006
ᴴᵃˡˡᵒʷᵉᵉⁿ
Malfoy no podía creer lo que veían sus ojos, cuando vio que Noa, Harry y Ron todavía estaban en Hogwarts al día siguiente, con aspecto cansado pero muy alegres. En realidad, por la mañana el pequeño trío pensó que el encuentro con el perro de tres cabezas había sido una excelente aventura, y ya estaban preparados para tener otra. Mientras tanto, Harry y Noa le hablaron a Ron del paquete que había sido llevado de Gringotts a Hogwarts, y pasaron largo rato preguntándose qué podía ser aquello para necesitar una protección así.
- Es algo muy valioso, o muy peligroso - dijo Ron.
- O las dos cosas - opinó Harry.
Pero como lo único que sabían con seguridad del misterioso objeto era que tenía unos cinco centímetros de largo, no tenían muchas posibilidades de adivinarlo sin otras pistas.
Ni Neville ni Hermione demostraron el menor interés en lo que había debajo del perro y la trampilla.
Lo único que le importaba a Neville era no volver a acercarse nunca más al animal.
Hermione se negaba a hablar con Harry y Ron, pero como era una sabihonda mandona, los chicos lo consideraron como un premio, cosa que no hacía gracia a Noa. Lo que realmente deseaban en aquel momento era poder vengarse de Malfoy y, para su gran satisfacción, la posibilidad llegó una semana más tarde, por correo.
Mientras las lechuzas volaban por el Gran Comedor, como de costumbre, la atención de todos se fijó de inmediato en un paquete largo y delgado, que llevaban seis lechuzas blancas. Noa estaba tan interesada como los demás en ver qué contenía, y se sorprendió mucho cuando las lechuzas bajaron y dejaron el paquete frente a Harry, tirando al suelo su tocino. Se estaban alejando, cuando otra lechuza dejócaer una carta sobre el paquete.
Harry abrió el sobre para leer primero la carta y fue una suerte, porque decía:
NO ABRAS EL PAQUETE EN LA MESA. Contiene tu nueva Nimbus 2000, pero no quiero que todos sepan que te han comprado una escoba, porque también querrán una. Oliver Wood te esperará esta noche en el campo de quidditch a las siete, para tu primera sesión de entrenamiento.
Profesora McGonagall
Harry tuvo dificultades para ocultar su alegría, mientras le alcanzaba la nota a Ron y a Noa.
- ¡Una Nimbus 2000! - gimió Ron con envidia -. Yo nunca he tocado ninguna.
Salieron rápidamente del comedor para abrir el paquete en privado, antes de la primera clase, pero a mitad de camino se encontraron con Crabbe y Goyle, que les cerraban el camino. Malfoy le quitó el paquete a Harry y lo examinó.
- Es una escoba - dijo, devolviéndoselo bruscamente, con una mezcla de celos y rencor en su cara -. Esta vez lo has hecho, Potter. Los de primer año no tienen permiso para tener una.
Ron no pudo resistirse.
- No es ninguna escoba vieja - dijo -. Es una Nimbus 2.000. ¿Cuál dijiste que tenías en casa, Malfoy, una Cometa 260? - Ron rió con aire burlón -. Las Cometa parecen veloces, pero no tienen nada que hacer con las Nimbus.
- ¿Qué sabes tú, Weasley, si no puedes comprar ni la mitad del palo? - replicó Malfoy -. Supongo que tú y tus hermanos tenéis que ir reuniendo la escoba ramita a ramita.
Antes de que Ron pudiera contestarle, el profesor Flitwick apareció detrás de Malfoy.
- No os estaréis peleando, ¿verdad, chicos? - preguntó con voz chillona.
- A Potter le han enviado una escoba, profesor - dijo rápidamente Malfoy.
- Sí, sí, está muy bien - dijo el profesor Flitwick, mirando radiante a Harry -. La profesora McGonagall me habló de las circunstancias especiales, Potter. ¿Y qué modelo es?
- Una Nimbus 2000, señor - dijo Harry, tratando de no reír ante la cara de horror de Malfoy-. Y realmente es gracias a Malfoy que la tengo.
Harry, Noa y Ron subieron por la escalera, conteniendo la risa ante la evidente furia y confusión de Malfoy.
- Bueno, es verdad - continuó Harry cuando llegaron al final de la escalera de mármol-. Si él no hubiera robado la recordadora de Neville, yo no estaría en el equipo...
- Hubieras entrado de otra manera - dijo Noa.
- ¿Así que crees que es un premio por quebrantar las reglas? - Se oyó una voz irritada a sus espaldas. Hermione subía la escalera, mirando con aire de desaprobación el paquete de Harry.
- Pensaba que no nos hablabas - dijo Harry.
- Sí, continúa así - dijo Ron -. Es mucho mejor para nosotros.
Hermione se alejó con la nariz hacia arriba.
- ¿Hablamos esta noche Noa? - dijo antes de desaparecer por una esquina. Noa asintió con una sonrisa leve.
Durante aquel día, Harry tuvo que esforzarse por atender a las clases. Su mente volvía al dormitorio, donde su escoba nueva estaba debajo de la cama, o se iba al campo de quidditch, donde aquella misma noche aprendería a jugar.
Durante la cena comió sin darse cuenta de lo que tragaba, y luego se apresuró a subir con Ron y Noa, para sacar, por fin, a la Nimbus 2000 de su paquete.
- Oh - suspiró Ron, cuando la escoba rodó sobre la colcha de la cama de Harry.
Hasta Harry, que no sabía nada sobre las diferencias en las escobas, pensó que parecía maravillosa. Pulida y brillante, con el mango de caoba, tenía una larga cola de ramitas rectas y, escrito en letras doradas: «Nimbus 2.000.»
Había llegado la hora de que Harry se fuese a entrenar. Noa, antes de que Harry desaparezca por la noche, se despidió de él con un abrazo y deseándole suerte.
Minutos más tarde, se encontraba en una de las aulas con Hermione Granger, Annabeth Chase, Percy Jackson, Cedric Diggory y Albus Dumbledore.
- ¿Qué es lo que pasa? - preguntó Dumbledore mirando a los alumnos.
- Verás profesor - empezó a hablar Hermione. Miró de reojo a Noa y siguió -. Desde hace unos días, Noa siente un fuerte dolor en el pecho y todos nosotros lo hemos notado y nos preocupamos - dijo mientras señalaba a sí misma y a los demás -, aunque falta Harry, pero está ocupado - dijo en un murmuro lo último.
- Verás Dumbledore - continuó Cedric -. Conozco a distintos hijos de Apolo y de otros semidioses y a nadie más le pasa eso.
El mayor de los alumnos miró con preocupación a Noa. Ella estaba sentada en una silla de la clase con una manta. Su cara estaba bastante pálida y sus ojos apagados. Percy se acercó y abrazó a Noa.
- Sé que algo le pasa. No es normal que esté así - dijo con tono preocupado.
- Albus - dijo está vez Annabeth -. Creemos que puede ayudarla o tratar de averiguar que le está pasando.
Albus se acercó a Noa mirándola a través de sus gafas de media luna. Miró sus ojos y notó algo extraño.
Al tocarla, Noa se tensó. La joven se quedó mirando fijamente a los ojos del director sin pestañear.
- Le ha vuelto a pasar... - fue lo último que oyó Noa.
Ella únicamente podía ver cómo alguien caía desde una torre. El cielo estaba verde y unas voces festejaban aquella caída.
Sintió un fuerte jaleo y reconoció los ojos del director.
- ¿Noa? - preguntó el anciano.
- Director... - susurró Noa.
- Dejadme varios días con ella, trataré de averiguar que pasa - dijo el director incorporándose -. Incluso hablaré con Apolo.
Tal vez fue porque estaba ocupada varias noches a la semana con las charlas con el director y alguna que otra vez con su padre, además de todo el trabajo del colegio, la razón por la que Noa se sorprendió al comprobar que ya llevaba dos meses en Hogwarts. Sus clases, también, eran cada vez más interesantes, una vez aprendidos los principios básicos.
En la mañana de Halloween se despertaron con el delicioso aroma de calabaza asada flotando por todos los pasillos. Pero lo mejor fue que el profesor Flitwick anunció en su clase de Encantamientos que pensaba que ya estaban listos para empezar a hacer volar objetos, algo que todos se morían por hacer, desde que vieron cómo hacía volar el sapo de Neville. El profesor Flitwick puso a la clase por parejas para que practicaran. La pareja de Harry era Seamus Finnigan (lo que fue un alivio, porque Neville había tratado de llamar su atención). Ron, sin embargo, tuvo que trabajar con Hermione Granger. Era difícil decir quién estaba más enfadado de los dos. La muchacha no les hablaba desde el día en que Harry recibió su escoba. Noa se tuvo que colocar con Sunny Cairo, cosa que agradó bastante a ambas chicas.
- Y ahora no os olvidéis de ese bonito movimiento de muñeca que hemos estado practicando - dijo con voz aguda el profesor, subido a sus libros, como de costumbre -. Agitar y golpear, recordad, agitar y golpear. Y pronunciar las palabras mágicas correctamente es muy importante también, no os olvidéis nunca del mago Baruffio, que dijo «ese» en lugar de «efe» y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho.
Era muy difícil. Noa y Sunny agitaron y golpearon, pero la pluma que debía volar hasta el techo no se movía del pupitre. Noa vió como Seamus se puso tan impaciente que la pinchó con su varita y le prendió fuego, y Harry tuvo que apagarlo con su sombrero.
Ron, en la mesa próxima, no estaba teniendo mucha más suerte.
- ¡Wingardium leviosa! - gritó, agitando sus largos brazos como un molino.
- Lo estás diciendo mal. - Noa oyó que Hermione lo reñía -. Es Win-gar-dium levi-o-sa, pronuncia gar más claro y más largo.
- Dilo tú, entonces, si eres tan inteligente - dijo Ron con rabia.
Hermione se arremangó las mangas de su túnica, agitó la varita y dijo las palabras mágicas. La pluma se elevó del pupitre y llegó hasta más de un metro por encima de sus cabezas.
- ¡Oh, bien hecho! - gritó el profesor Flitwick, aplaudiendo-. ¡Mirad, Hermione Granger lo ha conseguido!
Sunny sonrió a su media hermana y la imitó, logrando que también volase la pluma.
- ¡Enhorabuena señorita Cairo! - exclamó el profesor al ver volar la pluma.
Al finalizar la clase, Ron estaba de muy mal humor.
- No es raro que nadie la aguante - dijo a Harry, intentando que Noa no escuchara, cuando se abrían paso en el pasillo -. Es una pesadilla, te lo digo en serio.
Alguien chocó contra Harry. Era Hermione. Harry pudo ver su cara y le sorprendió ver que estaba llorando.
- Creo que te ha oído.
- ¿Y qué? - dijo Ron, aunque parecía un poco incómodo -. Ya debe de haberse dado cuenta de que no tiene amigos.
- ¿Acaso soy invisible? - preguntó Noa antes de ir tras Hermione.
Hermione y Noa no aparecieron en la clase siguiente y no las vieron en toda la tarde. De camino al Gran Comedor, para la fiesta de Halloween, Harry y Ron oyeron que Parvati Patil le decía a su amiga Lavender que Hermione estaba llorando en el cuarto de baño de las niñas y que deseaba que la dejaran sola, cosa que Noa no hacía y se quedaba a su lado. Ron pareció más molesto aún, pero un momento más tarde habían entrado en el Gran Comedor, donde las decoraciones de Halloween les hicieron olvidar a Hermione.
En la puerta vieron a Percy con un chico de la misma casa de cabello castaño. Al ver que entraban, se dirigieron a ellos.
- ¿Sabéis algo de Noa? - hablaron los dos a la vez.
- Está en el baño animando a Hermione - respondió Harry mirando a ambos.
- ¿Ella está bien? - preguntó Percy -. Es que al no verla, hablé con su hermano Mike - señaló a su compañero - ya que creí que pudiera saber algo.
- Creemos que Hermione no, pero que Noa sí - volvió a responder Harry antes de ser tirado por Ron al interior del Gran Comedor.
Mil murciélagos aleteaban desde las paredes y el techo, mientras que otro millar más pasaba entre las mesas, como nubes negras, haciendo temblar las velas de las calabazas. El festín apareció de pronto en los platos dorados, como había ocurrido en el banquete de principio de año.
Harry se estaba sirviendo una patata con su piel, cuando el profesor Quirrell llegó rápidamente al comedor, con el turbante torcido y cara de terror. Todos lo contemplaron mientras se acercaba al profesor Dumbledore, se apoyaba sobre la mesa y jadeaba:
- Un trol... en las mazmorras... Pensé que debía saberlo.
Y se desplomó en el suelo.
Se produjo un tumulto. Para que se hiciera el silencio, el profesor Dumbledore tuvo que hacer salir varios fuegos artificiales de su varita.
- Prefectos - exclamó -, conducid a vuestros grupos a los dormitorios, de inmediato.
Percy estaba en su elemento.
- ¡Seguidme! ¡Los de primer año, manteneos juntos! ¡No necesitáis temer al trol si seguís mis órdenes! Ahora, venid conmigo. Haced sitio, tienen que pasar los de primer año. ¡Perdón, soy un prefecto!
- ¿Cómo ha podido entrar aquí un trol? - preguntó Harry, mientras subían por la escalera.
- No tengo ni idea, parece ser que son realmente estúpidos - dijo Ron -. Tal vez Peeves lo dejó entrar, como broma de Halloween.
- Peeves no haría eso - dijo una voz cerca de ellos. Miraron a su alrededor hasta que vieron a su lado a Annabeth con una gorra en la mano. Les guiñó un ojo y se la volvió a poner quedando invisible.
Pasaron entre varios grupos de alumnos que corrían en distintas direcciones. Mientras se abrían camino entre un tumulto de confundidos Hufflepuffs, Harry súbitamente se aferró al brazo de Ron. Percy los miró y se acercó.
- ¡Acabo de acordarme... las chicas!
- ¿Qué pasa con ellas?
- No saben nada del trol.
Ron se mordió el labio.
- Oh, bueno - dijo enfadado -. Pero que Percy no nos vea.
- ¿Yo? O tú hermano el pesado - habló Percy a sus espaldas.
- Mi hermano, pero si vienes ten cuidado - susurró Ron.
Se agacharon y se mezclaron con los Hufflepuffs que iban hacia el otro lado, se deslizaron por un pasillo desierto y corrieron hacia el cuarto de baño de las niñas. Acababan de doblar una esquina cuando oyeron pasos rápidos a sus espaldas.
- ¡Mi hermano! - susurró Ron, empujando a Harry y a Percy detrás de un gran buitre de piedra.
Sin embargo, al mirar, no vieron a Percy, sino a Snape. Cruzó el pasillo y desapareció de la vista.
- ¿Qué es lo que está haciendo? - murmuró Harry
- ¿Por qué no está en las mazmorras, con el resto de los profesores? - susurró Annabeth quitándose la gorra.
- No tengo la menor idea.
Lo más silenciosamente posible, se arrastraron por el otro pasillo, detrás de los pasos apagados del profesor.
- Se dirige al tercer piso - dijo Harry, pero Ron levantó la mano.
- ¿No sientes un olor raro?
Los otros tres olfatearon y un aroma especial llegó a su nariz, una mezcla de calcetines sucios y baño público que nadie limpia.
Y lo oyeron, un gruñido y las pisadas inseguras de unos pies gigantescos. Ron señaló al fondo del pasillo, a la izquierda. Algo enorme se movía hacia ellos. Se ocultaron en las sombras y lo vieron surgir a la luz de la luna.
Era una visión horrible. Más de tres metros y medio de alto y tenía la piel de color gris piedra, un descomunal cuerpo deforme y una pequeña cabeza pelada. Tenía piernas cortas, gruesas como troncos de árbol, y pies achatados y deformes. El olor que despedía era increíble. Llevaba un gran bastón de madera que arrastraba por el suelo, porque sus brazos eran muy largos.
El monstruo se detuvo en una puerta y miró hacia el interior. Agitó sus largas orejas, tomando decisiones con su minúsculo cerebro, y luego entró lentamente en la habitación.
- La llave está en la cerradura -susurró Harry -. Podemos encerrarlo allí.
- Buena idea - respondió Ron con voz agitada.
- Chicos - susurró Annabeth -, no creo... - dejó de hablar al ver cómo los tres chicos ya se habían adelantado.
Se acercaron hacia la puerta abierta con la boca seca, rezando para que el trol no decidiera salir. De un gran salto, Harry y Percy pudieron empujar la puerta y echarle la llave.
- ¡Sí!
Animados con la victoria, comenzaron a correr por el pasillo para volver, pero al llegar a la esquina oyeron algo que hizo que sus corazones se detuvieran: unos gritos agudos y aterrorizados, que procedía del lugar que acababan de cerrar con llave.
- Oh, no - dijo Ron, tan pálido como el Barón Sanguinario.
- ¡Es el cuarto de baño de las chicas! - bufó Harry.
- ¡Hermione, Noa! - dijeron al unísono los tres chicos.
Annabeth empezó a correr mientras ellos habían hablado. Era lo último que querían hacer, pero ¿qué opción les quedaba? Volvieron a toda velocidad hasta la puerta y dieron la vuelta a la llave, resoplando de miedo. Harry empujó la puerta y entraron corriendo.
Hermione Granger estaba agazapada contra la pared opuesta, con aspecto de estar a punto de desmayarse. Noa se encontraba con algunas heridas en los brazos y bajo varios escombros de los baños destrozados. El personaje deforme avanzaba hacia ambas, chocando contra los lavamanos.
- ¡Noa! - gritó Percy.
El joven Hufflepuff maldijo el no poder tener a Anaklusmos allí en Hogwarts. Agarró la varita y trató de alcanzar a Noa, sin embargo, el trol se colocó en medio cortando el paso.
- ¡Distráelo! - gritó Harry desesperado y, tirando de un grifo, lo arrojó con toda su fuerza contra la pared.
El trol se detuvo a pocos pasos de Hermione. Se balanceó, parpadeando con aire estúpido, para ver quién había hecho aquel ruido. Sus ojitos malignos detectaron a Harry. Vaciló y luego se abalanzó sobre él, levantando su bastón.
- ¡Eh, cerebro de guisante! - gritó Ron desde el otro extremo, tirándole una cañería de metal. El ser deforme no pareció notar que la cañería lo golpeaba en la espalda, pero sí oyó el aullido y se detuvo otra vez, volviendo su horrible hocico hacia Ron y dando tiempo a Harry para correr.
- ¡Vamos, corre, corre! - Annabeth gritó a Hermione, tratando de empujarla hacia la puerta, pero la niña no se podía mover. Seguía agazapada contra la pared, con la boca abierta de miedo.
Los gritos y los golpes parecían haber enloquecido al trol. Se volvió y se enfrentó con Ron, que estaba más cerca y no tenía manera de escapar.
Entonces Harry hizo algo muy valiente y muy estúpido: corrió, dando un gran salto y se colgó, por detrás, del cuello de aquel monstruo. Percy miró a Harry y decidió imitarlo. Miró una última vez a Noa y se agarró de uno de los brazos del trol y escaló. La atroz criatura no se daba cuenta de que Harry colgaba de su espalda, pero hasta un ser así podía sentirlo si uno le clavaba un palito de madera en la nariz, pues la varita de Harry todavía estaba en su mano cuando saltó y se había introducido directamente en uno de los orificios nasales del trol.
Chillando de dolor, el trol se agitó y sacudió su bastón, con Harry colgado de su cuello y Percy en el brazo luchando por su vida. En cualquier momento el monstruo lo destrozaría, o le daría un golpe terrible con el bastón.
Hermione estaba tirada en el suelo, aterrorizada. Annabeth trataba de sacarla de allí. Noa estaba bajo un montón de escombros, casi inconsciente. Ron empuñó su propia varita, sin saber qué iba a hacer, y se oyó gritar el primer hechizo que se le ocurrió:
- ¡Wingardium leviosa!
El bastón salió volando de las manos del trol, al igual que Percy, siendo atrapado por un hechizo de Annabeth. El bastón se elevó, muy arriba, y luego dio la vuelta y se dejócaer con fuerza sobre la cabeza de su dueño. El trol se balanceó y cayó boca abajo con un ruido que hizo temblar la habitación.
Harry se puso de pie. Le faltaba el aire. Ron estaba allí, con la varita todavía levantada, contemplando su obra.
Hermione fue la que habló primero.
- ¿Está... muerto?
- No lo creo - dijo Harry -. Supongo que está desmayado.
Se inclinó y retiró su varita de la nariz del trol. Estaba cubierta por una gelatina gris.
- Puaj... qué asco.
La limpió en la piel del trol. Los cinco miraron como el trol estaba a pocos centímetros de Noa.
- ¡Noa! - gritó Percy y Harry mientras ambos corrieron hasta llegar a su lado.
Los tres siguieron a los chicos y trataron de quitar los restos de encima de la rubia. Antes de que alguno pudiera preguntar sobre qué pasó, un súbito portazo y fuertes pisadas hicieron que los cinco se sobresaltaran. No se habían dado cuenta de todo el ruido que habían hecho, pero, por supuesto, abajo debían haber oído los golpes y los gruñidos del trol. Un momento después, la profesora McGonagall entraba apresuradamente en la habitación, seguida por Snape y Quirrell, que cerraban la marcha. Quirrell dirigió una mirada al monstruo, se le escapó un gemido y se dejó caer en un inodoro, apretándose el pecho.
Snape se inclinó sobre el trol. La profesora McGonagall miraba a Ron, Harry, Percy y Annabeth. Nunca la habían visto tan enfadada. Tenía los labios blancos. Las esperanzas de ganar cincuenta puntos para Gryffindor se desvanecieron rápidamente de la mente de Harry.
- ¿En qué estabais pensando, por todos los cielos? - dijo la profesora McGonagall, con una furia helada. Harry miró a Ron, todavía con la varita levantada-. Tenéis suerte de que no os haya matado... - se detuvo al ver el cabello rubio de Noa bajo los escombros
- Esa es... - empezó Snape al ver donde miraba McGonagall.
Los dos adultos corrieron a donde estaba la joven semidiosa y empezaron a quitar las cosas de encima. Los cinco alumnos, intervinieron como pudieron para sacar todas las cosas que había.
Tras unos largos minutos, lograron sacar a Noa. Percy la abrazó inmediatamente soltando algunas lágrimas por la preocupación que tenía encima. Harry se acercó y también la abrazó.
- ¿Por qué no estabais en los dormitorios? - preguntó cómo pudo McGonagall. En su voz sonó preocupación.
Cuando los dos chicos se separaron de Noa, McGonagall la ayudó a ponerse en pie. Snape dirigió a Harry una mirada aguda e inquisidora. Harry clavó la vista en el suelo. Deseó que Ron pudiera esconder la varita.
Entonces, una vocecita surgió de las sombras.
- Por favor, profesora McGonagall... Me estaban buscando a mí.
- ¡Hermione Granger!
Hermione finalmente se había puesto de pie.
- Yo vine a buscar al trol porque yo... yo pensé que podía vencerlo, porque, ya sabe, había leído mucho sobre el tema.
Ron dejó caer su varita. ¿Hermione Granger diciendo una mentira a su profesora?
- Noa vino tratando de evitarlo, sin embargo recibió un golpe y el trol destrozó el baño cayendo todo sobre ella. Si ellos no nos hubieran encontrado, ambas ahora estaríamos muertas. Harry le clavó su varita en la nariz y Ron lo hizo golpearse con su propio bastón. Annabeth trató de sacarme y Percy distrajo al trol. No tuvieron tiempo de ir a buscar ayuda. Estaba a punto de matarnos cuando ellos llegaron.
Harry y Ron trataron de no poner cara de asombro. Percy sonrió levemente y Annabeth asintió corroborando las palabras de Hermione.
- Bueno... en ese caso - dijo la profesora McGonagall, contemplando a los seis niños-... Hermione Granger, eres una tonta. ¿Cómo creías que ibas a derrotar a un trol gigante tú sola? Creí que estarías a la altura de Atenea.
Hermione bajó la cabeza. Harry estaba mudo. Hermione era la última persona que haría algo contra las reglas, y allí estaba, fingiendo una infracción para librarlos a ellos del problema. Era como si Snape empezara a repartir golosinas.
- Hermione Granger, por esto Gryffindor perderá cinco puntos - dijo la profesora McGonagall-. Estoy muy desilusionada por tu conducta. Si no te has hecho daño, mejor que vuelvas a la torre Gryffindor. Los alumnos están terminando la fiesta en sus casas.
Hermione se marchó.
La profesora McGonagall se volvió hacia los otros cinco.
- Bueno, sigo pensando que tuvisteis suerte, pero no muchos de primer año podrían derrumbar a esta montaña. Habéis ganado cinco puntos cada uno para Gryffindor, Hufflepuff y Slytherin. El profesor Dumbledore será informado de esto. Podéis iros. Eso sí, llevar a Noa a la enfermería.
Hermione estaba esperando fuera. Miró a los cinco y sonrió levemente. Todos caminaron en silencio hasta la enfermería donde dejaron a Noa. Percy y Annabeth se fueron a su casa y se quedaron los tres. Hermione se adelantó y dejó a los dos chicos a solas.
Salieron rápidamente y no hablaron hasta subir dos pisos. Era un alivio estar fuera del alcance del olor del trol, además del resto.
- Tendríamos que haber obtenido más de quince puntos - se quejó Ron.
- Diez, querrás decir, una vez que se descuenten los de Hermione.
- Se portó muy bien al sacarnos de este lío - admitió Ron -. Claro que nosotros la salvamos.
- No habría necesitado que la salváramos si no hubiéramos encerrado esa cosa con ella - le recordó Harry.
Habían llegado al retrato de la Señora Gorda.
- «Hocico de cerdo» - dijeron, y entraron.
La sala común estaba llena de gente y ruidos. Todos comían lo que les habían subido. Hermione, sin embargo, estaba sola, cerca de la puerta, esperándolos. Se produjo una pausa muy incómoda. Luego, sin mirarse, todos dijeron: «Gracias» y corrieron a buscar platos para comer.
Pero desde aquel momento Hermione Granger se convirtió en su amiga. En ese momento, los seis chicos se hicieron inseparables. Hay algunas cosas que no se pueden compartir sin terminar unidos, y derrumbar un trol de tres metros y medio es una de esas cosas.
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