Los globos bailan con demonios
Cuidaba de aquella planta, como si fuera un bebé.
Tenía la maceta entre sus manos, una maceta con rosas rojas, eran de un tono intenso, algo que lo sorprendía mucho, no eran muy comunes, al menos no en aquel lugar, y específicamente en esa floristería.
Por ello, la cuidaba como si fuera un bebé, algo tan delicado y sorprendente.
Entró alguien, por tercera vez en el día.
Ni siquiera quería voltear para preguntar un "¿qué se le ofrece?", su negocio no tiene clientes diarios, en realidad van dos por semana, y eso era una real desgracia.
Así que, aquel día habían entrado ya dos personas, pero ambas especificaron que solo entraron para refugiarse ante la lluvia incesante y fría.
La tercer persona del día debía ser también uno de esos, ¿para qué esforzarse?
"¡Perú! Qué alegría verte" escuchó a sus espaldas, algo que lo dejó extrañado.
Rápidamente se volteó, era muy, en serio, muy raro ver a aquel hombre ahí.
"¿Usa?" Fue lo que salió de sus labios, sin dejar la maceta de lado.
Ningún país iba nunca ahí, ¿qué tenía que hacer aquel norteamericano?
"Recordé que tenías una floristería, y decidí venir".
No tenía una buena espina de aquel país, no dejaba de sonreír, y no podía ver a través de sus lentes negros.
"¿Necesitas algo?".
Estados Unidos ensanchó su sonrisa.
"¡Sí! Pero no tiene mucho que ver con flores."
Le tomó varios segundos procesar la frase; si no tenía que ver con su negocio, ¿por qué lo mencionó en primer lugar? No tenía sentido.
Estados Unidos tuvo que explicar, algo incomodado, pero sin echarse atrás y a la vez emocionado.
Perú no se contuvo, tan solo la pronunciación de esas palabras le asquearon, e incluso apartó aquella maceta algo pesada.
"¡¿De qué mierda hablas, Usa?!".
Gritó, aterrado, enfadado, temblando, tal vez con ganas de llorar al tan solo pensar en la posibilidad afirmativa a la propuesta del contrario.
Él no dejaba de sonreír, no veía lo malo, o más bien sí pero valía la pena como para perder reputación frente a aquel latino.
Latino que rotundamente negó ante eso, lloró y le gritó, casi rogó que saliera de ahí.
Solo rio, extendió su paraguas, y volvió a salir, alejándose y dejando ningún indicio de que estuvo ahí.
Perú tomó asiento; le duele haber pensado a primera instancia aceptar eso.
Claro, sin saber la segunda parte del trato.
Porque claro que lo sintió como una buena oportunidad al escuchar un "te pagaré cinco mil dólares...", claro, parecía un regalo, milagro, y un alivio.
Había estado teniendo problemas con su establecimiento, si no comenzaban a tener más clientes o a ganar más dinero para mantener el lugar, irían a la bancarrota y tendría que abandonar su local solo por ese estúpido problema.
Así que claramente consideró aceptar.
Pero cuando entendió que el pedido realmente no tenía que ver con sus flores, se indignó, y negó.
Jamás metería a su querida pareja Bolivia en asuntos tan horrendos.
Aumque es algo que no tuvo en mente cuando discutió con ella.
Ni ella ni él tenían la culpa de que el negocio fuera tan mal, claro, pero esos problemas eran suficientes como para desgastar a la pareja y generar una leve discusión.
En la que Perú huyó, en un día de lluvia, después de pelear.
Bolivia se quedó ahí, en el sótano, cuidando de las macetas y flores que estaban listas para sembrar.
Finalmente, eso era lo que le calmaba y hacía feliz.
Pensó, aún cuando la situación se viera tan mal, tal vez podrían al menos renunciar a ese local, y seguir con el tema de las plantas de forma independiente.
¡Sí, eso haría! Porque como seres que estaban destinados a terminar juntos, debían buscar razones para estar los dos, y no separarse.
Era tan dulce preocuparse por eso aún cuando había una persona a sus espaldas.
Numca supo quien era, incluso aunque estuvo frente a él, y le vio la cara, solo tal vez no tenía la valentía de admitir que lo que estaba pasando no estaba bien.
Incluso en eso, aunque todo su cuerpo dolía, y sin gustarle la forma en la que los sonidos salían de su boca, seguía pensando, y preocupándose por Perú.
¿Estaba bien? ¿Dónde estaba? Lo necesitaba, ¿dónde estaba? ¿Por qué todo pasaba tan rápido?
Se dibujaron varios ojos en las paredes, la incomodaban, más de lo que ya estaba, no sabía qué hacer teniendo tantos ojos sobre ella.
¿Ella estaba mal? Se equivocó, pero ¿en qué? Porque todos le juzgaban, entonces estaba equivocada, era un hecho.
Solo quería entender qué hizo mal.
Tal vez pueda pedir perdón, o hacer algo para remediar sus actos.
¿Nunca debió abrir su boca de esa forma?
Quizás no estuvo bien que se quedara sola en un sótano.
¿O fue porque no lo hizo como él de lo exigía? ¿Fue porque puso resistencia?
Porque, después de todo, al mirarse al espejo, entendía, era una puta, si todos lo decían, era verdad, ella misma se lo decía, debía ser cierto.
No podía caminar sin sentirse mal, porque en todos lados estaban esos ojos, que le rodearon aquel día de tormenta, lluvioso, y estruendoso.
La siguen, se mantienen viéndola, porque siguen buscando su pureza, aún no la encuentran, parece que eso se va y no regresa.
Más al saber su embarazo.
Realmente su pureza no existía, ¿nunca existió? Todos esperaban a que Bolivia se diera cuenta para empezar a recalcarlo, ¿era eso?
Era una vergüenza y un descaro verla caminar, a lado del peruano, sonreían, llamándola de formas despectivas, porque evidentemente se lo merecía.
¿Cómo se atrevía a tomar su mano, siendo una puta?
Una puta, zorra, descarada, que ahora llevaba el fruto de su descuido, ¡qué idiota era!
Perú, ¿cómo podías tomar su mano sin sentie asco? Tal vez tus miradas de reojo hacia ella eran por asco y decepción más que por tristeza y depresión.
Tú no tienes la culpa, no, es ella la que se acostó con alguien más, ¿por qué la abrazas?
¿Y por qué ella no te dice nada? ¿Por qué nunca te dijo lo mucho que se arrepentía? ¿Le gustó? Sí, era una zorra.
¿Por qué no te enojas? ¿Por qué no la dejas?
Porque, en el fondo, sabes que es tu culpa.
Fuiste para empezar quien firmó el trato y aceptó vender a su esposa a cambio de dinero rápido.
¿Solo para no entrar en bancarrota?
Qué patético.
Pero ahora la culpa de carcome, y está bien.
Porque eres el culpable principal de que Bolivia pierda la cordura, y de que todos los ojos estén sobre ella, buscando su pureza, pero no la encuentran.
Solo tú sabes qué pasó, sabes de quién es ese bebé, y también te preguntas porqué ella no te dice nada.
Pero eso solo te hace sentir peor, ¿no es así?
Eres un cobarde si tu único plan es colgar del techo, como una araña.
Aunque has tomado una decisión cuando sostienes la soga entre tus manos.
Pasa muy rápido, como el desafortunado evento.
Cuelgas, pierdes aire, la soga se aprieta más, dejas de forcejear.
Tus colores pierden colores, acompañado de la oscuridad.
Bolivia despierta, como de costumbre, pensando en cómo puede solucionar todo.
Pero lo ve a él, en el techo.
Finalmente, la pequeña sonrisa que siempre intentó mantener como aquel país que emanaba felicidad se quebró, perdió el control total en todo su cuerpo.
Ni siquiera sabe cómo tuvo fuerzas para llamar a la policía, no lo recuerda.
Ya no estaría más con ella, se sentía horrible, aquello no tenía solución, para nada, ¿cómo lo deshacía? ¿Se suicidó por su culpa? Era una idiota.
Las personas entraron sin avisar, ella estaba de rodillas, frente al cuerpo colgante, y volteó hacia ellos.
Sonriente, con lágrimas en sus mejillas, con los ojos rojos, y con una voz rota y burlesca, rio.
-- ¡Miren por ahí!
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