Pasó media hora revolviendo los libros y peluches que se encontraban en el interior de la caja, algunas cosas rotas y lo que parecía ser dulces añejos de limón. Mierda, Jeno los amaba con su alma, aunque no se comería eso en un millón de años.

No encontró nada interesante además de ese conejo blanco de ojos perturbadores, mismo que lanzó lejos de él hacia el montón de peluches que recolectó.

De manera inconsciente volteó al diario de Nana, mirándolo con los ojos entrecerrados, dudando entre abrirlo y, lo más probable, traumarse por el resto de su vida o descubrir cosas entretenidas, tal como si fuera un cuento.

Realmente le llamaba más la atención la segunda opción. Tomó el libro sobre su regazo, acariciando suavemente la textura de los stickers regados por la tapa y el pequeño bordado descosido. Claramente hubo un nombre ahí, sin embargo, estaba demasiado maltratado como para leerlo.

Sin más que apreciar, abrió el diario, encontrándose con una fecha bastante reciente en la esquina superior derecha, apenas de hace dos meses y un poco antes de las vacaciones. La coincidencia lo motivó a leer rápidamente los escritos en el centro de la hoja.

« Empezaré un diario por primera vez en mi vida solo para complacer a Chenle, según él para "inmortalizar las vacaciones", aunque no tiene sentido si siempre estoy en casa...»