Jeno se encontraba ordenando su cuarto cuando llegó su madre a casa, llamándolo desde el salón para que le ayudara con las compras y algunas cajas. No dudó ni un segundo en partir con ella, agradecido de olvidar por un tiempo el desastre en la habitación.

Se acercó a besarle la mejilla para saludarla, recibiendo una adorable sonrisa de la mujer.

─ Jeddongie, ¿podrías revisar lo que trae?─ apuntó al sofá, justo donde se hallaba una caja marrón bastante dañada, con las esquinas destrozadas y uno que otro pedazo faltante.

─ ¿De dónde la sacaste?─ con cuidado acercó su mano a las tapas, levantando una con curiosidad y mirando por encima el contenido─ pareciera que la encontraste en un basurero...

─ No seas grosero, cariño─ la mayor reclamó, yendo de un lado hacia otro mientras organizaba las compras del día. ─ Me la dio el señor Na.

─ ¿Na? No había escuchado de él.

─ Nunca sale de casa, es normal que no lo reconozcas─ suspiró, deteniéndose un segundo para explicar─ me sorprendió mucho cuando lo vi de pie afuera e intenté conversar con él, pero no hizo más que pedirme que me llevara esa caja.

─ ¿Por qué?─ no seas tonto, es claro que mamá tampoco sabe, se dijo, confirmando su idea cuando ella negó con la cabeza.

─ No lo sé─ aclaró─ ahora ve y revísala, yo debo cocinar la cena para cuando llegue tu padre─ la pelinegra se perdió por la puerta de la cocina, dejando al pequeño con demasiadas dudas que al parecer tendría que resolver solo. Se apuró en tomar la caja entre sus brazos, corriendo a su cuarto para explorar más cómodo.

Empezó mal apenas abrió las tapas y apareció una pequeña araña entremedio. Se tragó su gritito muy masculino y la aplastó por impulso sobre una libreta.

Bueno, lo tomó como una señal para comenzar por ahí.

─ Diario personal de Na... ¿Nana?─ bufó, tirando hacia un lado el pequeño libro, pues no estaba interesado en saber algo personal de una chica.