
El lugar donde estaba era acogedor, lleno de detalles que invitaban a la calma. Mientras exploraba lentamente, algo lo detuvo frente a un espejo de cuerpo entero.
Se miró. Y se sorprendió. No había moretones. Ni heridas. Ni rastro alguno del caos que lo había sumido en la oscuridad la noche anterior. Tocó su rostro, esperando sentir el dolor de un golpe que sabía que había recibido. Pero no había nada. Solo piel intacta.
Pasó su mano por el torso. No había heridas, aunque recordaba claramente la punzada de una navaja.
Todo parecía... inexistente. Irreal.
Una sonrisa se asomó a sus labios. Estaba intacto. Tal vez, después de todo, había sido un mal sueño. Un sueño del que despertaba con hambre, pero también con una inexplicable sensación de felicidad, algo que no sentía hacía mucho.
Con una curiosidad renovada, comenzó a explorar el lugar. No sabía dónde estaba, ni de quién era esa casa, pero extrañamente no sentía miedo. Al contrario, una calma reconfortante lo envolvía. Se sentía a salvo, como si allí no pudiera alcanzarlo ningún mal.
— Aquí estas, te estuve buscando
La voz lo hizo girar de golpe. Su corazón dio un vuelco, aunque no estaba seguro si por el susto o por algo más. Esa voz le resultaba familiar. Solo que aun no sabía de donde
— ¿A mi? — se señaló incrédulo, aunque era el único ahí aparte de él.
Un chico de cabello oscuro, con una pijama de cuadros, lo observaba. Sus pies descalzos y el cabello alborotado indicaban que acababa de despertarse.
— Sí, a ti — respondió el chico, acercándose con una caja en una mano y un vaso de agua en la otra—. Me preocupaba que te levantaras, pero parece que estás mejor —sin previo aviso, sacó una pastilla del empaque y la metió en la boca de Jimin con suavidad, obligándolo a tragarla como si fuera un niño—. Es para el dolor... perdón por asustarte.
Jimin tosió, sorprendido más por el acto que por desconfianza. Algo en ese chico le transmitía una seguridad inexplicable. Cuando pudo recuperar el aliento, lo miró con curiosidad.
— No... gracias... solo estoy un poco confundido por lo que pasó... ¿Tu... sabes dónde estoy-? Y... ¿Quién eres?
El chico de cabello oscuro ladeó la cabeza, como si la pregunta lo tomara por sorpresa, pero no parecía preocupado. Sonrió con tranquilidad antes de responder:
— Soy Taehyung. Esta es mi casa. Estás aquí porque te encontré tirado en la calle, muy herido. ¿Qué te pasó?
De pronto, todo cobró un poco más de sentido, pero al mismo tiempo, el misterio se profundizó. ¿Cómo era posible que sus heridas hubieran desaparecido tan perfectamente? ¿Ese chico era un mago o algo así?
—Una pelea callejera... creo —respondió Jimin, aunque no estaba del todo seguro—. No recuerdo bien.
— Me alegra que estes bien — Taehyung lo observaba con una mirada cálida, lo suficientemente intensa como para hacer que Jimin sintiera un leve dolor en el pecho, algo inesperado.
— Disculpa pero, ¿yo te conozco? ¿de casualidad? Siento que debería recordar algo...
Taehyung sonrió y encogió los hombros, como si supiera más de lo que dejaba ver.
— Quizá los golpes te hicieron olvidar. Pero, ¿no es mejor así? No tienes que recordar lo feo.
— ¿Por qué me ayudaste? —preguntó Jimin, la duda finalmente saliendo a la superficie después de pasear desde que despertó.
— Si hubiera sido yo, también me gustaría que alguien me ayudara —respondió Taehyung, con una sonrisa dulce que dejó a Jimin con la extraña certeza de que aquel chico no era un simple desconocido para él.
Jimin lo siguió con pasos cautelosos, observando cada movimiento de Taehyung, quien parecía actuar con una naturalidad desconcertante, como si su presencia en esa casa fuera algo habitual.
—Me llamo Jimin —murmuró, sorprendiéndose a sí mismo al decirlo, era ridículo, pero estaba feliz de recordar su propio nombre.
Taehyung lo miró sin saber qué decir, tenía una mirada llena de sentimiento, pero no sabía bien lo que quería decir todo eso
—Lo sé —dijo Taehyung suavemente, con una sonrisa que le aseguraba tranquilidad.
—¿Lo sabes? —preguntó Jimin, aún más confundido.
—Lo vi en tu credencial —respondió Taehyung rápidamente, volviendo la vista hacia el plato de waffles que preparaba.
Jimin asintió, dejando que la explicación se asentara en su mente, pero esa sensación de extrañeza seguía ahí, como una sombra que se negaba a desaparecer. Y, sin embargo, algo en él se relajaba.
Interrumpiendo sus pensamientos, un plato de waffles se posicionó frente a él. Su estómago gruñó y se preguntó, ¿cómo pudo saber que ese era su desayuno favorito?
— Come, tienes que recuperar fuerzas
Esa mirada otra vez, Jimin se sintió a salvo a su lado
— Gracias, Taehyung — fue la primera vez que le sonrió y comenzó a comer sintiendo alivio
Ni un solo rastro del dolor que llevaba arrastrando desde que lo perdió.
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