Y aquí llegó, el fin del invierno;

las nubes se han ido a otros cielos.

Pero junto a ellas no se han marchado

las oscuras sombras que con su vuelo han creado,

y que han pintado mis días desde que la estación comenzó.

El horizonte es azul. Pero en mi mente, lo veo negro.

Así como veo gris a todo lo que me rodea.

Los árboles, los campos, los cerros, las aguas, sus mareas.

Todo... ¡Sigue plomiza, la costa entera!

Quisiera poder volver a ver la vida en colores.

Ha llegado la primavera, con sus tonos brillantes,

que inspiran pinturas, poemas, pasiones y amores, 

pero yo no logro disfrutar su esencia; 

no logro apreciar su belleza.

¡Ha llegado, y no la puedo observar!

¡Y joder! ¡Se me acaba la paciencia! 

¡Pensé que con el renacer del mundo habría una diferencia

en mi manera de pensar, de actuar, de admirar toda la tierra!

¡Pero no! ¡Sigue siendo la misma mierda!

El sol no me trae alegría, las flores no me traen esperanza,

el arcoirís no me hace sonreír, ni la brisa me invita a una danza;

la poesía no surge entre los álamos, las musas ya no saben motivar,

las ninfas ya no residen en los valles, y no hay nada más que silencio y soledad.

¡No hay brillo! ¡Saturación! ¡Ni nada que haga vibrar

o destacar a los alrededores monótonos que siempre tengo que cruzar!

¡A pie, despacio, aburrido!

¡Frustrado, molesto, ofendido

por el hecho de que no me logro inspirar

con la naturaleza viva que me acoge, que me ampara!

¡Porque se acabó el invierno, pero el frío sigue aquí!

¡Se acabó el invierno, pero la tristeza no se quiere ir!

¡Se acabó el invierno, pero los colores no han regresado!

¡Las nubes se han marchado, pero nada en verdad ha cambiado!