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Capítulo 4: "Miedo"

Sarah

El miedo es el sentimiento más fuerte de todos, debido a que este desencadena un sinfín de consecuencias e incluso muchos otros sentimientos.

Más de la mitad de mi vida, me atrevo a decir que casi toda, la he vivido bajo la sombra del miedo; miedo a lo que piensen o actúen mis padres, miedo a lo que me puedan hacer en la escuela, miedo a que mi padre en uno de sus ataques de ira me mate, simplemente el miedo controla mi vida.

Como dije antes, este sentimiento puede desencadenar otros; la tristeza es uno, que sólo te lanza a un callejón lleno de depresión y ansiedades constantes.

De pequeños nos vendieron con el cuento de que para todas las personas, la familia lo es todo, de que son lo primordial en nuestras vidas y lo mejor que podemos tener. A medida que vamos creciendo, desarrollamos diversos pensamientos más maduros y nos damos cuenta que la infancia fue la cortina con la que nos taparon el mundo real que, cuando crecemos y entramos verdaderamente a él, nos damos cuenta de que nos vendieron, pero ya es muy tarde.

En mi familia, constantemente me decían que siempre debía de estar con ellos, que ellos me apoyarían, que con la ayuda de Dios todo se puede y superaríamos los obstáculos de la vida.

Pero no sabían que realmente Dios no lo puede hacer todo. También nosotros debemos de poner nuestra parte, y esa parte, esa gran y significante parte fue lo que le faltó a mi familia.

Y así fue de generación en generación como pasó esa tradición y esa historia, de que si no eras cristiano no eras de la familia, cada generación era peor, más obsesiva... la de mis bisabuelos, abuelos, mis padres y la mía.

Siempre he sido y he hecho lo posible para no ser como ellos. Mi abuelo materno siempre me decía y me advirtió que las obsesiones llevan a la locura, y más la que tiene mi familia, como lo es el cristianismo.

Nunca en mi vida, absolutamente nadie, había peleado o si quiera oponerse a mi padre, cosa que cambió el día de hoy.

Matt lo hizo, se opuso, y aunque no pudo evitar que mi padre de igual manera me llevara a esa casa que llaman "mi hogar", él lo intentó, y no saben lo conmovida que estoy por ello.

Al estacionarse el auto de mi papá se me cortan los pensamientos, alzo la vista y mis padres se están bajando del carro sin dirigir ni una sola palabra, aunque si noto que papá está un poco tenso aún.

Entramos a la casa en silencio, increíblemente mi padre no ha dicho nada y no sé por qué no lo ha hecho, él siempre tiene algo para decir, de mi mamá no me sorprende, ella nunca empieza nada pero tampoco termina.

Cuando entro al comedor para ir a las escaleras y subir hacia mi habitación me doy cuenta de por qué papá se ha quedado callado. Más bien, de por qué no ha dicho nada por la persona que se encuentra sentada en la mesa del comedor.

Y es nada más y nada menos que...

Mi abuela.

Charlotte Anastasia Sellers es la persona más exigente del mundo y la más obsesiva con el cristianismo, para ella todo debe de ser perfecto, ella es perfecta, su familia es perfecta, es perfecta porque tiene a Dios en su vida; y por sobretodo, es la persona más doble cara que conozco y no creo poder conocer a una que sea tan hipócrita como ella.

—Aquí está, madre— le dice papá a Charlotte, y no entendí al principio, luego caí en cuenta que se refería a mi.

Desde que llegué no ha quitado sus ojos de mí, esa mirada de ojos cafés que sientes que te traspasa el cuerpo y te analiza la existencia.

Papá me mira y me hace seña con las manos para que le pida "la bendición" a la abuela. Yo obedezco, a pesar de todo lo que pienso de mi familia, nunca he desobedecido nada a nadie.

—Bendición, abuela— me acerco a ella para darle un abrazo.

El abrazo más hipócrita del mundo.

Ella me corresponde el abrazo, me dice "Dios te bendiga y te guarde", seguido de un beso en la frente. Terminado esto, me alejo y ella se levanta.

—Esperaba ser recibida mejor, con mi nieta en casa y una deliciosa cena de mi nuera, pero bueno, ya estamos todos juntos gracias a Dios y eso es lo que importa— exclama con sinceridad y arrogancia.

—Disculpa, madre querida. Llegaste de imprevisto, pero será un honor hacerte una cena y recibirte los días que quieras quedarte— le responde papá con delicadeza.

—Muchas gracias hijo, tenía pensado quedarme como una semana— continua —si me lo permiten, por supuesto.

Una semana en el infierno.

Obviamente, es lo que yo pienso, pero mi padres la reciben de lo mejor, y no porque quieran, sino porque a mi abuela no se le dice que no.

—Sube, dúchate y baja para cenar, Sarah- mi mamá se digna a decirme algo.

Sin responderle, subo a mi habitación, me baño y cambio, e iba hacia la cocina pero el sonido de que me llegó una notificación me detiene. Me acerco a la mesa de noche donde dejé el dispositivo, lo agarro y veo que se trata de un mensaje.

Y no cualquier mensaje.

Número desconocido:

—Buenas noches, Sarah, soy Matt o el "aguafiestas" como me conociste en la casa de Andrés. Le pedí tu número a Andrea quién me lo permitió.

Leo el mensaje y le iba a responder, pero un segundo mensaje me detiene.

—Te escribo para pedirte perdón, a lo mejor no estás molesta por lo sucedido hoy entre tu padre y yo, pero puede ser que sí. Te ofrezco una disculpa, no soporto ver que traten mal a las personas, mucho menos una chica menor de edad que no estaba haciendo nada malo. Si te causé problemas e incomodidad te pido sinceramente disculpas. Me agradaste mucho, me hiciste pasar una noche agradable junto a los demás. Feliz noche, Sarah.

Quedo congelada con el teléfono en mano.

De verdad, no me creo aún que haya pedido mi número a Andrea sólo para pedirme disculpas. Es decir, no estoy molesta por lo sucedido, empezando por allí, y segundo que me quiera pedir disculpas es algo muy cordial de su parte.

Sarah:

—Matt, buenas noches, espero te encuentres bien.

Apreto el botón de enviar y continúo con el segundo mensaje.

—Sinceramente, no estoy molesta, todo lo contrario en realidad, estoy muy agradecida de que, por primera vez en mi vida alguien me haya defendido con respecto a mi padre. No tienes por qué disculparte, no hiciste nada malo. Aún así, agradesco mucho tu gesto. Feliz noche, Matt.

Le envío esos dos mensajes con una sonrisa en la cara.

Ya veo el por qué se lleva mejor con los padres de Andrea.

No espero a que conteste, me he tardado mucho y mi mamá de seguro debe de estar por venir para que baje. Por ese motivo, dejo el teléfono en la mesa de noche y bajo hacia la cocina dónde me esperan mi abuela, mi mamá y mi papá.

Tomo asiento en la mesa donde mi mamá sirve la comida para cenar.

A simple vista, parecemos una familia normal, que cena con su visita, la abuela, como una familia religiosa y feliz.

Mientras estoy comiendo y mis padres y abuela hablan sobre la familia y la iglesia, pienso en todo; desde lo bien que la pase con los chicos hoy en la tarde, hasta este segundo donde estoy comiendo con mi familia.

Y afirmo algo que les he dicho antes.

Y es que los segundos valen oro. Los momentos que estás con esas personas que te hacen sentir bien, esas personas que te dan buena vibra y que te hacen dar cuenta que la vida es bonita con las personas correctas en ella.

Los segundos pasan volando, los minutos van corriendo y las horas no se quedan muy atrás de ellos.

Este día empezó con las personas correctas, que me hacen sentir bien, que aunque no he convivido con ellos, me hicieron sentir bien el momento que estuvimos juntos.

Y terminó aquí, con las personas que me encierran, que no me dejan ser yo misma, con las que he convivido toda mi vida, y que aún así no me han hecho nunca sentirme bien.

Esas personas que no me dejan ser libre.

El miedo controla mi vida, siempre ha sido así.

Pero hoy no lo fue.

Porque increíblemente, cuando me bajé del carro de mi papá, no tenía miedo.

No tuve miedo de que mi padre me regañara y me gritara, o de algo peor.

No tuve miedo de que no me dejaran salir más.

En cambio, me sentí segura y dispuesta a enfrentar lo que se viniera.

Este día me está preguntando algo que yo misma me cuestiono ahora.

¿Por qué siempre debo de tener miedo?


Hasta el próximo capítulo!!❤

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