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003

ᴱˡ ˢᵒᵐᵇʳᵉʳᵒ ˢᵉˡᵉᶜᶜⁱᵒⁿᵃᵈᵒʳ

La puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo, Noa ya sabía como era, sabía que se trataba de alguien con quien era mejor no tener problemas.

- Los de primer año, profesora McGonagall - dijo Hagrid.

- Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.

Abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era enorme. Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas como las
de Gringotts, el techo era tan alto que no se veía y una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores.

Siguieron a la profesora McGonagall a través de un camino señalado en el suelo de piedra. Noa podía oír el ruido de cientos de voces, que salían de un portal situado a la derecha (el resto del colegio debía de estar allí), pero la profesora McGonagall llevó a los de primer año a una pequeña habitación vacía, fuera del vestíbulo. Se reunieron allí, más cerca unos de otros de lo que estaban acostumbrados, mirando con nerviosismo a su alrededor.

- Bienvenidos a Hogwarts - dijo la profesora McGonagall-. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupéis vuestros lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts. Tendréis clases con el resto de la casa que os toque, dormiréis en los dormitorios de vuestras casas y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa.

» Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la Copa de las Casas, un gran honor. Espero que todos vosotros seréis un orgullo para la casa que os toque.

» La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Os sugiero que, mientras esperáis, os arregléis lo mejor posible.

Los ojos de la profesora se detuvieron un momento en la capa de Neville, que estaba atada bajo su oreja izquierda, y en la nariz manchada de Ron. Con nerviosismo, Noa trató de arreglar su cabello.

- No te preocupes, está perfecto - susurró Percy en el oído de Noa, causando una leve sonrisa en el rostro pecoso de la chica.

- Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia - dijo la profesora McGonagall-. Por favor, esperad tranquilos.

Salió de la habitación. Harry tragó con dificultad.

- ¿Cómo se las arreglan exactamente para seleccionarnos? - preguntó a Ron.

-Creo que es una especie de prueba. Fred dice que duele mucho, pero creo que era una broma.

- Obviamente lo es - habló Noa.

Noa miró a su alrededor y vio que los demás parecían aterrorizados. Nadie
hablaba mucho, salvo Hermione Granger, que susurraba muy deprisa todos los hechizos que había aprendido y se preguntaba cuál necesitaría. Noa intentó no escucharla, debido a que necesitaba un poco de paz mental. Nunca había estado tan nerviosa, nunca. Mantuvo los ojos fijos en la puerta. En cualquier momento, la profesora McGonagall regresaría y la llevaría a su juicio final.

Entonces sucedió algo que le hizo dar un salto en el aire... Muchos de los que estaban atrás gritaron.

-¿Qué es...?

Resopló. Lo mismo hicieron los que estaban alrededor. Unos veinte fantasmas acababan de pasar a través de la pared de atrás. De un color blanco perla y ligeramente transparentes, se deslizaban por la habitación, hablando unos con otros, casi sin mirar a los de primer año. Por lo visto, estaban discutiendo.

El que parecía un monje gordo y pequeño, decía:

- Perdonar y olvidar. Yo digo que deberíamos darle una segunda oportunidad...

- Mi querido Fraile, ¿no le hemos dado a Peeves todas las oportunidades que merece? Nos ha dado mala fama a todos y, usted lo sabe, ni siquiera es un fantasma de verdad... ¿Y qué estáis haciendo todos vosotros aquí?

El fantasma, con gorguera y medias, se había dado cuenta de pronto de la presencia de los de primer año.

Nadie respondió.

- ¡Alumnos nuevos! - dijo el Fraile Gordo, sonriendo a todos-. Estáis esperando la selección, ¿no?

Algunos asintieron, Noa entre ellos.

- ¡Espero veros en Hufflepuff - continuó el Fraile -. Mi antigua casa, ya sabéis.

- En marcha - dijo una voz aguda-. La Ceremonia de Selección va a comenzar.

La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas flotaron a través de la pared opuesta.

- Ahora formad una hilera - dijo la profesora a los de primer año - y seguidme.

Con la extraña sensación de que sus piernas eran de plomo, Harry se puso, con Ron tras él, detrás de Percy quién hablaba con Noa. Salieron de la habitación, volvieron a cruzar el vestíbulo, pasaron por unas puertas dobles y entraron en el Gran Comedor.
Noa nunca habría imaginado que Hogwarts podría ser un lugar tan extraño y espléndido. Estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores.

La profesora McGonagall condujo allí a los alumnos de primer año y los hizo detener y formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a sus espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los estudiantes, los fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado.

Para evitar todas las miradas, Noa levantó la vista y vio un techo de terciopelo negro, salpicado de
estrellas. Oyó susurrar a Hermione: «Es un hechizo para que parezca como el cielo de fuera, lo leí en Historia de Hogwarts». Era difícil creer que allí hubiera techo y que el Gran Comedor no se abriera directamente a los cielos.

Noa bajó la vista rápidamente, mientras la profesora McGonagall ponía en silencio un taburete de cuatro patas frente a los de primer año. Encima del taburete puso un sombrero puntiagudo de mago. El sombrero estaba remendado, raído y muy sucio.

- Tal vez tenemos que intentar sacar un conejo del sombrero - susurró Harry algo irreflexivamente - eso es lo típico de...

Al darse cuenta de que todos los del comedor contemplaban el sombrero, Harry también lo hizo. Durante unos pocos segundos, se hizo un silencio completo. Entonces el sombrero se movió. Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar:

Oh, podrás pensar que no soy bonito,
pero no juzgues por lo que ves.
Me comeré a mí mismo si puedes encontrar un sombrero más inteligente que yo.
Puedes tener bombines negros,
sombreros altos y elegantes.
Pero yo soy el Sombrero Seleccionador de Hogwarts y puedo superar a todos.
No hay nada escondido en tu cabeza
que el Sombrero Seleccionador no pueda ver.
Así que pruébame y te diré dónde debes estar.
Puedes pertenecer a Gryffindor,
donde habitan los valientes.
Su osadía, temple y caballerosidad
ponen aparte a los de Gryffindor.
Puedes pertenecer a Hufflepuff, donde son justos y leales.
Esos perseverantes Hufflepuff
de verdad no temen el trabajo pesado.
O tal vez a la antigua sabiduría de Ravenclaw, si tienes una mente dispuesta,
porque los de inteligencia y erudición
siempre encontrarán allí a sus semejantes.
O tal vez en Slytherin harás tus verdaderos amigos.
Esa gente astuta utiliza cualquier medio
para lograr sus fines.
¡Así que pruébame! ¡No tengas miedo!
¡Y no recibirás una bofetada!
Estás en buenas manos (aunque yo no las tenga).
Porque soy el Sombrero Pensante.

Todo el comedor estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su canción. Éste se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra vez.

- ¡Entonces sólo hay que probarse el sombrero! - susurró Ron a Harry -. Voy a matar a Fred.

Harry sonrió débilmente, aunque Noa aguantó las ganas de reíse. Sí, probarse el sombrero era mucho mejor que tener que hacer un encantamiento, pero habría deseado no tener que hacerlo en presencia de todos. El sombrero parecía exigir mucho, y Harry no se sentía valiente ni ingenioso ni nada de eso, por el momento. Si el sombrero hubiera mencionado una casa para la gente que se sentía un poco indispuesta, ésa habría sido la suya. Noa notó los nervios de Harry y agarró su mano para tranquilizarle.

La profesora McGonagall se adelantaba con un gran rollo de pergamino.

- Cuando yo os llame, deberéis poneros el sombrero y sentaros en el taburete para que os seleccionen - dijo -. ¡Abbott, Hannah!

Una niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de la fila, se puso el sombrero, que la tapó hasta los ojos, y se sentó. Un momento de pausa.

- ¡HUFFLEPUFF! - gritó el sombrero.

La mesa de la derecha aplaudió mientras Hannah iba a sentarse con los de Hufflepuff. Noa vio al fantasma del Fraile Gordo saludando con alegría a la niña.

- ¡Bones, Susan!

- ¡HUFFLEPUFF! - gritó otra vez el sombrero, y Susan se apresuró a sentarse al lado de Hannah.

- ¡Boot, Terry!

- ¡RAVENCLAW!

La segunda mesa a la izquierda aplaudió esta vez. Varios Ravenclaws se levantaron para estrechar la mano de Terry, mientras se reunía con ellos.
Brocklehurst, Mandy también fue a Ravenclaw, pero Brown, Lavender resultó la primera nueva Gryffindor, en la mesa más alejada de la izquierda, que estalló en vivas. Noa pudo ver a los hermanos gemelos de Ron, silbando.

Bulstrode, Millicent fue a Slytherin. Tal vez era la imaginación de Harry, después de todo lo que había oído sobre Slytherin, pero le pareció que era un grupo desagradable.

- ¡Cairo, Sunny!

- ¡GRYFFINDOR!

La joven de pelo rubio claro y algunas mechas y puntas de colores andó rápidamente hasta la mesa de Gryffindor. Noa giró para buscar a quien saludaba aquella chica y vió a Luna sonriendo en su dirección y alzando los pulgares.

- ¡Chase, Annabeth! - escuchó Noa. Volvió la mirada al taburete donde se encontraba su amiga. Los minutos se hacían eternos hasta que el sombrero habló.

- ¡SLYTHERIN! - Noa no pudo evitar celebrar como lo hacía la mesa de las serpientes.

- ¡Finch-Fletchley, Justin!

- ¡HUFFLEPUFF!

Noa notó que, algunas veces, el sombrero gritaba el nombre de la casa de inmediato, pero otras tardaba un poco en decidirse.

- Finnigan, Seamus. - El muchacho de cabello arenoso, que estaba al lado de Harry en la fila, estuvo sentado un minuto entero, antes de que el sombrero lo declarara un Gryffindor.

- Granger, Hermione.

Noa, antes de que Hermione caminase, le dedicó una sonrisa. La hija de Atenea casi corrió hasta el taburete y se puso el sombrero, muy nerviosa.

- ¡GRYFFINDOR! - gritó el sombrero. Ron gruñó, Noa, en cambio, celebró.

Un horrible pensamiento atacó a Harry, uno de aquellos horribles pensamientos que aparecen cuando uno está muy intranquilo. ¿Y si a él no lo elegían para ninguna casa? ¿Y si se quedaba sentado con el sombrero sobre los ojos, durante horas, hasta que la profesora McGonagall se lo quitara de la cabeza para decirle que era evidente que se habían equivocado y que era mejor que volviera en el tren?

- ¡Jackson, Percy! - Percy caminó nervioso hasta el taburete.

Una vez ya sentado, no apartó la vista de su amiga Noa hasta que el sombrero tapo la vista. Percy estaba moviendo las piernas por los nervios, sin embargo, en el momento que el sombrero habló, paró.

- Que semidios más poderoso - empezó el sombrero -, sin duda tienes un gran potencial para ir a Gryffindor pero te gana la lealtad.

El sombrero se quedó en silencio. Percy estaba cada vez más nervioso. Oía al sombrero murmurar cosas como: hijo, agua, muerte, prohibido... Pero apenas entendía a lo que se refería.

- Creo que lo tengo, chico - escuchó a la perfección Percy -, eres un perfecto ejemplo de la casa híbrida entre Gryffindor y : ¡HUFFLEPUFF! - dijo la última palabra en voz alta. Notó como la profesora quitaba el sombrero.

Caminó con la mente en las palabras del sombrero, pero no quitaba la mirada de la chica de pecas, Noa, quién sonreía y celebraba desde la fila por su nueva casa.

Cuando Neville Longbottom, el chico que perdía su sapo, fue llamado, se tropezó con el taburete. El sombrero tardó un largo rato en decidirse. Cuando finalmente gritó: ¡GRYFFINDOR!, Neville salió corriendo, todavía con el sombrero puesto, y tuvo que devolverlo, entre las risas de todos, a MacDougal, Morag.

Malfoy se adelantó al oír su nombre y de inmediato obtuvo su deseo: el sombrero apenas tocó su cabeza y gritó: ¡SLYTHERIN!

Malfoy fue a reunirse con sus amigos Crabbe y Goyle, con aire de satisfacción.
Ya no quedaba mucha gente.

Moon... Nott... Parkinson... Después unas gemelas, Patil y Patil... Más tarde Perks, Sally-Anne... y, finalmente:

- ¡Potter, Harry!

Mientras Harry se adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.

- ¿Ha dicho Potter?

- ¿Ese Harry Potter?

Lo último que Harry vio, antes de que el sombrero le tapara los ojos, fue el comedor lleno de gente que trataba de verlo bien y a una rubia de ojos eléctricos dándole una cálida sonrisa. Al momento siguiente, miraba el oscuro interior del sombrero. Esperó.

- Mm - dijo una vocecita en su oreja -. Difícil. Muy difícil. Lleno de valor, lo veo. Tampoco la mente es mala. Hay talento, oh vaya, sí, y una buena disposición para probarse a sí mismo, esto es muy interesante... Entonces, ¿dónde te pondré?

Harry se aferró a los bordes del taburete y pensó: «En Slytherin no, en Slytherin no

- En Slytherin no, ¿eh? - dijo la vocecita -. ¿Estás seguro? Podrías ser muy grande, sabes, lo tienes todo en tu cabeza y Slytherin te ayudaría en el camino hacia la grandeza. No hay dudas, ¿verdad? Bueno, si estás seguro, mejor que seas ¡GRYFFINDOR!

Harry oyó al sombrero gritar la última palabra a todo el comedor. Se quitó el sombrero y anduvo, algo mareado, hacia la mesa de Gryffindor. Estaba tan aliviado de que lo hubiera elegido y no lo hubiera puesto en Slytherin, que casi no se dio cuenta de que recibía los saludos más calurosos hasta el momento Percy el prefecto se puso de pie y le estrechó la mano vigorosamente, mientras los gemelos Weasley gritaban: «¡Tenemos a Potter! ¡Tenemos a Potter!» Harry se sentó en el lado opuesto al fantasma que había visto antes. Éste le dio una palmada en el brazo, dándole la horrible sensación de haberlo metido en un cubo de agua helada.

Podía ver bien la mesa de los profesores. En la punta, cerca de él, estaba Hagrid, que lo miró y levantó los pulgares. Harry le sonrió. Y allí, en el centro de la mesa, en una gran silla de oro, estaba sentado Albus Dumbledore. Harry lo reconoció de inmediato, por el cromo de las ranas de chocolate. El cabello plateado de Dumbledore era lo único que brillaba tanto como los fantasmas. Harry también vio al profesor Quirrell, el nervioso joven del Caldero Chorreante. Estaba muy extravagante, con un gran turbante púrpura. También miró a la fila de alumnos donde estaba Noa hablando con Ron.

Y ya quedaban solamente cinco alumnos para seleccionar. A Turpin, Lisa le tocó Ravenclaw. Walker, Luna fue seleccionada para Hufflepuff y después le llegó el turno a Ron. Tenía una palidez verdosa y Harry cruzó los dedos debajo de la mesa. Un segundo más tarde, el sombrero gritó: ¡GRYFFINDOR!

Harry aplaudió con fuerza, junto con los demás, mientras que Ron se desplomaba en la silla más próxima.

- Bien hecho, Ron, excelente - dijo pomposamente Percy Weasley, por encima de Harry.

- ¡White, Noa! - llegó el turno de la semidiosa.

Jugando con sus manos, subió y se sentó en el taburete. Las miradas se posaron sobre ella y los nervios subían. La profesora colocó el sombrero y todo se volvió negro.

- Hola, hija de Apolo - habló la voz del sombrero -. Te pareces a tu padre cuando estuvo aquí en Hogwarts - Noa se sorprendió ante las últimas palabras, ¿los dioses en Hogwarts?, parecía una broma -. Me temo que es verdad. Él asistió a Ravenclaw, pero aunque te iría muy bien, siento que no sacaría lo mejor de tí - el sombrero se calló un momento antes de seguir hablando -. Slytherin te ayudaría para conseguir tus objetivos, aunque no te iría bien, no, mejor otra casa. Hufflepuff. Eres muy leal, pero te gana la valentía y los genes suicida de Gryffindor - continuó el sombrero -. Pasaste una infancia muy dura, eso hizo que dejase de importarte vivir para salvar a alguien, o sacrificar el mundo por ese alguien - Noa se estremeció al oír las palabras, aguantó las lágrimas al recordar su pasado -. Recapitulando, Slytherin no te queda, Ravenclaw te podría ayudar, pero no sacaría todo lo bueno, Hufflepuff es la perfecta, pero algo falla. Sin duda, ya lo tenemos - concluyó el sombrero. Noa sentía un dolor fuerte en la cabeza -: ¡GRYFFINDOR!

Los vítores estallaron y la joven semidiosa intentó caminar. La cabeza le dolía y notaba cómo si fuese a estallarle. Algo mareada, caminó hasta la mesa donde todos celebraron su selección mientras que Zabini, Blaise era seleccionado para Slytherin. La profesora McGonagall enrolló el pergamino y se llevó el Sombrero Seleccionador.

- Noa, eres una Hatstall - dijo Fred sentándola entre él y Harry.

- ¿Una qué? - preguntó confundida Noa. Aún sentía dolor en la cabeza y no tenía ganas de pensar.

- Una Hatstall. Se llama así a las personas con las que el sombrero supera los cinco minutos de selección - explicó George.

- Me temo que tú has estado casi diez minutos - dijo Percy el prefecto -. Has tardado unos ocho minutos.

Noa miró sorprendida a los tres pelirrojos. Aún notaba la voz del sombrero en su cabeza. Harry acarició lentamente el brazo de la rubia al verla bastante pálida, ella simplemente sonrió. Noa miró su plato de oro vacío. Acababa de darse cuenta de lo hambrienta que estaba. Los pasteles le parecían algo del pasado.

Albus Dumbledore se había puesto de pie. Miraba con expresión radiante a los alumnos, con los brazos muy abiertos, como si nada pudiera gustarle más que verlos allí.

- ¡Bienvenidos! - dijo -. ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro banquete, quiero deciros unas pocas palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco! ... ¡Muchas gracias!

Se volvió a sentar. Todos aplaudieron y vitorearon. Harry no sabía si reír o no.

- Está... un poquito loco, ¿no? - preguntó con aire inseguro a Percy.

- ¿Loco? - dijo Percy con frivolidad -. ¡Es un genio! ¡El mejor mago del mundo! Pero está un poco loco, sí. ¿Patatas, Harry?

Harry se quedó con la boca abierta. Los platos que había frente a él de pronto estuvieron llenos de comida. Nunca había visto tantas cosas que le gustara comer sobre una mesa: carne asada, pollo asado, chuletas de cerdo y de ternera, salchichas, tocino y filetes, patatas cocidas, asadas y fritas, pudín,
guisantes, zanahorias, salsa de carne, salsa de tomate y, por alguna extraña razón, bombones de menta.

Harry llenó su plato con un poco de todo, salvo los bombones de menta, y comenzó a comer. Todo estaba delicioso.

- ¿Comes? - preguntó mirando a Noa.

La mirada de la chica parecía ausente. Así que Harry cogió, otra vez, un poco se todo y se lo puso en el plato para que comiera la rubia.

- Eso tiene muy buen aspecto - dijo con tristeza el fantasma de la gola, observando a Harry mientras éste cortaba su filete.

- ¿No puede...?

- No he comido desde hace unos quinientos años -dijo el fantasma-. No lo necesito, por supuesto, pero uno lo echa de menos. Creo que no me he presentado, ¿verdad? Sir Nicholas de Mimsy-Porpington a su servicio. Fantasma Residente de la Torre de Gryffindor.

- ¡Yo sé quién es usted! - dijo súbitamente Ron -. Mi hermano me lo contó. ¡Usted es Nick Casi Decapitado!

- Yo preferiría que me llamaran Sir Nicholas de Mimsy... - comenzó a decir el fantasma con severidad, pero lo interrumpió Seamus Finnigan, el del pelo color arena.

- ¿Casi Decapitado? ¿Cómo se puede estar casi decapitado?

Sir Nicholas pareció muy molesto, como si su conversación no resultara como la había planeado.

- Así - dijo enfadado. Se agarró la oreja izquierda y tiró. Toda su cabeza se separó de su cuello y cayó sobre su hombro, como si tuviera una bisagra. Era evidente que alguien había tratado de decapitarlo, pero que no lo había hecho bien. Pareció complacido ante las caras de asombro, aunque no notó la cara de asco que puso Noa, y volvió a ponerse la cabeza en su sitio, tosió y dijo -: ¡Así que nuevos Gryffindors! Espero que este año nos ayudéis a ganar el campeonato para la casa. Gryffindor nunca ha estado tanto tiempo sin ganar. ¡Slytherin ha ganado la copa seis veces seguidas! El Barón Sanguinario se ha vuelto insoportable... Él es el fantasma de Slytherin.

Noa miró hacia la mesa de Slytherin y vio un fantasma horrible sentado allí, con ojos fijos y sin expresión, un rostro demacrado y las ropas manchadas de sangre plateada. Estaba justo al lado de Malfoy que, como Harry vio con mucho gusto, no parecía muy contento con su presencia.

- ¿Cómo es que está todo lleno de sangre? - preguntó Seamus con gran interés.

- Nunca se lo he preguntado - dijo con delicadeza Nick Casi Decapitado.

Cuando hubieron comido todo lo que quisieron, los restos de comida desaparecieron de los platos, dejándolos tan limpios como antes. Un momento más tarde aparecieron los postres. Trozos de helados de todos los gustos que uno se pudiera imaginar, pasteles de manzana, tartas de melaza, relámpagos de chocolate, rosquillas de mermelada, bizcochos borrachos, fresas, jalea, arroz con leche...

Mientras Harry se servía una tarta y cogía algún dulce para Noa, la conversación se centró en las familias.

- Yo soy mitad y mitad - dijo Seamus -. Mi padre es muggle. Mamá no le dijo que era una bruja hasta que se casaron. Fue una sorpresa algo desagradable para él.

Los demás rieron.

- ¿Y tú, Neville? - dijo Ron.

- Bueno, mi abuela me crió y ella es una bruja - dijo Neville -, pero la familia creyó que yo era todo un muggle, durante años. Mi tío abuelo Algie trataba de sorprenderme descuidado y forzarme a que saliera algo de magia de mí. Una vez casi me ahoga, cuando quiso tirarme al agua en el puerto de Blackpool, pero no pasó nada hasta que cumplí ocho años. El tío abuelo Algie había ido a tomar el té y me tenía cogido de los tobillos y colgando de una ventana del piso de arriba, cuando mi tía abuela Enid
le ofreció un merengue y él, accidentalmente, me soltó. Pero yo reboté, todo el camino, en el jardín y la calle. Todos se pusieron muy contentos. Mi abuela estaba tan feliz que lloraba. Y tendríais que haber visto sus caras cuando vine aquí. Creían que no sería tan mágico como para venir. El tío abuelo Algie estaba tan contento que me compró mi sapo.

- ¿Vuestra parte divina? - preguntó Dean Thomas.

- Mis hermanos y yo somos hijos de Hermes - dijo Ron mientras tragaba un trozo de tarta.

- Mi madre divina es Demeter - dijo con orgullo Neville.

- Pues mis padres eran legados de algún dios, pero nunca me lo dijeron - se encogió de hombros Seamus -. ¿Qué hay de tí, Noa? - preguntó mirando a la chica que había estado comiendo en silencio todo el rato.

- Hija de Apolo - dijo orgullosa, tras terminar de tragar el pastel -. Gracias por darme la comida, rayito - susurró Noa apoyándose en él.

Al otro lado de Harry, quién estaba algo ruborizado, Percy Weasley y Hermione estaban hablando de las clases. («Espero que empiecen en seguida, hay mucho que aprender, yo estoy particularmente interesada en Transformaciones, ya sabes, convertir algo en otra cosa, por supuesto parece ser que es muy difícil. Hay que empezar con cosas pequeñas, como cerillas en agujas y todo eso...»)

Harry acariciaba lentamente el brazo izquierdo de Noa apoyando el brazo en la espalda de la chica. Él, que comenzaba a sentirse reconfortado y soñoliento, miró otra vez hacia la mesa de los profesores. Hagrid bebía copiosamente de su copa. McGonagall hablaba con el profesor Dumbledore. El profesor Quirrell, con su absurdo turbante, conversaba con un profesor de grasiento pelo negro, nariz ganchuda y piel cetrina.

Todo sucedió muy rápidamente. El profesor de nariz ganchuda miró por encima del turbante de Quirrell, directamente a los ojos de Harry... y un dolor agudo golpeó a Harry en la cicatriz de la frente.

- ¡Ay! - Harry se llevó una mano a la cabeza.

-¿Qué ha pasado? -preguntó Percy y Noa a la vez.

- N-nada.

- No me mientas, Harry - dijo Noa incorporándose y mirando a los ojos verdes de Harry.

Con aquél acto de la chica, el dolor desapareció tan súbitamente como había aparecido. Era difícil olvidar la sensación que tuvo Harry cuando el profesor lo miró, una sensación que no le gustó en absoluto.

- Estoy bien Noa - tranquilizó a Noa - ¿Quién es el que está hablando con el profesor Quirrell? - preguntó a Percy.

- Oh, ¿ya conocías a Quirrell, entonces? No es raro que parezca tan nervioso, ése es el profesor Snape. Su materia es Pociones, pero no le gusta... Todo el mundo sabe que quiere el puesto de Quirrell. Snape sabe muchísimo sobre las Artes Oscuras.

Harry vigiló a Snape durante un rato, pero el profesor no volvió a mirarlo. Por último, también desaparecieron los postres, y el profesor Dumbledore se puso nuevamente de pie.

Todo el salón permaneció en silencio.

- Ejem... sólo unas pocas palabras más, ahora que todos hemos comido y bebido. Tengo unos pocos anuncios que haceros para el comienzo del año.

» Los de primer año debéis tener en cuenta que los bosques del área del castillo están prohibidos para todos los alumnos. Y unos pocos de nuestros antiguos alumnos también deberán recordarlo.

Los ojos relucientes de Dumbledore apuntaron en dirección a los gemelos Weasley.

- El señor Filch, el celador, me ha pedido que os recuerde que no debéis hacer magia en los recreos ni en los pasillos.

» Las pruebas de quidditch tendrán lugar en la segunda semana del curso. Los que estén interesados en jugar para los equipos de sus casas, deben ponerse en contacto con la señora Hooch.

» Y por último, quiero deciros que este año el pasillo del tercer piso, del lado derecho, está fuera de los límites permitidos para todos los que no deseen una muerte muy dolorosa.

Harry rió, pero fue uno de los pocos que lo hizo.

- ¿Lo decía en serio? - murmuró a Percy.

- Eso creo - dijo Percy, mirando ceñudo a Dumbledore-. Es raro, porque habitualmente nos dice el motivo por el que no podemos ir a algún lugar. Por ejemplo, el bosque está lleno de animales peligrosos, todos lo saben. Creo que, al menos, debió avisarnos a nosotros, los prefectos.

- A lo mejor es un asunto de Hogwarts que nadie debe saber - susurró Noa.

- ¡Y ahora, antes de que vayamos a acostarnos, cantemos la canción del colegio! - exclamó Dumbledore. Noa notó que las sonrisas de los otros profesores se habían vuelto algo forzadas, aunque ella sonrió ampliamente.

Dumbledore agitó su varita, como si tratara de atrapar una mosca, y una larga tira dorada apareció, se elevó sobre las mesas, se agitó como una serpiente y se transformó en palabras.

- ¡Que cada uno elija su melodía favorita! - dijo Dumbledore-. ¡Y allá vamos!

Y todo el colegio vociferó:

Hogwarts, Hogwarts, Hogwarts, enséñanos algo, por favor.
Aunque seamos viejos y calvos o jóvenes con rodillas sucias, nuestras mentes pueden ser llenadas con algunas materias interesantes.
Porque ahora están vacías y llenas de aire, pulgas muertas y un poco de pelusa.
Así que enséñanos cosas que valga la pena saber, haz que recordemos lo que olvidamos, hazlo lo mejor que puedas, nosotros haremos el resto, y aprenderemos hasta que nuestros cerebros se consuman.

Cada uno terminó la canción en tiempos diferentes. Al final, sólo los gemelos Weasley seguían cantando, con la melodía de una lenta marcha fúnebre. Dumbledore los dirigió hasta las últimas palabras, con su varita y, cuando terminaron, fue uno de los que aplaudió con más entusiasmo.

- ¡Ah, la música! - dijo, enjugándose los ojos -. ¡Una magia más allá de todo lo que hacemos aquí! Y ahora, es hora de ir a la cama. ¡Salid al trote!

Los de primer año de Gryffindor siguieron a Percy a través de grupos bulliciosos, salieron del Gran Comedor y subieron por la escalera de mármol. Las piernas de Noa empezaron a temblar, debido a que tenía ganas de dormir y aún estaba algo mareada. Estaba tan dormida que ni se sorprendió al ver que la gente de los retratos, a lo largo de los pasillos, susurraba y los señalaba al pasar, o cuando Percy en dos oportunidades los hizo pasar por puertas ocultas detrás de paneles corredizos y tapices que colgaban de las paredes. Subieron más escaleras, bostezando y arrastrando los pies y, cuando Noa comenzaba a preguntarse cuánto tiempo más deberían seguir, se detuvieron súbitamente.

Unos bastones flotaban en el aire, por encima de ellos, y cuando Percy se acercó comenzaron a caer contra él.

- Peeves - susurró Percy a los de primer año -. Es un poltergeist. -Levantó la voz -: Peeves, aparece.

La respuesta fue un ruido fuerte y grosero, como si se desinflara un globo.

- ¿Quieres que vaya a buscar al Barón Sanguinario?

Se produjo un chasquido y un hombrecito, con ojos oscuros y perversos y una boca ancha, apareció, flotando en el aire con las piernas cruzadas y empuñando los bastones.

- ¡Oooooh! - dijo, con un maligno cacareo -. ¡Los horribles novatos! ¡Qué divertido!

De pronto se abalanzó sobre ellos. Todos se agacharon.

- Vete, Peeves, o el Barón se enterará de esto. ¡Lo digo en serio! - gritó enfadado Percy.

Peeves hizo sonar su lengua y desapareció, dejando caer los bastones sobre la cabeza de Neville. Lo oyeron alejarse con un zumbido, haciendo resonar las armaduras al pasar.

- Tenéis que tener cuidado con Peeves - dijo Percy, mientras seguían avanzando-. El Barón Sanguinario es el único que puede controlarlo, ni siquiera nos escucha a los prefectos. Ya llegamos.

Al final del pasillo colgaba un retrato de una mujer muy gorda, con un vestido de seda rosa.

- ¿Santo y seña? - preguntó.

- Caput draconis - dijo Percy, y el retrato se balanceó hacia delante y dejó ver un agujero redondo en la pared.

Todos se amontonaron para pasar (Neville necesitó ayuda) y se encontraron en la sala común de Gryffindor, una habitación redonda y acogedora, llena de cómodos sillones.

Percy condujo a las niñas a través de una puerta, hacia sus dormitorios, y a los niños por otra puerta.

Antes de entrar en la habitación, Noa se despidió de Harry y de Ron con un abrazo. Con un bostezo, Noa entró a la habitación. Era una acogedora habitación redonda donde habían cinco camas. Vió a Hermione hablando con una chica, ambas sentadas ya en una cama.

Noa visualizó las que quedaban libres y seleccionó la que estaba al lado de la ventana, junto a la de Hermione, la cual era la del medio. Vió como una de las gemelas Patil escogió la cama junto a la chica Brown.

- Hola - oyó la voz de la chica de cabello casi blanco. Con una sonrisa, Noa saludó con la mano -. Me llamo Sunny Cairo, no sé si te acordarás de mí, pero yo de tí sí, Noa. Por cierto, encantada de compartir habitación contigo - dijo mientras se sentaba en la cama de la derecha de Noa.

- Sí que me acuerdo, me ayudaste hace un par de semanas en atrapa la bandera - habló Noa mientras se tumbaba en la cama, esperando a poder cambiarse y dormir.

Cuando por fin estaba lista para dormir, agarró el peluche de un golden retriever con ropita de león y se quedó dormida en el momento de taparse.

"Estaba todo oscuro. Noa no podía ver absolutamente nada. Caminó por la oscuridad hasta que apareció fuego alrededor suya. Asustada miró alrededor. Allí estaba Harry, herido, tumbado en el suelo con un hombre, parecía... No, no lo parecía. Era Lord Voldemort.

- No váis a impedir que regrese a la vida - dijo con voz fría mirando a Noa a los ojos directamente.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de la semidiosa. Asustada empezó a correr en otra dirección huyendo de Voldemort.

Cansada, se detuvo. Parecía que estaba en el inframundo. Miró alrededor y estaba todo apagado, como si no hubiera vida. Notó que había un agujero en el suelo justo frente a ella. Alzó la mirada y vió una figura encapuchada.

- Hola semidiosa - habló una voz fría, grave y espeluznante -. Estoy de vuelta... - dijo eso mientras se lanzaba contra Noa."

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