Dyonisus
Bendito seas, Dyonisus,
por inventar un elixir tan adictivo,
tan dulce y tan divino,
como el blanco y suave vino.
Por inventar notas frutales,
sabores profundos, especiales,
que se sienten también en el tinto;
¡Bendito seas, Dios! ¡Con mi copa llena te brindo!
El mundo gira y gira,
y con él yo me muevo
de un lado a otro,
como si fuera un juego;
sintiendo las olas del alcohol
llenar el gran hueco
que reside en mi alma.
Por unas pocas horas,
me siento completo,
y por unas pocas horas
el éxtasis es intenso.
Me encuentro sumergido
en un letargo placentero,
y sumamente atraído
por un innegable deseo,
de reposar mi cuerpo
en el fondo del abismo,
tan atractivo y tan negro.
Con la consciencia perdida,
el cuerpo en descanso,
y la botella vacía,
colgando de mi mano,
yo me rindo al sueño,
me entrego a Morfeo.
Y el sabor de las uvas,
permeando mi boca,
no me abandona jamás.
Y el olor amaderado
de ese líquido sagrado,
perfuma mis ropas.
No hay placer más intenso,
que el que de mí se desborda,
ni hay serenidad más profunda
que esta paz.
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